Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. labeaga

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    La Vuelta a España: el Chava Jiménez contra Olano


    La afición española no le perdonó a Olano que no fuera Induráin igual que durante años no le había perdonado a Induráin que no fuera Perico Delgado. Los jerseys amarillos y rosas templaron los ánimos, pero en el corazón furioso de todo buen aficionado patrio anidaba la necesidad del ataque sin sentido, el demarraje a pie de puerto, la pájara inexplicable, la incertidumbre diaria.


    Hay veces que España me parece un país de ludópatas.

    Lo más parecido a Perico que tuvimos tras la retirada del segoviano fue José María Jiménez, al que algunos llamaban “Chaba” y otros “Chava” sin que se pueda determinar exactamente las razones para una u otra denominación. Dejemos ese trabajo para César Vidal.

    Chava era un tipo alto y desgarbado, con planta de rodador, pero que se desenvolvía como nadie en las subidas. Era el ídolo de la gente: gracioso, de vida disipada y dispuesto a atacar incluso a sus compañeros de equipo. Nadie dudaba de su clase pero sí de su constancia. A cualquiera que le preguntes te dirá que quizá le gustara el ciclismo pero desde luego no le volvía loco ser ciclista. No más que como medio para conseguir otros fines.

    Su mentalidad aventurera le jugó muchas malas pasadas pero no evitó un palmarés más que interesante, con varias victorias en distintos puertos de la Vuelta a España e incluso un octavo puesto en la general del Tour de 1997, precisamente el que iba a coronar a Olano y acabó siendo una dictadura sin resquicios de Jan Ullrich.

    Olano y Jiménez compartían equipo pero no podían ser más distintos. Olano era metódico, calculador y un contrarrelojista excelso. Cuando llegaban las montañas del Tour, y Virenque o Pantani la montaban, él regulaba, perdía sus segundos, incluso su minuto y conseguía acabar entre los diez primeros de la general a base de no aparecer nunca en la televisión.

    Por sus condiciones y su salario, Abraham Olano fue designado jefe de filas de Banesto en la Vuelta a España de 1998. Jiménez sería su escudero, el bala perdida que ganaría etapas de montaña, quizás el jersey a puntitos rojos… y se hundiría después en la clasificación general, acomodado en algún abanico o tomándose tranquilamente su tiempo en la contrarreloj. Sí, Jiménez venía de ser octavo en el Tour del año anterior, pero Olano era la perseverancia en persona, y las Vueltas son el paraíso de los constantes: Zülle, Menchov, Casero, González, Nibali

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    Pasaron las etapas y todo fue según lo planeado: Jiménez consiguió el liderato después de ganar en Xorret de Catí y lo perdió tres etapas después en la primera contrarreloj, que ganó Olano. La Vuelta llegó a los Pirineos y el Chava se exhibió: ganó en Pal, ganó en Cerler y solo el veteranísimo Gianni Bugno le arrebató el triplete con su victoria en Jaca.

    Olano seguía líder, pero Jiménez no acababa de venirse abajo. Al revés, daba más guerra que nadie y le decía a quien quisiera oírle que él podía ganar esa Vuelta, claro que sí. Eran los tiempos de las guerras radiofónicas: José María García adoptó a Olano y a su mujer mientras José Ramón de la Morena loaba la chabacanería de Jiménez y su genio indomable. Aquello no podía acabar bien.

    En la decimosexta etapa, con final en las Lagunas de Neila, el Chava volvía a ganar, su cuarta etapa de la ronda, y se quedaba a segundos del líder con una contrarreloj y un par de etapas de montaña por disputar. La cabeza pedía Olano pero el corazón nos obligaba a apoyar a Jiménez. Así llegaron al antepenúltimo día, con final en Navacerrada. Era un día horrible de lluvia, niebla y frío en pleno septiembre madrileño. La carretera se llenó de pintadas de apoyo al abulense y Olano se dio cuenta en seguida de que, en el fondo, no era líder de nada, ni siquiera de su equipo.

    Fue una Vuelta de un altísimo nivel: Zülle, Jalabert, Heras, Escartín, González de Galdeano… En las rampas de Navacerrada, las que consagraron a Perico casi quince años antes, Jiménez pegó el hachazo. Le siguieron algunos de sus rivales pero no Olano. Todos los que estábamos ahí nos volvimos locos. Sabíamos que era el sueño de un día pero nos valía igual. Olano cedió metros y activó la calculadora. No se dejó más que el tiempo suficiente para perder el liderato, mirar a otro lado, callarse la rabia y felicitar a Jiménez.

    Sabía que en la última crono le iba a pasar por encima.

    Y así fue. Olano no necesitó ganar la contrarreloj para llevarse la Vuelta con un minuto y medio de margen. Jiménez ni siquiera fue segundo, aunque sí subió al podio final en tercer lugar, justo detrás de Fernando Escartín y unos segundos delante del estadounidense Lance Armstrong, que volvía a la gran competición después de dos años de quimioterapia y sufrimiento.

    La Vuelta de Jiménez la ganó Olano igual que en su momento ganó el Mundial de Induráin en Colombia. Da igual. Jiménez se llevó la gloria, una gloria que le quedó muy grande el resto de su carrera: coqueteó con el liderato en el Giro del año siguiente y se llevó entre la niebla la primera llegada al Angliru mientras Pavel Tonkov le miraba atónito. 2001 fue su último año competitivo, e hizo lo que se esperaba de él: ganar tres etapas de montaña y hundirse en la general sin remordimiento alguno.

    Dos años más tarde aparecería muerto, como pasaría meses después con su admirado Marco Pantani. Correr al límite no supone vivir al límite, no hay relación necesaria entre ambas cosas y no hay más que ver a Delgado, anunciando Moviline y luego instalándose en la televisión pública. Jiménez murió con solo 32 años, de un paro cardíaco. Aquel podium del 98 fue el único que consiguió en una gran vuelta por etapas. No hay nada de romántico en alguien que abusa del alcohol y las drogas hasta que le matan, pero sí lo hay en el hombre que sabe que podría ganar y decide perder siempre, solo por incordiar.
     
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  2. labeaga

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    Cipollini, el hombre con más victorias en el Giro



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    Cipollini, con el arcoíris



    Histriónico, desmedido, polemista, ineludible, atrayente, odiado, venerado, el catálogo de adjetivos se queda corto ante la personalidad apabullante de Mario Cipollini (Lucca, 1967).

    El italiano, para el que las crónicas deportivas reservaron apelativos como “Il Bello”, o “El Rey León”, además de contar con un talento innato para las llegadas masivas, disfrutaba, simultáneamente, de una vis atractiva, para los enredos y problemas (pregunten al bueno de Francisco Javier Cerezo sobre el mal genio y violento pronto de Mario).

    Sea como fuere, y tratando de obviar su faceta conductual (algo complejo a la luz de la multitud de anécdotas extradeportivas que rodean al personaje), Cipollini es uno de los corredores con un palmarés más abultado gracias a esa facilidad victoriosa que demostraba en los sprints finales.

    De hecho, el italiano casi pudo alzar sus brazos en doscientas ocasiones durante la competición (de las que 57 fueron en las tres grandes por etapas), además de cosechar, en tres ocasiones, la maglia por puntos del Giro de Italia (en las ediciones de 1992, 1997 y 2002) y ser campeón nacional en ruta en 1996.

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    Campeón de Italia

    Con todo, las victorias más representativas de Cipollini llegaron en 2002. En aquel año, el velocista obtuvo el Campeonato del Mundo disputado en Zolder en 2002, en un circuito que llevaba su nombre y en el que un curioso (y variopinto) incidente apartó a Freire de la pelea por el maillot arcoíris. Y, además, venció en la Milán-San Remo, la clásica que es coto privado de los hombres más rápidos del pelotón. Ese mismo año, además, Mario se impuso en la Gante-Wevelgem, una prueba en la que había obtenido ya el triunfo en 1992 y 1993.

    Dentro de este abultado palmarés, quizá el más loado triunfo es el que le permitió superar al mítico Alfredo Binda, como hombre con más victorias de etapa en el Giro de Italia (obviamente, el velocista no podría igualar el otro récord de Binda, el que le une a Coppi y Merckx como ciclista con más triunfos en la general, con cinco). Un total de cuarenta y dos ocasiones fueron las que Mario subió al pódium a recibir el trofeo, el ramo de flores, el aplauso del público y el beso de las azafatas (ésas con las que, de nuevo, Cipollini podría escribir una historia casi igual de dilatada que la vivida encima de su bicicleta).

    Corría el día 18 de mayo de 2003 y el italiano se hallaba, todavía, a un triunfo de igualar el récord de Binda. Pero esa tarde, el hombre, en aquel entonces, enrolado en el equipo Domina Vacanze pudo festejar su velocidad en la línea de meta de Arezzo.

    El objetivo parecía más cercano, si bien el Giro había empezado muy cruzado para Cipollini, ya que había visto como hombres como Petacchi (en tres ocasiones), Baldato y McEwen (en una cada uno de ellos) le habían impedido sacudirse el temor y el miedo de no poder superar la marca establecida por Binda.

    El día siguiente, 19 de mayo, se disputaba la décima etapa de la corsa rosa y los hombres del Domina Vacanze entendían que, tras los 160 kilómetros previstos entre Arezzo y Montecatini, su líder podía contar con una nueva oportunidad para escribir su nombre en la historia como el más recurrente vencedor de etapa en el Giro. Y Mario no les decepcionó.

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    Con el ilegal mono

    La etapa transcurrió con normalidad y con completa tranquilidad para el líder Stefano Garzelli. El equipo de Cipollini controló durante toda la jornada para evitar que las escapadas pudieran tomar distancia frente al pelotón general y, en la meta de Montecatini, la explosividad y velocidad de Mario se alzó insuperable para sus rivales (especialmente para el australiano McEwen que se veía, al igual que el día anterior, vencido por el genio de Lucca).

    La estampa de Cipollini, maillot de campeón del mundo, coulotte blanco y casco con el emblema del arcoíris que le definía como el mejor ciclista del orbe, se elevó imperial en la línea de meta de Montecatini, esculpiendo una imagen que parece que perdurará durante muchos años (en la actualidad, ningún ciclista en activo alcanza veinte victorias de etapa).

    Unido siempre a la polémica, el velocista italiano no desaprovechó los luces y los micrófonos postrados a su alrededor para clamar por la, a su juicio, ausencia de su equipo en el Tour de Francia de ese año. Sin embargo, y cumplida su finalidad de superar a Binda, Mario abandonó apenas tres jornadas después de su gran hito.

    Y es que, a un genio como él, solicitarle continuidad en la prestación y sacrificio era algo que, evidentemente, parecía poco probable. Ese mismo año, Mario dio buena muestra de su excentricidad al acudir a la Vuelta a España, para asegurar la presencia de su equipo, y bajarse de la bicicleta en la segunda etapa, después de la crono inaugural en Gijón.

    Mario, en toda su extensión, era una ciclista incontrolable y, quizá por ello, inolvidable.
     
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  3. jotabr

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    Genio y figura Cipollini
     
  4. labeaga

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    La última clásica del ciclismo clásico
    El 21 de marzo de 1992 se corre la Milán-San Remo, la Classicissima, el primer monumento del año. Si en 1986 Kelly empezaba a ser una rara avis, alguien anclado en el pasado, seis años después es, directamente, un cromo de años perdidos

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    Sean Kelly.


    El 21 de marzo de 1992 es, para Sean Kelly, un día cualquiera de los años ochenta. Otro más, uno de los últimos, quizá, para este gran campeón. Un hombre del pasado que se empeñó en traerse al presente.

    Aquel día se corre la Milán-San Remo, la Classicissima, la Carrera de Primavera, el primer monumento del año. El más deseado por los ciclistas transalpinos, el que justifica toda una vida dedicada al noble oficio de dar pedales. El que dibujó en el ADN de La Bota algunos de sus sucesos fundamentales, como la refundación simbólica del mismo país tras la Segunda Guerra Mundial, cuando Fausto Coppi atravesó aquel Túnel del Turchino que tuvo, en 1946, nada menos que seis años de longitud, palabras de Pierre Chany. Aquella mañana Italia despierta de su pesadilla, y poco después Toscanini agita, histriónico, la batuta en la Scala para ponerle fanfarrias al renacimiento. Nada menos que eso es la Classicissima. Nada menos que eso. El mismo latir de toda una nación.

    Sean Kelly tiene en aquel 1992 que es para él un día más de los 80, nada menos que 35 años. Un campeón maduro, casi anciano para la época. Alguien que representa el pasado, cuyos mejores recuerdos amarillean en las páginas de periódicos antiguos. Sean Kelly era, fue, lo más parecido a Eddy Merckx que habitó los pelotones de ciertas carreras durante la década anterior. Un corredor que era prácticamente invencible, tan poderoso al sprint como sólido sobre los adoquines o en las cuestas. Un supercampeón completo que solo fallaba, quizás, ante las cámaras.

    Porque Kelly no era Stephen Roche, el otro trébol que se empeñó en poner a Irlanda en el mapa del ciclismo durante unas temporadas mágicas para ambos. No, Kelly era diferente, sus orígenes eran distintos. Roche fue un pilluelo del Dublín arrabalero, alguien de sonrisa fácil y pícara, con respuesta tan inteligente como fulminante. Ojos azules y pelo negro, capaz de seducirte con su aire distraído mientras te atracaba sin que te dieras cuenta y te levantaba la carrera. O el contrato, vaya, que eso será otra historia. Pero Kelly no, Kelly era exactamente lo contrario. Kelly era un granjero del interior rural, un vaquero de Carrick-on-Suir, alguien acostumbrado al silencio, a la lealtad. Tímido y siempre educado, sí, pero también distante, a veces casi huraño. Un toque celta, atlántico en su personalidad, en su tez pálida, en las pecas que salpimientan su rostro hasta convertirlo en icono de irlandés de antaño. Porque Kelly es como la fina lluvia de su tierra: constante, discreto, implacable. Dibujando el paisaje, moldeando un palmarés alucinante. Ambición monstruosa bajo fachada de roca sin pulir. Ese es Kelly. Y la tradición, claro.

    La primera vez que Kelly triunfó en la Milán-San Remo su figura comenzaba a parecer de otro tiempo. Aquel día, en 1986, Sean se impuso al sprint nada menos que a Greg Lemond y Mario Beccia. El americano parecía un modelo aeroespacial. Viste los colores de La Vie Claire, aquel invento de Bernard Tapie que mostró un revolucionario maillot inspirado en la obra de Piet Mondrian. Su rostro, velado por gafas enormes que cubren casi por completo la cara. Y pedales con calas automáticas, un invento proveniente del mundo del esquí que pusieron de moda los yanquis y acabará extendiéndose por todo el pelotón en apenas un par de años. Pero ese, Lemond, era el segundo.

    Porque el primero fue Kelly, y Kelly era otra cosa. Kelly no lleva casco, ni gafas, y todos pueden ver su rostro de dos colores, con una clara línea de suciedad, de barro, también de bronceado, en mitad de su frente. Y el maillot de Kelly no tiene aires vanguardistas, sino que lleva en su pecho nada menos que la palabras KAS, está emborronado en míticos colores amarillo y azul, los mismos que hicieron sufrir a Merckx en los setenta, que estremecieron las Vueltas en los sesenta. Y, sobre todo, Kelly no lleva calapiés, no usa pedales automáticos, no tiene zapatillas de última generación. No, a Kelly sus escarpines, siempre de riguroso negro, se le sujetan con correas. Como De Vlaeminck, sí, pero también como Anquetil. O como Coppi. Rostro de vidriera medieval. Correajes, terminar la etapa, mantener el equilibrio con dificultades mientras se aflojan con una mano. Si no se es rápido, besar el suelo. En 1986 empezaba a ser una rara avis, alguien anclado en el pasado, siempre nostálgico, de este deporte.

    En 1992 es, directamente, un cromo de años perdidos. El único de todo el pelotón que se sigue negando a llevar pedales automáticos. Dicen que se ha vuelto más huraño, que entrena siempre solo, que no quiere hablar mucho de este nuevo ciclismo que está naciendo y mutando (en tantos sentidos) al empezar los años noventa. Cuando el KAS cerró el grifo del patrocinio se fue a PDM, y allí nunca encajó del todo. Equipo con aires modernos, con intención de ser adelantados a su tiempo. Demasiados líderes, demasiado cientificismo. Y “lo” del Tour de 1991, cuando todo el conjunto se va a casa en Quimper, alegando una intoxicación alimenticia que, aun en la inocencia de sus días, nadie acabó de creerse. No, aquel no era el ciclismo de Kelly. Él siempre fue de fuerza, de cuanto peor mejor, de carreras con lluvia, barro y resistencia a cientos de kilómetros. Demasiados médicos, demasiados avances técnicos y también de los otros.

    Así que el 21 de marzo de 1992 Sean Kelly devora millas por la llanura lombarda hasta desembocar en la costa ligur. Con sus pintas de ciclista en blanco y negro. Con sus correas en los pies. Es el único. Será historia también así.

    En aquel entonces la Milán-San Remo se ganaba, de forma casi exclusiva, en el Poggio. Bien atacando y marchándote en solitario, bien conformando un pequeño grupo para resolver en el sprint. Contaba Laurent Fignon que había un sitio exacto en la pequeña cota cercana a San Remo, una rampita a la que se accedía después de pasar una tapa de alcantarilla. Puede sonar a broma en los tiempos del gps y los reconocimientos milimétricos, pero no hace tanto un monumento se decidía allí…justo después de pasar ese círculo metálico y su eco de cien ruedas pisándolo. El punto perfecto para atacar, abrir hueco y lanzarse al descenso que precede a la Via Roma. Todo sencillísimo sobre el papel.

    En la práctica parece que el guión se cumple, porque justo en ese instante mágico salta del pelotón el máximo favorito. Nada menos que Moreno Argentin. Él sí que lleva pedales automáticos. Él, uno de los mejores clasicómanos italianos, corre en la Ariostea, el equipo de Giancarlo Ferretti. El equipo, también, de un joven médico llamado Michele Ferrari. El ciclismo que entra en la modernidad, con todo lo que ello significa.

    Pero Argentin salta, una serie de latigazos de violencia creciente que lo dejan solo en cabeza. Diez segundos en la cima del Poggio. Suficiente, sin duda, porque solo resta un descenso de tres kilómetros y otro puñado de metros para la meta. Argentin tiene la Classicissima en la mano. Pero Kelly no piensa lo mismo.

    Porque Kelly ha olido sangre, quizá por última vez en su vida deportiva. Y su añejo instinto de killer se despereza. ¿Qué tiene que hacer para capturar a Argentin? Sólo recuperar 10 segundos en un descenso que se hace en unos 180. Sean piensa, pondera pros y contras, y se decide. Si es la postrera, que sea espectacular. Y se arroja a un descenso suicida, apurando en cada curva, mirando sin miedo a las laderas que conducen al Mediterráneo. Su casco de aspecto anticuado, sus escarpines fijados con correas. Tras cada herradura, un sprint. Tras cada sprint, una frenada furiosa. Eros y Tánatos jugueteando al filo del asfalto. Mordiendo metro a metro la diferencia. Mordiendo pedalada a pedalada el futuro.

    Cuando captura a Argentin todo está decidido. En la Vía Roma Kelly impone su punta de velocidad. Moreno entra unos metros después pero, en realidad, ha llegado unos años más tarde. La estampa de Kelly es casi la misma que a principios de la década anterior. El chaval callado y hosco de Irlanda lo ha hecho una vez más. La definitiva. Será la última Clásica realmente clásica en su estética. Será, fue, un día más de los ochenta para Sean Kelly, el de la sonrisa tímida, el hombre de los tiempos pasados.
     
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  5. labeaga

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    Hoy a la tarde después de comer salimos hacia Reus a tomar parte en La Mussara y aprovecharemos para estar unos días por Cataluña. Con lo cual los próximos días no haré aportaciones.

    Un saludo
     
  6. pepineldelosrolling

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    En mitad del medio, al Norte y cerca del lunes...
    A pasarlo bien, se le echará a usted de menos;)
     
  7. labeaga

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    Primera aparición de Delgado, segundo en Selvino



    El primer capítulo del serial montañoso del Giro acabó poco más o menos en tablas con el triunfo parcial del norteamericano Hampsten, la primera aparición en escena de Pedro Delgado, que fue el segundo, y escasas diferencias entre los favoritos. Si el suizo Maechler perdió toda posibilidad hace casi una semana, ayer le tocó a su compatriota Rominger. Un italiano, Chioccioli, sustituye a Podenzana con el jersei rosa. Y es que Francesco Moser había sido cruel en el titular de su comentario para La Gazzetta dello Sport: "Lo siento, Podenzana, pero ahora empieza el Giro de verdad".


    En parte, así fue, aunque cabe considerar la etapa de ayer como un prólogo, dado que el último puerto carecía de la dureza apropiada como para haber marcado mayores diferencias. Ya unas horas antes, durante el Girino, el Giro para aficionados que se disputa correlativamente, los jóvenes aspirantes a campeones subieron el Selvino a gran velocidad. Era todo un síntoma que la victoria se la llevara un soviético, Konychev, un velocista, que se adjudicó el sprint ante 16 corredores. A partir de ahí, lo que sucedió, no podía considerarse una sorpresa.Y estaba claro que eso iba a ser así, que no iban a registrarse grandes diferencias, cuando un equipo italiano, el Del Tongo, estavo en todo momento en disposición de controlar la etapa Con el objetivo puesto en lograr la camiseta rosa para Chioccioli y poner a Giuponni en buena disposición en la general. Tras algunas alternativas en los tres puertos precedentes, fue el Del Tongo el que estableció el ritmo de la carrera en los primeros kilómetros de ascensión al Selvino. Entre otras razones, porque en un paquete con 35 corredores, el Del Tongo llevaba siete. Su director, Pietro Algeri, lo había manifestado en la víspera: "Giuponni dirigirá la etapa". Y así fue.

    Un puerto poco duro

    Tanto, que era posible observar a Saronni en la cabeza del grupo de privilegiados en la ascensión final, a la búsqueda de Ángel Ocaña, que se escapó para buscar el triunfo. Nadie se movió durante muchos kilómetros porque era evidente que no se podían establecer grandes diferencias -"era un puerto poco duro y que se subía con desarrollos muy suaves", explicó Delgado en la meta. Nadie se movió porque la mayoría estaba convencida de que no se podía ganar ahí el Giro. Nadie se movió porque, para los favoritos, bastaba con saber que Rominger se había quedado muy atrás, al parecer por problemas digestivos. Uno menos en la cuenta atrás.

    Pero, al final, a falta de poco más de tres kilómetros, Hampsten arrancó y se llevó consigo al holandés Breukink, mientras Delgado tomaba la cabeza del grupo perseguidor. Por entonces, Ocaña ya había sido cazado. Hampsten volvió a tirar, Breukink se quedó y Delgado corrió en busca del norteamericano, pero no pudo alcanzarle. Delgado terminó el segundo, con muy poca ventaja sobre los demás favoritos, aunque pudo pescar 15 segundos de bonificaciones como recompensa a su esfuerzo.

    Los italianos celebraron el día por numerosos motivos: dominó un equipo italiano, el Del Tongo; tienen un líder, Chioccioli -de quien se dice que tiene la rara virtud de aguantar en forma sólo durante dos meses-, y, su principal figura, Visentini, aguantó entre los mejores. "Todo ha ido bien para mi equipo. No creo que el francés Bernard esté demasiado fuerte porque, de lo contrario, se hubiera intentado escapar. Si ha estado con nosotros, sólo está tan fuerte como nosotros, pero no más. A quien sí he visto muy mejorado es a Delgado. Va a ser muy peligroso". Y es que los italianos siguen empeñados en desconsiderar a Bernard, quien se defendió así: "No tenía por qué ser:yo quien corriera detrás de Hamspten". La obligación, según él, era de otros.

    Por su parte, Delgado se limitó a rrianifestar que todo había ido según se imaginaba: "Lo único, que me habría gustado coger a Hampsten, pero no pudo ser". Delgado estuvo asistido por Laguía, pero perdió la aportación de Omar Hernández, que: se quedó retrasado, y de William Palacios, que fue trasladado a un hospital por una caída aparatosa, aunque sin graves consecuencias. Los corredores toman posiciones. Sin duda alguna, tenía razón Moser: "Lo siento, Podenzana, pero el Giro de verdad empieza ahora.
     
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  8. labeaga

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    Gimondi y Cochise, estrellas que bajaron del cielo
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    Felice Gimondi y Martín Cochise Rodríguez, en segundo plano

    En ese inolvidable día, Emiliano Cano, “Balín”, y Gonzalo “Parlante” Agudelo quedaron irremediablemente prendados por el ciclismo. Fue como si algo se les hubiera metido en el cuerpo. Sí, era evidente que se habían contagiado de la fiebre del pedal. Y cómo no sentir, en esa mañana del 7 de noviembre de 1974, que los pelos se les ponían de punta, al ver a Felice Gimondi, Domingo Perurena, Martín Cochise Rodríguez, Rafael Antonio Niño, José Manuel Fuente y a Vicente López Carril. El tener cerca a estas estrellas del deporte del pedal, y poder estar ahí, incrustados con ellos en la primera y única edición del Clásico Polímeros Colombianos POC, era una oportunidad de oro.


    Emiliano era el alimentador –hoy se le conoce como auxiliar- y Gonzalo era el monitor de los dos equipos de ciclismo de Antioquia, que tenían la conducción técnica de Mario “Papaya” Vanegas –quinto en la velocidad de los Olímpicos de Tokio-1964- y de Roberto Escobar Gaviria, destacado rutero paisa de los años 60. Ambos mozalbetes no cabían en sus cuerpos de la emoción. Sabían lo afortunados que eran, porque se trataba de estar inmersos en el mundo de las bielas y de los pedales a nivel internacional. Los dos se trasportaban en las motos y carros acompañantes del equipo de Antioquia y andaban pendientes de los ocho corredores que representaban a su departamento, entre ellos Gonzalo “Chalo” Marín, pero no le perdían huella a sus ídolos en ese lote de 84 participantes.

    “Este fue mi primer contacto con el ciclismo internacional y me marcó para siempre con ese gusanillo que recorre por mi cuerpo. Tengo grabada en la memoria la cuarta etapa que subía por Las Mellizas (vía empinada del Barrio Buenos Aires, en el oriente de Medellín), hacia el Alto de Santa Elena. Nunca olvidaré cómo se rezagaba Rafael Antonio Niño –corría con el Jolly Cerámica de Italia- y que, desde el carro, le entregaban un tubular que se terció como veíamos en las fotos que nos llegaban de los ciclistas que corrían en Europa o en nuestras primeras Vueltas a Colombia”. Aunque ya han trascurrido 45 años, ese momento se mantiene vivo, como si se tratara de un gesto heroico en el disco duro de los recuerdos de Emiliano, quien hoy, después de trabajar por 30 años en EE.UU., sigue las carreras en suelo patrio, como acontece con el Tour Colombia 2.1.

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    Emiliano Cano, “Balín”, posando al lado de Felice Gimondi, fue en aquella carrera, uno de los auxiliares de los dos equipos de Antioquia.

    Aquel Clásico POC de 1974, fue un volver al pasado. Era como echar marcha atrás en la máquina del tiempo y recordar el tercer Clásico El Colombiano de 1958, en el que Fausto Coppi y Hugo Koblet fueron derrotados por Ramón Hoyos, manifiesta el técnico campeón Raúl Mesa Orozco. “Lloré de la emoción con aquella victoria”, recuerda el director deportivo, y añade que, 16 años después, esto se convirtió, a su vez, en la puerta hacia el futuro, en un paso de renovación. Luis Felipe Echavarría, ex nadador de la Selección Colombia y gerente de Polímeros Colombianos, quien se había enamorado perdidamente de la bicicleta, fue el encargado de dar el paso trascendental, al poner en marcha el Clásico POC, y brindarle respaldo al profesor Mesa Orozco, para que formara el equipo de la empresa, que tuvo como hipotético líder al Flaco Guillermo León Mejía, pero que, al final de cuentas, mostró a Carlos Julio Siachoque como ganador de la competencia.

    “El público antioqueño volvió a tener cercanía con los grandes del ciclismo por medio del Clásico POC. Gimondi y Cochise coparon la atención de la gente, pero los aficionados vieron el brillo de Domingo Perurena, el león de Astigarraga (KAS de España), ganador de la etapa inicial quien defendió el liderato durante tres jornadas. Él era algo grueso de físico, pero batalló duramente en las breñas antioqueñas. Lo que más recuerdo de la carrera fue la levantada de brazos de Cochise Rodríguez, quien creyó que era el ganador de la segunda fracción, pero antes había cruzado la meta el jovencito José Patrocinio Jiménez, quien a sus 20 años apenas despuntaba con el equipo de Minobras”. Esas son las imágenes guardadas en la lúcida mente de Gonzalo “Parlante” Agudelo, un hacedor de campeones, quien levanta las nuevas camadas paisas con el equipo juvenil de Bike House.

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    Domingo Perurena en una imagen de 1973, poco antes de viajar a Colombia, con el mallot del KAS


    El Clásico POC mostró en su epílogo un estrecho duelo entre los pedalistas colombianos, incluido Martín Cochise Rodríguez. Desde la cuarta etapa, en la que se impuso Guillermo León Mejía desbancando del sitial de honor al ibérico y combativo Perurena, fue otro el panorama. Entonces comenzó el emocionante final de la prueba. “El haber corrido con Felice Gimondi en mi tierra fue para mí una enorme alegría. Yo quería libertad en el equipo Bianchi-Campagnolo, para disputar el Clásico POC, pero todo se centró en Gimondi, quien no pudo responder y tuve que esperarlo varias veces en las subidas al oriente antioqueño, por orden del técnico. Esto me molestó, porque yo había venido a mi casa como corredor profesional y en buena forma. Sin embargo, en la segunda etapa volé en el descenso del Alto de Las Palmas y logré tomar diferencia. Yo creí que iba solitario al comando, pero solo al cruzar la meta, tras levantar los brazos creyéndome ganador, me enteré de que Patrocinio Jiménez había sido el triunfador”. Quien relata esto, con algo de lógica melancolía y bronca contenida, es Cochise Rodríguez, próximo a cumplir 77 años, el 7 de abril. Martín Emilio ocupó la quinta casilla en la clasificación general de esta competencia internacional, a 3.30, y fue uno de los ídolos encargados de abrir el camino en Europa, mostrando el poderío de los escarabajos en aquellos tiempos del ciclismo sin pinganillos ni radio ayudas.

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    Arriba, Cochise Rodríguez, campeón mundial de la persecución y récord de la hora aficionada, posa ante las camisetas de su equipo, el Bianchi. Abajo, en el pasado Congreso Nacional de Ciclismo, Cochise Rodríguez fue uno de los centros de atención de los seguidores del ciclismo

    El remate del recordado Clásico que disfrutaron Cano y Agudelo, como privilegiados testigos, fue el duelo entre el aguerrido Carlos Julio Siachoque y el escalador Guillermo León Mejía, ambos del equipo POC. El escenario de la etapa final, sobre 152 kilómetros, fue entre el municipio de Itagüí, La Pintada —municipio a orillas del río Cauca— con el paso de vuelta por el colosal Alto de Minas y sus 42 kilómetros de escalada, hacia Medellín. El santandereano Siachoque le tomó 48 segundos en aquel tramo a su compañero, el paisa Mejía, quien fue sexto, y escolta del campeón, a 56 segundos en la general,- se consignó en el libro Memorias deportivas del historiador Tobías Carvajal Crespo-, en tanto que Gimondi (13 en la clasificación), Perurena (18) y el belga Antoon Houbrechts (35), se convertían en los únicos “sobrevivientes” extranjeros que cruzaron la meta, algo alejados del vencedor, quien quedó inscrito en la historia como único ganador del Clásico POC. Este 1-2 de Siachoque y Mejía se convirtió en una ventana abierta del ciclismo de Colombia frente a la curiosa mirada del planeta del pedal, algo que nunca borrarán de sus inquietas retinas “Balín” Cano y “Parlante” Agudelo.
     
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  9. labeaga

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    Marco Pantani – Una vida al ataque

    Este viernes 14 de febrero se cumple el 10º aniversario de la muerte de uno de los mejores escaladores de la historia, “Il Pirata”, Marco Pantani. Nacido en Cesena en 1970, Pantani destacó ya desde amateur, consiguiendo 3 podios consecutivos (incluída una victoria) en la general del Girobio, aunque no fue hasta 1994, ya en profesionales, cuando alcanzó la fama mundial merced a su espectacular irrupción en el Giro de Italia, convirtiéndose en un ídolo para millones de aficionados gracias a su actitud inconformista y ataques lejanos que recordaban un ciclismo “a la antigua usanza”.

    Sin embargo, tras sobreponerse a gravísimos accidentes y tocar la gloria en 1998, con un doblete Giro-Tour que nadie ha vuelto a conseguir desde entonces, su expulsión en el Giro de 1999 por superar el máximo permitido de hematocrito fue el inicio de su caída en desgracia, que a pesar de algunos destellos de calidad le llevó a una profunda depresión y acabó finalmente con su muerte en febrero de 2004, cuando fue encontrado sin vida en un hotel de Rimini, oficialmente por una sobredosis de cocaína.

    Asi pues, con motivo de su aniversario iniciamos una serie de entradas que abarcan los 10 años de esplendor y caída de este corredor, tan fuerte y valeroso en la carretera como débil fuera de ella, y que a a día de hoy sigue ocupando un lugar muy destacado en el corazón de los aficionados a este deporte.

    1994 – Nace el mito
    La mañana del 4 de Junio de 1994 era especial, ya que tras algunos escarceos, como la llegada en Campitello Matese, por fin empezaba montaña seria del Giro de Italia. El gran favorito y ganador de las dos ediciones anteriores, Miguel Indurain, debía resarcirse del palo al que le había sometido el nuevo ogro del ciclismo, el joven ruso Eugevny Berzin, que llegaba como líder gracias a su victoria en la mencionada etapa de Campitello Matesse y tras haber “aniquilado” a sus rivales en la contrarreloj de Follonica, en un mal día del navarro -> clasificación.

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    Berzin vs. Indurain en la CRI de Follonica.

    Era una jornada terrorífica, con salida desde Lienz (Austria) y llegada en la localidad de Merano tras casi 240 km, incluyendo los puertos de Stalle, Furcia y Erbe en su primera mitad y ya más cerca del final el Monte Giovo, con 15 km al 7,5% de media, como juez de la etapa, aunque desde la cima hasta meta restaban 42 km, la mitad de ellos de fuerte descenso antes del falso llano previo a Merano.

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    La larga etapa entre Lienz y Merano (15ª).

    Se esperaban movimientos de los grandes, pero a la hora de la verdad el miedo a desfallecer y la gran etapa del día siguiente, aún más dura, atenazaban a los favoritos. Sólo “il diavolo”, el siempre valiente Claudio Chiapucci, lo intentaba. Era sin embargo poco antes de coronar el Giovo cuando un joven en el que no se había reparado hasta ese momento en el Giro (a pesar de llegar en el grupo de Indurain y Bugno en la etapa de Campitello Matese) desataba la caja de los truenos, con un ataque espectacular y un descenso terrorífico en el que dejaba tirado al suizo Pascal Richard para plantarse en solitario en la meta de Merano, con 40 segundos de de ventaja sobre el grupo perseguidor, de unas 20 unidades y con casi todos los hombres fuertes del Giro.

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    La 1ª victoria de Pantani en el Giro.

    Este menudo escalador, del que por primera vez se tenían noticias (al menos fuera de Italia), representaba uno de los exponentes de la savia nueva del ciclismo italiano, con corredores como Ivan Gotti, Franco Belli, Gilberto Simoni, Franceso Casagrande o el propio Pantani, que llevaban ya algunos años peleándose en citas como el Giro Baby, ganado por el propio Pantani en 1992 y donde habían conseguido también vencer Belli, Casagrande y Simoni, en 1990,1991 y 1993 respectivamente, con Ivan Gotti segundo en 1990).

    Marco, que así era su nombre de pila, había nacido en Cesena el 13 de enero de 1970, creciendo entre su amor por la pesca (que le venía de su abuelo) y el amor por la bicicleta, con la cual se sentía seguro y con la que sus miedos desaparecían. Miedos fruto de una personalidad un tanto frágil e infantil que tantos quebraderos le iban a dar durante su vida.

    Sin embargo, era su gran día, había ganado por delante de todos los capos en el Giro. Nadie, ni el mismísimo jefe del ciclismo mundial, Miguel Indurain, había podido robarle el protagonismo. Empezaba la leyenda de Pantani, una leyenda que se haría infinitamente superior al día siguiente en una etapa que los amantes del ciclismo recuerdan de memoria: Merano – Aprica, 195 km con el puerto asfaltado más alto de Italia, el imponente Passo dello Stelvio; la subida que por aquel entonces ostentaba el título de “puerto más duro de Europa”, el Mortirolo (y que si bien en los últimos años se han estrenado subidas aún más extremas, sigue estando muy arriba en la lista de los puertos más duros en carrera); y tras un primer paso por Aprica el Valico di Santa Cristina, una desconocida “tachuela” marcada de 2ª … que en realidad no tenía nada de blanda e iba a resultar decisiva tanto para la propia etapa como para la general de la prueba.

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    La etapa reina, con la Cima Coppi y el Mortirolo antes de la trampa de Santa Cristina.

    Curiosamente, esta etapa mitica y que iba a marcar la trayectoria y fama de Pantani, comenzaba de un modo un tanto decepcionante, con mucho retraso durante los primeros km y tintes por momento grotescos, con el pelotón subiendo el Stelvio a ritmo cicloturista (aunque de todos modos la propia dureza del puerto hizo que quedara un grupo reducido) y consintiendo que Franco Vona coronara en primera posición con sólo algunos leves escarceos por detrás. Así pues, tras un largo descenso y un tramo de falsos llanos se llegaba a la base del Mortirolo con todo por decidir, con Vona por delante y un grupo de corredores como Chiapucci, Cacaito y Belli intercalados entre éste y el pelotón.

    Pero al empezar el Mortirolo, Pantani destapaba el tarro de las esencias (quizás en su fuero interno supiera que nunca más iba a poder escalar el Mortirolo en competición oficial), atacando desde abajo y soltando primero a Bugno e Indurain, para destrozar después a un De las Cuevas más loco que valiente y a un atrevido Berzin, que tras varios km pegado a su rueda acababa cediendo ante el brutal ritmo del pirata. Mientras Indurain recuperaba sensaciones, subiendo a su ritmo hasta cazar a Berzin y acabar descolgándole a unos 3 km de la cima.

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    El momento en que Indurain descuelga a Berzin.

    Por delante Pantani cazaba a Vona (que completamente hundido había tenido que subir haciendo eses para no poner pie a tierra en las rampas más duras), y coronaba el puerto en 1ª posición, con Indurain a 50 segundos de Pantani y Berzin a una distancia similar del “gigante de Villaba”, viéndose además el ruso perjudicado por un “tapón” que se formó entre uno de los coches y los aficionados, que abarrotaban las cunetas.

    Indurain se lanzaba en el descenso, no alimentándose quizás correctamente, y ya en la tendida subida a Aprica, tras el paso por Edolo, cazaba a Pantani, formando un terceto con Cacaito y el italiano. Por detrás Berzin iba cediendo tiempo poco a poco, sin recibir colaboración de los integrantes de su grupo, mientras que De las Cuevas había explotado y Bugno trataba de hacer un papel digno pero ya a más de 3 minutos. El primer paso por Aprica dictaba sentencia: la etapa era de los de delante. La ventaja al grupo de Berzin, 2’04” y aumentando, hacía incluso pensar en un cambio de liderato a favor de Indurain.

    Pero aún restaba el inédito Valico de Santa Cristina, que si bien no era el Mortirolo sí tenía bastante dureza, mucha más de lo que indicaba la categoría asignada por los organizadores. Y al poco de comenzar la subida se vió que el campeón español no iba, perdiendo la rueda de Pantani, mientras que Cacaíto se quedaba a rueda de Miguel. El sueño español de un tercer giro consecutivo desaparecía y empezaba el sueño de gloria del escalador italiano.

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    Pantani ya en solitario subiendo Santa Cristina.

    El navarro sufría lo indecible, estaba apajarado, ya fuera por haberse abrigado en exceso en el Stelvio (como dijo él mismo después de la etapa), por no haberse alimentado cuando debía o simplemente por el gran esfuerzo realizado hasta entonces, pero el caso es que es su ritmo iba decayendo cada vez más.

    Pantani, en cambio, volaba hacia la cima, con la victoria de etapa en mente y la general del Giro de trasfondo: podía colocarse segundo o incluso líder si Berzin desfallecía. Por detrás Indurain se hundía, perdiendo sus opciones de ganar el Giro … o no, porque Berzin también sufría lo suyo. El navarro era superado por Chiapucci y alcanzado también por Belli, que se unía al español y a un Cacaíto que a pesar de no haber dado un relevo también sufría en la encerrona de Santa Cristina.

    Tras coronar y afrontar un pequeño descenso, Pantani llegaba en solitario a Aprica, convirtiéndose en inmortal como los grandes escaladores, como los míticos Bartali, Coppi, Gaul, Bahamontes, Jiménez o Fuente. Se imponía con diferencias enormes: casi tres minutos de ventaja sobre su compañero Chiapucci (testigo de excepción del relevo generacional que habían deparado las cumbres), tres minutos y medio sobre Belli, Cacaíto e Indurain y algo más de 4 sobre Berzin y Bolts. El resto, con el 8º en la etapa a casi 6 minutos, ya no importaban.

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    “Il Pirata” cruzando victorioso la meta de Aprica.

    Clasificación de la etapa:

    1. Marco Pantani: 6h 55′ 58” – 27,12 km/h
    2. Claudio Chiappucci a 2′ 52”
    3. Wladimir Belli a 3′ 27”
    4. Nelson Rodriguez m.t.
    5. Miguel Indurain a 3′ 30”
    6. Evgeni Berzin a 4′ 06”
    7. Udo Bölts m.t.
    8. Gianni Bugno a 5′ 50”
    9. Vladimir Poulnikov m.t.
    10. Pavel Tonkov m.t.
    11. Laudelino Cubino m.t.
    12. Flavio Giupponi a 6′ 59”
    Clasificación general:

    1. Evgeni Berzin: 67h 19′ 49′
    2. Marco Pantani a 1′ 18”
    3. Miguel Indurain a 3′ 03”
    4. Gianni Bugno a 4′ 08”
    5. Vladimir Belli a 4′ 11”
    6. Armand de las Cuevas a 5′ 12”
    7. Pavel Tonkov a 7′ 53”
    8. Claudio Chiappucci a 9′ 13”
    9. Nelson Rodríguez a 10′ 15”
    10. Andrew Hampsten a 11′ 48”
    Aún quedaba Giro por delante, con varias etapas donde Pantani e Indurain podían buscar el asalto al liderato. Sin embargo, Berzin aumentó diferencias en la durísima crono mixta al Passo del Bocco (que incluía el Passo del Ghiffi, con 6 km finales a casi el 10% de media), haciéndose además con una nueva victoria parcial -> clasificacion, la tercera en el Giro.

    Pero Pantani no iba a rendirse, y tras haber salvado por menos de 30 segundos su 2º puesto en la general frente a Indurain, se lanzaría en “plan kamikaze” en la etapa de Deux Alpes, con un ataque en el espectacular Agnello a más de 100 km de meta. Inicialmente abrió hueco, con más de 2 minutos de ventaja al pie del Izoard, pero el viento en contra y el gran trabajo de Argentin, compañero de equipo de Berzin, arruinaron su intento, siendo atrapado por el grupo de favoritos al poco de comenzar el Lautaret. Aún así, resistiría en Deux Alpes, las tentativas de Indurain y el propio Berzín, llegando los tres en el mismo tiempo, mientras que Vladimir Poulnikov, compañero de equipo Pantani, se hacía con la victoria de etapa -> clasificación.

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    La dura etapa de Deux Alpes, con 4800 m de desnivel.

    Al día siguiente, cuando se esperaba una gran ofensiva de Indurain, el mal tiempo condicionaba la jornada de Sestriere, dando todos los favoritos por buena su posición en la general y triunfando una escapada con Pascal Richard. De este modo, Berzin ganaba finalmente el Giro, mientras que Pantani acababa 2º, a 2’51”, e Indurain 3º a 3’23”, un resultado totalmente inesperado al inicio de la prueba.

    Clasificación final del Giro 1994:

    1. Evgeni Berzin (Gewiss-Ballan): 100h 21′ 21”
    2. Marco Pantani (Carrera) a 2′ 51”
    3. Miguel Indurain (Banesto) a 3′ 23”
    4. Pavel Tonkov (Lampre) a 11′ 16”
    5. Claudio Chiappucci (Carrera) a 11′ 55”
    6. Nelson Rodriguez (ZG Mobili) a 13′ 17”
    7. Massimo Podenzana (Navigare) a 14′ 35”
    8. Gianni Bugno (Polti) a 15′ 26”
    9. Armand de las Cuevas (Castorama) a 15′ 35”
    10. Andrew Hampsten (Motorola) a 17′ 21”
    Pronto Indurain y Pantani volverían a verse las caras, con “el pirata” probando suerte en su primer Tour. Sin embargo, en Francia las cosas eran distintas. Allí había un patrón, ganador de las 3 ediciones anteriores, y que además había dejado la carrera casi sentenciada camino de Bergerac, en una contrarreloj donde Pantani había perdido una minutada … al igual que la mayoría de corredores, ya que tan sólo Tony Rominger se había dejado menos de 4 minutos frente a Indurain en esa crono (De las Cuevas fue 3º … a casi 5 minutos!), lo que provocó que Miguelón recibiera un nuevo apodo: “el tirano de Bergerac” -> crónica y clasificación.

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    Pantani a punto de ser alcanzado por Indurain y Leblanc en Hautacam.

    Pantani intentó limar la desventaja en los Pirineos, con dos bravos ataques en Hautacam y en el Tourmalet camino de Luz Ardiden, pero no pudo vencer ninguna de las etapas: en Hautacam (hasta la cota 1520 m) se encontró de nuevo con un fortísimo Indurain, al que sólo pudo superar Leblanc tras no dar ni un relevo durante toda la subida -> clasificación; y al día siguiente, en la etapa de Luz Ardiden, con Peyresourde, Aspin y Tourmalet antes de la subida final, se vió perjudicado por la escapada lejana de Virenque, aunque al menos si pudo recuperar bastante tiempo respecto a los demás rivales -> clasificación, llegando a los Alpes aún lejos en la clasificación pero con opciones de podium, ya que además ese año estaban especialmente cargados, con nada menos que 4 etapas de alta montaña y una tremenda cronoescalada de casi 50 km.

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    La etapa reina de los Pirineos, con Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Luz Ardiden

    Y ya en la 1ª jornada alpina, con meta en Carpentras, Pantani iba a dejar su impronta, coronando 2º el durísimo Mont Ventoux tras el escapado Eros Poli, quién a pesar de perder 20 minutos durante la ascensión, lastrado por sus 90 kilos de peso, seguía manteniendo una buena ventaja en la cima. Ninguno de los favoritos había podido seguir al “Pirata”, aunque sería cazado tras el descenso, consiguiendo la victoria un Eros Poli que, tras haber sufrido de un modo increíble en la subida, se hacía con su mejor triunfo en profesionales.

    En la etapa siguiente Pantani llegaría rabioso a una cima que le inspiraba, el mítico Alpe D´huez. Sólo hubo un problema: de nuevo una fuga consentida, que su equipo no trató de echar abajo, permitía a Roberto Conti ganar la etapa, con Pantani teniendo que conformarse “solo” con seguir recortando diferencias de cara a la general -> clasificación, situándose 5º a casi 10 minutos de Indurain … pero a poco más de dos minutos del 2º clasificado, el francés Richard Virenque.

    Al día siguiente, en una etapa corta pero durísima camino de Val Thorens, Pantani sufríó una caída en el Glandon y se temío por su retirada, pero el bravo italiano se sobrepuso. Y cuando al incorporarse al grupo pasó al lado del líder Indurain, que se había retrasado para recibir instrucciones, éste no le hizo ni un leve comentario, lo que provocó el enfado de Pantani (en meta comentaría que Indurain era el más fuerte, pero que no lo era por tanto como para no dignarse a mostrar preocupación por un rival), que atacó en la Madeleine dejando el grupo hecho un solar, aunque después todo se calmó en espera de la interminable subida final … donde volvió a atacar para aventajar en un minuto y medio a los demás favoritos y colocarse 3º en la general. La victoria fue para “Cacaito” Rodríguez, que se impuso sobre un Piotr Ugrumov que ya empezaba a mostrar que había llegado fortísimo a la última semana -> clasificación.

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    La jornada de Val Thorens (17ª), corta pero con 3 auténticos colosos

    Camino de Cluses, con los puertos de Saisies, la Croix Fry y la Colombiere (desde el km 14,5) como grandes dificultades, “el pirata” no tuvo su mejor día, perdiendo tiempo frente a Ugrumov, que le arrebataba el tercer puesto, Virenque e Indurain -> clasificación. Sin embargo en la jornada siguiente, una brutal contrarreloj mixta de 48 km con final en Avoriaz, que además de la enorme exigencia del recorrido se vió endurecida por la lluvia, Pantani recuperaba el golpe de pedal, siendo sólo superado por un increíble Ugrumov, que tras una nueva victoria alcanzaba el 2º puesto en la general, colocándose Pantani 3º, mientras que el gran damnificado era Virenque, que tras perder más de 6 minutos bajaba del 2º al 5º puesto en la clasificación. Por su parte Indurain estuvo más flojo de lo esperado, si bien la gran ventaja que tenía en la general hizo que su victoria en el Tour no peligrara en ningún momento.

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    El podio final, con Indurain, Ugrumov y Pantani.

    Clasificación del Tour 1994:

    1. Miguel Indurain (Banesto) 103h 38′ 38′
    2. Piotr Ugrumov (Gewiss-Ballan) a 5′ 39”
    3. Marco Pantani (Carrera) a 7′ 19”
    4. Luc Leblanc (Festina) a 10′ 03”
    5. Richard Virenque (Festina) a 10′ 10”
    6. Roberto Conti (Lampre) a 12′ 29”
    7. Alberto Elli (GB-MG) a 20′ 17”
    8. Alex Zulle (ONCE) a 20′ 35”
    9. Udo Bolts (Telekom) a 25′ 19”
    10. Vladimir Poulnikov (Carrera) a 25′ 28”
    Asi pues, Pantani acababa la temporada con podios en Giro y Tour (y siendo además el ganador de los jóvenes en la prueba francesa), algo al alcance sólo de los más grandes … y con mayor mérito teniendo en cuenta su edad, 24 años. Sin duda la temporada 1995 podía terminar de consagrarlo, pero el mal fario que alguna vez lo había perseguido antes de convertirse en profesional lo estaba acechando de nuevo e iba a estar a punto de arruinar su carrera
     
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    Marco Pantani – Una vida al ataque (parte 2)

    1995-1997 – La desgracia del escalador.
    Para 1995, Pantani centró su temporada en brillar en Italia, en el Giro, que contaba con un recorrido a priori bueno para él, con mucha montaña, incluyendo 2 auténticos “tappones”, Val Senales y Briancon (aunque esta última tuvo que recortarse por avalanchas de nieve en el Agnello), y una durísima contrarreloj mixta con el Colle Gallo y final en Selvino. Sin embargo, un atropello mientras entrenaba por Cesenatico le impedía participar y poder plantar cara al potente Mapei liderado por Rominger, que finalmente se haría con la victoria por delante de Berzin y Ugrumov, ambos del equipo Gewiss.

    Ese atropello además iba a hacer que Pantani llegara algo justo al Tour, si bien en la penúltima etapa de la Vuelta a Suiza daba muestras de que para arriba seguía siendo la referencia, haciéndose con la victoria en Flumserberg -> vídeo, aunque el tiempo perdido en la crono y en la jornada de La Punt le habían dejado muy lejos en la general, con victoria final para Tonkov seguido de cerca por Zulle.

    En el Tour de Francia volvía a repetir el guión de 1994, perdiendo tiempo en las primeras jornadas y llegando al primer bloque montañoso, en este caso los Alpes, muy retrasado. Además Zulle e Indurain se mostraban superiores en la etapa de La Plagne -> clasificación / vídeo, siendo probablemente la mejor ascensión del navarro a un puerto, lo que unido a su victoria en la crono previa y la exhibición camino de Lieja, cuando puso en jaque al pelotón, hacía que todos sus rivales, excepto el propio Zulle, quedaran ya a más de 5 minutos en la general. Pantani se colocaba 11º, aunque a 14 minutos de Indurain.

    Y al día siguiente, Alpe d´Huez, previo paso por colosos como la Madeleine y Croix de Fer. Durante la etapa se producía una fuga con hombres peligrosos, como Jalabert, Escartín o Virenque, pero este año el equipo Carrera sí iba a luchar por la victoria y mantenía a la escapada en tiempo, incluyendo un importante trabajo de Chiapucci. Y al llegar al Alpe, Pantani no se lo pensó, demarró con fuerza y dejó a todos mirando, cazando a los fugados y plantándose en meta con casi un minuto y medio sobre el 2º de la etapa, Indurain, que llegaba con Zulle y Rijs -> clasificación / vídeo. La exhibición de Pantani le colocaba 7º y con opciones de mejorar la posición en lo que restaba de prueba.

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    Pantani consiguiendo su primer triunfo en Alpe d´Huez.

    El Alpe se había convertido en el puerto fetiche para Marco. Dos jornadas más tarde, camino de Mende en una larga etapa de media montaña, el equipo Once lanzó una espectacular ofensiva desde lejos, con victoria para Jalabert (que desde entonces da nombre a la subida) y más de 5 minutos de ventaja sobre los favoritos, lo que provocó que el francés saltara al tercer puesto en la general. Pantani, por su parte, lo volvía a intentar en la corta pero dura subida final, aunque no podía deshacerse de Indurain y Rijs, en una bonita ascensión.

    En la primera jornada de los Pirineos, con meta en la estación de Guzet Neige, Marco daba una nueva exhibición, dejando tirado a Rominger en el Port de Lers y sacando en la subida final, el encadenado de Latrape + los 6,5 km finales de Guzet Neige, aún más tiempo a sus perseguidores, con el 2º en la etapa, Laurent Madouas, llegando a 2 minutos y medio en un grupo con Indurain, Zulle, Gotti y Rijs -> clasificación / vídeo.

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    Marco cruzando victorioso la meta en Guzet Neige.

    “Il pirata” se colocaba a 10 minutos en la general, todavía 7º … pero a tiro del 5º puesto (apenas a un minuto) y restando aún 2 duras etapas en los Pirineos, especialmente la durísima jornada de Cauterets, con los puertos de Aspet, Mente, Peyresourde, Aspin y Tourmalet antes de la subida final, por lo que si mantenía el nivel podía incluso acercarse al podio, hasta ese momento copado por Indurain y los corredores de la Once, Zulle y Jalabert, aunque este último si se había mostrado vulnerable en las etapas de alta montaña.

    Sin embargo, lo que debía haber sido un día de fiesta para el ciclismo pronto se convirtió en una pesadilla: en el descenso del Portet d´Aspet Fabio Casartelli, campeón olímpico en Barcelona 92, sufría una gravísima caída (junto a otros corredores, como Rezze, Baldinger o Perini, aunque él fue el más afectado), golpeándose la cabeza contra la carretera. Pese al traslado en helicóptero y los múltiples intentos intentos de reanimación, los médicos no pudieron salvarle la vida -> “La muerte coge a Casartelli en el kilómetro 34”.

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    Casartelli tras el brutal impacto.

    Tras confirmarse la terrible noticia, los directores decidieron no informar a los ciclistas hasta el final de la etapa … pero algunos si se enteraron, entre ellos un Pantani que quedó devastado, desconectando de la etapa y perdiendo más de 13 minutos en meta respecto al ganador, Richard Virenque -> clasificación. La tragedia de su amigo Cassartelli daba por concluidos sus intentos de podio en aquel Tour. Finalmente, Pantani llegaba a París 13º a más de 26 minutos de Indurain, al que acompañaron en el podio Zulle y Rijs, si bien volvía a ser el mejor joven y con un botín de 2 victorias de etapa.

    No obstante, aún no había acabado el año para Pantani, que se plantaba en Duitama con ganas de ser campeón del mundo. En una carrera durísima por el recorrido, con 15 vueltas a un circuito con el Alto del Cogollo y alrededor de 5200 m de desnivel acumulado, y las condiciones meteorológicas, con lluvia durante gran parte de la jornada, Pantani hacía de la subida al Cogollo su escenario ideal y con varios ataques dinamitaba la carrera, aunque no pudiendo romper la vigilancia del equipo español, que contaba con Indurain como gran favorito al oro.

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    Pantani, Rincón e Indurain en la subida al Cogollo.

    Sin embargo, poco antes de empezar la última vuelta Olano, que tras su 2ª puesto en la Vuelta a España, sólo superado por Jalabert, había llegado a Colombia en un gran estado de forma, aprovechaba las circunstancias de carrera para marcharse en solitario y abrir hueco rápidamente. El marcaje de Indurain y un puñado de segundos impedían que Marco atrapara al vasco antes de coronar el último paso por el Cogollo, no consiguiendo reducir diferencias en el descenso y llano hasta meta. Pantani llegaba 3º a meta, superando en el sprint al suizo Giannetti pero siendo batido por Indurain, mientras que Olano se proclamaba campeón del mundo pese a un inoportuno pinchazo en los últimos km. Un podio de “campanillas” para uno de los mundiales más duros de la historia, con apenas 20 corredores logrando acabar la prueba -> clasificación / vídeo.

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    El podio del Mundial, con Olano, Indurain y Pantani.

    A pesar de ser un poco decepcionante para el italiano, que lo había dado todo en busca del oro, el podio no era mal broche para su temporada. Sin embargo, el año iba acabar de forma terrorífica en la Milan-Turín, cuando en el descenso de Superga un todoterreno accedía a la carretera desde un camino vecinal y Pantani, junto a otros dos corredores, se lo encontraba de frente al salir de una curva, chocando contra él y destrozándose la pierna izquierda con una fractura de tibia y peroné que estuvo a punto de acabar con su carrera. Las pruebas que le hacían en el hospital reaparecerían años más tarde como una pesadilla para perseguir a Marco: los valores de hematocrito eran sorprendentemente altos.

    Esta lesión hacía desaparecer al italiano del mundo ciclístico durante casi todo el año 1996, no reapareciendo hasta el mes de agosto, en el critérium de Cepagati. Una temporada en la que sin el accidente podría haber luchado por la victoria en el Giro, en el que finalmente se imponía Pavel Tonkov, con Olano en tercer lugar; y en la que también podría haber sido un importante protagonista del Tour, dominado por el Telekom con el triunfo de Bjarne Rijs y el 2º puesto de un jovencísimo Jan Ullrich. Asimismo, Marco terminaba su relación con el equipo Carrera, que se disolvía tras 18 años en el ciclismo profesional (aunque desde 1979 a 1983 estuvo bajo el patrocinio de Inoxpram), y se marchaba al Mercatone Uno, con el que tendría que empezar de cero, volver a sentirse ciclista.

    En la temporada de 1997, Pantani se centraba en intentar brillar de nuevo en el Giro de Italia tras aquella gran edición de 1994. Contaba además con un recorrido que parecía diseñado para él, con varias etapas de montaña muy duras, como Breuil Cervinia, Falzés y Edolo, esta última con paso por el Mortirolo antes del descenso a meta, y sólo una contrarreloj llana, de 40 km, más otra mixta de 18 km con la subida a San Marino.

    Pero la desgracia todavía perseguía a Marco, que veía como en la 8ª etapa, con llegada en Cava dei Tirreni, un gato negro se cruzaba en el camino del pelotón a 30 km de meta, provocando una caída con Pantani como uno de los afectados -> secuencia de imágenes. A pesar de la ayuda de sus compañeros y de que consiguió acabar la etapa (llegando a 12 minutos del grupo del líder), terminaba abandonando y se perdía su tercer giro consecutivo. Iba 5º, a 1’31” de Tonkov, y de nuevo el sueño de hacerse con el maillot rosa desaparecía en forma de desgracia. Además, la caída hacía que de nuevo fuera a llegar al Tour justo de forma, por lo que podía ser otra temporada perdida.

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    Marco ayudado por un compañero tras la caída.

    La maldición parecía no tener fin para Marco, que se presentaba en el Tour de Francia con muchas inseguridades y la necesidad de sentirse ciclista 2 años después. Y para no cambiar de guión, y a pesar de no haber tenido que afrontar ninguna contrarreloj, Pantani llegaba a la montaña a más de 7 minutos del líder, Cedric Vasseur, y con más de 4 minutos de retraso respecto a varios de los grandes favoritos, como Ullrich, Olano y Jalabert.

    En la primera etapa pirenaica, con los puertos de Soulor, Tourmalet, Aspin (desde el km 13) y Azet antes de la meta en Loudenvielle, y con Vasseur defendiendo el amarillo con uñas y dientes, Pantani aguantaba las embestidas de Virenque y llegaba junto al francés y al alemán Ullrich a 14 segundos de Laurent Brochard, vencedor de la etapa -> clasificación. Al día siguiente, en una jornada durísima camino de Andorra, con 250 km y los puertos de Ares, Aspet -por la vertiente contraria a la de 1995-, Port, el larguísimo Envalira y Ordino (desde Canillo) antes de la subida final a Arcalís, era Ullrich el que daba una exhibición portentosa, ganando la etapa y colocándose como líder destacado, mientras que Pantani llegaba 2º, a algo más de un minuto junto a Virenque, y subía hasta el 5º puesto en la general, a 5’29” del aléman pero con el podio a tiro, a menos de 50 segundos -> clasificación.

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    Luchon-Arcalis, la etapa más dura con final en Andorra y la consagración de Ullrich

    Pantani había vuelto. Y lo demostraría dos días después en la dura contrarreloj de Saint Etienne, con 55 km y paso incluído por la Croix de Chaubouret, donde quedaba 5º pero a escasos segundos de Virenque (favorecido al coger la estela de Ullrich), Rijs y Olano. Lo de Ullrich ya era distinto: tras arrasar en la crono, el alemán lideraba el Tour con 5’42” sobre Virenque, 8 minutos sobre Olano, 8’01” sobre Rijs y 9’11” sobre el escalador italiano, por lo que salvo desgracia o hundimiento inesperado el Tour era suyo.

    No obstante, aún faltaban por disputarse todos las jornadas alpinas, la primera de ellas con meta en la cima fetiche de Pantani, Alpe d´Huez. En esta ocasión y al contrario de lo habitual, la etapa era prácticamente unipuerto, con sólo Grand Bois, situado justo de salida, como puerto de paso. Al llegar la subida final Pantani iba a atacar pronto, como solía en esta cima.

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    Pantani seguido por Virenque, Ullrich y Rijs.

    Primero destrozaba a Casagrande y Escartín, aunque Olano ya se había descolgado antes del grupo. Después era Rijs el que no podía aguantar el ritmo, y breves instantes más tarde era Virenque quien se abría … hasta que finalmente el teutón, que se había mostrado como imbatible en lo que iba de Tour, también perdía rueda. Y Marco se iba en solitario hacia la cima, batiendo el récord de la subida (aunque debido al diferente punto donde se marco el inicio es posible que la de 1995 fuera unos segundos más rápida) y ganando en Alpe dos años después de su primer triunfo, confirmando su regreso a la élite.


    Ullrich cedía en meta 47″, mientras que Virenque se dejaba 1’27” respecto a un Pantani que se ponía 3º en la general, todavía a más de 8 minutos del alemán pero con más de un minuto de ventaja sobre Rijs -> clasificación.

    Sin embargo al día siguiente, en una jornada corta pero mucho más dura al incluir tres colosos como Glandon, Madeleine y Courchevel, el grupo “saltaba por los aires” ya desde el primer puerto gracias a una ofensiva total del equipo Festina, llegando incluso a descolgar a Ullrich en el descenso, aunque tras una persecución de casi 80 km, con un gran trabajo de Rijs, el grupito del líder conseguía atrapar a Virenque (sólo en cabeza desde la Madeleine) durante el llano previo a la subida final. Ya en Courchevel, los arreones de Virenque descolgaban a Escartín y Rijs, consiguiendo finalmente la victoria el corredor francés aunque con Ullrich pegado a su rueda -> clasificación / vídeo … y acusaciones de compra de etapa varios años después por parte del propio director de Festina.

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    Virenque en cabeza durante la subida a la Madeleine.

    En cambio, Pantani disputaba la etapa enfermo, perdiendo contacto con los de cabeza ya en el Glandon, aunque acabó limitando su pérdida en meta a poco más de 3 minutos, llegando 5ª, si bien los casi 2 minutos de retraso con Rijs le hacía ceder el tercer puesto en la general. Y ese no era el mayor problema: Pantani quería abandonar, tenía un fuerte catarro y su decisión era firme, se marchaba. Su compañero de habitación, Marcelo Siboni, trataba de convencerlo de todas las maneras posibles. Al día siguiente era la etapa de la que Marco venía hablando desde que se presentó el Tour: la llegada a Morzine tras un duro recorrido con los puertos de Tamie, Forclaz, Croix Fry, Colombier (últimos 16 km), Chatillon y Joux Plane, de la que Pantani había comentado a los suyos que quería demostrar que podía ganar también tras bajada.

    La lástima era que el abandono iba a dejar huérfano a su equipo, y en eso se apoyó Siboni para hacer chantaje emocional al Pirata, contando, eso sí, con la inestimable ayuda de Roberto Conti, que durante la noche mantuvo una seria charla con Pantani en la que le rogaba que no abandonara, que siguiera en carrera por el equipo. Finalmente decidió seguir y a la mañana siguiente, al encontrarse mejor, atacaba en el Joux Plane, llegando en solitario a Morzine y ganando la etapa, recuperando además la 3ª plaza de la general con casi 2 minutos de ventaja -> clasificación. Era su su segundo triunfo en aquel Tour, definitivamente estaba de vuelta.

    No obstante, aún faltaba una crono llana antes de París, por lo que Pantani necesitaba más tiempo respecto al Rijs para asegurar el podio … y no tardó mucho en conseguirlo, ya que en la etapa posterior a Morzine, una jornada de media montaña con meta en Friburgo, el equipo Mercatone iba a reventar el pelotón en el Col de la Croix, pillando desprevenido al danés, que además empezaba a sufrir los efectos de una gastroenteritis. Finalmente, llegaría en cabeza un “mini-pelotón” de sólo 23 corredores, con Rijs en el grupo perseguidor pero a más de 6 minutos, perdiendo todas sus opciones de podio.

    Después de esa jornada ya no hubo más cambios importantes en la general salvo por el ascenso de Olano, que pasó del 5º al 4ª puesto gracias a su victoria en la crono, adelantando a Escartín … aunque cabe señalar que durante la 18ª etapa, en plenos Vosgos y con Grand Ballon y Ballon d´Alsace como puertos principales, Ullrich pasó su peor momento de la carrera al quedar descolgado del grupo de los mejores a más de 80 km de meta, estando sólo acompañado por un compañero de equipo. Pero Virenque, en lugar de mandar a los suyos tirar para aumentar diferencias (que rondaban los 45 segundos), se dedicó a pedir relevos a los demás corredores sin querer dar ejemplo, por lo que al final se produjo el reagrupamiento.

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    El podio en Paris, con Ullrich, Virenque y Pantani.

    En cuanto a Pantani, a pesar de sufrir en la última contrarreloj y salvar el tercer puesto con Olano por menos de lo previsto, conseguía meterse en el podio final tres años después, dejando atrás las desgracias (más allá del catarro que le hizo estar a punto de retirarse) y demostrando que podía volver a ser el de antes de la Milan-Turin 1995. La siguiente temporada se presentaba ilusionante …
     
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  11. labeaga

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    Marco Pantani – Una vida al ataque (parte 3)

    1998 – Un año mágico e irrepetible.
    El año 1998 iba ser importante para Pantani, que tras haber sido 2º en 1994, no haber podido participar en 1995 y 1996 y tener que retirarse en 1997, tras una grave caída, quería por fin conseguir su carrera, el Giro. Y a ello dedicaba una progresión lenta pero segura, incluyendo la victoria en la etapa reina de la Vuelta a Murcia, con meta en el Morrón de Totana y el Collado Bermejo como puerto estrella.

    La carrera italiana iba a ser particularmente “impegnativa” en la tercera semana, con 3 etapas de alta montaña y una CRI en los últimos 6 días, y a pesar de que el italiano tenía quejas sobre el recorrido, sobre todo por los más de 80 km de crono individual, la iba a afrontar con todas sus ganas. Y ese ímpetu de Pantani, junto a la entrega de otros muchos corredores, como Bartoli, Bettini, Zulle, Tonkov, Guerini, Camenzind, etc la iban a convertir en una de las GV más espectaculares de los últimos 20 años.

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    Mapa del Giro 1998.

    La 1ª parte del Giro era dominada por un arrollador Zulle y la dupla italiana del equipo Asics, Bartoli y Bettini, si bien el suizo era el hombre fuerte para la general, demostrando que iba en serio con exhibiciones como la del prólogo de Niza y sobre todo la de Lago Laceno, cuando además de hacerse con el triunfo de etapa recuperó el liderato -> clasificación / vídeo, mientras que en las “volatas” brillaba Cippollini, con 4 victorias. Por contra, Pantani debía conformarse con atacar día sí, día también, a poco que la carretera se empinaba hacia arriba, hasta finalmente dar en la diana en la jornada de Piancavallo -> clasificación / vídeo, ganando una etapa en el Giro cuatro años después de victoria en Aprica.

    En vísperas de la contrarreloj de Trieste se veía que Tonkov iba a más, tras haber empezado la prueba algo corto de forma, que Zulle era el corredor más fuerte de la primera mitad de Giro y que por el contrario el campeón del año anterior, Ivan Gotti, estaba muy lejos del nivel mostrado en 1997. Pantani llegaba a la contrarreloj en 2ª posición y con un maillot verde de la montaña que le hacía honor. Sin embargo, el palo en la crono era tremendo, siendo doblado por Zulle, con quién acabó perdiendo 3’26” y que alejaba en la general a casi 4 minutos.

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    Zulle doblando a Pantani.

    Clasificación general:

    1. Alex Zulle 67h 45′ 49”
    2. Pavel Tonkov a 2′ 02”
    3. Marco Pantani a 3′ 48”
    4. Giuseppe Guerini a 4′ 21”
    5. Andrea Noe a 4′ 34”
    6. Michele Bartoli a 4′ 52”
    7. Oscar Camenzind a 5′ 21”
    8. Serguei Gontchar a 5′ 48”

    Pantani explotaba contra la organización, que según él hacía recorridos demasiado favorables para los contrarrelojistas, sesgando las opciones de espectáculo para el espectador, que eran las que daban los escaladores como él. Sin embargo, aún quedaba un durísimo tríptico montañoso que pasaría a la historia de este deporte …

    La primera etapa dolomítica, de 217 km, llegaba a Selva di Val Gardena, con el Passo Duran, el irregular Forcella Staulanza y la terrible Marmolada –Passo Fedaia– por el camino, teniendo también que superar el Passo Sella, Cima Coppi con su más de 2200 m de altitud y tras cuyo rápido descenso (hasta el km 10) y un pequeño repecho se encontraba la meta.

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    El “tappone” de Selva di Val Gardena, con casi 4000 m de desnivel en los últimos 115 km

    A mitad de la Marmolada llegaba el Festina ya muy debilitado, con sólo Belli escoltando a Zulle. Mientras tanto, Pantani preguntaba a su compañero Conti cuando empezaba el puerto y éste, incrédulo, le respondía que ya estaban en lo más duro … Justo en ese momento atacaba Tonkov, que se llevaba a Pantani y Guerini a rueda. En cambio Zulle sufría, ya no era el de las dos primeras semanas. Pantani quería más y tomaba la iniciativa, cediendo ahora Tonkov. “Il Pirata” empezaba asoñar, podía dar un golpe importante al Giro.

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    Pantani y Guerini en la terrible recta de Malga Ciapela, en la Marmolada.

    Al coronar el puerto y restando aún 40 km a meta, Tonkov ya cedía casi un minuto, mientras que Zulle perdía alrededor de 2. En la bajada de la Marmolada y primeras rampas del Passo Sella, Pantani y Guerini cazaban a los últimos supervivientes de la escapada del día (formada en el Passo Duran), Camenzind, Buenahora y el Chepe González, los cuales, a pesar de una avería mecánica del “pirata”, pronto quedarían descolgados, con la dupla italiana yéndose a por la etapa … y a por el Giro -> vídeo últimos 30 km.

    Ya en Selva di Val Gardena, Pantani cedía el triunfo a Guerini, agradeciéndole su colaboración durante la subida y el descenso del último puerto. A más de 2 minutos entraron el Chepe González y Tonkov, 3º y 4º respectivamente, mientras que Zulle se dejaba más de 4 minutos y medio, perdiendo el liderato. Como muestra de la dureza y el ritmo que hubo durante la etapa, 43 corredores llegaron fuera de control. Y al contrario de lo que suele suceder ahora, no fueron readmitidos.

    Clasificación de la etapa:

    1. Giuseppe Guerini 6h 16′ 58”
    2. Marco Pantani m.t.
    3. “Chepe” Gonzalez a 2′ 04”
    4. Pavel Tonkov m.t.
    5. Oskar Camenzind a 2′ 18”
    6. Nicola Miceli a 3′ 03”
    7. Daniele De Paoli a 3′ 25”
    8. Stefano Garzelli a 4′ 37”
    9. Alex Zülle m.t.
    10. Daniel Clavero m.t.
    General:

    1. Marco Pantani: 80h 12′ 02”
    2. Pavel Tonkov a 30”
    3. Giuseppe Guerini a 31”
    4. Alex Zülle a 1′ 01”
    5. Oskar Camenzind a 4′ 13”
    6. Nicola Miceli a 7′ 18”
    7. Riccardo Forconi a 9′ 02”
    8. Daniel Clavero a 9′ 35”
    9. Serguei Gontchar a 9′ 36”
    10. Wladimir Belli a 10′ 22”
    La general estaba ahora liderada por pantani. Sí, el de Cesenatico había cumplido un sueño, por fin era líder del Giro. Y todavía quedaban dos etapas de montaña, Pampeago y Montecampione, para aumentar diferencias y contrarrestar las posibles pérdidas de la contrarreloj final. No obstante, la general estaba muy apretada, por lo que sin duda tenía que seguir atacando.

    Y eso iba a hacer Pantani al día siguiente, en una etapa muy corta pero con el duro encadenado de San Floriano + Passo Lavaze (últimos 6,4 km) antes de la explosiva subida a Alpe di Pampeago, que al igual que los puertos previos se estrenaba en el Giro. Sin embargo, un rocoso Tonkov era capaz de aguantar sus embestidas, llevándose la victoria -> clasificación / vídeo. El ruso era ahora el mayor rival de Pantani. En cambio Zulle, pese a haber atacado en San Floriano, volvía a perder tiempo, al igual que Guerini, perjudicado por la explosividad de la etapa, quedando a 2’08” y 1’47” en la general respectivamente, dando la sensación de que iban a menos, sobre todo el suizo.

    Y llegaba el día que iba a cambiar la vida de Pantani, la ya mítica etapa de Montecampione, con casi 240 km y los puertos de Fai della Paganella (Andalo), Passo Ballino, Molina di Ledro y el interminable Goletto di Cadino (Passo Croce Domini), que enterraba las esperanzas de podio de Zulle al quedar descolgado del grupo de favoritos (acabaría perdiendo media hora en meta), antes de la subida final a Montecampione, un coloso con 19 km a casi el 8% de media y donde se iba a vivir un duelo Pantani vs. Tonkov por todo lo alto -> vídeo.

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    La durísima etapa de Montecampione, con 240 km y casi 5000 m de desnivel

    Pantani atacaba a más de 15 km de la cima, marcando un ritmo infernal que sólo aguantaba Tonkov. No obstante, quedaba mucho a meta y el italiano se desesperaba por momentos, pidiendo relevos al ruso. Necesitaba más tiempo para la contrarreloj de Lugano, y conforme pasaban los kilómetros la impotencia se apoderaba de él, hasta el punto que a falta de 3 kilómetros se quitaba el pendiente y lo arrojaba al asfalto, todo le sobraba y necesitaba un último arreón. Y cuando parecía que el giro se decantaba del lado ruso, el delirio, la apoteosis: un metro, dos, cinco … “scatta Pantani!” …

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    De ahí a meta, iban cayendo los segundos sobre un Tonkov que de todos modos no estaba hundido y luchaba por mantener sus opciones. Finalmente, Pantani ganaba en Montecampione, como había hecho Hinault 16 años antes (aunque en aquella edición con la meta situada en la cota 1200 m), sacando 57″ a Tonkov junto además de los 4” de diferencia por la bonificación. El resto ya no contaba, llegando a meta con diferencias enormes, con Guerini 3º a más de 3 minutos y el 20º en la etapa dejándose casi 13 minutos …

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    Pantani ganando en Montecampione.

    Marco llegaba a la última crono con 1’28” de ventaja. Una contrarreloj que iba a venir precedida de polémica debido a la expulsión de Forconi, compañero de equipo de Pantani, por hematocrito superior al permitido, entre voces que decían que el control que había dado alto era el de Pantani. Quizás éste aviso le iba a pasar factura en un futuro al Pirata.

    Pantani, al igual que varios de sus compañeros del Mercatone, hacía una sorprendente contrarreloj, quedando 3º e incluso aumentando su diferencia respecto a Tonkov en 5” -> clasificación. Lo imposible se había conseguido, el escalador romántico ganaba el Giro, emulaba a su admirado Charly Gaul, “el Ángel de las Montañas”.

    General final:

    1. Marco Pantani (Mercatone Uno) 98h 48′ 32”
    2. Pavel Tonkov (Mapei) a 1′ 33”
    3. Giuseppe Guerini (Polti) a 6′ 51”
    4. Oscar Camenzind (Mapei) a 12′ 16”
    5. Daniel Clavero (Vitalicio Seguros) a 18′ 04”
    6. Gianni Faresin (Mapei) a 18′ 31”
    7. Paolo Bettini (ASICS) a 21′ 03”
    8. Daniele De Paoli (Ros Mary-Amica Chips) a 21′ 35”
    9. Paolo Savoldelli (Saeco) a 25′ 54”
    10. Serguei Gontchar (Cantina Tollo) a 25′ 58”
    ¿Y el Tour?. No parecía claro que Pantani fuera a correrlo, ya que además tenía peor recorrido para sus cualidades que el Giro, al incluir 2 cronos individuales por encima de los 50 km y pocas etapas de montaña (aunque muy duras). Pero el destino es caprichoso y no siempre respecta la intención de las personas: el 26 de Junio fallecía Luciano Pezzi, mentor de Pantani. El Tour pasaría a ser un reto y una dedicatoria para Pezzi. ¿Acusaría Pantani el esfuerzo del Giro?.

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    El mapa del Tour 1998.

    A priori la carrera francesa contaba con un claro patrón, el joven alemán Jan Ullrich, ganador en 1997 con más de 9 minutos de ventaja sobre el 2º, pero que sin embargo había mostrado una alarmante baja forma durante la temporada, a la par que un exagerado sobrepeso. Su máxima amenaza era en principio el equipo Festina, con Zulle, Virenque y Dufaux en sus filas, aunque sin olvidar a Olano, con un trazado propicio para sus características, Jalabert, Escartín, Casagrande y Leblanc.

    La prueba se inició en Dublín, con un prólogo de 5,6 km y victoria para el especialista Chris Boardman, con Pantani llegando el 181 de 189 participantes, a 48 segundos del británico y a 43 de Ullrich. Una primera concesión que hacía presagiar un pirata en busca de etapas y desentendiéndose de la general. Sin embargo, tras el paso de las primeras etapas y la contrarreloj de Correze, de 58 km y que ganaba Ullrich con 1’10” de ventaja sobre Hamilton -> clasificación, Pantani estaba a algo menos de 5 minutos en la general, y si bien la montaña no era abundante, el italiano tenía relativamente cerca a los mejores (comparado con su situación en otros Tours), Ullrich incluído.

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    Ullrich en la CRI de Correze.

    No obstante, justo antes de la crono se produjo un hecho clave para el devenir de aquel Tour … y en general de todo el ciclismo profesional desde 1998 hasta nuestros días: la expulsión del equipo Festina. Y es que apenas 3 días antes de empezar el Tour, el masajista del equipo, Willy Boet, había sido detenido en un control aduanero con el coche cargado de productos dopantes. Inicialmente declaró que eran para consumo propio, pero ante la presión de las autoridades francesas acabó confesando un dopaje organizado dentro del equipo. Y no sólo sólo, sino que parte de los productos eran para corredores de otros equipos. La tormenta no había hecho más que comenzar …

    Volviendo al desarrollo deportivo de la carrera, en la 1ª etapa pirenaica, marcada por la lluvia y con el clásico recorrido entre Pau y Bagneres de Luchon, con el Aubisque, Tourmalet, Aspin (últimos 13 km) y Peyresourde, Pantani arañaba 23 segundos al resto de favoritos, entre los que ya no se hallaba Casagrande, que había tenido que abandonar por una caída en el descenso del Aubisque, ni Olano, que perdía casi 2 minutos en meta, también afectado por otra caída y que abandonaría al día siguiente. Marco había estado cerca de la victoria de etapa, siendo 2º tras Massi -> clasificación / vídeo. Quizás había tardado demasiado en atacar, esperando a los últimos km del Peyresourde.

    Pero tendría la revancha en la 2ª etapa pirenaica, con los puertos de Mente, Aspet, Core y Port antes de Plateau de Beille, que se estrenaba en el Tour. En esta jornada Ullrich empezaba a notar que el Tour le iba a ser esquivo: pinchaba al pie de la subida final, teniendo que hacer un gran esfuerzo para recuperar posiciones, y justo al llegar a la parte delantera se producía el ataque de Pantani, que se marchaba en solitario, cazando a un sorprendente Meier y ganando la etapa con 1’40” sobre un líder que había tenido que hacer todo el gasto en el grupo perseguidor, con la revelación Julich soldado a su rueda y atacándole en los últimos metros para arañar segundos -> clasificación / vídeo.

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    Marco en Plateau de Beille.

    Se acababan los Pirineos y Pantani se colocaba 4º en la general, a tres minutos escasos de Ullrich. En Telekom empezaban a esta preocupados y mantenían contactos con Mercatone para controlar la carrera y ver qué pasaba con ellos. Veteranos como Conti los tranquilizaban diciendo que Pantani sólo iba a por etapas, aunque “il pirata” ya tenía muy claro que su objetivo era la victoria final.

    En la jornada de descanso el “caso Festina” se iba a complicar aún más, ya que los corredores fueron a declarar a comisaría, convencidos por el director del Tour, Jean Marie Leblanc, de que lo hacían sólo como testigos … y sin embargo fueron detenidos e interrogados, siendo presionados con métodos vejatorios hasta que la mayoría de ellos acabó confesando el uso de EPO. Ese mismo día hubo registros en el hotel del TVM, equipo que ya estaba en sospecha desde meses antes, cuando varios mecánicos fueran detenidos portando dosis de EPO, y la policía de nuevo encontró una gran cantidad de productos dopantes.

    Todo lo que se hablaba de la carrera era relativo al doping, con la UCI, cuyo presidente estaba desaparecido, queriendo implantar de manera inmediata un “carnet de salud”, así que los ciclistas decidieron hacer un plante y no disputar la etapa de Tarascon, sentándose en la carretera. Pero tras amenazas de J.M.Leblanc a los directores de los equipos, y de estos a sus corredores, con el Telekom (y especialmente Rijs) poniéndose de parte del Tour, la carrera se reanudó, con Pantani, que había sido uno de los cabecillas del plante junto a Jalabert, lamentándose de la falta de unión entre los ciclistas.

    Tras varias etapas para escapadas entre bloques montañosos, con la situación aparentemente más calmada, llegaban los Alpes, con una general encabezada por Ullrich, pero con Julich a poco de más de un minuto y Jalabert y Pantani a 3, por lo que el alemán no podía confiarse.

    1. Jan Ullrich (All): 66h 11′ 51”
    2. Bobby Julich (Usa) a 1′ 11”
    3. Laurent Jalabert (Fra) a 3′ 01”
    4. Marco Pantani (Ita) m.t
    5. Michael Boogerd (Hol) a 3′ 29”
    6. Luc Leblanc (Fra) a 4′ 16”
    7. Bo Hamburger (Dan) a 4′ 44”
    8. Stephane Heulot (Fra) a 5′ 05”
    9. Fernando Escartin (Esp) a 5′ 16”
    10. Roland Meier (Sui) a 5′ 18”

    El 27 de julio se disputaba la etapa reina, con casi 190 km y los colosos alpinos de la Croix de Fer, irregular pero largo y con tramos muy exigentes, y el Telegraphe + Galibier, que contado como una única ascensión está en el top-12 de los puertos más duros afrontados en carrera (el 1º de Francia), antes de la subida final a Deux Alpes -desde el km 11-, cima ya conocida por Pantani al haber sido final de etapa en el Giro 1994.

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    La mítica etapa de Deux Alpes, con la Croix de Fer y el Galibier N antes de la subida final

    Lo que había sido calor en los días previos se tornaba en aguacero y condiciones meteorológicas muy deficientes en esta jornada. La etapa se hacía muy dura ya desde la Croix de Fer, con múltiples ataques de los Cofidis y Pantani sufriendo una cáida (aunque sin consecuencias), consiguiendo marcharse Rinero en el descenso junto a otros 5 corredores, entre los que se encontraban Massi, ganador en Luchon y líder de la montaña, y Marcos Serrano, compañero de equipo de Escartín.

    El grupo de escapados llegó al pie del Telegraphe con algo más de 3 minutos de ventaja sobre el pelotón, donde nada más comenzar el puerto Luc Leblanc y Meier iniciaron una serie de demoledores ataques que acabaron reventando a casi todos los compañeros de Ullrich, al cometer estos el error de intentar responder a todos los movimientos, y quedando también descolgado Jalabert, 3º en la general. Si pudo escaparse el Chava, que por su mala situación en la general no preocupaba a los Telekom.

    Ya en el Galibier continuaron los ataques de Leblanc, secundados en este caso por Escartín, hasta quedar únicamente Rijs para proteger a Ullrich, que tras un ataque de Boogerd acabó respondiendo en 1ª persona. El acelerón del líder selecciono aun más el grupo, provocando un parón que aprovechó Escartín para marcharse en solitario. Y a menos de 6 km de la cima, tras un nuevo intento de Leblanc que “limpió” el grupo de Cofidis, aguantando sólo Julich, llegó el momento esperado: ataque de Pantani, que de pie sobre la bicicleta abre hueco rápidamente.

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    El ataque del “pirata” en el Galibier.

    Leblanc intentaba seguirle en primera instancia, pero acababa cediendo. Pantani “volaba”, metiendo alrededor de medio minuto por km al grupo del líder y atrapando a todos los fugados: Escartín, Chava y los supervivientes de la escapada inicial Rinero, Massi y Marcos Serrano. Pantani coronaba el Galibier con 10” sobre Jiménez, algo más sobre el resto de escapados y 2’49” sobre el grupo de Ullrich y Julich, formado únicamente por 7 corredores, aunque unos metros por delante aún circulaba Leblanc.

    En el largo descenso (hasta el km 34) y después de que varios corredores pasaran dificultades para ponerse el chubasquero (entre ellos Pantani, que llegó a pararse), hubo reagrupamiento por delante, aunque el Chava, víctima del esfuerzo previo, se quedaría cortado, con Pantani aprovechando el buen trabajo de su compatriota Massi y de Marcos Serrano para ampliar la ventaja hasta unos 3 minutos y medio sobre el grupo de Julich al inicio de la subida final, mientras que Ullrich perdía algo más de 4 debido a un pinchazo en el tramo previo. El sino del Tour estaba escrito para el alemán.

    La subida a Deux Alpes fue una baño de masas para el Pirata, que con un ritmo imposible de seguir para el resto de escapados se marchó en solitario en busca de la victoria, mientras que por detrás atacaban Julich y Boogerd, con Ullrich hundiéndose completamente a pesar del apoyo de Rijs y Bolts, que habían llegado a su altura. Finalmente, Pantani se hacía con el triunfo. Era una victoria mítica, legendaria, digna de un ciclista de otra época, un Gaul moderno, que ponía el Tour a sus pies y entraba en meta sabiéndose nuevo líder y capo de la carrera.

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    Pantani victorioso en Deux Alpes.

    Las diferencias en meta fueron enormes, con sólo Massi y un bravo Escartín perdiendo menos de 2 minutos y el 5º en la etapa, Bobby Julich, dejándose casi 6. Peor le fueron las cosas a Ullrich, que totalmente hundido llegaba a 8’57” junto a Rijs y Bolts: sólo en la subida final había perdido casi 5 minutos respecto al de Cesenatico. Otro de los damnificados era Jalabert, que tras dejarse más de 15 minutos perdía todas sus opciones de podio -> clasificaciónes / vídeo.

    Etapa:

    1. Marco Pantani (Ita): 5h 43′ 45”
    2. Rodolfo Massi (Ita) a 1′ 54”
    3. Fernando Escartin (Esp) a 1′ 59”
    4. Christophe Rinero (Fra) a 2′ 57”
    5. Bobby Julich (Usa) a 5′ 43”
    6. Michael Boogerd (Hol) a 5′ 48”
    7. Marcos Serrano (Esp) a 6′ 04”
    8. Jean Ciril Robin (Fra) a 6′ 34”
    9. Manuel Beltran (Esp) a 6′ 40”
    10. Dariusz Baranowski (Pol) m.t.

    General:

    1. Marco Pantani (Ita): 71h 58′ 37”
    2. Bobby Julich (Usa) a 3′ 53”
    3. Fernando Escartin (Esp) a 4′ 14”
    4. Jan Ullrich (All) a 5′ 56”
    5. Christophe Rinero (Fra) a 6′ 12”
    6. Michael Boogerd (Hol) a 6′ 16”
    7. Rodolfo Massi (Ita) a 7′ 53”
    8. Luc Leblanc (Fra) a 8′ 01”
    9. Roland Meier (Sui) a 8′ 57”
    10. Daniele Nardello (Ita) a 9′ 14”

    Pero no todo estaba ganado para Pantani, restando aún dos etapas alpinas y la contrarreloj final. En la 1ª de estas jornadas, con más de 200 km e incluyendo Porte, Cucheron, Granier, Grand Cucheron y la colosal Madeleine antes de la llegada en Albertville, Ullrich iba a dar una auténtica demostración de fuerza, lanzando un demoledor ataque en la Madeleine a más de 55 km de meta al que sólo pudo responder Pantani, presentándose ambos en Albertville con 1’49” de ventaja sobre un pequeño grupo con el resto de favoritos, aunque varios top-10 se dejaron más de 4 minutos y Leblanc perdió casi 26 -> clasificación / vídeo. La victoria fue para el teutón por escasos centímetros, colocándose 3º en la general a casi 6 minutos de Pantani pero a sólo 14 segundos de Julich.

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    La etapa 16ª, con la Madeleine como puerto estrella.

    Al día siguiente, en medio de protestas por los registros de la policía (ordenados desde la fiscalía y el Ministerio de deportes) en los hoteles de varios equipos, siendo incluso detenidos varios ciclistas del TVM, hubo un nuevo plante de los corredores por lo que consideraban un trato vejatorio. Y aunque finalmente la marcha se reanudó, no sin fuertes discusiones entre los propios ciclistas, con un Rijs que de nuevo se puso de parte de los organizadores, los corredores se quitaron el dorsal y la etapa fue neutralizada, no contando los resultados y con los equipos españoles Banesto, Kelme, Once y Vitalicio, el holandés TVM y el italiano Riso Scotti abandonando la prueba.

    Así iba a discurrir el Tour mas polémico de siempre, y aunque con la retirada de Escartín, 4º hasta entonces (y que al año siguiente se resarciría quedando 3º), el podio ya estaba prácticamente decidido, la última contrarreloj, con una nueva victoria de Ullrich, provocaba que el alemán adelantara en la clasificación a Julich, mientras que Pantani, 3º en la etapa, mantenía fácilmente el liderato, con Ullrich 2º a 3’21” y el estadounidense 3º a 4’08”. En la jornada de París ya no hubo cambios, llevándose la victoria al sprint Tom Steels.

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    Pantani junto a sus compañeros de equipo.

    Clasificación final:

    1. Marco Pantani (Ita) Mercatone: 92h 49′ 46”
    2. Jan Ullrich (Ger) Telekom, a 3′ 21”
    3. Bobby Julich (Usa) Cofidis, a 4′ 08”
    4. Christophe Rinero (Fra) Cofidis, a 9′ 16”
    5. Michael Boogerd (Ned) Rabobank, a 11′ 26”
    6. Jean-Cyril Robin (Fra) US Postal, a 14′ 57”
    7. Roland Meier (Swi) Cofidis, a 15′ 13”
    8. Daniele Nardello (Ita) Mapei, a 16′ 07”
    9. Giuseppe Di Grande (Ita) Mapei, a 17′ 35”
    10. Axel Merckx (Bel) Polti, a 17′ 39”

    Sucedía Marco en el palmarés al último italiano vencedor de la ronda francesa, Felice Gimondi, que 33 años antes había ganado el Tour por delante de Raymond Poulidor, y se apuntaba un doblete para la historia, el último que se ha producido desde entonces y teniendo que remontarse hasta 1993 y Miguel Indurain para encontrar otra victoria en Giro y Tour del mismo año.

