Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. labeaga

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    La cabalgada de Loroño en los Pirineos


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    Jesús Loroño, en una etapa del Tour

    España se encariñó con el Tour en 1933, cuando se creó, conmemorando el trigésimo aniversario, el Gran Premio de la Montaña. Lo ganó Vicente Trueba, un cántabro tan pequeño que L’Equipe le apodó La pulga de Torrelavega. Julián Berrendero, El Negro de Ojos Azules, repitió el éxito en 1936, pero esa hazaña suya, más la del año siguiente, cuando ganó la etapa reina, Luchon-Pau, quedaron un poco en sordina por la guerra. Berrendero, además, fue mal visto en la España oficial de la posguerra porque durante el conflicto se quedó en Francia ejerciendo su oficio de ciclista. De hecho, una vez que regresó para ver a la familia fue encarcelado.
    En el arranque de los cincuenta, España se iba encariñando de nuevo con la prueba, y eso que la edición de 1949 fue tan calamitosa que todo el equipo fue sancionado por tres meses y a la de 1950 ni acudimos. Pero vino a reconciliarnos con el Tour Bernardo Ruiz, el durísimo oriolano que ganó dos etapas en 1951 y fue tercero en 1952. Volvíamos a mirar al Tour con ilusión. Y sobre todo a sus cumbres, en especial a las de los Pirineos, que tan cerca nos pillan.
    En esas estábamos cuando un prometedor muchacho de caserío vizcaíno, Jesús Loroño, fue incluido en el equipo nacional. Familia numerosa, huérfano de padre desde chico, loco por la bicicleta. La primera que tuvo era de aquellas de cuadro curvado hacia abajo, de mujer, para que se pudiera pedalear con faldas. Le colocaba un manillar de carreras prestado y con eso y un maillot de tela de colchón cosido por las hermanas se presentaba en las carreras. Pero sólo hacía el ridículo en la salida. En la meta quedaba bien, y pronto pudo hacerse con una bici más aparente.
    Mariano Cañardo, seleccionador, le incluyó en el equipo del Tour de 1953. Para entonces ya había corrido un Giro y se había defendido relativamente bien. Fue cargado de ilusión. Fue solo, en tren a París, desde Hendaya. Allí le recibió el masajista del equipo. Juntos fueron a L’Equipe, donde le dieron la bici (entonces el Tour las ponía todas, para que no hubiera diferencia), el material, un librillo de ruta y algunas instrucciones. En seguida, tren a Estrasburgo, donde les esperaba el equipo. Se partía desde allí. Era la edición del cincuentenario del Tour.
    Al llegar, Loroño tuvo dos noticias: una buena y una mala. La buena, que habían llamado de urgencia al también vizcaíno Dalmacio Langarica, en sustitución de Pérez, que no pudo acudir. Loroño se sintió feliz ante la compañía de ese paisano al que conocía bien. La mala llegó inmediatamente: Serra, Gelabert, Masip y Trobat eran los jefes de fila. Los demás (Iturat, Vidal Porcar, Victorio García, José Gil y ellos dos) estaban para ayudarles. O sea: darles la rueda si pinchaban, darles agua, colocarles en cabeza del grupo si se despistaban, tirar de ellos si se rezagaban en un corte…
    A Loroño se le cayó el alma a los pies. Se sentía muy fuerte. Se lo dijo a Cañardo, pero este fue inflexible:
    —Has venido aquí a ayudar.
    Y ayudando estuvo las nueve primeras etapas. Así que no fue extraño que al llegarse a los Pirineos, Langarica fuera el farolillo rojo, en el puesto cien, y él, el penúltimo, nonagésimo noveno. España estaba dando el cante. Era la última por equipos. El mejor colocado era Serra, el 19º; luego iban Trobat, el 39º, Gelabert, el 59º, Masip, el 54º, Vidal Porcar el 91º, Iturat el 94º… García y Gil habían abandonado la carrera. La décima etapa era Pau-Cauterets. Se pasaba el Aubisque, por el lado duro, luego el Soulor, corto por ese lado, pero de durísimas rampas, y se llegaba arriba, en Cauterets. Cien kilómetros justos. Loroño llevaba mirando y remirando ese perfil en el librillo de ruta desde que se lo dieron en París. Fue un caso de flechazo a primera vista. Le roía un deseo de enamorado, de conocerla, acariciarla, abrazarla, recorrerla, conquistarla.
    La noche anterior, Cañardo , que le veía raro, le preguntó:
    —¿Qué pasa? ¿Estás pensando en atacar mañana?
    —Bueno… No sé… A ver qué pasa…
    Cañardo no le dijo nada, lo que él tomó como un consentimiento tácito. De modo que cuando empezó la etapa decidió pedalear arriba del pelotón, atento a todo. Pronto escapó Darrigade, tras el que mandaron sendos gregarios Magni y Koblet, de nombres Drei y Huber respectivamente. Alcanzaron a Darrigade y se consolidó una escapada de tres. En el kilómetro treinta, cuando el trío había pasado, se cerró el paso a nivel del tren a la llegada del pelotón. Loroño, que iba por delante, vio la ocasión: aceleró como un loco, pasó arriesgando la vida y se quedó solo, en persecución de los escapados. Metió la cabeza entre los hombres y arreó, arreó…
    Les dio caza en el arranque del Aubisque. Les fue dejando atrás. En eso apareció el jeep de Cañardo, que había conseguido llegar a su altura. Loroño se temió lo peor, pero llegó lo mejor: “¡Bravo, Jesús, bravo! ¡Dale, dale, que llegas!”.
    Coronó en cabeza el Aubisque, lo descendió temerariamente, aumentó la ventaja en el Soulor, llegó solo a Cauterets, a 5m 56s del segundo, Jean Robic. Entre sus derrotados de la jornada estaban nombres tan ilustres como Magni, Bobet, Bauvin o Bartali. Pero sobre todo Hugo Koblet.
    Hugo Koblet, el Bello Hugo, el suizo de ojos verdes que se peinaba al llegar a la meta para salir mejor en las fotos, era el gran favorito de la carrera. También había apuntado esa etapa en rojo. Dejó al pelotón subiendo el Aubisque y en el descenso se cayó cuando intentaba mantener el hueco con los otros favoritos. Aquí lo tradujimos porque se había caído persiguiendo a Loroño, que, bien mirado, poco podía preocuparle, tan distanciado como estaba en la general.
    Todo resultó legendario: la rebelión del doméstico, el audaz salto del paso a nivel, la cabalgada en solitario, el descenso a tumba abierta, la caída de Koblet cuando le perseguía, otra caída en esos barrancos de Buchaille, que tuvo que ser rescatado con cuerdas, el cincuenta aniversario del Tour, los cien kilómetros exactos... Los Pirineos.
    Hasta las cantidades ganadas por él y por el equipo ese día, de las que se dio cuenta con precisión: 100.000 francos por ganar la etapa, 100.000 por ser el más combativo, 50.000 por coronar el primero el Aubisque, más 100.000 para el equipo, que ganó la clasificación de ese día. ¿Cuánto sería eso en pesetas? ¿Tanto se podía ganar en tres horas y cuarto? Sí, pero sólo si eras como Loroño.
    “¡Nos has salvado, Jesús, nos has salvado!”, le gritaba Cañardo alborozado en la meta. El Tour de los españoles, que iba para hecatombe, se había convertido de repente en un suceso que emocionó al país. Loroño lo acabó el quincuagésimo, pero ganó el Gran Premio de la Montaña. En París le recibiría el embajador, el Conde de Casas Rojas, que conseguiría del Tour que le regalara la bici prestada.
    Nunca volvería ser doméstico, claro. Bahamontes le arrebataría pronto el papel de gran galán de las cumbres del Tour, tras una rivalidad que dividió a España. A la larga ganó con claridad Bahamontes. Pero aquella proeza en los Pirineos colocó para siempre a Jesús Loroño en el santoral de nuestro ciclismo.
     
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  2. labeaga

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    Hinault, Serranillos, Mito

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    Hinault y Gorospe durante una de las etapas de la Vuelta de 1983.


    Es, seguramente, la etapa más recordada en la historia de la Vuelta a España. No la más dura, no, tampoco la más épica, pero sí la más recordada. Por todo. Por sus protagonistas, por la situación, por la tele. Pero también por lo jóvenes que fuimos, por lo que estaba cambiando España, por ese aire de arcaísmo deviniendo en modernidad que nunca antes existió, que nunca después vivimos. El 8 de mayo de 1983 dos millones de personas saludan a los ciclistas en Madrid. Dos millones. Ese mismo domingo se celebran las primeras elecciones autonómicas en España. Cambios, cambios. Por todo eso, claro. Hinault, Serranillos. Sin más.

    Y es que en 1983 España era diferente, muy diferente. “Nos alojaban en hoteles indignos. Imaginen un hotel en pueblecitos de Asturias, en los Pirineos. Se comía mal. A veces no había agua caliente ni por la noche ni por la mañana”. Estertores de la época anterior, salto a un nuevo tiempo. Y, en la tele, ciclismo. Por primera vez en años, en la tele ciclismo. La televisión pública iba a ofrecer, en directo, todas las etapas de la Vuelta a España, en lugar de los pequeños resúmenes de ediciones anteriores. Todos, organizadores, patrocinadores, el propio ente público, se juegan mucho con aquella decisión. ¿Habrá mimbres? ¿La gente comprará el producto?

    El caso es que todo parecía favorable para que ese joven/viejo deporte despegara. Al menos la participación era de campanillas, con el flamante Renault del invencible Bernard Hinault a la cabeza. Pero, al margen de los chicos de Guimard (dicen que trae un chaval buenísimo, un jovencito rubio de gafitas, Laurent nosequé), estaba también el italiano Saronni, y una representación hispana de enorme calidad, con todos los hombres que podían contar en aquel tipo de pruebas, desde promesas por confirmar como Pedro Delgado o Álvaro Pino hasta realidades más que hechas en las piernas de Marino Lejarreta o el añorado Alberto Fernández.

    Con todo en la salida hay un único favorito. Y es que si estaba Le Blaireau en liza no podía ser de otra forma: Hinault permanecía imbatido en vueltas de tres semanas, con la única excepción de su abandono en el tour de 1980. Abandono por una tendinitis en la rodilla…

    Conociendo el carácter del bretón no es de extrañar que el pelotón se mantuviera respetuoso en las primeras jornadas, en las que incluso un gregario del Renault (ese gafitas del que hablábamos antes….su nombre es, ahora sí, Laurent Fignon, y volverá a salir en este relato) se imponga en una etapa, mientras otro hombre de Guimard, Dominique Gaigne, hacía lo propio en el prólogo y se regalaba unos días de amarillo.

    Pero todo salta por los aires cuando llegan las primeras cuestas. En Castellar de n´Hug vence Alberto Fernández y en Viella se impone Marino Lejarreta, pegándole un serio aviso a Hinault, que se convertiría en correctivo cuando, dos días después, el mismo vasco se alzara como vencedor en Panticosa, en una de esas cronoescaladas que el bretón solía dominar de forma inmisericorde y en la que, ese día, se le había visto subir haciendo eses, congestionado el gesto.

    Algo pasaba con Hinault y nadie sabía qué era. La mayoría pensaba que era fruto de la habitual falta de kilómetros invernales del francés, que seguramente fuera entrando en calor con los días. Solo él mismo y su director conocían la verdad: su rodilla derecha se resentía. Se resentía de tantos años arrastrando desarrollos imposibles, se resentía de su forma brutal y violenta de concebir el ciclismo, se resentía de sus incursiones en la pista, de aquella caída temprana en la Étoile des Espoirs en un lejano 1975. Todo se le viene encima al gran campeón, que cada noche en el hotel cojea más ostensiblemente…

    El que se muestra espumoso, radiante, es Marino Lejarreta. “Lo único que le pido es que se case. Es tan tímido…”, declara su madre en Dicen. Pero el joven Marino anda muy ocupado ese mes, entre levantar los brazos en los Lagos de Covadonga (primera y legendaria ascensión en la historia de la Vuelta), cortarse en abanicos camino de Soria y ser el estandarte, en suma, del resurgir del ciclismo hispano. Y, con él, otros nombres. Alberto Fernández, que es líder unos días, que coge un catarro inoportuno por no abrigarse al final de una etapa. O Álvaro Pino, que encuentra en León su recompensa de gallego corajudo y tenaz. O, en suma, la nueva sensación del ciclismo, el jovencísimo Julián Gorospe, el ídolo del campo amateur vasco, una especie de Julen Guerrero diez años antes, que se mostraba ahora dominante entre los mayores, y que se presentaba en la 17º etapa vestido de amarillo y con la carrera bien encarrilada. Su director, un antiguo coequipier de Anquetil casi imberbe, que responde al nombre de José Miguel Echavarri, se frota las manos, pero es prudente. “Sí, el chico está bien, está fuerte y tiene ventaja. Pero el otro…con el otro nunca se sabe”.

    El otro es Hinault, y cada día pasa un nuevo calvario, con una pierna que le duele más y más. Cualquier ciclista, cualquier persona, hubiera abandonado en aquel momento. Tienes tres Tours, Bernard, tienes dos Giros y una Vuelta…vámonos para casa, para tu amada Yffiniac, y dejemos a estos locos españoles con su carrera de golpes continuos, de batalla todos los días. Pero cualquier otro no es Hinault. Y él aguanta, los dientes apretados, escupiendo rabia e impotencia kilómetro tras kilómetro. Incluso tiene que escuchar a bocas demasiado grandes, como la de Javier Mínguez, que acusan a los equipos extranjeros de estar compinchados entre sí y hacer triquiñuelas. Y él, el bretón, por una vez calla. Calla y rumia su venganza. Que llega, como les llega siempre a los más grandes campeones.

    El 6 de mayo de 1983 amanece nublado en Salamanca, punto de partida de la etapa. Los periodistas que leen los periódicos se asombran de la contundencia de Alfonso Guerra: Habrá referéndum sobre la OTAN, dice, y saldrá el No… También se enteran del incidente que había tenido el día antes Hinault con un chico, al que había dado una patada después de que el chaval le palmease en la espalda. “De forma condescendiente”, dice el bretón. Los ánimos no podían estar más caldeados. Gorospe era líder, Pino estaba a menos de medio minuto e Hinault a 1´11´´. La etapa era dura, por los puertos de Peña Negra, El Pico, Serranillos y La Paramera, pero nadie pensaba que pudiera ocurrir lo que realmente acabó pasando. Y es que así son los genios.

    En Peña Negra, un puerto alto, largo, áspero, Hinault hace una primera aceleración acompañado de su equipier Pascal Poisson (y así muestra el precioso maillot negro de la Renault de aquel día, cuando, no se sabe bien la razón, los franceses cambiaron sus colores…). Es rápidamente neutralizado. España celebra, el bretón no puede con los nuestros, todo está ganado. Hinault sonríe. La rodilla le duele, pero la rodilla siempre le duele. Sus piernas, en cambio, están mejor que nunca. Y sabe lo que debe hacer, lo que han planeado Guimard y él.

    Empieza Serranillos y el jovencito Fignon, ese de las gafas, se pone a tirar como un loco. Hace cinco, seis kilómetros a toda velocidad, con el plato grande metido y las piernas a punto de explotar, rompiendo por completo un pelotón que empieza a atisbar la magnitud de la tormenta que se avecina. Pero, con todo, el líder aguanta, Gorospe marcha a rueda de Hinault, que va a rueda de Fignon, que lleva el corazón estrujado por el esfuerzo. Y es entonces cuando ocurre. El bretón se alza en pie sobre los pedales y acelera violentamente…dolorosamente. Después de un centenar de metros se sienta y empieza a tirar con piernas y espaldas como nunca antes lo había hecho. “Jamás vi a un ciclista con esa fuerza de riñones, a nadie”, dice Guimard, “tenía más potencial que Merckx, aunque ganase menos”. Y el líder, el rubio Gorospe, el guapo Gorospe, la esperanza Gorospe, se rompe por dentro. Hinault lo ha triturado.

    Por delante solo Lejarreta y Belda, que iba escapado antes de la masacre, pueden aguantar la rueda del de la Renault, sin darle jamás un relevo. En el velódromo de Ávila Hinault se impone al sprint. “Tenías que ver su cara, me dio miedo esprintarle”, dijo Marino. “Si resulta que le gano después de ir todo el rato a rueda es capaz de pegarme”, pensaba el pequeño Belda.

