No son buenas, no se ve bien la bici y encima es en configuración de guerra con marchas, pero voy a poner estas fotos porque estoy que no cago: me acabo de cascar la Transpyr con mi Singular y va tan de **** madre que ni siquiera he tenido un pinchazo en 815km y +18.750m hechos en siete etapas. Que **** maravilla de bici. Disculpadme los tacos pero es que estoy eufórico y salen de mis dedos sin control. Ha sido épico. Muy duro, al menos para mi. Muy técnico además, muchísimos senderos, trialeras y barro infinito.
¡Pues vale! Puede que me salga un ladrillazo que no le interese a nadie, pero me voy a enrollar un poco porque me apetece escribir cosas que se me han pasado por la cabeza. Hay que verlo todo desde la perspectiva de que soy un globero. No entreno de manera sistemática. No tengo una alimentación bien orientada a conseguir objetivos deportivos. Vamos, que no me tomo en serio mi rendimiento deportivo. Y por lo tanto cuando me planteé el reto Transpyr mi objetivo era empezar y acabar. Nada más porque no puedo aspirar a ello sin hacer un cambio más radical en mi vida. Quería ser el último clasificado antes que el primero en abandonar. Me inscribí animado por un amigo que tiene un perfil similar al mío en cuanto al rendimiento deportivo, aunque lleva muchos menos años con la bici y por lo tanto técnicamente tiene un nivel bastante más bajo. Por eso no me preocupó demasiado estudiar los perfiles de las etapas a la hora de evaluar si el reto era posible o no. Craso error: una vez inscrito y pagado me di cuenta de lo que era Transpyr. Siete etapas de 93 a 137km y de +2.000 a +3.600m de desnivel acumulado. ¡Qué barbaridad! Si había hecho antes rutas de ese tipo o peores... ¡pero una, no siete seguidas! Y no sólo tenía ese problema... ¿con qué bici iba a hacerlo? Tengo dos bicis de enduro y la Singular. Las de enduro descartadas, obviamente, y la Singular es una bici que fue concebida para poder pedalear sobre ella con la mente en blanco. Ni suspensiones ni marchas ni tijas ni nada. Pero desde luego no fue concebida para un reto como este. Pero como era la única opción, pensé en como adaptarla para que esto fuera posible. Primero marchas. Imprescindibles para mi en este caso. Pero no me servía un cassette 11-36 puesto que hace tiempo que soy feliz por no llevar más de un plato. De modo que le monté un One Up para llevar un cassette 11-42. Segundo horquilla. ¿Qué hacer? ¿Le pongo una horquilla de suspensión? Yo siempre me he sentido cómodo con la horquilla de acero y jamás me ha dado más problemas de cansancio de manos o de brazos y cervicales que una horquilla de suspensión. Sólo se trata de adaptar la conducción. El problema es que buenos conocedores de la Transpyr me desaconsejaban totalmente que intentara hacerla con horquilla rígida debido a la dureza y nivel técnico de la ruta diseñada por la organización y eso me hacía dudar. Pero claro, ellos como muchos otros no entienden lo bien que me encuentro yo con esta horquilla y el valor de una buena horquilla rígida a la hora de pedalear, que es algo que me encanta. Además, el hecho de que no se hunda en frenada o ante grandes obstáculos en bajada también tiene sus ventajas y le da un tacto especial. De modo que finalmente decidí dejarla. Eso si, para añadir algo de comodidad y control decidí cambiar el Nobby Nic delantero de 2,25 por 2,35 para tener algo más de balón que seguro que sería bienvenido. Y finalmente el elemento final de confort: el asiento. Llevaba una tija Thomson Masterpiece ligera y bonita y un sillín Bontrager Evoke RXL Carbon extremadamente cómodo... para pesar 140g. Renuncié a ellos y decidí cambiar ambos. Para la tija pensé en una de titanio, pero la acabé descartando por precio y me puse una tija Truvativ de carbono que me costó 70€. Gran elección. Muy cómoda y cero problemas. Para el sillín desempolvé un SGD Bel Air que tenía por el trastero y que en su día compré compulsivamente porque costaba 25€. ¡****! ¡Si el tapizado es de cuadros! Cojonudo, a juego con las camisas. Vamos, que la elección de la bici no fue una frikada