    Parecía que por fin el destino, sin la mala suerte y las lesiones de otras temporadas, se aliaba con el Pirata, que afrontaba una preparación invernal en plenas condiciones, y que una vez conocidos los recorridos de las tres grandes para 1999 lo tenía claro: el Tour lo había despreciado y él iría a por su 2º Giro, que contaba con un trazado durísimo, con colosos como la Fauniera y el Mortirolo; y quizás a por la Vuelta, que estrenaba el terrorífico Angliru, además de programar una gran etapa en Andorra.
     
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  12. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Aprovecho que hoy la etapa del Giro pasa por este mítico puerto para recordar lo que ha supuesto este puerto en la carrera italiana.
    Un saludo



    MORTIROLO
    Alpes italianos


    Perfil Mortirolo (Altimetría)
    Distancia
    12,4km



    Altitud
    1.851m



    Media
    10,53%



    Desnivel
    1.306m



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    El Mortirolo, ciclismo épico en su máxima expresión


    En el corazón de los alpes italianos. Rodeado de colosos por encima de los 2.500 metros sobre el nivel del mar como el Passo dello Stelvio y el Passo di Gavia, se encuentra escondido el Passo della Foppa (1.852m). Así es como originalmente se conoce al Mortirolo. Una ascensión llena de épica, de rampas imposibles y de leyendas ciclistas.



    Hasta los años 90, esta pared de 12 kilómetros que arranca en Mazzo di Valtellina había sido ignorada por los organizadores del Giro de Italia. Desde entonces cada rampa del Mortirolo se ha llenado de leyendas, de ataques, de crisis, fatigas y gotas de sudor.



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    Leonardo Sierra fue el primero en coronar el puerto en 1990. Desde la vertiente de Tirano eso sí, la más blanda. El venezolano se llevó la etapa en un Giro que será recordado por la gesta de Gianni Bugno. Lució la maglia durante los 21 días que duró la prueba.



    La carnicería de Chioccioli


    La primera vez que se subió el Puerto del Mortirolo por su parte más dura recordó al ciclismo de la vieja usanza. Era un lunes de junio y de líder el italiano Franco Chioccioli. Era la primera de las tres etapas dolomitas que iban a decidir el Giro del ‘91. A tan solo veintiséis segundos se encontraba el español Marino Lejarreta y amenazantes Chiappucci, Bugno y Massimiliano Lelli.



    Era una etapa corta de tan solo 130 kilómetros con el Mortirolo al inicio. El martes y el miércoles vendrían dos ‘tappones dolimíticos’ por lo que podría ser un buen día para guardar fuerzas. Nada de eso pasó. A estos valientes el Mortirolo les pilló completamente por sorpresa. El propio Chioccioli afrontaba la etapa con un 42×24, una auténtica barbaridad para un puerto con varios kilómetros por encima del 10% de media y con rampas del 20%.



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    Histórico álbum de fotos del Giro 91 con Delgado, Bugno…



    La Maglia Rosa tomó el mando al inicio de la subida mientras los rivales impasibles veían como se les esfumaba el Giro. Franco Chioccioli coronó con 2.30 minutos de ventaja sobre sus perseguidores, incluido Lejarreta. El italiano se llevó la etapa, se llevó el Giro y destrozó a todos sus rivales en esta subida inhumana.



    Nada más rebasar la meta en Aprica Marino Lejarreta declaró: “Nunca en mi carrera he subido un puerto tan duro como el Mortirolo.”





    Nace el mito


    En 1994 el coloso alpino asistió al nacimiento de un mito, Marco Pantani. Eran tiempos de bonanza para la corsa rosa con un elenco de ilustres leyendas que no venían precisamente a pasearse. Claudio Chiappucci, Gianni Bugno y Miguel Induráin como hombre a batir lideraban una participación excelsa a la que se sumaban figuras emergentes como Evgeni Berzin, Pavel Tonkov, Francesco Casagrande, Ivan Gotti, Wladimir Belli o el propio Marco Pantani.



    En la jornada anterior El pirata -con 24 años recién cumplidos- ya había demostrado su golpe de pedal en Passo di Monte Giovo, donde aventajó en 40 segundos al grupo de los favoritos. Su fama mundial estaba a punto de llegar…



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    195 kilómetros dolomíticos con Passo dello Stelvio y Passo del Mortirolo como grandes atractivos del día. La etapa comenzó descafeinada con los gallos fumándose el Stelvio. Quedaba el Mortirolo y Valico di Santa Cristina antes de llegar a Aprica. Pantani atacó desde abajo, pero esta vez -conscientes de que era la rueda a seguir- todos continuaron la estela del menudo escalador italiano.



    Primero cedió Bugno e Induráin, que veía como se alejaba por las duras rampas el líder Evgeni Berzin y con él la posibilidad de lograr su tercer Giro consecutivo. Sin embargo, la decisión de seguir a Pantani fue la peor de todas. El siguiente en quedarse fue De Las Cuevas. Y luego le llegó el turno a Berzin que pagó el esfuerzo titánico de seguir al pirata. Entonces fue sobrepasado por Miguelón a tres kilómetros de coronar. El navarro acariciaba el liderato.



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    Induráin rebasa a Evgeni Berzin en el Mortirolo



    Lo que pasó después camino de Aprica fue una auténtica masacre. Induráin conectó junto a Cacaíto con el todopoderoso Pantani, pero en Valico di Santa Cristina (6km al 10%) sufrió una tremenda pájara, similar a la de Berzin. Se dejó 3 minutos y medio con Pantani en meta y el ruso más de 4 minutos. Acababa de nacer un mito.



    Más cadáveres


    En la tercera ocasión que el Passo della Foppa hizo acto de presencia en la corsa rosa desde la temida vertiente de Mazzo di Valtellina volvió a ser una jornada caótica. Etapa 21. El día siguiente llegan a Milán. Abraham Olano, el sucesor de Induráin, vestido de rosa. Ante él Pavel Tonkov, 250 kilómetros dolomíticos y un Mortirolo a 30km de meta.



    El Mapei tensa la cuerda en Paso Gavia, que es la cima Coppi. Olano llega inmune a las faldas del Mortirolo. Entonces atacan los Gotti, Zaina, Ugrumov y también Pavel Tonkov. Olano a ritmo, hoy no lleva el maillot arco iris conquistado en Colombia porque es líder y va de rosa. Tiene 46 segundos de margen. A 5 para la cima todavía conserva la maglia. Hace frente a la gravedad. Pesa 73kg y los rusos 62kg, como Gotti que corona el primero junto a Tonkov, se sabe de rosa. Olano agoniza. Se deja casi tres minutos en la cima y salva el pódium de milagro, por tres segundos. El Mortirolo ya tiene una nueva víctima.



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    Huérfanos


    En 1997 se escalaba de nuevo el coloso antes de Milán y hubo un intercambio de papeles. Ese día ganó Tonkov y el Giro fue de Iván Gotti. Lo mismo sucedió en 1999. Otro Giro para Gotti y en vez del ruso el que gana la etapa es Roberto Heras. Nadie recuerda la victoria del bejarano. Esa mañana de sábado de junio del 99 el ciclismo fue noticia en todo el mundo. Pantani descalificado el día en que escalan su puerto fetiche. Índice de hematocrito en sangre 51,9%. Iba de rosa con más de cinco minutos y medio de ventaja. Listo para exhibirse. Conspiraciones, mafia, apuestas deportivas… 18 años después la fiscalía todavía investigaba el caso que dejó a Pantani sin Mortirolo.



    Desde la muerte de Marco Pantani en 2004, el Giro premia al corredor que corona en primer lugar este puerto catalogado como Cima Pantani. Así mismo la organización ha creado un monumento en el punto kilómetrico nº 8 en honor al pirata.



    Desde el año 2004 el puerto no ha tenido la dimensión que tuvo en los 90. Cunego, Basso (2006) y Contador (2008) aguantaron los envites de sus rivales para conquistar el rosa. El siguiente en sucumbir al Mortirolo fue él español David Arroyo en la edición de 2010. Vestía de rosa en la penúltima etapa gracias a una fuga consentida, pero en el puerto Ivan Basso asaltaría el liderato. En 2012, en el Giro que perdió Purito Rodríguez el puerto se hallaba lejísimos de la meta. Solo un valiente, Thomas De Gent, se atrevió a probarlo y le valió el pódium cuando encaraba la etapa como sexto clasificado.



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    Alberto Contador


    El siguiente gran tappone que se vivió en el Mortirolo fue en 2015 con dos protagonistas. Alberto Contador y el Team Astaná. El madrileño muy sólido afrontaba el día con aires de grandeza y la mira puesta en sentenciar la carrera con un recorrido que le viene al pelo. Sin embargo, a pocos kilómetros de Mazzo di Valtellina todo se tuerce. Avería mecánica en Aprica y el Astaná se pone a bloque en favor de Aru. 47 segundos de ventaja y Contador inicia el puerto sin gregarios. Peligra el Giro.



    El tercero de la general es Mikel Landa. Gregario de lujo para el italiano y gran damnificado. El baile de Contador surte efecto. Llega hasta Fabio Aru. Lo ataca. Lo elimina. Y junto a él se va Landa que por fin es libre. Free Landa. El vasco se lleva la etapa y Contador en otra jornada épica, es más líder.



    Roglic vs Carapaz vs Nibali, la dimensión Landa


    Este año el Giro es muy probable que se decida en las rampas del Mortirolo que una vez más puede ser el puerto que sentencie la general en favor del squalo Nibali o bien eleve a Carapaz a lo más alto.





    Mejores tiempos de subida
    Pos. Corredor Tiempo Carrera Km/h
    1
    Ivan Gotti 41m 42s Giro de Italia 1999 16.83 km/h
    2 Roberto Heras 41m 42s Giro de Italia 1999 16.83 km/h
    3 Gilberto Simoni 41m 42s Giro de Italia 1999 16.83 km/h
    # Pavel Tonkov 42m 07s Giro de Italia 1996 16.67 km/h
    # Marco Pantani 42m 40s Giro de Italia 1994 16.45 km/h
    # Miguel Induráin 43m 33s Giro de Italia 1994 16.12 km/h
    # Evgeni Berzin 44m 21s Giro de Italia 1994 15.83 km/h
    # Ivan Basso 44m 39s Giro de Italia 2010 15.72 km/h
    # Vincenzo Nibali 44m 39s Giro de Italia 2010 15.72 km/h
    # Wladimir Belli 45m 13s Giro de Italia 1997 15.53 km/h
    # Alberto Contador 45m 14s Giro de Italia 2015 15.52 km/h
    # Mikel Landa 46m 04s Giro de Italia 2015 15.24 km/h
    # Emmanuelle Sella 46m 12s Giro de Italia 2008 15.19 km/h

    Strava (Tiempos)
    [​IMG]
    Ver mejores tiempos


    Cómo llegar al Mortirolo


    Para llegar al Mortirolo o Passo della Foppa es necesario acercarse hasta la ciudad de Aprica o Bormio, y más concretamente hasta Mazzo di Valtellina (enlace a google maps) pueblo donde arranca el puerto por su vertiente más dura. Se encuentra muy cerca de Bormio. El pueblo que conecta el Stelvio con el Gavia.

    Cómo subir al Mortirolo


    Subir este monstruo alpino no está hecho para todos los desarrollos. Si no quieres subir demasiado atrancado y sufrir de lo lindo en las rampas del 20% lo mejor es ir con buena cadencia. Aunque vas a sufrir de todos modos porque la pendiente es muy sostenida.



    El puerto es muy duro. Es probable que viendo la estrechez de la carretera y las pintadas que evocan a jornadas épicas te entren ganas de cebarte. Craso error. Estás ante un esfuerzo que tranquilamente llegue a la hora y media. Todo depende de tus cualidades.



    Después del primer kilómetro la pendiente no baja del 9%. Un 34×28 es lo mínimo exigible si estás medianamente entrenado y en buena forma. Los kilómetros centrales son entre bosque con alguna cabaña desperdigada. En cada curva de herradura un cartel. Te recomendamos que ni las cuentes. Solo concéntrate en la carretera y el esfuerzo.



    Cuando hayas superado una gran parte del ascenso llegas a la curva con el cartel 11º Tornante. Ahí te espera un aliado de lujo. Marco Pantani. A partir de aquí tres kilómetros donde la pendiente amaina y el paisaje cambia por el de la alta montaña. Acabas de añadir otro puerto épico para tu colección.
     
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    Última edición: 29 May 2019
  13. labeaga

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    Marco Pantani – Una vida al ataque (parte 4)

    1999-2000 – Caída en desgracia y Armstrong.
    Tras un año triunfal, se presentaba el nuevo Mercatone para la temporada 1999, en una mezcla de megalomanía y espectáculo con todos los corredores disfrazados de piratas, en honor al apodo de Pantani:

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    Pantani y sus compañeros de equipo.

    Y ya desde el inicio, se tomaba muy en serio la temporada, apuestas mediante, como la de que podría ganar la Milán-San Remo. No lo lograría … pero dejaría un ataque para la historia en la Cipressa -> vídeo, siendo posteriormente cazado pero dejando uno de los momentos de la temporada. Y no fue su única exhibición ese mes, ya que apenas 2 semanas antes se había impuesto en la Vuelta a Murcia, con un espectacular triunfo camino de Aledo tras marcharse en solitario en el Collado Bermejo y mantener diferencias en el descenso -> clasificación / vídeo.

    [​IMG]
    Ataque de Pantani en la Cipressa.

    En cualquier caso, su primer gran objetivo era el Giro de Italia, en el que se encontraría a los españoles Jose Mª, Jiménez, Roberto Heras y Dani Clavero; a los suizos Alex Zulle, salido de la sanción, y Oscar Camenzind; a los italianos Ivan Gotti (ganador en 1997), Gilberto Simoni y Paolo Savoldelli; y los franceses Laurent Jalabert y Richard Virenque, en un trazado repleto de montaña, incluyendo varias ascensiones colosales y jornadas con mucha desgaste, y que también contaba con casi 80 km de CRI, provocando las quejas de algunos corredores, como el sprinter Mario Cipollini, que hablaban de un recorrido “demasiado duro”.

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    El perfil general de las etapas del Giro 1999.

    Y Marco no se iba andar con contemplaciones. Tras unas primeras etapas en las que Jalabert demostraba que venía al Giro yendo a por todas, “el Pirata” daba su primer recital en la 8ª jornada, con 250 km y meta en el Gran Sasso tras superar el Válico de Monte Cristo. A unos dos kilómetros de la cima y ante la tentativa del “Chava” Jiménez, Marco volaba y sólo su compatriota Gotti podía seguirle … pero no por mucho, pues Pantani finalmente conseguía soltarle y volaba hacia su 1ª victoria de etapa en aquel Giro, logrando además el maillot rosa de líder.

    Al día siguiente perdía el rosa en la quebrada contrarreloj de Ancona, pasando a Jalabert, quién además se hacía con el triunfo de etapa -> clasificación. Pero Pantani había hecho una muy buena crono, perdiendo menos de un minuto con “Jaja” y estaba segundo en la general. No parecía que sus rivales se lo fueran a poner tan difícil como en el 98, pero todavía no habían llegado las grandes cumbres y no estaban claros los estados de forma. Habría que esperar a la 14ª jornada, con la temible Fauniera (Colle dei Morti) camino de Borgo San Dalmazzo, para quitar caretas.

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    La etapa de Borgo San Dalmazzo (14ª), con el estreno de la Fauniera.

    El Mercatone controlaba la subida, pero un ataque del Chava a 9 km de la cima desataba la caja de los truenos. Pantani remachaba ese ataque y nadie podía seguirle a pesar de aguantar Gotti unos metros, mientras que Jiménez, tras luchar con Gotti en la persecución de Pantani, se hundía completamente. En cambio el Pirata volaba sobre una de las cumbres más duras jamás escaladas por el Giro (en aquel momento sólo superada por el Mortirolo), llegando a la cima con un minuto de ventaja sobre Gotti y casi dos sobre Clavero y Simoni, aunque todavía circulaban por delante un trío de escapados.

