Dicen que la vida pone a cada uno en su sitio. Ya lo dijo un tal Carlos Darwin, quien no se adapta a las circunstancias la palma, vaya que si la palma. Lo cierto es que el biker rastrero (por lo de arrastrar la bici, claro), le debe la vida a un reducto que algunos denominan... el Furgón de Cola. En este mundo con prisas, en el que cada segundo se convierte en casi una obsesión, que exista gente como nosotros, habitantes comunes de dicho furgón, es de una rareza tan grande como el tamaño de las joyas de la Reina Madre. Somos una especie a extinguir por quienes encabezonadamente empujan al grupeto hacia la cima. Nos pasan, nos arrollan, nos desmenuzan en el momento justo en que el camino atisba siquiera un centímetro de desnivel positivo. Peor para ellos. Reducto de lo auténtico, el Furgón de Cola guarda verdaderos sabios a lomos de una bicicleta. Sus reuniones a ritmo pausado, dan pie a divagancias varias, a la repetición encadenada de toneladas de chistes malos, que vete tú a saber si por el esfuerzo de esas ***** rampas, se nos va la cabeza y nos provocan carcajadas a mansalva por muy nefastos que sean. Allí detrás, huele a pies, a pies peludos como el de los hobitts. Pero también huele al romero y al tomillo del borde del camino. Aromas que no perciben aquellos que revientan a tirones el grupo, por su escasa atención hacia lo que les rodea. A fuerza de esnifar lavandas nos mantenemos en pie allá detrás, y soportamos estoicamente la bien llamada "parada del hijoputa", esa que te hacen tus colegas de delante cuando se esperan en un cruce porque no recuerdan el camino bueno, y al llegar a su altura e indicarles la dirección correcta no te dejan descansar, sino que montan de nuevo aunque te vean notarte las pulsaciones en la mismísima tija-pija, y solo alcanzas a musitar, como un niño, cuatro palabras mágicas: "que-hijos-de-.." Sí, amigo de delante, allí detrás hay vida. Lo sabes, porque te vuelves enfurruñado al oirnos reír, justo cuando más encabronado estás mirando de reojo a tu compañero que acaba de bajar piñón. Y fastidia mucho ver, que las bajadas mal enfocadas, también llamadas subidas, no tienen porqué ser un infierno. ¿Verdad? Hace tiempo que los de siempre nos vemos detrás a la misma hora. No hace falta quedar. En ese momento en el que se abre el hueco, continúas la conversación que quedó a medias por la asfixia la semana pasada, como si no hubiesen pasado siete días desde entonces. Existe la camaradería, esa que hace que a mi izquierda y derecha asomen pezones de camelbak en pleno verano cuando ya me he bebido mi agua, mientras allá delante os sacáis las uñas y se perfila el hachazo final, como si fuéseis a salir en la portada del Marca. Os quejáis de que solamente os sacan fotos de vuestros culos, pero es que no os vemos la cara en media mañana. No os quedáis con las trialeras, losas y escalones que os váis dejando al lado del camino, porque andáis ofuscados hablando de no sé qué componentes... A nosotros, a los de detrás, cualquiera nos reconoce enseguida, incluso antes de empezar a dar pedales. De nuestros camelbaks asoman botellas de plástico rellenadas de mistela la noche anterior, o vete tú a saber con qué pociones con los que mitigamos el hastío después del sufrimiento. Y también se perciben olores a carnaza, a fragancias de lomos, de jamones que te elevan a la mejor dehesa extremeña, a la mejor despensa montañesa, con solo cerrar los ojos. Se ve el cielo, se alcanza el final de la penitencia, el pelotón de poscritos alcanza el collado donde pega un aire que nos devuelve a la vida. Nos dicen que si somos un lastre, que si salimos anoche... Paramos, nos quitamos el hipo de nuestras risas, nos enfundamos las protes quince minutos después que ellos, acariciamos las pesadas monturas, accionamos un mando, y... abajo nos vemos.
Buenísmo! jeje esa me la apunto. No hay peor compañero que el que arranca nada mas tú llegar reventado. Por eso nunca me doy prisa por alcanzarles que la prisa mata, amigo. SALUD!!!
Muy bueno Rot, yo también soy furgón de cola cuando salgo con los mios y me siento plenamente identificado con tus palabras.
uno más del furgón de cola también conocido por la grupeta del 34, todo un arte siempre ahí incasable, lento pero seguro, regulando hasta el límite, non stop saludos
Aún me duelen las piernas cuando recuerdo la ruta que hice con los chicos del "furgon de cola"... Por cierto...¿Qué haces tú un lunes a la una menos cuarto de la noche para volverte tan filósofo? je je