    No importa, Hinault es líder, claro. Se baja de la bici, apenas puede caminar pero intenta que no se le note. Los periodistas le rodean. “Dedico esta victoria a Javier Mínguez, hoy he demostrado que no necesito ayuda de nadie. No con palabras, sino sobre la bicicleta”. Y se fue, su maillot amarillo, sus andares dubitativos, su aspecto de camorrista de barrio…

    Su rodilla rota…Porque aun el día siguiente se descolgará Hinault en Navacerrada (apenas un boulevard, escribirá, un poco exageradamente, Pierre Chany). Pero nadie se atreve a atacarle. Incluso, fanfarrón, amaga un último golpe poco antes de la cima. Teatro. Ha dominado a todos, ha atemorizado al pelotón. En el hotel le tienen que ayudar a subir las escaleras. En Madrid, el último día, apenas puede caminar al bajarse de la bicicleta, su rostro contraído no por el esfuerzo, sino por la agonía. Algo se le está deshilachando allí adentro, en su rodilla. Algo que le impedirá ir al Tour de ese año y que pondrá al muchacho de las gafitas (Fignon, ¿le recuerdan?) ante una gran oportunidad.

    Pero no importaba. Los campeones, los mitos, son así. Y sobre las rampas de Serranillos escribió Hinault una de sus más bellas leyendas.
     
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  3. labeaga

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    Pero Manzaneque dijo: “¡Leches!”



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    Julio Jiménez y Poulidor.
    —Yo pude ganar el Tour del 67. Pero Manzaneque dijo: ¡Leches! Y me fastidió.

    El Tour de 1967 se corrió por equipos nacionales. Aquellos eran años de vaivén, en los que pasaba de equipos comerciales a nacionales con alguna frecuencia. Cada corredor lucía un cartel con la publicidad de su marca, pero el maillot era el nacional. En el caso de España, gris cruzado por una franja con los colores de la bandera.


    España mandó dos equipos: el A, el suyo, y el Promesa, cuyo jefe de filas era, contradictoriamente, un gran veterano, Fernando Manzaneque, de 33 años. Un manchego duro. Era de Campo de Criptana, el mismo pueblo de Sara Montiel.

    Los dos equipos, cuyos jefes eran Gabriel Saura y José Serra, acordaron hacer bolsa común para repartir los premios y comportarse como uno solo. Pero no sería tan así. Unos eran del Fagor, otros del Ferrys, otros del Margnat Paloma... Con frecuencia había acuerdos extranacionales con corredores de la misma marca comercial y de otra selección. Los patronos del equipo con el que se corría el resto de la temporada lo imponían. Era un lío. Y además, a España le faltaron los del Kas, el gran equipo español. El Kas había corrido Vuelta y Giro y sus hombres no fueron al Tour.

    En aquellos años los corredores se agrupaban en equipos nacionales

    La cosa empezó entre optimismo, porque Errandonea cogió el maillot el primer día y Jiménez pasó bien las primeras etapas llanas, incluida la Amiens-Roubaix, con el pavés. Goddet, el patrón del Tour, declara que ha sido el vencedor moral en el pavés. Al salir de esas etapas indemne, refuerza su candidatura.

    Pero entre Roubaix y Jambes sobreviene el gran contratiempo. Ginés García desencadena un ataque furioso que destroza el pelotón. Al final se hunde y el resultado es que gana el francés Roger Pingeon, un doméstico de Poulidor. Se pone líder, con más de siete minutos sobre Julio Jiménez. No parece grave en principio, al fin y al cabo no es más que un doméstico instalado ahí por una escapada-bidón.

    Pero en los Vosgos, Poulidor sufre un montón de calamidades y pierde 20 minutos. A partir de ese momento, trabajará para Pingeon, todo un refuerzo. Jiménez, que encuentra poco apoyo entre los españoles, busca el de Aimar, compañero de su marca comercial, el Bic, al que él había ayudado mucho a ganar el Tour anterior. Pero en Francia lo detectan y obligan a este a cambiar de actitud.

    La carrera se convierte en una lucha titánica de Julio Jiménez contra Pingeon

    El resto del Tour es una lucha titánica de Julio Jiménez contra Pingeon, al que va recortando tiempo pacientemente. Una lucha se ve salpicada por la muerte del inglés Tom Simpson, recogida casi en directo por las cámaras. En el paisaje lunar del Mont Ventoux, a una temperatura entre los cuarenta y los cincuenta grados, empieza a dar tumbos a tres kilómetros de la cima. Cae, le montan en la bici, vuelve a caer. El médico le pone oxígeno, un helicóptero le lleva al hospital donde ingresará fallecido.

    Calor, falta de líquidos, anfetaminas y hasta coñac se unieron para ese desenlace, que provocó la primera gran alarma contra el doping en el ciclismo. En aquel tiempo, los equipos no podían dar líquidos a sus corredores más que en los avituallamientos. En esa etapa, de 211,5 kilómetros, hubo dos. Los ciclistas paraban en fuentes, cascadas o arroyos. A veces asaltaban los bares. Entraban como alimañas, se llevaban de todo. Ese día, un doméstico de Simpson se había llevado, casi a ciegas, Coca-Cola y una botella de coñac. Simpson bebió de las dos. Poco después moriría. Era campeón del mundo. Murió con el maillot arcoíris.

    Ese fue el Tour en el que murió Tom Simpson tras ingerir anfetaminas y alcohol

    Cuando Julio Jiménez llegó al Mont Ventoux, demarró. Le acompañó Poulidor mientras pudo, luego cedió para tirar de Pingeon. Jiménez fue adelantando a corredores de una escapada previa, en el llano. Pasó por donde la tragedia sin enterarse. Saura le dijo que ya era primero. Coronó en cabeza el Mont Ventoux ese dramático día. Luego, en la bajada, el grupo de Pingeon y Poluidor le alcanza a quince kilómetros de la meta.

    El 17 de julio, la Toulouse-Luchon, cabalgada por los Pirineos, era la gran ocasión. La noche anterior, Saura y Serra reunieron lo que quedaba de sus dos equipos. Se acordó que en el kilómetro 50 saltara Manzaneque. Muy retrasado en la general, por lo que no le vigilarían. Luego saltaría Julio Jiménez, en el Portet d'Aspet, Manzaneque le esperaría y juntos subirían el Mente y el Portillón, para luego descender a la meta de Luchon, se supone que con ventaja decisiva sobre Pingeon.

    Manzaneque salió como una bala. Llegó a sacar 17 minutos, a ser casi líder virtual. Luego saltó Julio Jiménez. Todo iba bien. Pero cuando José Serra le dijo a Manzaneque que esperara, este dijo:

    —¡Leches!

    Y no hubo manera. El coche de Serra esperó al de Saura, que iba con Jiménez.

    —¿Qué pasa?

    —Nada. Que no quiere esperar.

    —¿Pero no le has dicho que Julio va escapado?

    —Sí.

    —¿Y qué te ha dicho?

    —Pues eso, que leches.

    —¿Leches?

    —Sí. Leches. Y no hay quien le saque de ahí.

    Manzaneque llegó a Luchon con un minuto sobre Julio y cuatro sobre el paquete de Pingeon. La ganancia de Julio Jiménez, pues, fue de tres minutos. Se quedaba en la general a 2m 3s. El golpe había fallado.

    Aún queda la vigésima etapa, que llega al Puy de Dômme. Pero sin apenas equipo, vigiladísimo, con Poulidor, Aimar y una colación bien pagada en la que entraron Gimondi y varios belgas protegiendo a Pingeon, apenas puede rebañar 24s. La etapa la gana Gimondi. A la contrarreloj del último día, Versalles-París, llegan a 1m 39s. Pingeon, que sale el último, dos minutos después de Julio Jiménez, le alcanza en la llegada. Le toma dos minutos más. Total, 3m 39s.

    Julio Jiménez fue segundo en la general y Rey de la Montaña. Nunca ha dejado de pensar que aquel pudo ser su Tour. Lo tenía en las piernas. Pero Manzaneque dijo: "¡Leches!".
     
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    José María Errandonea, primer corredor en ganar un prólogo en el Tour
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    Errandonea

    Entre las novedades que Jacques Goddet incluyó en ese Tour de 1967 destacaba una contrarreloj individual, a modo de prólogo, el primer día de carrera, de algo menos de seis kilómetros, que serviría para conocer al primer líder de la carrera. Poulidor por fin se veía de amarillo. No estaba ya Anquetil, tampoco había aparecido aún el 'ogro' Merckx; era el momento de alejarse de ese apelativo de eterno aspirante para convertirse por primera vez en el líder de su carrera favorita, ya con 31 años y después de cuatro podios.

