Después de barajar varios destinos para pasar 15 días dando pedales, el país elegido fue Escocía. Nos parecía un destino lo suficientemente interesante como para ”explorar” desde nuestras monturas mecánicas. Nuestra intención era llegar lo más al norte posible, saliendo de Glasgow. Hay una gran red de carril bici por todo el país, y nosotros combinamos varias rutas. Las rutas están bien señalizadas y apenas nos perdimos. Los 3 justicieros: Jorge, Willy y un servidor nos dimos cita en Bilbao donde partimos hacia las islas británicas. Después de pasar una noche en el aeropuerto de Londres (Stansted), aterrizamos en Glasgow con las alforjas llenas de ilusión, y con ganas de pasar unas vacaciones inolvidables. Las bicis las transportamos empaquetadas en cajas y una vez en Glasgow toco montarlas y empezar a dar pedales. Easy Jet nos cobro 20libras por cada bici y trayecto de suplemento. El plan era sencillo: pedalear, y disfrutar de los paisajes, y de la gente escocesa. Los paisajes eran brutales, extensas llanuras de verde, salpicadas por colinas no muy altas, donde se esconden cientos de lagos. Es un país muy recomendable para viajar en bicicleta, ya que los desniveles no son muy exagerados, y el alojamiento es muy abundante. Nosotros combinamos albergues (youth hostal), bed&breakfast y vivacs. Hay una extensa red de albergues y realmente estuvimos en varios muy recomendables, como podrían ser los de Tongue y John O Groasts. El tiempo se comporto fenomenalmente con nosotros, ya que apenas llovió, y la mayoría de días nos hizo un solecito muy lindo. Y eso que íbamos con la idea de pasar muchas horas bajo la lluvia. Al principio del viaje, nos resultaba un poco raro el circular por la izquierda, al contrario de lo que se hace en España. Daba la sensación como si fuesemos en contra dirección. Las carreteras y pistas que utilizamos estaban casi desiertas de coches, y había veces que pasaban muchos kms sin cruzarnos con uno. . El respeto que tienen con los ciclistas es de agradecer, ya que en más de una ocasión al venir una coche de frente y vernos, se paraba completamente para que nosotros pudiésemos pasar a nuestro ritmito. El “thank you” nuestro, era correspondido con una sonrisa por su parte. La gente del país es muy campechana y a la mínima se preocupa por que te sientas bien en su país. Eso si no se os ocurra hablar muy bien de Inglaterra, ya que la tirantez que existe entre los 2 países es bastante importante. El primer día llegamos a un pueblo sobre las 8 de la tarde. Allí a esas horas la gente ya esta en casita y por la calle no se ve un alma. Lo único que había abierto era un pub y el albergue. El dueño del pub. nos comento que no tenía nada para hacernos de cenar, pero que eso tenía solución…. Cogió a mi colega y se lo llevo a su casa donde le abrió la nevera y le dijo que cogiese todo lo que quisiera…Mi colega cogió unas hamburguesas donde más tarde en el albergue las cocinamos, y las devoramos en un segundo. Un detallazo por parte de este señor, y encima solo nos cobro las cervezas que habíamos bebido en su pub. La comida no es el fuerte del país, o por lo menos nosotros no se lo encontramos….A los que les guste deleitarse con un buen whiski, allí se sentirán muy a gusto. Es una tierra famosa por la calidad de sus whiskies. Hay numerosas destilerías y el ambiente en los pubs es muy distraído. Nosotros nos decantamos más por la cerveza, y bebimos unas cuantas después de dar pedales. Hay que decir que coincidimos con el mundial de fútbol y vimos un par de partidos en los pubs, y lo pasamos muy entretenidos. En John O’Groasts cruzamos a las Orkney Islands en un ferry donde vimos el Ring of Brodgar. Son unos menhires de hasta 5 metros de alturas que según dicen atraen las fuerzas naturales. Desde Wick cogimos un bus que nos dejo en Edimburgo. Tuvimos que desmontar las bicis y meterlas en unas cajas, una cosa ya habitual en este viaje ya que lo hicimos en varias ocasiones. Edimburgo es una ciudad llena de vida, y preciosa. Conserva los viejos edificios perfectamente cuidados y le da un toque muy señorial a la ciudad. Allí visitamos el Castillo, y paseamos por la ciudad a bordo de nuestras bicis. Estuvimos buscando alojamiento, y al final dormimos en un parque, más bien que nada, y eso que la cosa no prometía ya que estaba la noche un poco lluviosa. Tras mucho buscar, encontramos un porche donde nos cobijamos hasta el día siguiente. Antes de volver a España hicimos parada en Londres un par de días, donde nos dio tiempo de hacernos una idea de lo bulliciosa y cosmopolita que es esta ciudad. Después de recorrer unos 1200 kms por Escocía, uno regresa a casa con la sensación de haber vivido un sueño. Un sueño lleno de contrastes, donde los azules de los lagos, se mezclan con los verdes de los valles. Es un verdadero placer visual, el divisar esos paisajes tan lindos donde uno se quedaría horas y horas contemplándolos.
No me puedo resistir... cada vez que veo un post de Escocia me vienen los recuerdos de mi viaje en el 98