1950: un hecho insólito en la historia del Tour Sumergidos en los acontecimientos que se viven en la actual ronda gala y constatando las altas temperaturas que asolan esas tierras, nos ha venido a la memoria un hecho que a primera vista constituye en cierta manera un eco intrascendente para el aficionado a este apasionante deporte de las dos ruedas. Pero a pesar de todo queremos sacarlo a la luz por su pincelada anecdótica e insólita a la vez. Nos remontamos al año 1950, en un Tour que se adjudicaría el suizo Ferdinand Kubler, un corredor extremadamente luchador y de encendido temperamento. No dejó de ser un suceso digno de mención el de que se alineara en París, su punto de partida, un equipo integrado por cuatro animosos corredores. Lo chocante era que sus componentes provenían de Marruecos. Su historial ciclista era, en verdad, muy limitado, muy escaso. Pero se aceptó su participación con el propósito de dar, si cabe, difusión propagandística a la prueba. Sus organizadores buscaban nuevas sensaciones y más internacionalidad. Con cierta calma transcurría la etapa Perpiñán-Nimes. Los principales protagonistas dieron libertad a los corredores modestos para que pudieran realizar siquiera una gesta en aras a colmar sus esperanzas. Reinaba un tórrido calor en el ambiente y el asfalto de la carretera aparecía derretido en algunos trazos. Habituados a las altas temperaturas los dos integrantes del equipo marroquí lograron evadirse del pelotón en pos de una aventura, una aventura nueva para ellos, con permiso de los grandes. Fueron protagonistas Abdelkarder Zaaf y su compatriota Marcel Molinès. Pronto adquirieron ventaja suficiente y se empezó a creer entre los seguidores que uno de los dos tendría la alegría de ganar una etapa, una opción a todas luces sorprendente. A unos veintitantos kilómetros de la meta de Nimes, Zaaf, atosigado por la sed, pidió de beber. Se apeó de la bicicleta ante el gesto improvisado y generoso de un espectador, situado al borde de la carretera, que le facilitó una botella de vino tinto. En un abrir y cerrar de ojos, con desenvuelta osadía, vació gran parte de su contenido en su estómago. Al emprender la marcha, tan despistado estaba, que inició el pedaleo en sentido contrario al itinerario marcado a los ciclistas. La acción duró poco trecho. Sus fuerzas le flaqueaban y se dejó caer sobre la misma ruta, diciendo en definitiva adiós al Tour, impotente de darle a los pedales. Por otra parte, su compañero de fatigas, Molinès, pudo coronar su hazaña, ganando la etapa ante el asombro del público presente. Lo descrito es un hecho hasta pintoresco que, según se mire, vale la pena mencionar. El Tour da cabida a muchos eventos protagonizados por esos héroes sin gloria que participan y que desaparecen sin eco. Gerardo Fuster de Carulla. (amigos del ciclismo.com) ... :shock: