Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. Witork

    Witork Mendiak zeharkatzen

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    Gracias por las aportaciones! Mi deseo es que las historias femeninas no se limiten a esta semana.

    Me recuerdan a las cronicas actuales de J. Gomez Peña para el periodico del Correo.

    Quizas seria conveniente incluir tus fuentes en cada texto.
     
  2. labeaga

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    Phil Anderson, un australiano pionero
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    “Skippy” puso la primera piedra
    La presencia de corredores aussies en el pelotón internacional no ha sido siempre tan relevante como en la actualidad. En el despegue del ciclismo moderno, durante los años 80, la incorporación de corredores del país de los canguros a los grandes equipos europeos se llevaba a cabo con cuentagotas. Británico de nacimiento y australiano de adopción, Phil Anderson (Hendon, Londres, 1958) fue el primer corredor que inscribió el nombre de Australia en el palmarés de las grandes pruebas. Él y Allan Peiper inicialmente, y luego los viejos conocidos de la afición española Neil Stephens y Stephen Hodge, colocaron una semilla que hoy está dando sus frutos de manera incontestable.

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    Más de setenta victorias como profesional
    Skippy, como se le conocía cariñosamente en el ambiente ciclista, fue un prodigio como deportista, una rara avis que desde su desembarco en el ciclismo europeo en aficionados destacó por una actitud atacante que le otorgó un número impresionante de victorias (más de setenta) a lo largo de 15 años de carrera profesional. Fue un corredor completo, capaz de brillar en clásicas de la Copa del Mundo y en etapas de montaña o contrarreloj de las grandes vueltas, y ya en sus primeros años de profesional fue considerado como un candidato a vencer en el Tour de Francia. Ningún otro compatriota suyo había despertado antes tantas expectativas.

    Liderato en el Tour, pique con Hinault
    Tras varias actuaciones destacadas en el campo amateur y un primer año profesional más que aceptable, el “bombazo” del australiano llegó en su segundo año, 1981. En el inicio de la temporada brilló en París-Niza (una etapa) y Dauphiné (dos días líder) y su equipo lo alineó en la formación del Tour, en principio para apoyar a su jefe de filas Jean-René Bernaudeau en su lucha contra el favorito Bernard Hinault. El pequeño tejñon se había exhibido en los Tour de los años 78 y 79 pero en del 80 había tenido que abandonar. En el 81 llegaba con más hambre que nunca de victorias y a las primeras de cambio se vio con posibilidades de sentenciar.

    Se corría la quinta etapa, una jornada montañosa, e Hinault no quiso demorar más su intento por conseguir el liderato. En un terreno ascendente, rodaba por delante en un reducido grupo en el que también aguantaba un joven llamado Anderson. Lucien Van Impe, a la postre segundo de la general, anduvo escapado por delante del grupito con ventaja suficiente como para acabar ganando la etapa. El joven Phil, un novato sin experiencia en la ronda gala, aguantaba pedalada tras pedalada el ritmo de Hinault en la dura ascensión.

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    Al “enemigo”, ni agua
    A poco de meta, en un alarde de “generosidad” Anderson ofreció su bidón al campeón francés, que se tomó el detalle como una insolencia y se lo apartó de un manotazo. Eso no amilanó al australiano, de 23 años, que consiguió aguantar al bretón hasta la llegada. Anderson no ganó finalmente la etapa, pero se enfundó el maillot amarillo para sorpresa y decepción de Hinault. Anderson se convertía de este modo en el primer ciclista no europeo en vestir de líder en el Tour. Acababa de escribir sin saberlo la primera página de una leyenda.

    Su gesta lógicamente atrajo el interés de la prensa y de los aficionados. Incluso el de Hinault, sorprendido por sus prestaciones, que lo veía no como un rival directo para esa edición de la carrera (acertó plenamente), pero sí como un claro enemigo en las ediciones posteriores. En el tramo final no pudo mantenerse a tal nivel de exigencia y acabó en un, a pesar de todo, muy meritorio 10º puesto. Bernaudeau, su jefe de filas, acabó en 5ª posición, pero al año siguiente cedería el protagonismo definitivamente al joven Phil.

    Hinault le maldice otra vez
    El aussie se las tendría una vez más con Hinault en la ronda gala, aunque en aquel segundo enfrentamiento sería muy a su pesar. Corría la edición de 1985. En la etapa con llegada a Saint Etienne, a 200 metros de la conclusión y con el grupo totalmente lanzado, hubo una caída en la que se vieron involucrados Hinault, Anderson y Bauer, al parecer originada por un movimiento brusco de este último. Pero Hinault, afectado notablemente en su rostro, no lo vio así y en un primer momento culpó airadamente al australiano de su desgracia ante la presencia de periodistas y aficionados, quizás con el amargo recuerdo de aquel bidón aún latiendo en su mente. Por suerte para Anderson, el percance no eliminó al francés de la carrera a pesar de la fractura nasal que se le diagnosticó tras cruzar la línea de meta. De hecho, Hinault ganó días más tarde su quinto Tour. Las aguas volvieron a su cauce.