    Poulidor cumplió. Marcó el mejor tiempo en la meta y todos los rivales importantes quedaban detrás de él, sólo unos cuantos 'sinnombre' faltaban por completar el recorrido, ya de noche, sin más focos que los de los coches con los que dirigir su pedaleo. Pero a la maldición del francés le restaba un capítulo, el definitivo, si no el más doloroso sí el más inesperado. Su verdugo en esta ocasión fue un español, nacido en Irún, formado en la pista y que conocía bien las carreteras francesas de su etapa amateur. José María Errandonea lo hizo seis segundos mejor que 'Poupou' y se enfundó un maillot amarillo

    La primera etapa en línea pasó con más pena que gloria y ya se veía venir lo peor.

    Segunda etapa, St. Malo-Caen, con Errandonea de líder. Bueno, no han pasado ni 2 Km. cuando se engancha con el Belga Van Cloester, golpeándose con un mojón. A pesar de tener el brazo, hombro y cadera tocados se incorpora al pelotón gracias al trabajo de su gente sin que los rivales pudiesen aprovechar la ausencia del jefe. Consiguió terminar la etapa pero no pudo evitar la victoria de Van Neste, otro Belga, que entre las bonificaciones y a un corte logro enfundarse el amarillo.

    Tercera etapa, Caen-Amiens, tras recorrer 162 Km.Errandonea opto por el abandono había pasado una noche infernal, con fiebre, a causa de un forúnculo en la entrepierna. Por la mañana, muy temprano, el medico decidió sajar el forúnculo para reducir las molestias. Alomar, a diez Km. de la meta, se sentía el heredero de la camisola que dejaria Errandonea, pero para ello debía meterse entre los tres primeros para beneficiarse de la bonificación, cosa que no logro. Y es que Errandonea, para rubricar su jornada de infortunio, había pinchado. Un pinchazo que le ha costado el jersey, lo que no habían conseguido ni el forúnculo ni la caída. Errandonea perdió el amarillo.

    Os dejo un enlace de una entrevista que le hicieron en Onda Cero a Errandonea y como cuenta el tema del forúnculo y el remedio (una chuleta) que usaba.

    https://www.ondacero.es/programas/r...l-tour_20160704577a81916584a859c772def5.html#
     
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    Angelino Soler, un cohete hacia la cúspide del ciclismo

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    Se habla mucho en ciclismo de ciclistas que necesitan su tiempo para madurar, ganar experiencia y fortalecerse durante años antes de lograr sus mejores éxitos. Otros, sin embargo, rápidamente dominan el pelotón y las carreras para fraguar tremendos éxitos desde bien temprana edad. Si se lo preguntáramos a Angelino Soler (Alcácer, 25 de noviembre de 1939), seguro que nos diría que él se identifica con ese segundo grupo de corredores.

    Este ciclista valenciano, conocido como “El meteoro de Alcácer”, logró lo que aún nadie ha podido ni igualar ni superar: ganar la Vuelta a España a la temprana edad de 21 años, en lo que suponía la 16ª edición de la gran ronda española. Una carrera que concluyó, tras 16 etapas también, y a mediados del mes de mayo, en Bilbao, ciudad que le vio llegar, por aquel entonces, vestido de amarillo.

    Para entender cómo resultó todo aquello, debemos retroceder y situarnos en el contexto adecuado. Y es que Angelino era el hijo menor de cinco que hubo en su familia, en la cual su padre se sacrificaba día tras día por mantener su negocio de ladrillero y, por ende, alimentar tantas bocas que aguardaban en casa. Siendo el menor y teniendo en cuenta las ocupaciones de todos, rápidamente comprendió que poca atención iba a recibir y que debía fraguarse su propio camino individualmente, cuanto antes mejor.

    También entendió que lo realmente importante en la vida era ganar dinero, así que rápidamente empezó a experimentar hasta dar con aquello en lo que realmente destacara y pudiera, así, ganar lo suficiente como para vivir bien.

    Así fue como llegó al ciclismo, deporte en el cual puso todo su empeño al ver que era capaz de ganar y progresar. Era algo que entre sus cercanos costaba de entender, ya que no parecía un oficio “de verdad”, así que tuvo la ocurrencia de entrenar de noche, cuando nadie podía verle ni saberlo.

    Sus éxitos en carreras locales le llevaron a conocer a Salvador Botella, otro corredor de la tierra que le consiguió, mientras Angelino cumplía con el servicio militar en 1960, un hueco en el Faema, equipo en el cual Salvador corría y que por aquella estaba dirigido por el mítico ex-ciclista Bernardo Ruiz. Fue él quien, en 1961 y en su 2º año como profesional, le dio la oportunidad de debutar en la Vuelta a España, a la cual asistiría como gregario. Fue una carrera con fuerte aroma local ya que, de los 90 participantes (finalizaron 47), hasta 41 eran españoles, quienes se llevaron hasta 9 de las 16 etapas disputadas.

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    El equipo Faema, en plena disputa de la contrarreloj por equipos que inauguraba aquella edición de la Vuelta a España, en San Sebastián.
    Soler venía a aprender, pero su buen estado de forma y las circunstancias le fueron muy favorables; Anquetil no participó en aquella edición, así tampoco un ya veterano Bahamontes, y Loroño, también entrado en años y habiendo pasado ya sus mejores, hizo una carrera discreta.

    Para Angelino parecía ya un gran premio el haber levantado los brazos en una preciosa 6ª etapa con final en Valencia, en su casa. Ni él, ni sus rivales, ni tampoco el equipo (ni siquiera Botella, que le conocía bien) le veían aún como un serio aspirante al triunfo final. En el Faema aún creían en las posibilidades de Antonio Suárez, quién finalmente terminaría 4º en la clasificación general final.

    Sin embargo, en la penúltima etapa, entre Vitoria y Bilbao, todo cambió. Las buenas piernas que aún conservaba el joven de Alcácer, junto a su cercanía en la clasificación hacia el líder belga André Messelis, hicieron reaccionar a tiempo al equipo Faema, que se volcó en su totalidad hacia su joven promesa. Endurecieron aquella etapa montañosa durante las ascensiones a los puertos del día, incluyendo el Elgueta y, después, el decisivo Urkiola, donde Soler lanzó su ataque definitivo. Coronó con un minuto de ventaja respecto al maillot amarillo, que llegó a la cima visiblemente desfondado, y que a ello se le sumó la mala suerte: primero fue un pinchazo; después, una rueda que se rompió. Alcanzó la meta a 7 minutos de Angelino, completamente desconsolado. La última etapa, disputada íntegramente por calles bilbaínas, sirvió de homenaje para aquel joven ciclista. El público vasco tuvo el honor de ser testigo de lo sucedido y de verle salir del anonimato hacia la rápida llegada a la cúspide del ciclismo. La que supone ganar nada más y nada menos que la Vuelta Ciclista a España.

    Si pincháis aquí, podréis visualizar en archivo un reportaje de RTVE dedicado hacia su figura, del año 2010, donde el valenciano hace memoria de aquella época, de sus triunfos y anécdotas varias, de la soledad y clandestinidad que vivió… y nos muestra que aún sale en bicicleta, que se mantiene en considerable forma física, y que probablemente se sienta casi tan joven como entonces.
     
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  6. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    El Ciclón Negro, el ciclista que rompió la barrera del color

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    En 1865 se aprobó la Decimotercera Enmienda a la Constitución de los Estados Unidos que abolía y prohibía oficialmente la esclavitud en los Estados Unidos de América y, con excepciones limitadas (como a los condenados por un delito) prohibió la servidumbre involuntaria. Pero en el día a día, sobre todo en los Estados del Sur, todavía existían prejuicios raciales.

    Marshall Walter Taylor nació el 26 de noviembre de 1878, en el estado de Indiana. Su padre, Gilbert, el hijo de un esclavo Kentucky, luchó por la Unión en la Guerra Civil y luego trabajó como cochero de los Southards, una familia adinerada de Indianápolis. Cuando Taylor era un niño, solía acompañar a su padre para ayudarle con los caballos y entabló una estrecha amistad con Dan, el hijo de los Southards de su misma edad. De hecho, cuando Marshall tenía 8 años, se llegó a mudar a la casa de los Southards donde recibió la misma educación que Dan. Aquellos felices recuerdos se truncaron cuando la familia se trasladó a Chicago y Marshall tuvo que volver a su casa… a la cruda realidad. Con 13 años tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a la economía familiar y lo hizo de repartidor de periódicos con la bicicleta que los Southards le habían regalado cuando se marcharon. Aquella bicicleta se convirtió en su compañera inseparable.