para dar el cante sino el resultado de un proceso más o menos lógico. Y la ropa igual. Yo no tengo ropa de ciclista. Maillots ajustados y culottes de lycra. Y no iba a comprarme unos cuantos de ellos por dos motivos: si son decentes valen una pasta y además yo no voy vestido así. Si me pongo esa ropa y me subo a una bici no soy yo. Así que camisa, y las uso porque las encuentro muy fresquitas, no por ir de guays, y pantalones, que es mi manera de ir en bici. Y por fin nos fuimos para allá. Nada más llegar nos dimos cuenta de que nos habíamos equivocado. La Transpyr no era lo dura que habíamos imaginado, seguro que lo era más. Por todos lados veíamos ciclistas verdaderamente preparados para algo de este tipo, bien entrenados y con un equipamiento adecuado. En otras pruebas ya ves gente bien preparada, pero también ves algunos globeros como yo que han ido por el reto de acabar pero que no deberían estar allí. Pero en la Transpyr no. *****. Y aun así todavía no habíamos medido lo que era la Transpyr, porque fue significativamente más dura que lo que habíamos imaginado incluso después de ver el perfil de los participantes. Las intensas lluvias que han dejado los Pirineos llenos de barro, de rieras desbocadas y de caminos verdaderamente intransitables han convertido esta edición en el Camel Trophy de las carreras ciclistas por etapas. Vamos, yo no he estado en muchas más, pero me venían a la mente esas imágenes de los 80 de los equipos arrancando los Land Rover del barro. Reconozco abiertamente que la Transpyr me va grande y que si la he completado (he cumplido todos cortes de tiempo de cada una de las etapas y he cruzado las siete metas) ha sido por cabezonería, ilusión y, sin ninguna duda, gracias a Pau, mi compañero de fatigas, nunca mejor dicho, y a +QUEBICI (si hacéis algo así alguna vez no dudéis en contar con ellos) y sus servicios de mecánica para la bici, sus servicios de mecánica para el ciclista (gracias a los cuidados de Jordi, Aïda, Oriol, Ivan, Jaume y al resto del equipo) y sobre todo su buen ambiente y sus ánimos en todo momento. El resumen de lo que ha pasado en cada etapa es más o menos el mismo. Lo primero, la sorpresa cada día de que las piernas aun van, que aprietas y los pedales dan vueltas. El primer día con nervios y a partir del segundo con incredulidad creciente. Y el trasero. Eso me tiene alucinado. Mi trasero ha aguantado unas... 70-75h de pedaleo en 7 días. Increíble. Gracias Okole Stuff. Y gracias aloe vera. Después el barro, omnipresente. Con el cénit en 15-20km prácticamente no ciclables creo recordar que en la etapa 5, supuesta etapa "suave". Y no, no me refiero a que fueran no ciclables para mi, sino que lo fueron para prácticamente todo el mundo que yo vi. De hecho, tengo una característica como ciclista que se sale de lo habitual en mi nivel de globerismo y que son las subidas imposibles. Es como si fuera maño (con todo mi cariño para los aragoneses) y cada vez que veo una subida imposible tuviera que subirla a costa de lo que haga falta. Yo subí la cuesta embarrada más larga, de unos 10km, al 95% encima de la bici mientras oía cosas como "¡Dónde va ese ****** en esa **** bici!". Eso te hincha el ego y te da fuelle para subir un kilómetro más. Vamos, un master en barro. Y como no, las bajadas. Fuera sendero o pista, bien equipadas de piedras D.O. Pirineos. Grandes y sueltas. Afiladas. Redondas. Secas, mojadas y embarradas. Un master en piedras. Y claro, como hay corte por tiempo y yo no soy el mejor haciendo tiempos en las subidas, tenía que compensar en las bajadas, de modo que a fondo. Sin concesiones. Aplicando mi experiencia endurera al máximo. ¡Cómo me he divertido bajando! Y no, no me ha costado más con la horquilla rígida. Cuando te haces a ella tiene un tacto que mola mucho bajando. Acaricias las piedras y sabes por dónde metes la rueda. En el barro sabes cuánto se va la rueda porque se va exactamente lo mismo que el manillar que intenta escapar de tus manos. Y fundamental el papel de mis Hope Mini de 12 años de edad, ya casi adolescentes. Con un tacto a su