Personalmente me parecio muy comodo el formato del chip, lo unico que yo tambien creia que se iban a tomar los tiempos de subida al angliru. De la prueba, lo unico que no me gusto fue el avituallamiento de Trubia !en medio de la carretera!. Ademas creo que metiendo prisa a los ciclistas para salir de alli. Eso a mi no me parece correcto. Saludos
El tiempo de subida no nos lo contrataron, me comentaron que la controlarian de forma manual, pero como nosotros estamos arriba no se si lo hicieron. Esperamos estarel año que viene alli y controlar la subida ya que hemos notado q es la información que más os interesa. Un saludo,
Una vez dentro de www.turesultado.es pichas en la clasica del angliru, te lleva directamente a los resultados. Una vez ahi para ver los resultados OFICIALES tienes que elegir en el DESDE: Disparo y HASTA: Meta. Para ver los tiempos NETOS tienes que elegir DESDE: Salida y HASTA: Meta. Pulsas Buscar y aparece. También puedes buscar tu dorsal directamente, una vez que aparezca si pinchas en el numero de dorsal te da todos tus tiempos. Un saludo,
No, de amarillo-blanco, con gafas como casi todo el mundo, iva con sus compañeros de peña todo el día.
Vale entonces no es quien yo pensaba, lo de las gafas jajaja lo decia pues eran graduadas normales de ver, no de cicliston como las de la mayoria. ¿ Sabeis si se podran conseguir alguna foto de las que nos hicieron? Incluso nos grabaron algo en video y me gustaria tener un recuerdo, que esto no se hace todos los dias. Saludos amigo.
Un saludo amigos, mi crónica-ladrillo. Cuando el viernes por la tarde llegué a Riosa, en pleno Concejo de Morcín, a escasos kilómetros de Oviedo, ya no había marcha atrás. Aunque llevaba meses con la idea de participar en la II Clásica el Angliru, lo cierto es que, en mi fuero interno, estaba dispuesto a aceptar cualquier excusa para no hacer acto de presencia en Riosa la mañana del 5 de junio. Sin embargo, no hubo ocasión de esquivar la Marcha y finalmente allí me presenté, con la preocupación que sienten esos estudiantes que no están seguros de haber estudiado lo suficiente antes de un examen. A las 9 horas 10 minutos del sábado 5 de junio sonaba el chupinazo que daba inicio a la Marcha y allí salimos los participantes, a ojo, unos 500. La mañana era la típica de Asturias, cielo gris, algo de orbayu en algún momento y temperatura muy agradable. Bajamos 5 kilómetros desde Riosa a la Nacional 630 para tomar rumbo a Mieres. Desde el primer momento adopto una estrategia muy conservadora. Mi objetivo es terminar la marcha sin poner pie a tierra en el Angliru. Y no las tengo todas conmigo. Desde que el coloso riosano obtuviera su merecida fama, allá por 1999, había visto sufrir en sus rampas a muchos de los mejores ciclistas del mundo y numerosos ciclodeportistas había sucumbido en el intento de coronar el Angliru sin bajarse de la bicicleta. Además, en el marco de esta Marcha, llegaríamos a las primeras rampas del gigante asturiano tras más de 100 kilómetros que incluían otro puerto verdaderamente duro: el Collado de la Cobertoria. Por todo ello, y porque mis mejores días de ciclista han pasado, traté de ahorrar fuerzas desde la primera pedalada. Así, pronto me veo en la parte trasera del pelotón, donde voy charlando con otro ciclista sobre las bondades de Asturias. Mis colores del Club Ciclista Chamartín de Madrid dan lugar a saludos diversos. El ambiente es muy agradable, la gente va tranquila, al menos la que me rodea. Quizás delante sea otra historia. Ya en la Nacional, circulando en un pelotón largo pero bastante compacto y por un terreno cómodo, alcanzamos sin mucha historia Mieres y Pola de Lena. Poco antes de esta segunda localidad veo delante de mí como un ciclista pone fin a su participación en la Marcha al romper su cambio trasero. Su caída, afortunadamente, no parece revestir ninguna importancia. A la salida de Pola de Lena, veo el cartel “Collada de la Cobertoria 10,5 kms” y empieza el baile. La Cobertoria, una clásico de la Vuelta a España, es un puertazo con todas las de la ley, con 10 kms al 8,5 % de desnivel medio y con kilómetro enteros al 10 y al 11%. En suma, mucho más que un simple aperitivo al Angliru. Desde las primeras rampas, pongo el desarrollo más cómodo del que dispongo, un 34x27, e intento subir con el menor desgaste posible. El maravilloso paisaje me ameniza los primeros kilómetros, perdiendo la vista en la frondosa vegetación que crece en las laderas de estas montañas. Por primera vez, me siento optimista porque subo muy cómodo, aunque quizás demasiado despacio por lo que la subida se me