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    Un palmarés impresionante
    Al margen de sus roces con el entonces número uno mundial, Anderson logró imponer su clase a las anécdotas y se mantuvo como Top 10 del Tour entre 1981 y 1985. Además, llevó once días el maillot amarillo, y consiguió vencer en dos etapas parciales de la carrera gala: la primera en la edición de 1982 (donde también fue considerado Mejor joven) y la segunda en 1991, en la última etapa de su carrera. Pero no sólo brilló en el Tour, también lo hizo en carreras de indiscutible prestigio, como el Giro de Italia (dos etapas, en el 89 y el 90) y en la clasificación general de varias vueltas por etapas de primer orden, como Vuelta a Suiza, Dauphiné Libéré y Vuelta a Romandía. En un segundo escalón se llevó vueltas como Semana Catalana y Tour del Mediterráneo, y en un tercer peldaño habría que situar triunfos en la general de Vuelta a Dinamarca, Semana Siciliana, Vuelta a Irlanda, Vuelta a Suecia y Vuelta a Gran Bretaña. Las clásicas también fueron su campo de actuación natural, si bien no consiguió tantos triunfos como puestos destacados. Entre otras carreras de un día, se llevó a casa el trofeo de la Amstel Gold Race, el Campeonato de Zurich, el GP Herelbeke, el GP de Frankfurt, la París-Tours y la Milán-Turín. En los Mundiales nunca consiguió una medalla pero hizo varias actuaciones destacadas. Su mejor clasificación fue un 9º puesto en 1983. Y también consiguió ser el número uno de la clasificación de la UCI. Todo ello, a pesar de los problemas físicos que arrastró en su espalda en varios momentos de su carrera.

    [​IMG] Cuatro equipos y muchos compañeros ilustres
    A pesar de su manifiesta longevidad deportiva, Anderson tan sólo defendió cuatro maillots a lo largo de su carrera: estuvo en Peugeot sus cuatro primeras campañas (1980-1983), las de la eclosión en el Tour. Allí coincidió con líderes como Kuiper y Bernaudeau y otros hombres de categoría: Gilbert Duclos-Lassalle, Pascal Simon, Robert Millar, Stephen Roche, Dominique Garde, el británico Sean Yates (con quien se reencontraría años más tarde en su etapa americana) o su compatriota Allan Peiper.

    Los cuatro años posteriores (1984-1987) los pasó en el Panasonic. Fueron unos años –especialmente los dos primeros- con un extraordinario balance de victorias, tanto por calidad como por cantidad. Y no fue fácil conseguirlas, ya que en el equipo holandés compartió escuadra con los Vanderaerden, Planckaert, Freuler, Van Poppel, Theunisse, Rooks, Van Lancker y, de nuevo, Millar.

    Después de esta etapa, el ya maduro Skippy volvió a cambiar de aires pero no de país de acogida, ya que fichó por el TVM, el cuarto conjunto holandés tras Panasonic, PDM y Superconfex. Allí estuvo tres temporadas (1988-1990), en las que precisamente le faltó competencia. Entre sus compañeros se hallaban Jorg Müller y los entonces jóvenes valores Johan Capiot y Jesper Skibby, además de su compatriota Scott Sunderland. En su primer año tuvo que tragarse la decepción de no correr el Tour, pero en los dos siguientes conquistó sendas etapas en el Giro, además de volver a Francia, y brilló de manera muy regular en las clásicas de la Copa del Mundo.

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    En la recta final de su carrera (1991-1994) fichó por el Motorola estadounidense, estructura heredera del 7Eleven. A pesar de que contaba con un líder sólido para aspirar al podium del Tour, en el 91 Anderson logró aprovechar bien sus bazas y conseguir un buen número de victorias. En su papel de escudero de Andrew Hampsten chocó con la presencia del todopoderoso Indurain y su Banesto, que imponía una legendaria hegemonía en el Tour. Pero aún así el equipo lograba buenos puestos en la carrera francesa. Junto a Anderson formaron en aquellos años previos a la retirada Hampsten, Bauer, Zimmerman, Yates, Sciandri, Mejía, Alcalá, Fraser, Axel Merckx, Hincapie y nada menos que un joven tejano llamado Lance Armstrong.

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  3. ray

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    Esa "generosidad" cabria exponerla como un gesto real o impostado....??
    Los australianos,a pesar de un origen british,tienen algo de yankees,por lo que en su carácter aparecen detalles curiosos.Una mezcla muy peculiar que puede despistar mucho....

    Como siempre,otra lectura interesante.
     
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  4. labeaga

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    Albert Bourlon, el ciclista con la escapada más larga en el Tour
    En 1949 ganó una etapa en la ronda francesa tras protagonizar una fuga de 253 kilómetros en solitario



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    Albert Bourlon, durante la disputa de una carrera.
    Con la intención de embolsarse los 50.000 francos de prima que se repartían en los primeros 50 kilómetros de la etapa, Albert Bourlon, ciclista del equipo Centro-Suroeste se escapó en cuanto Jacques Goddet dio la salida en Carcasona a la 12ª etapa del Tour de Francia de 1947, el primero de la posguerra. Su fuga provoca sonrisas en el pelotón, habituado a las acciones locas de Bourlon, que nunca llegaban a ninguna parte. Sin embargo, más de ocho horas más tarde (8h 10m 11s exactamente) y 253 kilómetros más lejos, y después de atravesar el Portet d’Aspet y el col de Port, Bourlon cruzaba victorioso la meta de Luchon, en el corazón de los Pirineos. Como cuenta el periodista Pierre Carrey, antes de que llegara el pelotón, a Bourlon le dio tiempo de preguntar burlón a los comisarios ¿me habéis visto bien esta vez, no?, pues dos días antes se habían olvidado de incluir su nombre en las clasificaciones. Después se duchó y bien limpio, 16m 20s después de su llegada, fue espectador de la llegada del segundo, el belga Callens.

    Si hay un récord imposible de batir en el Tour no es el número de victorias consecutivas (las cinco de Indurain una vez anuladas las siete de Armstrong) o la ventaja más grande obtenida por una escapada en solitario (los 22m 50s con los que el español José Luis Viejo ganó la etapa de Manosque en 1976), sino el que logró Bourlon aquel día, el de la fuga más larga: la ley ya no permite etapas superiores a 250 kilómetros. Al morir el miércoles, en Bourges (en el centro de Francia), Bourlon poseía otra plusmarca, la de gigante de la ruta más viejo vivo. El 23 de noviembre habría cumplido 97 años.

    Pese a su hazaña en el Tour del 47, Bourlon, un ciclista, un ciclista de otra época, un ciclista de la era de Coppi, Bartali, Robic, Geminiani, Kubler y Vietto, no volvió a correr el Tour. Ninguna selección lo quiso enrolar. “Me vetan porque soy miembro del Partido Comunista”, se quejó Bourlon, quien añadió que esa militancia molestaba a Goddet, el dictador del Tour. Antes de la guerra, Bourlon trabajó en la Renault, donde destacó en el campo de la lucha obrera. Durante la guerra, en 1940, tras la ocupación francesa por los nazis, el comunista Bourlon fue internado por los alemanes en el stalag de Sagan, en Polonia, del que se intentó fugar en dos ocasiones. Bourlon es trasladado a otro campo de prisioneros de guerra, el de Fürstenberg, del que logra huir en 1943. Atraviesa Ucrania, Eslovaquia y Hungría, hasta llegar a Rumania en noviembre después de atravesar a nado el río fronterizo Tisza, helado en esa época. Al lado de esa fuga, lo de Carcasona a Luchon fue una broma evidentemente para Bourlon, quien permaneció un año en Rumania corriendo en el equipo Dacia, con el que ganó en 1944 la carrera más importante del país, la Bucarest-Ploesti-Bucarest.
     
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  5. labeaga

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    Roger Walkowiak, el ciclista que deseó no haber ganado el Tour


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    Roger Walkowiak, ganador del Tour en 1956.

    A muchos de los aficionados al deporte, el nombre de Roger Walkowiak no les dice absolutamente nada. Alejado de la gloria y de los focos, lejos del renombre de los Bobet, Pelissier, Anquetil, Kübler, Coppi o Bartali, su nombre apenas ocupa una línea en las grandes antologías del ciclismo.

    ¿Cómo es esto posible?, se preguntarán los atribulados lectores. ¿No es acaso el sueño de cualquier ciclista?

    Lo es, sin duda. Y también debió ser el sueño de Roger en su más tierna infancia. Hasta que lo logró y su victoria se transformó en un infierno. Porque Walkowiak no era ni de lejos el gran favorito para ganar el Tour del 56, y eso es algo que la prensa francesa -y por ende, la afición- le perdonaron nunca.


    [​IMG]
    Walkowiak se coló en una escapada bidón en la octava etapa de aquel Tour de Francia, que debería haber ganado Charly Gaul, o Geminiani o el mismo Bahamontes. Al día siguiente lo hizo en otra. Llegó a acumular 30 minutos de ventaja, y el francés, por el que nadie daba un cuarto de franco, logró resistir, con piernas, astucia y la moral que da el amarillo, toda esa ventaja para entrar triunfal en París. Fue el principio y el fin de su carrera.

    Porque Roger, que era de Montluçon aunque su apellido parezca polaco, no había ganado nada antes, ni lo ganó después. 2 etapas en la Vuelta a España y una en el Tour de l’Ouest. 4 victorias en total en su carrera, y nada menos que un Tour de Francia en el palmarés. La prensa no tuvo piedad con él. Que si era indigno de llevar el maillot, que si lo suyo era el mayor golpe de suerte de la historia del tour y toda una serie de lindezas que, confesó años después, le dolieron más que las piernas ante los continuos ataques de los escaladores.

    Bahamontes y Gaul le atacaban desde el primer puerto, los rodadores se la liaban en las etapas llanas y en las cronos cruzaba al borde de la extenuación, pero consiguió aguantar. Por escasos segundos ante otros compañeros de escapada y por algo más de 10 minutos ante el que, de haber controlado las fugas, hubiera sido el ganador de ese Tour, el toledano Federico Martín Bahamontes.

    Walkowiak fue el Salinger del ciclismo. Harto de tantos desprecios, se retiró pronto y nunca quiso hablar con la prensa. Hasta que, después de 40 años de silencio, se enfrentó a una cámara y confesó su secreto. “Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer”. Poco después rompía a llorar.

    “Nadie sabe cuanto sufrí”, terminó por balbucear. Y es que la sombra de la victoria le persiguió toda su vida. Con el dinero de los premios abrió un bar en su ciudad, pero tuvo que cerrarlo pronto, cansado de que los parroquianos le recordasen una y otra vez su carambola en el tour. Buscó un puesto en una fábrica y desterró el ciclismo de su vida, de sus conversaciones, de su memoria.

    Hoy ya no está con nosotros, y si hay alguien a quien el ciclismo deba un homenaje es a Roger Walkowiak, el campeón de la modestia, de la constancia, y sobre todo, el justo vencedor de aquel maldito Tour, el de 1956.