edad que ya querrían muchos frenos pintones modernos de colores, super ligeros, con glamour. ¡Qué tíos! ¡Cómo han ido! Fundamentales, insisto. Un problema creciente fue la alimentación. El plan era buenísimo: agua con hidratos de carbono disueltos. Barritas variadas para no cansar al paladar y comer algo sólido. Y geles también variados para los momentos "especiales". Además de los avituallamientos bien provistos de fruta y gominolas. Todo perfecto. Pues no. Al tercer día el cuerpo empieza a decirte que la comida sintética no mola, y el quinto ya empieza a negarse a aceptarla. La conclusión es que en la séptima etapa sólo llevábamos agua en el bidón, comíamos fruta en los avituallamientos y como mucho contábamos con algún gel para una emergencia. *****, qué duro es hacer una séptima etapa comiendo mal. Pero es que nuestros cuerpos literalmente ya no aceptaban otra cosa, ya me entendéis, no hay más. El resultado es una mezcla de sentimientos. Sin duda el orgullo y la satisfacción de haber conseguido completar un objetivo imposible por entrenamiento y por equipamiento. Eso desde un punto de vista personal es impagable y es la verdadera recompensa de la Transpyr. También la sensación de que ha habido grandes momentos de bici, como la bajada de 20km a Ainsa que recordaré siempre y que sin duda iré a repetir de nuevo, y momentos deplorables, como las subidas andando por el barro o la dureza, siempre desde mi punto de vista, absolutamente innecesaria desde el último control de tiempos de la séptima etapa y la meta. ¿Para qué? ¿Para acrecentar el mito de dureza de la Transpyr? Soberana estupidez. Nos merecíamos disfrutar ya de un paseo triunfal desde el último corte de tiempo hasta la meta para saborear el reto, para hinchar el pecho y respirar. Pues no, a agachar el lomo y apretar los dientes hasta el **** final. Eso si, a la llegada a la meta, que fue en un campillo que hay junto al mar en Hondarribia, aun saqué fuerzas ni sé de dónde, y me marqué un par de saltos y un wall ride (de piltrafilla humana que lleva más de 800km pedaleados, que conste) que yo creo que nadie en el mundo vio ni verá pero que a mi me supieron a heroicidad sublime, para cruzar bajo el cartel de Hondarribia brazos en alto como si hubiese ganado el mismísimo turdefrans. ¡Qué momento!
¿¿¿Dónde están los emoticonos con aplausos, genuflexiones y demás??? Nada más que decir. Gran crónica y mejor hazaña...
Ya lo te decia..Cacho Campeon...!!! FELICIDADES..Superar retos te generan una satisfaccion impagable.
ENHORABUENA!!!! Emocionante leerlo, a más no poder, vivirlo y superarlo debe ser increíble. Esto debe ser mtb del de verdad, ése que te baja del monte siendo un poco mejor persona. Gracias por compartirlo. Lo dicho ENHORABUENA!!!
Impresionante: creo que has impregnado la Transpyr de un espíritu de sencillez y superación personal que recuerda tiempos pasados del Camel Trophy o los primeros Dakar, como comentas. Yo, si las etapas finalizaran con un buen entrecot, pasta, fruta y 10 horas de sueño, tal vez llegaría a terminar un par o 3 de etapas O no.
me dejas flipado compañero, estas son el tipo de historias que motivan a los demas, enhorabuena, un saludo!!!!!
Que bueno, como me ha gustado leerlo. Por cierto, con tu barba, pantalones y camisas te pareces a mi.
Increíble... en serio, estoy sin palabras. Solo de pensar la tunda que te has metido me duele todo el cuerpo.... ¡¡¡y encima con una bici de acero sin suspensión!!.... realmente alucinante....
Me alegro de que os haya gustado. El Gen, lo de la horquilla rígida es menos de lo que parece. Si te empeñas en adaptar tu técnica realmente una buena horquilla de acero es cómoda y buena para bajar. Lo de la paliza es cierto. Pues créeme si te digo que no es lo que pretendía y que desde luego no volveré a inscribirme en ella, aunque bajo ningún concepto me arrepiento de haberlo hecho. Es lo que tienen estas cosas.
Ya me tengo que recortar la barba un poco. Mi mujer dice que pica y ya me han llamado hipster una vez. No mola. ¿Qué es un hipster? Las camisas imprescindibles. ¡Qué cómodas son!