hará bastante larga. Superados los primeros kilómetros de ascensión entramos en una zona con densa niebla. Se acabaron los paisajes, sólo veo a algunos ciclistas borrosos un poco más adelante. A medida que avanza la subida, aprieto un poco, ya que me siento cómodo y quiero terminar de una vez la Cobertoria. Rebaso algunos ciclistas a pocos metros de la cima y me paro para aceptar de un voluntario un periódico que me protegerá el pecho durante el descenso. El voluntario me recomienda prudencia en la bajada y es que, efectivamente, el descenso tiene lugar con una visibilidad muy escasa. La cerrada niebla me obliga a utilizar los frenos con mucha frecuencia. Hace bastante fresco y me encuentro varias curvas ciegas que tomo muy despacio. Pasados unos kilómetros, y tras perder altura, la niebla se disipa y me dejo caer en un espléndido valle. Es un lujo pedalear por aquí. Me esperan unos 60 kilómetros bastante cómodos. En la última parte del descenso engancho una grupeta ideal para hacer ese terreno pero una inoportuna llamada equivocada al móvil me hace perder esa inmejorable compañía. Una vez aclarado el entuerto a esa voz extranjera que se había confundido de número, intento volver a entrar en el grupo, pero me habían cogido 300 metros que ya no podré recuperar. Miró atrás, a ver si viene alguien con quien tratar de contactar, pero no aparece ningún ciclista así que haré en solitario los próximos 40 kilómetros. Remonto el maravilloso Valle del Trubia, dejando a un lado la Senda del Oso y travesando las localidades de Proaza, Villanueva, Muñón y, por fin, Trubia, en cuyo avituallamiento paro para reponer fuerzas. A partir de aquí, ya no rodaré sólo sino que iré charlando con un chico de Bilbao. Todas las conversaciones giran en torno a lo que no espera. A partir de Trubia el terreno esta jalonado de numerosos repechos y el tiempo empeora, empezando a llover. Las horas van cayendo y ya estoy deseando alcanzar Riosa y encarar, de una vez, el celebre Angliru. Unos kilómetros más y al fin, sobre las 13.50, llegó a Riosa. La lluvia desaparece, el cielo clarea y el asfalto está seco. Paso por el cartel que informa del inicio de la Subida, “El Angliru, el Olimpo del Ciclismo”. Desde los primeros metros, pongo un desarrollo cómodo y voy remontando la ladera. El paisaje, espléndido, es una postal idílica con sus montañas, sus prados verdes, sus vacas pastando, sus cabañas… La primera parte del Angliru, sus primeros 5 kilómetros, son asequibles, con pendientes en torno al 8 y 9%. Voy sólo y cada vez que alcanzo a algún ciclista, pocos, intercambio alguna palabra con él. Al llegar al área recreativa de Via Pará entramos en los 6 últimos kilómetros, aquellos que han dado fama mundial a esta subida. Llevo sintiéndome bien toda la mañana pero hasta que no alcance las rampas duras no sabré si seré capaz de subir el Angliru. A partir de Via Pará entramos en un kilómetro donde la pendiente sube al 13 ó 14%. El ritmo se ralentiza. Entramos en una nube en la que no vemos a más de 10 metros de distancia. En el asfalto, una pintada contribuye a crear una atmósfera inquietante en el Angliru, “el Infierno te lleva a la Gloria”, y pienso en que, efectivamente, el esfuerzo es pasajero y la satisfacción de haber derrotado al Angliru perdurará siempre. Voy a rueda de un ciclista asturiano que me terminara por descolgar y, por fin, llegamos al primer tramo del 20%, Les Cabanes. Allí me pongo de pie para vencer la brutal pendiente. Delante encuentro un ciclista sin casco que avanza con grandes dificultades. Le adelanto como puedo porque es fácil que haga un zigzag y me tire al suelo. Rodamos como a cámara lenta. Mi pedaleo ha dejado de ser redondo y tiene dos tiempos. La velocidad cae a 5 kms/h. Penosamente salgo de Les Cabanes con menos moral que con la que entré: ya tengo una idea de lo que me espera en el terrorífico tramo de la Cueña les Cabres. A continuación llega un tramo de varios kilómetros de calma chica. La pendiente se sitúa en torno al 11 ó 12%, con puntas del 15. La niebla y la humedad lo envuelven todo, dibujando un escenario fantasmagórico. Oigo el ruido de cencerros pero apenas logro ver a las vacas pastando cerca del asfalto. La carretera se estrecha y empiezo ha cruzarme entre la bruma con ciclistas que bajan el Angliru. Estos kilómetros pasan demasiado lentos, estoy deseando llegar a la Cueña, el ser o no ser. A 4 kilómetros del final entro en nuevo tramo del 20%, Les Picones, y me vuelvo a retorcer sobre la bici. Intento subir sentado en la medida de lo posible, con una cadencia de pedaleo ínfima, para evitar