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    Un avispado comerciante local, propietario de la tienda de bicicletas Hay and Willits, se fijó en la facilidad que Marshall tenía para hacer piruetas y acrobacias con la bici, así que lo contrató para hacer exhibiciones en la puerta de la tienda para atraer clientes. En las exhibiciones se vestía con un uniforme militar y desde aquel momento se quedó con el apodo de “Major“. La tienda en la que trabajaba patrocinaba una competición ciclista local y el día de la carrera Tom Hay, su jefe, le llevó, en teoría, sólo para verla… cuando llegaron le apuntó: con 13 años, Marshall “Mayor” Taylor ganaba su primera competición con una superioridad abrumadora. Durante algunos años más siguió trabajando en la tienda y compitiendo en algunas carreras amateur pero con 17 años conoció a Louis Munger, un exciclista y fabricante de bicicletas, que se convertiría en su manager y, sobre todo, en un buen amigo.

    Munger le inscribió para competir en una carrera profesional en Indianápolis… aunque sólo podían competir blancos. En un principio pensaron echarlo pero luego decidieron que sería mejor dejarlo participar… ¿Qué iba a hacer un amateur negro contra los profesionales blancos?Con 17 años batió dos récord en pista (mile y fifth mile). Aunque la respuesta de los organizadores fue prohibirle volver a participar y no validar aquellos registros, ahora todos conocían al Ciclón Negro. Munger se lo llevó a Worcester (Massachusetts) donde tenía la fábrica y compitió en New York en una prueba de resistencia de seis día, consiguió terminar pero decidieron que no competería más en en este tipo de pruebas. Pero lo que sí consiguió en New York fue hacerse profesional.

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    En 1897 comenzó a competir en el circuito nacional pero el color de su piel le supuso muchas limitaciones: los promotores de las pruebas del Sur le impedían participar, otros muchos competidores le insultaban y lo tiraban de la bici en plena carrera, incluso uno le llegó a coger del cuello y lo dejó inconsciente (se saldó con una multa de $ 50)… Pero no sólo en la competición, cuando compró una casa en un buen barrio de Worcester los vecinos hicieron una colecta para recomprarla por $ 2000 más, algunos hoteles se negaban a alojarlo… Aún así, Taylor consiguió siete récords mundiales, ganó 29 de las 49 carreras que disputó como profesional y en 1899 logró el Campeonato del Mundo en Montreal (Canadá). Su fama saltó a Europa y los promotores franceses quisieron contratarlo y, aunque al principio se mostró reticente, accedió con la condición de no competir en domingo – era un devoto seguidor de la Iglesia Baptista -. En 1902 compitió en el circuito europeo – en igualdad de condiciones que los blancos – ganando la mayoría de las carreras en las participó y cimentando su reputación como el mejor ciclista del mundo. La gira europea continuó hasta Australia para convertirse en el deportista mejor pagado de la época ($ 30.000 anuales).

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    Portada de un diario francés

    En 1910, con 32 años, Taylor se retiraba. Algunos fracasos empresariales, el crack del 29, la separación de su mujer y la enfermedad dejaron al Ciclón Negro solo y arruinado. Durante unos años sobrevivió vendiendo por las calles su autobiografía The Fastest Bicycle Rider in the World. En 1932, a los 53 años, murió y fue enterrado en una fosa común en el Cementerio Mount Glenwood de Chicago. Años mas tarde, un grupo de exciclistas profesionales que conocían la historia de Taylor exhumaron sus restos y los enterraron en una tumba individual con una placa de bronce que reza:

    Al Campeón Mundial de ciclismo que superó el difícil camino sin odio en su corazón. Honesto, valiente, creyente, de vida limpia y caballeroso deportista. Un recuerdo a su carrera en la que siempre dio lo mejor. Te has ido pero no te olvidamos.
     
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  7. Harek

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    No sigo el foro como lo hacia antes. Hoy echando un vistazo me he encontrado con esto. Molan mucho esas historias de antes, ciclismo a la brava, héroes y épica a raudales.

    Me voy a permitir, sin ánimo de molestar ni crear polémica, unos cuantos apuntes.

    Hasta luego.
     
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  8. Harek

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  9. Harek

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    Estaría bien que se citara al autor y el medio donde se ha publicado.

    Hasta luego.
     
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  10. Aneu_

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    Pues eso, hasta luego...
     
  11. Harek

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    ¡Hola, de nuevo!

    Este relato es mío y se lo dedico a Usted. Vamos allá.


    TOUR 1987

    ¡Que lejos queda ya El verano de 1987…! ¡Que momentos vivimos en ese Tour!

    La carrera se presentaba espectacular y muy abierta, lo que hacía prever tardes de emoción. Como gran favorito se situaba a Stephen Roche, que acababa de ganar el Giro. Además ya era buen conocedor de la carrera francesa habiendo hecho podiúm en 1985.

    1987 - Giro. Stephen Roche.jpg

    En Francia se confiaba en Charly Mottet, ganador del Dauphine y en Laurent Fignon, que ya no era el de años anteriores, pero seguía siendo un excelente competidor. También sonaban Urs Zimmermann (podio el año anterior), Robert Millar, Andy Hampsten y un par de jóvenes de los que se esperaba mucho, Erik Breukink y Jean François Bernard.

    También se comentaba mucho el paso que había dado Lucho Herrera al haber ganado la Vuelta a España.

    1987 - Vuelta. Luis Herrera (3).jpg

    ¿Sería capaz de hacer lo mismo en este Tour tan montañoso? El equipo Café de Colombia venía además con toda su artillería al presentar en la línea de salida a Fabio Parra y a Martín Ramirez.

    1986 - Vuelta. 17ª etapa.jpg Martín Ramírez - Tour 1987.jpg

    ¿Los españoles? No contábamos para nada, alguna etapita si acaso. Sólo se nombraba, y muy poco, a Pedro Delgado. Pero infundía muchas dudas por su debilidad en las contrarreloj y sus famosas pájaras.

    Comenzó el Tour y se iba desarrollando más o menos bajo el tono esperado. Contrarreloj por equipos, etapas de más de 200 kms. Y una brutal C.R.I. de 87 kms. Más etapas de gran kilometraje y un brevísimo paso por los Pirineos.

    Pirineos - Tour 1987 - copia.jpg

    Charly Mottet, dando esperanzas a la afición francesa disfrutó de varios días con el maillot amarillo, pero se esperaban acontecimientos para poner a prueba su liderazgo.

    1987 - Tour. 14ª etapa, Luz Ardiden - copia.jpg

    Y tras el día de descanso se afronta la parte decisiva de la carrera comenzando con una cronoescalada al Mont Ventoux de 36 kms. Charly Mottet era el líder de la carrera, pero se esperaba a los escaladores como Delgado, Parra, Hampsten, Millar y, sobre todo a Lucho Herrera.

    El mejor tiempo entre estos favoritos comenzó a marcarlo Fabio Parra. La expectación era enorme ante la llegada de Lucho Herrera, que portando el maillot de la montaña, consiguió rebajar el crono en 25''”.

    Hampsten manda al traste sus aspiraciones en la carrera al perder más de 4’; de Robert Millar podemos decir lo mismo, se le ve subir horrible y... ¡salto en el sofá!, detrás viene Pedro Delgado con una fuerza increíble sobrepasa al escocés y pierde sólo 12''” con el intratable Herrera. España empieza a soñar.

    Roche también realiza una gran escalada perdiendo 40” con Herrera y 28” con Perico. Pero rápidamente vemos al autentico monstruo del día. Jean François Bernard está machacando a todos sus rivales, está subiendo espectacularmente.

    1987 - Tour. 18ª etapa, Mont Ventoux.jpg
    Su gesto es agónico, pero está luchando por la carrera. Finalmente es el ganador de la etapa aventajando a Herrera, al mejor escalador del mundo, en 1’'39''”. ¡Increíble!