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    Walkowiak, tercero en la imagen, intenta defenderse de un ataque de Bahamontes
     
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    Última edición: 11 Mar 2019
  6. labeaga

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    Walkowiak, el ciclista que deseó no haber ganado el Tour

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    Roger Walkowiak, ganador del Tour en 1956


    A muchos de los aficionados al deporte, el nombre de Roger Walkowiak no les dice absolutamente nada. Alejado de la gloria y de los focos, lejos del renombre de los Bobet, Pelissier, Anquetil, Kübler, Coppi o Bartali, su nombre apenas ocupa una línea en las grandes antologías del ciclismo

    ¿Cómo es esto posible?, se preguntarán los atribulados lectores. ¿No es acaso el sueño de cualquier ciclista?

    Lo es, sin duda. Y también debió ser el sueño de Roger en su más tierna infancia. Hasta que lo logró y su victoria se transformó en un infierno. Porque Walkowiak no era ni de lejos el gran favorito para ganar el Tour del 56, y eso es algo que la prensa francesa -y por ende, la afición- le perdonaron nunca.

    Walkowiak se coló en una escapada bidón en la octava etapa de aquel Tour de Francia, que debería haber ganado Charly Gaul, o Geminiani o el mismo Bahamontes. Al día siguiente lo hizo en otra. Llegó a acumular 30 minutos de ventaja, y el francés, por el que nadie daba un cuarto de franco, logró resistir, con piernas, astucia y la moral que da el amarillo, toda esa ventaja para entrar triunfal en París. Fue el principio y el fin de su carrera.

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    Porque Roger, que era de Montluçon aunque su apellido parezca polaco, no había ganado nada antes, ni lo ganó después. 2 etapas en la Vuelta a España y una en el Tour de l’Ouest. 4 victorias en total en su carrera, y nada menos que un Tour de Francia en el palmarés. La prensa no tuvo piedad con él. Que si era indigno de llevar el maillot, que si lo suyo era el mayor golpe de suerte de la historia del tour y toda una serie de lindezas que, confesó años después, le dolieron más que las piernas ante los continuos ataques de los escaladores.

    Bahamontes y Gaul le atacaban desde el primer puerto, los rodadores se la liaban en las etapas llanas y en las cronos cruzaba al borde de la extenuación, pero consiguió aguantar. Por escasos segundos ante otros compañeros de escapada y por algo más de 10 minutos ante el que, de haber controlado las fugas, hubiera sido el ganador de ese Tour, el toledano Federico Martín Bahamontes.

    Walkowiak fue el Salinger del ciclismo. Harto de tantos desprecios, se retiró pronto y nunca quiso hablar con la prensa. Hasta que, después de 40 años de silencio, se enfrentó a una cámara y confesó su secreto. “Nunca hablo de aquel Tour, ni siquiera con mi mujer”. Poco después rompía a llorar.

    “Nadie sabe cuanto sufrí”, terminó por balbucear. Y es que la sombra de la victoria le persiguió toda su vida. Con el dinero de los premios abrió un bar en su ciudad, pero tuvo que cerrarlo pronto, cansado de que los parroquianos le recordasen una y otra vez su carambola en el tour. Buscó un puesto en una fábrica y desterró el ciclismo de su vida, de sus conversaciones, de su memoria.

    Hoy ya no está con nosotros, y si hay alguien a quien el ciclismo deba un homenaje es a Roger Walkowiak, el campeón de la modestia, de la constancia, y sobre todo, el justo vencedor de aquel maldito Tour, el de 1956.

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    Walkowiak, tercero en la imagen, intenta defenderse de un ataque de Bahamontes
     
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  7. labeaga

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    Perdón.

    Ahora me he dado cuenta de que se ha repetido la aportación.
     
  8. Zurukuain

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    Tranquilo hombre.
    Yo me sumo a los agradecimientos que anteriormente algunos compañeros han puesto.
    Gran trabajo.
     
  9. labeaga

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    Learco Guerra, el primer campeón del mundo

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    El primer Campeonato del Mundo no fue de fondo, fue contra un reloj, en Escandinavia y ganado por un italiano de sugerente apellido: Learco Guerra…

    Para muchos la hermosísima isla siciliana fue la primera sede del Campeonato del Mundo contrarreloj, y no, fue la segunda, pues esta carrera que viste de arco iris al mejor croner de la faz de la tierra no debutó en 1994, sino en 1931, aunque se integre en el palmarés de la prueba de fondo.

    Fue el 29 de agosto de 1931. La ciudad de Copenhague acogió la primera edición luchada en solitario, sólo cuatro años de que los Mundiales debutarán. Aturdidos por las exhibiciones de ciclistas italianos en las primeras ediciones (Binda, Girardendo, Piementosi,…), la UCI decidió en su reunión de París en febrero de 1931 abrir el abanico hacia una crono para dilucidar el campeón.

    La carrera tiene lugar sobre ¡172 kilómetros en solitario! Un recorrido concurrido por 17 contendientes donde Learco Guerra es el más veloz tras poco menos de cinco horas de esfuerzo. Ferdinando le Drogo i Alberto Buchl le acompañaron en el podio tras firmar más de cuatro minutos que el ganador.

    A más de 35 kilómetros por hora de media, Guerra cincela la estampa del sufrimiento con tubulares a la espalda pues ejerció tiranía sobre sus rivales aunque domando los elementos y la fatiga. Guerra cubrió los primeros 50 kilómetros por encima de los 40 a la hora luego bajó a los 39,5 pasado el centenar de kilómetros. Una exhibición de otro tiempo lograda por un corredor de otro tiempo. Learco Guerra fue posiblemente el primer gran maestro del crono de la historia.
     
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  10. labeaga

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    Rudi Altig: el alemán que crispó a Anquetil
    El ciclista teutón que ganó la Vuelta de 1962 y el Mundial de 1966

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    Con Rudi Altig en España se puso de moda la palabra teutón, sinónimo desde su victoria en la Vuelta del 62 de fuerza bruta y carácter alemán. Y Altig hacía honor al adjetivo y al significado que se le prestaba y le añadía incluso algo más, un pelín de burricie y sentido de la gamberrada, que es lo que recuerda Julio Jiménez, coetáneo y también ciclista en los años 60. “Lo primero que me viene a la cabeza cuando me dicen Rudi Altig es una noche en Bretaña, en un critérium, cuando Anquetil nos llevó a los dos y también a Aimar a la casa de una señora con una gran bodega y todas las botellas cubiertas de telarañas. Llegamos tarde en el coche, en el que también venía Willy, el hermano de Rudi, y no encontrábamos hueco para aparcar en el pueblo”, recuerda el Relojero de Ávila. “Entonces se bajaron del coche los hermanos y ni cortos ni perezosos agarraron en vuelo un coche aparcado y lo dejaron en mita de la calle, y nosotros aprovechamos el hueco”.

    Rudi Altig comenzó en el ciclismo de la mano de su hermano Willi en su localidad natal de Mannheim, cuna de buenos pistards. Triunfó en los velódromos, donde se proclamó doble campeón mundial de persecución (1960 y 1961). Raphael Geminiani le convenció para probar en la carretera y le fichó para el equipo que lideraba Jacques Anquetil, con quien colisionó en varias ocasiones.

    Altig corrió su primera grande como gregario de Maître Jacques: la Vuelta a España de 1962. El alemán se rebeló porque, en principio, había sido excluido del equipo del Tour porque su director creía que aún no estaba preparado para el Tour.
    Altig llevaba ya dos etapas y era líder de la ronda cuando Anquetil se cansó: “Estoy harto de ver ganar a Altig, me pone nervioso”. Y dio vía libre a una fuga que colocó al frente a Seamus Elliot. La idea era llevar controlada la carrera hasta la contrarreloj de San Sebastián, en la antepenúltima jornada, donde Monsier Crono debía rematar el triunfo final. Pero fue Altig quien se la adjudicó. Anquetil se retiró el último día, enfermo, y de paso evitó la humillación de compartir podio con el tedesco.

    La Vuelta del 62, la que debía ganar Jacques Anquetil, su jefe de filas en el Saint Raphaël de Geminiani,. El francés, que estaba en la cima de su arte, pues había ganado ya dos veces el Tour y un Giro y quería ser el primer ciclista de la historia que ganara las tres grandes rondas por etapas. Dos meses después, Anquetil, el Mozart de la bicicleta, ganó su tercer Tour, en el que el debutante Altig se impuso en tres etapas y se llevó el maillot verde de la regularidad. Poco después, Anquetil, considerado el mejor contrarrelojista de la historia, sufrió una nueva humillación a manos de Altig, con quien disputó el Baracchi, una carrera contrarreloj por parejas que terminaba en el velódromo de Vigorelli, en Milán. Anquetil desfalleció a mita de recorrido y Altig, poderoso e infatigable tiró de él y le daba relevos y le empujaba haciendo ver que solo su fortaleza les había dado la victoria.

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    Rudi Altig, en 1964.

    Más que hombre de pruebas por etapas, Altig fue un gran clasicómano, el primer alemán que ganó la Milán-San Remo y el Tour de Flandes, y también campeón del mundo en 1966, ante sus compatriotas en el circuito de Nurburgring batiendo al sprint a Anquetil (siempre el normando en su vida) y Poulidor. Aquella victoria le convirtió en el deportista más famoso de la Alemania de la Época y fue fuente de desazón para Julio Jiménez, el escalador tan fino, quien aún hoy lamenta no haber reconocido antes un circuito que era durísimo y en el que podría haber hecho una gran carrera. Aquella victoria le hizo también olvidar a Altig la derrota del año anterior ante el británico Tom Simpson en el Mundial que se disputó en San Sebastián. Años después aún se lamaentaba. “Aún no sé cómo me pudo ganar Simpson”, decía recientemente Altig, quien fue 18 días maillot amarillo en el Tour, el primer alemán que lo vistió. “Vi la línea de meta y le dejé tomar la cabeza. Luego no pude remontar. Perdí 250.000 marcos pero no el amor por la bici. En mi vida siempre ha habido ruedas girando, han trazado una línea roja que nunca he querido cortar. Mi vida siempre fue una continuación de objetivos. Primero quise ser campeón de Mannheim, luego de mi estado, luego nacional, y ya pensé que estaba ,uy bien. Pero luego fui campeón del mundo, y estaba orgulloso de ello”.
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    Tom Simpson, a la derecha de la imagen, junto a Rudi Altig, en la Cuesta de la Muerte de Hernani durante el Mundial de Donostia de 1965

    Si Altig comenzó su carrera incordiando al monstruo de su época, Anquetil, la terminó entregando a Eddy Merckx el testigo de la grandeza ciclista. Lo hizo en 1969. En Roubaix le ganó por 7s al Caníbal el prólogo de un Tour que al día siguiente llegaba a Bélgica, a su pueblo. Seis días después, en el ballon de Alsacia, Merckx se vistió de amarillo y empezó a escribir su leyenda Tour, y una nueva era en el ciclismo.
     
