Hoy en la parte final de mi salida al principio de una rampa de unos 70 mts. de largo con pendiente del 16% que había estado esperando con interés para ver como la pasaba hoy, me sale un perro grande con ese ánimo que te hace creer que has cometido un crimen totalmente execrable que merece el castigo enorme de todos los dioses (sí, aún más). De auténtico milagro consigo quitarme las calas y ponerme la bici a modo de escudo (bici y escudo son sinónimos frecuentemente) y el angelito se queda enfrente mío ya yendo hacia mí, ya volverse e ir otra vez. Como mi postura sumisa con los ojos para abajo y evitando absolutamente cualquier tipo de agresividad, diciéndole claramente tú eres el jefe, como esta postura no servía esta vez de nada, grité: Oiga, para ver si el dueño estaba por allí (era las afueras de un pueblo), el otro angelito aparece y dice: no problem, creyendo que yo era guiri, y sin hacer ningún ademán de llamar a su nazgul, empieza a decir, es que le tengo suelto, es un cachorro, es muy cariñoso, y mientras el encargado del demonio yendo hacia mí y el dueño dejándole... Tuve que subirme toda la rampa a pié porque después de muchas caídas, está claro que en subida no consigo enganchar las calas, y con el estómago totalmente suelto, vaya, cagándome y no esta vez de miedo, sino en los antepasados del humano y del canino hasta llegar casi a la célula. ¿Estos dueños de perros están locos, son unos hijos de su madre, o simplemente asesinos? Y como no tengo ganas de hablar ni que se hable del tema, cierro el hilo, ala.