    1987 - Tour. 18ª etapa, Jeff Bernard.jpg

    El líder Charly Mottet, entrega el maillot a su compatriota y cede casi 4’. La montaña ha sido mucho para él.
    Lo llevado a cabo por Bernard en las rampas del Ventoux fue algo inesperado, que doblegara a los grandes escaladores de esa manera fue una hazaña de tal magnitud que hizo que en Francia se desatara la locura. Pronto se le proclamó como sucesor de Hinault y como un aspirante claro a la victoria.

    1987 - Tour. 18ª etapa, ¿El relevo de Hinault.jpg

    Al día siguiente el Tour afrontaba el camino hacia los Alpes. Se llegaba a Villard de Lans tras pasar por los puertos de Tourniol y Chalimont de 1ª Cat., otros dos de segunda y tres de tercera.

    1987 - Tour. 19ª etapa, Valreas-Villard de Lans.jpg
    Hasta luego.
     
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    Última edición: 12 Feb 2019
  12. Harek

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    Fue una etapa muy calurosa y en la que el gran favorito para ganar el Tour tras la exhibición del día anterior perdió todas sus opciones. Porque una carrera como el Tour tiene muchos condicionantes y uno de ellos, un simple pinchazo, apartó a J.F. Bernard de la lucha por la victoria.

    Castigado por el fuerte ritmo que lleva la etapa y por la falta de compañeros, tras reparar la avería se ve solo en la caza de los grandes. Bernard se la juega en el descenso del Tourniol y logra enlazar justo cuando se llega al avituallamiento. Aquí confía en que el ritmo se normalice, pero ocurre todo lo contrario. Los Systeme U franceses, secundados por Roche, aceleran aún más. Sin tiempo a haber llegado delante del pelotón, se ve cortado de nuevo y solo. No hay tregua.

    1987 - Tour (11).jpg


    Bernard lucha, lo da todo, pero es imposible. En la ascensión al último puerto del día, Chalimont, ya ha dejado de ser maillot amarillo. Y, exhausto, se rinde.

    1987 - Tour. 19ª etapa (8).jpg

    En cabeza de carrera están Roche, Delgado, Mottet, Alcalá, Lejarreta, Fuerte y Herrera. Entonces Perico decide pasar al ataque y lanza un duro ataque al que sólo puede responder el irlandés Roche. Delgado hace a bloque la subida del puerto y no mira ni una vez para atrás. Esta acción es el último clavo en el ataúd de Bernard que pasa por la cima a más de cuatro minutos.

    1987 - Tour. 19ª etapa, Desatados.jpg
    En la bajada Delgado recibe algún relevo de Roche, pero él está desatado y rueda sin cadena. Ya se sabe quiénes son los que se van a jugar la carrera. En la llegada lo normal, Roche es el nuevo líder y Delgado gana la etapa y se coloca a poco más de 1’ del líder. España enloquece.

    1987 - Tour. 19ª etapa, hacia Villard de Lans - copia.jpg
    Pero en este Tour no hay respiro y al día siguiente esperaba la vigésima etapa, entre Villard de Lans y el Alpe D´Huez, de 201 kilómetros, y con el Col du Coq (1ª Categoría) y la Côte de Laffrey (1ª Categoría) por el camino y final en Alpe d’Huez (H.C.)

    16.jpg

    En el km. 60 ya se forma una fuga que corona el primer puerto del día, el Col de Cucheron. Los escapados consolidan la ventaja que llega a los seis minutos y en la subida al Col de Laffrey, Fede Etxabe lanza un demarraje que le sirve para marcharse en solitario. En el descenso consigue aumentar su ventaja y al pie del Alpe d’Huez consigue acumular más de 4’ sobre sus primeros perseguidores.

    1987 - Tour. 20ª etapa (11).jpg
    Y se llega al momento clave. Etxabe se está defendiendo como un campeón y los favoritos salen de Bourg D’Oisans para afrontar la subida al Alpe. Sin más demora, en el primer kilómetro Luis Herrera lanza su ataque y acelera. Únicamente Delgado es capaz de seguirle, mientras Roche y Lejarreta no pueden con el ritmo del español.

    1987 - Tour. 20ª etapa, Delgado escapandose en Alpe d'Huez.jpg
    1987 - Tour. 20ª etapa, Buena compañía para el primer amarillo.jpg

    La carrera echa humo, Delgado no se ceba y deja marchar a Herrera; se acomoda a su ritmo y sube con la moral a tope tras ver ceder a Roche tan pronto. Con él, empezamos a soñar con el maillot amarillo. En la televisión no vemos a Etxabe, ni a Delgado, ni a Herrera, ni a Roche… Los franceses nos deleitan con la subida de Fignon, quien no tiene posibilidades de nada, ni de etapa ni de general. En fin, otro bonito gesto de chauvinismo.

    1987 - Tour. 20ª etapa, Empieza a quedarse solo.jpg

    Van pasando las míticas curvas y se atisban cada vez más posibilidades para Delgado., quien vuelve a alcanzar a Herrera. Por detrás, Roche cede más y más. Quedan pocos kms. Y Etxabe acaricia la etapa, además está escoltado por su compañero Anselmo Fuerte. Finalmente el ciclista vasco se convierte en el primer español en ganar en Alpe d’Huez. Por detrás Delgado confirma el sueño de vestir el maillot amarillo. España salta, Bahamontes y Ocaña ya tienen sucesor.

    1987 - Tour. 21ª etapa, camino de La Plagne.jpg
    Hasta luego.
     
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  13. Harek

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    Y por si no hubiéramos tenido suficiente al día siguiente viviríamos el duelo agónico a través de los Alpes entre dos ciclistas al borde de la extenuación, pero que no iban a renunciar a luchar por la victoria en el Tour de Francia hasta el final. Como se ha dicho ya antes, vamos a ver como se desarrollaron unos acontecimientos en los que dos gigantes elevaron el ciclismo a unas cotas inimaginables. Batalla sin tregua, esfuerzo máximo, agonía, emoción, drama…

    Estamos en el 22 de julio de 1987, en la 21ª etapa del Tour entre Bourg d’Oisans y La Plagne. Pasaremos por el Col de Galibier (H.C.), Col de la Madeleine (H.C.) y final en La Plagne (H.C.). Sin palabras.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Bourg d'Oisans-La Plagne.jpg

    En la salida el tiempo es agradable, no era el calor de días anteriores y por ello, Stephen Roche se sentía algo más optimista. Prácticamente de salida se comienza a subir el Galibier, por donde pasa en primer lugar el corredor del Fagor, Pedro Muñoz.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Primero en el Galibier.jpg

    Al contrario de lo que ahora ocurre, los tramos entre puerto y puerto son escenario de fuertes ataques al nuevo líder. Jeff Bernard, a dos minutos de Delgado, lanza su ataque. Perico responde e impide la escapada. Entonces ataca Roche, y Delgado vuelve a contestar. Así, ataque tras ataque, van pasando los kilómetros. Hasta que Roche consigue romper a Pedro Delgado y alcanzar al pie del Col de la Madeleine una ventaja de 1’30”. En España se nos empiezan a encoger los corazones.

    En plena ascensión al coloso alpino Roche encuentra colaboración para sus propósitos en dos ciclistas del Fagor (Muñoz y Bernaudeau). Esta colaboración no es sorprendente, pues era vox populi que el año próximo este sería el equipo del irlandés. Delgado va preocupado en que Roche no aumente su ventaja y recibe la ayuda de Lejarreta y Gorospe. Theunisse, que va por delante se descuelga para participar en ese trabajo.

    1987 - Tour. 21ª etapa, La Madeleine - copia.jpg
    A cinco kilómetros de la cima la diferencia es de 2 minutos y Delgado decide acabar con las medias tintas y acelera brutalmente para reducir la escapada de Roche. Se lleva a rueda a Herrera, Alcalá, Fignon, Mottet y algunos más.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Delgado comanda una furiosa caza.jpg
    Por la cima pasa primero Fuerte, Roche y Muñoz a 8 segundos y el líder a 48 segundos. Delgado sigue apretando y al finalizar el descenso se produce la neutralización, España respira. Poco más adelante ataca Fignon y se lleva a rueda al madrileño Anselmo Fuerte.

    Y llegamos a la última subida del día, a La Plagne, donde se intuía que se iba a jugar el Tour. Fuerte y Fignon comienzan escapados, con un renta que les sería suficiente para jugarse la etapa entre ellos. A los dos kilómetros de la subida, Delgado echa el órdago y arranca de lejos.