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    La victoria exprés del Tarangu y su enfado con los periodistas
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    La etapa más corta de la historia del Tour la ganó José Manuel Fuente, sobre 19,5 kilómetros. Salía de Luchon, como hoy, y subía directamente a Superbagnères.

    La etapa más corta de la historia del Tour la ganó José Manuel Fuente, sobre 19,5 kilómetros. Salía de Luchon, como hoy, y subía directamente a Superbagnères. Este triunfo del Tarangu tuvo algo más de repercusión que el que conquistó el día anterior. Fueron dos victorias consecutivas eclipsadas por una noticia de mayor calado: la retirada de Luis Ocaña por una caída en el Menté cuando vestía el maillot amarillo y tenía prácticamente ganado el Tour.

    Cuando sonó aquel célebre ‘¡Ocana, tombé!’ en Radio Tour, Fuente ya iba rumbo a la victoria en Bagnères de Luchon. El Tarangu había estado a punto de retirarse dos días antes, cuando el Molteni de Eddy Merckx la montó gorda camino de Marsella y dejó a ocho corredores del Kas fuera de control. Fuente amagó dos veces con bajarse, pero a su lado iba Nemesio Jiménez para impedirlo. El jurado fue benévolo y repescó al Kas, con el argumento de que habían marcado un promedio de 42 km/h cuando las mejores previsiones eran de 38 km/h.

    Ya recuperado del palizón de Marsella, Fuente se exhibió en aquella etapa de los Pirineos, pero ningún periodista le hizo el menor caso en la meta. En Luchon sólo se hablaba del accidente de Ocaña y de ese maillot de líder que Merckx, entre lágrimas, rehusó ponerse en el podio, y también vestir al día siguiente. Así, sin jersey amarillo en el pelotón, partió aquella 15ª etapa, que el Tarangu volvió a adjudicarse, con 26 segundos sobre Lucien Van Impe.

    Al llegar a la meta, Fuente no quiso hablar con los periodistas desplazados, que le habían ignorado en la jornada anterior. El patrón del Kas, Luis Knorr, que estaba de visita en el Tour, consiguió luego convencerle para que se acercara a la sala de prensa. Allí accedió finalmente a hacer declaraciones a los medios. Entre sus dedicatorias incluyó a los siete compañeros que llegaron fuera de control junto a él, especialmente a Nemesio: “Que poco más y me pega cuando me vio que tenía los calapiés sueltos para abandonar”. Y, por supuesto, también a Ocaña.
     
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  12. Joseluarte

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    Magnífico hilo. Enhorabuena
     
  13. labeaga

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    Tour de Francia 1937, o una historia épica..


    Si tuviera que elegir un Tour de Francia en los mas de 100 años de historia del Tour de Francia quizas me quedaría con el Tour de Francia de 1937, el vencedor final del Tour de Francia fue por primera vez un vasco, el Bayonatarra Roger Lapebie, pero este Tour de Francia trasciende del vencedor mucho más alla...

    En la salida del Tour 1937, la expectación era inusitada ya que en ella debutaba el ganador del Giro de 1936 un chaval de 23 años llamado GINO BARTALI, y ademas se enfrentaba a nada más y nada menos a toda la escuadra belga, alemana, francesa etc..encabezados todos ellos por el gran y vencedor del Tour 1936 Sylviere Maes.....

    Los primeros días de aquel Tour los domino la escuadra alemana y el lider de la prueba era Bautz...pero en la primera gran cita de aquel Tour en la ascension del Ballon de Alsacia el joven Gino Bartali gano la etapa batiendo y pulverizando el record de la ascension, esto solo fue un mero aviso ya que días más tarde en la etapa que acababa en Grenoble, Gino Bartali dió una autentica exhibición en las ascensiones del Galibier y Lautaret, Gino tras pasar el Telegraphe en el grupo ataco en la ascension al Galibier y se fue junto a su compañero Camusso, gano la etapa en Grenoble y se enfundo el maillot de lider con 9 minutos sobre Visse, mas de 11 sobre Maes y más de 12 sobre Rogre Lapebie.

    Al día siguiente la etapa acababa en Briancon y Gino ataco de nuevo, pero esta vez al atravesar un puente de madera sobre el torrente de Colau, se ve arrastrado por una caida de su compañero Rossi y cae al agua. Una cabriola increible y... se hace necesario el salvamento por parte de su compañero que oficia de socorrista, era un maestro de la natacion, Camusso. Heroico Gino Bartali se vuelve a poner en camino y salva in extremis, el maillot que perdería al dia siguiente entre Gap y Digne al ceder mas de 20 minutos. Lapebie ganara la etapa y Maes coge el amarillo, Bartali renuncia al día siguiente en camino hacia Toulon.

    Pero segun en Ponte a Ema, pueblo natal de Gino Bartali y en palabras de compañeros de Gino, a Bartali le obligaron a retirarse, ya que segun el propio Gino fue obra de dios que el no se matara en aquella caida, y en gratitud a Dios, el estaba capacitado para seguir al menos 5 días más, pero segun comentan EL DUCE Mussollini obligo a Bartali a la retirada ya que Italia no admite derrotas egun el Duce.