patinazos de la rueda trasera ocasionados por la elevada pendiente, el asfalto húmedo y restos de barro. Paso Les Picones mejor que superé el Les Cabanes. Se acerca la Cueña, los 450 metros más terroríficos del ciclismo profesional. Llego a Cobayos, donde la pendiente se dispara al 21%. Ya casi ni siento, ni padezco, ni pienso. El cansancio hace mella. Sólo pedaleo, como un autómata, como un robot. Llevo el piloto automático puesto. Y al final, a unos 2.500 metros del final de la Marcha, llegó a la Cueña. Es sencillamente imposible de describir. Hay que verla y hay que vivirla. Había imaginado muchas veces qué sentiría al verla aparecer ante mí pero hoy, con una cerrada niebla, sólo veo unos pocos metros de carretera. Primero, diviso el cartel y después unos pocos metros del tremendo muro. Dejo de ir en línea recta y me veo obligado a ir en zig-zag. Delante de mí veo a un ciclista que me precede unos pocos metros, con un traje azul celeste. Le veo retorcerse. Subimos casi igual. Veo que me hacen alguna foto y el tiempo parece detenerse. El avance es penoso y hasta los caracoles podrían subirse por las ruedas. Sólo pienso en pedalear. Otro ciclista que contempla la escena desde la cuneta me anima y me aconseja que guarde fuerzas para dos rampones que aún quedan, “regula, regula”. Pero que difícil es guardar fuerzas cuando la pendiente te lo exige todo. A pesar de ello, no me siento derrotado, mantengo el pedaleo y veo que avanzo. Cada metro que paso mi moral se va reforzando. Hay momentos en los que me cuesta mantenerme en equilibrio, la velocidad anda por los 4 kms/hora y en algún momento la rueda delantera busca girar y rodar pendiente abajo. Levanto la vista y miro al ciclista que llevo delante. Parece que se encuentra ya en un terreno un poco más humano. Efectivamente, la Cueña cede un tanto, su desnivel del 23% cae a un 17 ó 18% e, increíblemente, el cuerpo siente el alivio. Ahora tengo la seguridad de que voy a coronar el Angliru. Me duele todo, hasta la espalda, como si me hubieran dado una paliza, pero la felicidad empieza a embargarme. Contengo la euforia a la espera de esos dos rampones anunciados. Pronto llega el primero, el Aviru. De nuevo vuelve el 21%. De nuevo, el esfuerzo máximo. Salimos de la niebla y todo empieza a verse más claramente. El cielo azul y los rayos del sol hacen acto de presencia. Sin embargo, la acumulación de esfuerzos nubla mi mente. Veo una curva y creo adivinar el final, pero no, llegó a ella y la subida sigue y sigue. Falta el tramo de Les Pedrusines. Los quitamiedos te permiten adivinar por donde traza la carretera y ves que sube y sube de forma abrupta. Una pareja que han hecho la marcha en tandem me anima en una curva. Estas rampas finales son terribles, a ellas llegas vacío, pero nada ya va a hacerme poner pie a tierra. Un esfuerzo final, curva a la derecha y la pendiente finaliza. Sobre las 15.30 de la tarde, al fin, corono el Angliru. Dejo correr la bicicleta los últimos 500 metros, en ligero descenso. Objetivo cumplido. El sol brilla y los rostros mezclan esfuerzo y satisfacción. Efectivamente, la pintada tenía razón: el Infierno nos había llevado a la gloria.
Muy bueno Robertmillar, parecida a la de los demas mortales, yo solo añadiría que pensaba que iriamos neutralizados, aun asi, casi mejor, el grupo más pequeño,, guarde más fuerzas y tube buena compañia. El fotografo de la marcha, el que iva con chaleco naranja y la furgo, me dijo que en una semana o dos estarían en la página del angliru, pero yo vi demasiados fotografos y varias cámaras, si alguien se entera de como conseguirlas que nos informe porfavor, por cierto os han mandado los diplomas por email?llegaran?
Gracias, Pedro. A la Marcha de Colmenar soy fijo, así que allí nos veremos, aunque el año que viene me pillará con un bebé a sumar a la familia. Un abrazo.
Espléndido relato robertmillar, lo he vivido como si lo estuviera subiendo, enhorabuena por haber coronado esos dos colosos.
tenemos videos de la cueña en www strands.com en eventos ,filtra ciclismo,marchas 5 de junio(registrarse)
Se agradece poder ver como se sube este coloso! Gracias chirili , mola mucho este detalle!! Ta finu el primero cagonros!
Gracias, estan muy guapos, una pena que yo no me encuentro, lo he revisado y creo que faltamos algunos, un pequeño desliz de tiempo, una pena.
Nada, no ponen ninguna foto, no han mandado los diplomas, no han actualizado el libro de oro, total na de na. Esperemos que aunque tarde, hagan todo lo que se supone que tienen que hacer, que eso va en su beneficio para las proximas ediciones. Un saludo.