    1987 - Tour. 21ª etapa, La Plagne (3).jpg

    España estalla de nuevo. El castellano está apostando por todo o nada, quiere una renta sobre el irlandés que sea suficiente para sentenciar la carrera. Todos esperábamos que Roche pagara el esfuerzo de su intento de escapada y la moral le fallara al ver tan poderosa a Delgado. Además, nadie puede seguirle la rueda, Herrera está desaparecido, Lejarreta tampoco, Mottet y Bernard igual….

    1987 - Tour. 21ª etapa, Tras la etapa.jpg

    En la televisión sólo veríamos a los dos de cabeza y al líder, ni una imagen de Roche en toda la subida; ni una referencia clara de la distancia entre ambos. Se suceden los kilómetros y el aspecto de Delgado es tranquilizador. Se informa que lleva un minuto sobre Roche, todos confiamos en que pueda aumentar su ventaja un poco más.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Hacia La Plagne (2) - copia.jpg
    Hasta luego.
     
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  14. Harek

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    Por delante, Fignon y Fuerte van a los suyo; quizá Anselmo podría haber intentado dejar al parisino, pero no lo hizo. Fabio Parra alcanza a Delgado a 3 de meta, le adelanta. El líder intenta coger la rueda pero no puede y poco a poco le va cogiendo metros. Aquí pensamos que Pedro lo está pasando mal, pero al no tener ninguna referencia nueva seguimos confiando en que mantiene la distancia sobre el irlandés. Definitivamente Delgado pierde de vista al colombiano que se va por delante pero sin posibilidad de luchar por la etapa que se la juegan ¡al sprint! Fignon y Fuerte. El francés hace valer su experiencia y bate a Fuerte que lamenta la oportunidad perdida.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Fignon-La Plagne.jpg

    Las cámaras de meta nos muestran la llegada de Parra y poco después la del agotado líder.

    1987 - Tour. 21ª etapa, La Plagne (8).jpg
    Cuando nos disponemos a contar los segundos de diferencia que ha podido obtener sobre Roche, somos sorprendidos por la llegada de este a meta a apenas cuatro segundos del español. ¿Qué ha sucedido? ¿Cómo se ha podido recuperar de esa manera cuando ha cedido claramente al inicio del puerto? No hemos visto una solo imagen suya hasta la llegada a meta. Ha debido hacer un esfuerzo titánico para recuperar el tiempo perdido, incluso se dice que hizo los últimos kilómetros con el plato grande. El desánimo invade a los españoles. ¡Cuánto esfuerzo para tan poca renta!
    De repente Roche se desploma en la línea de meta y es urgentemente atendido.

    1987 - Tour. 21ª etapa, La Plagne (2) - copia.jpg

    Comienzan a suministrarle oxígeno, se le ve con la mirada perdida. Cunde el desconcierto en la zona. Delgado mientras tanto tiraba la bicicleta y se sentaba en la calzada para tratar de recuperarse del esfuerzo. Ya veis, Delgado en el suelo, Roche con oxígeno, mantas, cuidados y evacuado en helicóptero a la base del puerto.

    1987 - Tour. 21ª etapa, Oxígeno.jpg

    Los cuatro segundos colocaban a Delgado con 39” de ventaja. Claramente parecía una renta insuficiente ante la contrarreloj que quedaba. Cuatro segundos que tenían un sabor muy amargo, un sabor a decepción. Confiábamos en que en la etapa final en Alpes, Roche pagara los esfuerzos de hoy y terminara por hundirse, pero… Incluso, tras la etapa se rumoreó que los médicos impedirían a Roche salir al día siguiente, pero la cosa no quedó más que en un parte médico anunciando que el corredor había sufrido una lipotimia, pero su estado era satisfactorio.

    Aquí podemos leer unas magníficas palabras de Delgado sobre los hechos del día: “Lo he intentado pero todo pero no corro sólo. En el Tour participan los mejores y hoy Roche ha demostrado que es todo un campeón con una capacidad de sacrificio sobrehumana. Yo le aplaudo porque sé que, como yo, lo ha dado todo en la bicicleta y en eso consiste este duro deporte”.

    La siguiente etapa era esperada con una expectación tremenda. Cinco puertos: Cormet de Roselend (1ª Categoría), el Col des Saisies (1ª Categoría), el Col des Aravis (2ª Categoría), el Col de la Colombière (1ª Categoría) y el Col de Joux-Plane (HC), a 15 kms. de meta.

    1987 - Tour. 22ª etapa, La Plagne-Morzine.jpg

    A estas alturas las fuerzas son escasas y los corredores parecen haber firmado la paz, se va a un ritmo tranquilo hasta que en el segundo puerto se produce el demarraje de Eduardo Chozas que busca su etapa. El madrileño hace camino y durante los dos puertos siguientes mantiene su ventaja.

    1987 - Tour. 22ª etapa, Ganador en Morzine.jpg

    Parece que todo se va a jugar en la ascensión al Joux-Plane.

    1987 - Tour. 22ª etapa, Joux Plane - copia.jpg
    Al iniciar el puerto se acelera el ritmo y Lejarreta comienza a imponer una marcha que deja en cabeza a unos pocos. Pero… no llega el ataque de Delgado. Está agotado y el grupo sube sin escaramuzas. Lejarreta ataca y mira atrás con ansiedad, se ve claramente que está esperando a Delgado, pero es imposible, sencillamente no hay más fuerzas.

    1987 - Tour. 22ª etapa, Joux Plane (2) - copia.jpg
    Hasta luego.
     
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  15. Harek

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    Incluso en la bajada Roche se ve con fuerzas y ataca. Delgado lo pasa mal. En este puerto ha sufrido años anteriores. En su primer Tour cogió una pájara que le acarreó más de veinte minutos y al año siguiente cayó en esta misma bajada fracturándose la clavícula.

    1984 - Tour. 19ª etapa, km 178, Delgado ha caído en el descenso del Joux Plane.jpg
    Delgado baja con precaución, Roche vuela, no puede creer que esté cogiendo ventaja y no cede en su empeño.

    1987 - Tour. 22ª etapa, ¿Dónde está Perico - copia.jpg
    Por delante, Chozas gana la etapa y Roche recorta en 18” la ventaja de Delgado en la general. Los Alpes han terminado.

    Palabras de Delgado: “Lo he intentado, pero no basta con la intención para descolgar a un corredor de la categoría de Roche, hay que tener más fuerzas que él. Hoy, yo he notado que íbamos bastante igualados de energía y por ello, aunque ataqué al comenzar la subida con la ayuda de Marino Lejarreta, y al final él siempre me ha respondido inmediatamente sin dejarme coger ni un par de metros”.

    Se le pregunta si esperaba la recuperación de Roche: “la gente habla sin saber. Hay gente que me preguntaba incluso si pensaba que Roche se iba a retirar. Nosotros somos deportistas de élite y Roche es capaz de hacer ese esfuerzo dos o tres días seguidos. El único secreto que tiene está en la fortaleza física, en el entrenamiento. Pero de todos modos, ayer fue el día que más fuerte he visto a Roche subir y, encima, mira cómo ha bajado luego”.

    Sobre sus posibilidades: “hay que ser realista. Roche tiene más posibilidades que yo, pero la esperanza es lo último que se pierde y por ello, nada está decidido. Ahora tengo una cosa muy clara, en Dijon tengo que morirme en la bicicleta. Nadie me puede decir que no tengo ninguna opción, porque existen los pinchazos, las caídas, etc. En serio, yo estoy andando bien en contrarreloj y pienso darlo todo. Llevo mucho tiempo tras esta victoria y no la dejaré escapar sin dar el máximo de mi”. Me gustaría que los aficionados fuesen tan realistas como yo para evitar decepciones. No hay que ser «fantasmas», Roche es muy superior a mi en contraríelo], pero ¿es superior a mi en la contrarreloj de Dijon? Debe demostrarlo mañana”.

    Sólo nos quedó esperar un milagro ante la gran clase de Roche contra el reloj. Se hablaba de las alas que da el maillot para aferrarse a cualquier esperanza. Por si fuera poco, la climatología volvió a aliarse con el irlandés y un tiempo nublado acompañó el recorrido de los dos corredores.