    El Tour continuo y pasaron cosas muy curiosas, el dominio del equipo belga tras la caida de Bartali era brutal y para evitar este dominio Henry Desgrandes el director del Tour quito las cronometradas ya cuando la carrera estaba disputandose, aqui comenzo una polemica que seguiría, para empezar en la etapa que acababa en Luchon, Lapebie encontró su manillar serrado y mas tarde en la etapa de Pirineos donde pasaban el Tourmalet, Lapebie ya estaba a mas de 5 minutos de Maes, Lapebie recibo un empujon de un espectador durante 100 metros, y no era un espectador anonimo, era Felix LEVITAN, el futuro director de carrera del Tour. Este empujon parece que le dio fuerzas. ya que alcanzo a Maes, y llego segundo a meta tras el español JuliAN bERRENDERO. Pero su felicidad no fue completa, ya que los comisarios le infligieron una sancion de 1 minuto 13 segundos sobre Maes...pero aqui viene lo extraño Maes a su vez recibio una sancion de 15 segundos por franquear un paso a nivel cerrado con la ayuda manifiesta de los corredores individuales belgas.....Lapebie se colocaba a 25 segundos de Maes...Los belgas dolidos por la sancion decidieron retirarse con lo que Roger Lapebie inicio su marcha triunfal hacia Paris...

    La gente se pregunta si Lapebie hubiera ganado sin la retirada voluntaria de mAES PERO TAMBIEN SE PUEDE DECIR SI mAES HUBIERA GANADO SIN LA CAIDA DE bARTALI? lAS DOS RESPUESTAS PARECEN MUY MUY CLARAS NI lAPEBIE HUBIERA GANADO SI NO LLEGA A RETIRARSE EL EQUIPO BELGA...pERO bARTALI HUBIERA GANADO CON ABSOLUTA FACILIDAD SI NO LLEGA A CAERSE EN LA ETAPA ACABADA EN bRIANCON.....
     
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  14. undersea

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    De lo mejor que hay por el foro!! Gracias!!
     
  15. labeaga

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    Bueno me tomo unos días (me voy de puente), nos vemos el miércoles.
    Un saludo
     
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  16. ray

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    Que pases unos buenos dias descansando....Y no olvides volver A ESTE HILO ..!!! ;););)
     
  17. labeaga

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    Los diez minutos de hazaña de González Linares

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    González Linares durante su brillante contrarreloj de Forest

    ¿Cuál fue su secreto? ¿Qué pensamiento puede sugerir la sensación de huir de lo que va detrás y perseguir lo que va delante? ¿Cómo se puede ser presa y depredador al mismo tiempo? ¿Es acaso la huida mayor estímulo que la persecución?, o por el contrario, ¿es la ambición más poderosa que el temor?

    El mejor ciclista de todos los tiempos recorrió los últimos metros de la carrera envuelto en los clamores de admiración de sus más entusiastas compatriotas. Toda Bélgica estaba pendiente de aquella séptima etapa del Tour de Francia de 1970 que terminaba en el barrio de Forest (Bruselas), compuesta por dos sectores. En el primero, con un recorrido de 119 kilómetros desde Valenciennes, Eddy Merckx fue impecable. Había dicho a los periodistas que “no sólo quiero llegar a mi pueblo de amarillo, sino ganar la etapa”. Y sus palabras eran más que sonidos cuando las pronunciaba un deportista de su naturaleza que ya había obtenido los dulces sabores del triunfo en el Campeonato Mundial de Ruta (1967), en el Giro de Italia (1968 y 1970) y en el Tour de Francia (1969), además de decenas y decenas de victorias que le estaban proporcionando una merecida fama de avaricioso conquistador. Y su codicia parecía no tener límites. No sólo quiso llegar el primero. Cuando se alcanzó la línea fronteriza entre Francia y Bélgica, Merckx no permitió que ningún otro corredor se pusiera por delante. Se había marcado metas simbólicas y no estaba dispuesto a ceder a nadie el honor de entrar en su país por la puerta grande y como el más conocido y admirado ciudadano de Bélgica, incluso por delante de Tintín o del propio rey Balduino.

    Por eso dominó toda la carrera liderando el pelotón, mostrándose complacido espectador ante las fracasadas escapadas de los primeros kilómetros y, avanzada la ruta, imprimiendo un fuerte tren para descomponer al grupo que no pudo aguantar su endiablado ritmo. Luego, a unos 15 kilómetros del final, se escapó con Van Impe, al que dejó tirado en el último kilómetro, para entrar como destacado vencedor. Todos eran un juguete de su pedaleo.

    La frustración
    Horas después, en el segundo sector, en la carrera contrarreloj de Forest, Eddy Merckx, el mejor ciclista de todos los tiempos, se preparaba a culminar el triunfo. Había realizado el mejor tiempo parcial en la mitad de los 7,2 kilómetros del circuito, y todo hacía suponer que, con su habitual facilidad, reduciría los diez minutos y un segundo que había marcado un desconocido corredor español destinado a ser el segundo clasificado. Por eso el griterío era ensordecedor mientras completaba los últimos metros de la carrera, envuelto en los clamores de admiración de sus más entusiastas compatriotas.

    Pero cuando se anunció el tiempo de Eddy Merckx, la muchedumbre enmudeció. Los altavoces no se habían equivocado. Merckx había marcado en el cronómetro diez minutos y cuatro segundos. Tras aquellos silenciosos instantes de incredulidad, se escucharon tímidos aplausos para el ciclista español y luego las exclamaciones de los miembros del equipo Kas, dirigido por Dalmacio Langarica, que se ahogaron en abrazos al ganador, un corredor de 24 años, procedente de un pequeño pueblo del valle montañés de Buelna, de 79 kilos de peso y 1,84 metros de altura que había sido campeón de España de fondo en carretera: José Antonio González Linares.

    Y se puso a volar
    La contrarreloj había sido corta, pero durísima. Los poco más de siete kilómetros tenían tres subidas, la primera de ellas situada a cuatro kilómetros de la salida, después de un largo descenso. González Linares se encontraba fuerte. Días antes, en la primera etapa, en la contrarreloj de 7,4 kilómetros del circuito de Limoges, el cántabro salió como una bala y luego se derrumbó, así que en esta ocasión se concentró para dosificar sus fuerzas. Salió a buen ritmo, pero sin marchar a tope. Pero poco antes de llegar a la mitad de recorrido, se puso a volar. Encorvado sobre la bicicleta, en esa posición fetal y aerodinámica tan característica, tensionando los músculos de unas piernas a punto de estallar, respirando el aire a bocanadas como si quisiera absorber cada metro de la carretera, cruzó la línea de meta aferrándose a la inercia de su bicicleta, roto por el esfuerzo y entre una indiferencia que alguien interrumpió advirtiendo que por el momento había hecho el mejor tiempo de la carrera. Minutos después, cuando se anunció el tiempo de Merckx y supo que se había convertido en un novato que acababa de indigestar el canibalismo del monstruo más feroz del ciclismo internacional, comprendió que aquellos diez minutos cambiarían su vida.

    Eddy Merckx ganó aquel Tour. También obtuvo el triunfo en las ediciones de 1971, 1972 y 1974. Volvió a ganar el Mundial de ruta en 1971 y 1974, el Giro en 1972, 1973 y 1974 y la Vuelta en 1973. Aún dicen que sigue siendo el mejor ciclista de todos los tiempos, aunque cuando piensa en aquella contrarreloj de Forest, sigue preguntándose ¿cuál fue su secreto? ¿Qué pensamiento pudo sugerir la sensación de huir de lo que va detrás y perseguir lo que va delante? ¿Cómo se puede ser presa y depredador al mismo tiempo? ¿Es acaso la huida mayor estímulo que la persecución?, o por el contrario, ¿es la ambición más poderosa que el temor? No sabe que todas las preguntas se contestaron aquel día durante los diez minutos de hazaña de José Antonio González Linares.
     
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  18. ray

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    Se terminó el descanso..???
    Espero que recargaras las pilas...;)
     
  19. labeaga

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    Si se terminó ahora toca dar guerra
     
  20. labeaga

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    La audacia de Tullio Campagnolo

    Tullio Campagnolo nació en el año 1901 en una familia modesta, de clase trabajadora en Vicenza, Italia. el padre Tullio era propietario de una ferretería, y fue allí donde Tullio comenzó con el bricolaje que le llevaría a muchos de los acontecimientos más trascendentales en la historia del ciclismo.

    Fue también durante estos primeros años que Tullio conoció ciclismo - un deporte en el que se encontró con un cierto éxito como amateur, compitiendo en una serie de carreras importantes, entre ellas Milán-San Remo, Giro de Lombardía, y preliminar las eliminatorias de los Juegos Olímpicos.

    Fue durante una de estas carreras cuando Tullio como un aficionado que se enfrentó a un problema que a menudo se enfrentan los ciclistas de la época - el volteo de la rueda para cambiar de velocidad. En aquellos años, las bicicletas no tenían cambio de marchas, lo único que había para aligerar el desarrollo ante una subida era el giro de la rueda trasera. Estas iban equipadas con dos coronas, una a cada lado del buje: una servía para el llano y las bajadas; la otra, un poco más grande, para las subidas.

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    El 11 de noviembre de 1927, hace mucho frío, la nieve cubre las carreteras de las montañas Dolomitas italianas, Tullio toma parte en el Gran Premio della Vittoria, en dicha carrera tenía que ascender el Croce d'Aune y para ello necesitaba voltear su rueda trasera para cambiar de marcha. Para realizar este giro de la rueda, obviamente, había que bajarse de la bici y desmontar la rueda. Campagnolo quiso hacer esta operación aquella mañana antes de iniciar la ascensión al Croce d’Aune pero se encontró con un problema importante que no se esperaba.

    Debido al frío las tuercas de mariposa de su rueda trasera se habían congelado y tenía las manos demasiado ateridas por el frío para poder mover las tuercas.

    Fue incapaz de quitar la rueda para poder voltearla y así cambiar de marcha, y perdió su oportunidad de la victoria ese día.
    Mientras luchaba para liberar a su rueda, murmuró para sí cinco palabras que cambiaron la historia del ciclismo:
    "Bisogno cambium qualcossa de drio!" "Algo debe cambiar en la parte trasera!".

    Cuenta la leyenda, que en ese mismo instante empezó a vislumbrar la solución.

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    El monumento Tullio Campagnolo en el Croce d'Aune

    Tullio Campagnolo ideó entonces el cierre rápido para la rueda, el primero de la historia del ciclismo. Ese elemento se convirtió en el primero de los muchos productos que después diseñaría para su marca Campagnolo, actualmente una de las más famosas de la industria del ciclismo. Una solución sencilla, pero que permite a cualquier ciclista quitar las ruedas y reparar un simple pinchazo.

    Una de las etapas clave del Giro de Italia de 2019 pasará por la cima del Croce d’Aune, donde los ciclistas pasarán junto a la estela en la que se conmemora este momento importante para la industria del ciclismo.
     
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