    1987 - Tour. 24ª etapa, CRI final, ¡a por el Tour 1987!.jpg

    Desde el principió se vió que Roche era el especialista y se le veía perfectamente acoplado, sin aspavientos, muy aerodinámico y concentrado sobre la bicicleta. Delgado salió nervioso, con demasiado ímpetu, moviéndose mucho en la bici. Ya en el primer kilómetro la cosa quedo clara y Roche recortó 5” al español. No hubo ni tan siquiera emoción. Pronto nos tuvimos que rendir ante los hechos. Despertábamos de un sueño.

    1987 - Tour. 24ª etapa, CRI Decisiva - copia.jpg
    En la llegada Delgado comentaba: “no pasa nada. Pero la verdad es que ha sido una pena. Sabía que 21 segundos era muy poco para pretender ganar el Tour frente a Roche. Se ha cumplido el pronóstico .Aquí se trata de ganar carreras, de estar entre los primeros. Que se consiga o no ya es otra cosa. No sólo yo, sino todos los españoles han vuelto a brillar en el Tour. La pena es que se haya escapado la victoria final. Roche ha demostrado ser el mejor. El ha ganado el Tour, no lo he perdido yo”.

    1987 - Tour. 25ª etapa, Podio final.jpg

    Y así transcurrieron unos emocionantes días de verano en 1987, donde soñamos con ver a un español ganar la mayor carrera ciclista del mundo. Siempre, siempre estaremos agradecidos a Pedro Delgado por esos días de orgullo y emoción que nos hizo vivir. Sensaciones que pasado un año aflorarían de nuevo multiplicadas por 100. ¡Muchísimas gracias CAMPEÓN!

    1988 - Tour. 22ª etapa, Paris.jpg

    Hasta luego.
     
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  16. Harek

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  17. labeaga

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    HAREK muy buen relato
     
  18. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Dauphiné 1984 : Hinault contra Ramírez y toda Colombia. Una semana inolvidable
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    En 1984 el mundo del ciclismo, enraizado en la tradición europea, miraba todavía con asombro y sorpresa a los exóticos ciclistas colombianos que desembarcaron apenas un año antes con el Colombia-Varta de Luis Ocaña en las carreteras del Tour de Francia. Aquel proyecto no tuvo demasiado éxito, dada la poca experiencia de los corredores alineados ,pero fue el primer aviso de lo que estaba por llegar, los ciclistas cafeteros iban a ser los protagonistas en la alta montaña del Tour de Francia en la segunda mitad de la década de los ochenta. Pero antes de brillar en la mejor carrera por etapas del mundo, un pionero llamado Martin Alonso Ramírez y sus compañeros pusieron la primera piedra a modo de gran victoria en Europa, una auténtica sorpresa sobre todo por quienes fueron sus oponentes.

    La Dauphiné Libéré (actual Critérium du Dauphiné) de la temporada 1984 daba su inicio en Villeurbanne, en los alrededores de Lyon. La participación de esta antesala del Tour de Francia era más que notable, muchas de las grandes figuras del pelotón internacional se encontraban entre la concurrencia. Bernard Hinault, Stephen Roche, Phil Anderson, Pascal Simon o Greg Lemond, entre otros, eran parte de aquel ilustre pelotón en donde se presentaba una humilde delegación de seis ciclistas colombianos patrocinados por Leche La Gran Vía. El conjunto dirigido por Marcos Rabelo no gozaba de los mejores medios técnicos. Las bicicletas y las equipaciones llegaron poco antes de comenzar la prueba y no eran de la mejor calidad, en algunos casos las medidas de esas bicis no estaban adecuadas a determinados corredores y los maillots apenas les hacían distinguirse en el pelotón. Aun así estos valientes emprendieron su aventura en aquella Dauphiné Libéré con todas las ganas e ilusión del mundo. Después de un corto prologo y tres etapas prácticamente planas con el liderato del francés Guy Gallopin tras una larga fuga, llega el turno de las montañas y comienza el recital cafetero.

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    La llegada a Saint-Julien-en-Genevois, coronando La Saléve a pocos kilómetros de la línea de meta, se convierte en el primer triunfo parcial para Pacho Rodríguez. El ataque del ciclista de Duitama se hace imposible para sus contrincantes y se presenta vencedor de esta primera etapa de montaña de la Dauphiné. El conjunto Leche La Gran Vía cuenta en ese momento con tan solo cinco unidades tras el abandono de Chizabas, pero eso no fue impedimento para que los restantes corredores fueran protagonistas de la carrera. Al día siguiente se llega a la localidad de Chambery, y tras otra exhibición en la ascensión al Mont Revard, se marchan Pablo Wilches y el propio Pacho tomando tierra de por medio sobre el grupo de Hinault. Son atrapados a apenas un kilómetro de meta y el francés Laurent se hace con el triunfo, pero el amarillo pasa a la espalda de Pacho a falta de cuatro etapas para el final de la prueba.

    Bernard Hinault era con diferencia el rival más fuerte que podían tener los colombianos. El bretón saltó con furia en las rampas del Granier dentro de la quinta etapa camino de Fontanil. Varios cambios de ritmo del legendario ciclista francés hicieron temblar el pelotón, pero en ningún momento a Rodríguez y sus hombres, cada vez menos después del abandono de Aristizabal. Hinault puso todo de su parte pero fue el propio Pacho Rodríguez quien en el Col de la Charmette se marchaba en solitario hacia su segunda victoria de etapa en la Dauphiné Libéré endosando nada menos que 1 minuto y 34 segundos a Hinault y más de dos minutos al americano Lemond. Una jornada inolvidable para el ciclismo de Colombia.

    Sin embargo y contra pronóstico todo iba a cambiar en unas horas. La jornada siguiente se presumía terrible por la nefasta meteorología, viento, lluvia e incluso nieve iban a ser protagonistas no invitados de otra jornada que iba a pasar a la historia. La desgracia se cebó con el líder. Debido a una caída en la anterior etapa y con intensos dolores en la rodilla, el boyacense Rodríguez se ve obligado a abandonar en plena carrera. Poco antes de este suceso Bernard Hinault ya había tomado la iniciativa inmiscuyéndose en una fuga de cinco unidades que iba abriendo camino. Todo apuntaba a la remontada del bretón para desgracia de la afición colombiana que veía como la posibilidad de ver a Pacho en lo más alto del podio de una de las carreras más importantes del mundo se esfumaba. Pero la crueldad del ciclismo no entiende de nombres ni de estrellas cuando golpea con fuerza. Hinault que se veía ya como vencedor, comienza a ceder ante la sorpresa general en el Col de Rousset mientras por delante el australiano Phil Anderson, a la postre vencedor de etapa, y los demás compañeros de fuga continuaban la aventura. Y aquí es cuando aparece Martin Ramírez, desde el grupo trasero consigue alcanzar y dejar al francés y se presenta en la meta en quinta posición. Liderato para Ramírez que deberá defender su renta de 22 segundos en la cronometrada del último día ante Hinault.

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    Solo dos ciclistas formaban en el equipo colombiano en la última jornada, Pablo Wilches y el propio Ramírez. La hazaña consistía en aguantar el liderato en el sector matinal con etapa llana y en la crono de la tarde. Con todo merecimiento la hazaña se completó. Sin problemas en el primer sector e incluso aumentando su ventaja en cinco segundos en la contrarreloj, Martin Ramírez se convierte en vencedor de la Dauphiné Libéré de 1984. El primer gran triunfo en Europa para el ciclismo colombiano, después de una semana inolvidable. El aviso de lo que estaba por venir con un gran Lucho Herrera, entre otros, disputando el Tour de Francia y venciendo en Alpe d`Huez apenas un mes después.
     
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  19. ray

    ray ACCMIC MEMBER

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    Ya tenemos a DOS compañeros comprometidos en llenar de emoción este hilo.
    Algunos más seguro que tienen algo que aportar.
    Animo,y no tengais pereza.

    GRACIAS..!!!

    :) :)
     
    Última edición: 12 Feb 2019
  20. adoquin_avila

    adoquin_avila Miembro activo

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    Muchísimas gracias a los compañeros que estáis recopilando y/o elaborando las historias.
    Son verdaderamente interesantes de leer y se aprenden cosas muy bonitas.

    Sólo quería añadir que estoy de acuerdo en que es pertinente que se cite la fuente original de la historia, para reconocer como se merece la labor periodística de la persona que la escribió. Eso no resta en absoluto mérito al compañero que la busca, la elige y le da el formato apropiado para el foro. Mis agradecimientos también.
     
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    Última edición: 12 Feb 2019
  21. dogma57

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