    Sin embargo en el descenso, tras alcanzar a varios de los fugados, Marco aflojaba ante la peligrosidad del mismo, e “Il Falco” Savoldelli, que había coronado a más de 2 minutos de Pantani, lo aprovechaba para aparecer como un avión y quitarle las pegatinas -> vídeo, haciendo honor a su apodo de halcón con una bajada prodigiosa, llegando al final del descenso con más de un minuto de ventaja sobre el grupo perseguidor.

    Ya nadie pararía a Savoldelli hasta meta, con el último de los escapados, Missaglia, cediendo en la subida a Madonna del Colletto, mientras que por detrás un trío formado por Pantani, Gotti y un gran Dani Clavero le seguían a distancia, cruzando finalmente la meta a casi 2 minutos y con malas caras entre los dos italianos, que habían discutido en el ascenso a la Madonna del Colletto, como ya se las habían tenido en el Gran Sasso. Más tiempo perdía Jalabert, que si bien no se hundía cedía el liderato a Pantani -> clasificación / vídeo.

    No obstante, al Pirata le había quedado una espina clavada, así que al día siguiente se conjuró para ganar la etapa (15ª), poniendo a su equipo en bloque para controlar la subida final a Oropa, irregular pero con tramos duros. Sin embargo, un inoportuno salto de cadena le descolgaba del grupo justo cuando el joven escalador del Kelme, Roberto Heras, atacaba por delante. Pasaban segundos en lo que parecían ser horas para el Pirata y seguía sin arreglarse el problema, hasta que por fin solucionaba la avería y se montaba en su bicicleta, tirando para arriba con sus gregarios a un ritmo infernal, cazando uno a uno a los corredores que se iban descolgando.

    A unos 5 km de meta y ya sin compañeros de equipo, Pantani continúaba la persecución, mientras que por delante Jalabert, tras alcanzar a Heras, se iba en solitario, siendo perseguido por Gotti y Miceli. El Pirata, con un ritmo demoledor, iba alcanzando grupos hasta que finalmente a 3 km de meta daba caza a Jalabert, para delirio de los “tifossi” que abarrotaban la cuneta.

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    Pantani y Jalabert en Oropa.

    El francés se ponía a rueda, pero su esfuerzo era baldío: Marco se marchaba en una de las mayores exhibiciones vistas en una subida final en mucho tiempo. Entraba triunfante con 21 segundos sobre Jalabert y 35 sobre el italiano Simoni, que poco a poco y conforme aparecían las cumbres iba tomando peso en la carrera -> clasificación / vídeo. Ahora la general la comandaba Pantani, con Savoldelli a 1’54” y Jalabert, Gotti y Clavero a poco más de 2 minutos. Aún faltaba la última contrarreloj y toda la traca dolomítica, pero el Giro, salvo hecatombe, era del Pirata.

    Antes de la contrarreloj estaba la llegada “up-hill” de Lumezanne, donde Pantani se atrevió a esprintarle a Jalabert, con el francés ganando por apenas un tubular al desatado corredor de Cesenatico. Era sólo un aviso de lo que pensaba perpetrar en las cumbres. Para mayor muestra, el Pirata hacía 7º en la CRI llana de Treviso, cediendo menos de un minuto con Jalabert y 1’21” con Savoldelli, mientras que el triunfo era para el ucraniano Honchar -> clasificación.

    Pantani había salvado el rosa y todavía quedaba un terrorífico tríptico de alta montaña, con finales en Alpe di Pampeago, Madonna di Campiglio y Aprica respectivamente, siendo esta última jornada a priori la reina de la carrera, incluyendo el durísimo Mortirolo, de gran recuerdo para el italiano tras su inolvidable etapa de 1994.


    Y las cosas se ponían serias camino de Pampeago, con el equipo Mercatone destrozando el pelotón en el Passo Manghen, un coloso con más de 1600 m de desnivel y 6,5 km finales al 10%. Esta dureza, unida al fuerte ritmo, provocó que apenas una docena de ciclistas resistieran en el grupo de favoritos, entre ellos un Savoldelli que intentó abrir hueco en el descenso, si bien la escasa ventaja obtenida hizo que fuera atrapado en el llano previo a Alpe di Pampeago, una subida con 4 km finales al 11,5% ya vista en la anterior edición y donde la ley del más fuerte volvía a ser clara.

    Ya en el ascenso final, el fuerte ritmo de Zaina seleccionaba aún mas el grupo, quedando descolgado Jalabert (en meta perdería 4 minutos), hasta que por sorpresa, a 4,5 km de la cima, hubo un demarraje de Heras, con sólo el Pirata, Simoni y Gotti pudiendo responder. Este grupo saltó por los aires cuando Pantani lanzó su contrataque, justo al comenzar la parte más dura, marcando un ritmo imposible de seguir por parte de sus rivales, cruzando la meta con más de un minuto sobre Simoni y casi 1’30” sobre Heras y Gotti, mientras que Savoldelli y Clavero (este último afectado por 2 caídas) se dejaban casi 3 minutos -> clasificación / vídeo.

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    El ataque en Pampeago, con Heras en 2º termino.

    No había Giro: Pantani había sentenciado la carrera … Y todavía quedaría más claro este axioma en la etapa siguiente, cuando en la subida a Madonna di Campiglio (hasta la cota 1520 m), Pantani dejaba una de esas imágenes para el recuerdo saltando del grupo y cazando a los escapados, cuyo último exponente, el colombiano Hernán Buenahora, se soldaba a rueda por sólo unos instantes para finalmente sucumbir, mientras que Marco volaba hacia su 4ª victoria de etapa en medio del enfado de sus rivales que no entendían esa tiranía desmedida -> clasificación / vídeo.

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    Pantani llegando a Madonna di Campiglio.

    Con la general aparentemente decidida, la mayor incógnita era saber quiénes le acompañarían en el podio, con los también italianos Savoldelli y Gotti como mejor colocados, aunque sin poder descartar a Jalabert o incluso Simoni, que iba claramente a más, al contrario que Clavero, al que las caídas sufridas le estaban pasando factura.

    1. Marco Pantani (Ita): 89 h 22′ 58”
    2. Paolo Savoldelli (Ita) a 5′ 38”
    3. Ivan Gotti (Ita) a 6′ 12″
    4. Laurent Jalabert (Fra) a 6′ 39″
    5. Daniel Clavero (Esp) a 9′ 51″
    6. Gilberto Simoni (Ita) a 9′ 52″

    10. Roberto Heras (Esp) a 14′ 07”

    Y es que aún restaba la jornada reina, con final en Aprica tras un durísimo recorrido que incluía el Passo del Tonale y la “Cima Coppi”, el Passo di Gavia, con 16,5 km al 8%, en la primera mitad de la ruta, y ya en la parte final el terrorífico Mortirolo, con 12 km al 10,8%, seguido por el suave ascenso a Aprica y el muro de Santa Cristina (hasta el km 7), antes del rápido descenso hacia meta, en una etapa con los últimos 90 km, a partir de Bormio, idénticos a los de la mítica jornada de 1994.



    Sin embargo, esa noche sería la última en la vida de Pantani en la que podría descansar … A la mañana siguiente el sueño había terminado: un control de hematocrito del 52%, dos puntos por encima de lo permitido, provocaba su expulsión de la carrera, así como las disculpas hacia los tifossi. Era el principio del fin para un Pantani que se sentía perseguido, él, que había devuelto al ciclismo la épica del blanco y negro, de los ataques heroicos. ¿Por qué? ¿por qué él? ¿cómo era posible ese 52% si en anteriores exámenes estaba por debajo?.

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    Pantani ante los medios.

    La jornada se desarrollaría entre pitos y protestas de unos aficionados italianos que sentían que les habían robado el triunfo, con Savoldelli, a quién correspondía el líderato tras la descalificación de Pantani, renunciando a portar el maillot rosa por respeto a Marco … y miedo a los “tifossi”.

    Después de 6 horas sobre la bicicleta, el triunfo de etapa sería para Heras, que se marchaba desde el Mortirolo en compañia de Gotti y Simoni, con el primero de ellos imponiéndose en la general, siendo su 2º Giro tras el de 1997, y Simoni rozando un 2º puesto que finalmente conseguiría Savoldelli tras sufrir durante la etapa como un grande -> clasificación / vídeo. En cualquier caso, el tercer puesto de Simoni confirmaba al fin todo lo que el trentino había apuntado en categorías inferiores, siendo a partir de entonces el corredor de referencia en el Giro, con 2 victorias y otros 4 podios en 7 años.

    Clasificación final:

    1. Ivan Gotti (Ita): 99 h 55′ 56”
    2. Paolo Savoldelli (Ita) a 3′ 35”
    3. Gilberto Simoni (Ita) a 3′ 36″
    4. Laurent Jalabert (Fra) a 5′ 16″
    5. Roberto Heras (Esp) a 7′ 47″
    6. Niklas Axelsson (Sue) a 9′ 38”
    7. Sergei Honchar (Ucr) a 12′ 07″
    8. Daniele De Paoli (Ita) a 14′ 20″
    9. Daniel Clavero (Esp) a 15′ 53”
    10. Roberto Sgambelluri (Ita) a 17′ 31”

    Por el contrario para Pantani la temporada 1999 había terminado: no haría Tour, ni una Vuelta que había programado el Angliru para que pudiera expresarse en toda su magnitud. En la carrera francesa ganó sorpresivamente Armstrong, siendo el 1º de sus 7 Tours (aunque a día de hoy, tras su sanción en 2012, figuran sin ganador oficial), con Zulle 2º, aunque a mucha distancia debido a su caída en el Paso de Gois, y Escartín 3º, con una fabulosa victoria en Piau Engaly; mientras que en la Vuelta, en una de las mejores ediciones de su historia, incluyendo el mencionado estreno del Angliru y una gran etapa en Andorra, la victoria fue para Ullrich, que no había participado en el Tour por una caída, acompañándole en el podio Galdeano y Heras.

    No obstante, el caso Festina 1998 y ahora este hematocrito alto de Pantani ensombrecían el ciclismo, una situación que incluso iba a empeorar en los años siguientes … La vida del corredor de Cesenatico ya era un desorden total, sus idas y venidas, los problemas con su novia Christina Johnson, su caída en el mundo de las drogas, y para colmo se abría una investigación sobre su nivel de hematocrito tras su fatídica caída en la Milán-Turín de 1995, cuando al parecer los niveles de Marco rondaban el 60% … otro problema más.

    Con esta situación, la carrera de Pantani era una auténtica incógnita. Por eso cuando el 4 de mayo del 2000, 9 días antes del inicio del Giro, su nombre figuró en la lista de pre-inscritos para participar en la “corsa rosa” todos sus fans respiramos aliviamos, había esperanza. El día antes de empezar, Felice Gimondi, presidente de la Mercatone Uno Bianchi, confirmaba su participación, mientras Marco y los demás componentes del equipo acudían a una recepción en el Vaticano con el papa Juan Pablo II.



    Sin embargo el Pirata aclaraba que no venía a luchar por la general, sino a ayudar a sus compañeros. Y ya en la 9ª etapa, con llegada en el tendido Abetone previo paso por el durísimo San Pellegrino (Passo di Pradaccio), con exhibición y maglia rosa para Casagrande, que se fue en solitario desde la parte más dura de San Pellegrino -> vídeo, siendo una de las mejores etapas del año, Pantani decía adiós a todas sus opciones de lograr una buena clasificación, al descolgarse del grupo de favoritos y perder 7 minutos en meta.

    En la contrarreloj de Bibione y en las siguientes jornadas de montaña, con finales en Selva di Val Gardena (13ª) tras superar el estupendo encadenado Fedaia (Marmolada) + Sella donde había brillado en 1998, consiguiendo el liderato tras un etapón; y Bormio (14ª), con el Gavia como puerto estrella, se siguieron sucediendo descalabros de Pantani, perdiendo auténticas minutadas, mientras que en cambio su compañero de equipo Garzelli luchaba por la victoria, estando 2º en la general a sólo medio minuto de Casagrande.

    Se iba acabando el Giro y Pantani seguía sin brillar, parecía que ya no íbamos a volver a ver al viejo Marco … cuando en la última etapa de montaña, con llegada en la localidad francesa de Briancon previo paso por los cols del Agnello, la “Cima Coppi”, superando los 2700 m de altitud, e Izoard, con una 2ª mitad constante al 9% (salvo el descenso de Casse Desserte), el “elefantino” aparecía, alcanzando al grupo de favoritos en la parte final del Agnello y trabajando para su compañero Garzelli en la subida al Izoard, ante las constantes embestidas de Simoni -> vídeo.

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    Simoni, Pantani, Garzelli y Casagrande en el Izoard.

    Ya en Briancon, Pantani no podía culminar su gran jornada, pues Lanfranchi se había marchado en el descenso aprovechando el marcaje entre los capos, pero no importaba: Pantani acababa 2º en la etapa y lo que era más importante, volvía a sentirse ciclista después de muchos meses sin competir.

    En la jornada siguiente, en una dura contrarreloj con subidas a Montgenevre y Sestriere, Garzelli arrebataba el rosa a Casagrande, consiguiendo el triunfo en el Giro. Todo eran palabras de elogio hacia su compañero Marco, que tras un inicio muy flojo había sido clave en la jornada de Briancon.

    Un mes después llegaba el turno del Tour; con una gran pléyade de favoritos: Ullrich, Armstrong y Pantani, ganadores de las 3 ediciones anteriores, parecían los mejor situados, pero sin descartar a Zulle, 2º en 1995 y 1999, Olano y a una gran cantidad de escaladores, Virenque, Heras, Escartín, Jiménez, etc, que prometían batalla. Todo ello en un recorrido exigente y bastante equilibrado, con 4 duras etapas de alta montaña, además de una llegada en el Ventoux, y buena dosis de contrarreloj, aunque con una CRE quizás demasiado larga.

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    El Tour del 2000, con la dureza concentrada en los Alpes.

    La carrera se iniciaba con relativa sorpresa: Millar ganaba la crono de Futuroscope por delante de Armstrong y el US Postal no podía con la ONCE en la contrarreloj por equipos de Saint Nazaire, que con una longitud de 70 km provocaba grandes diferencias, habiendo además una fuga-bidón en la 6ª jornada, con el pelotón llegando a casi 8 minutos. No obstante, el estadounidense era el mejor de los favoritos, mientras que Pantani ya estaba bastante alejado en la general, a más de 5 minutos del estadounidense.

    Habría que esperar a la única y gran etapa pirenaica para ver si Pantani podía revertir la situación como en 1998. Se llegaba a la estación de esquí de Hautacam, cima ya conocida y donde estuvo a punto de ganar en el Tour de 1994, donde sólo la persistencia de Indurain para alejar a Rominger en la general había anulado su ataque, llegando finalmente 3º a meta, tras Leblanc y “Miguelón”.

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    La etapa de Hautacam (10ª), con 3 grandes puertos en su 2ª mitad

    En un día de perros, con mucha lluvia y donde los ciclistas tenían que superar Marie Blanque, con 4 km finales al 11,5%, y Aubisque, con 1200 m de desnivel, antes de Hautacam (hasta el km 14,7), la batalla estaba servida. Un buen grupo de escaladores, con Beltrán, Jiménez, Escartín, Heras y Virenque, atacaba en el Aubisque y llegaba con ventaja al pie de la subida final, mientras que por delante caminaba en solitario el corredor del Kelme Javier Otxoa, con muchos minutos de diferencia.

    Por detrás los grandes favoritos aguardaban, hasta que en las primeras rampas y ante un ataque de Zulle, Pantani respondía y contratacaba, formándose un terceto con ellos dos y Armstrong. Este último aumentó rápidamente el ritmo, con Pantani poniéndose a rueda y tratando de seguirlo, pero finalmente explotaba ante el “molinillo” del americano, con una frecuencia hasta entonces nunca vista en el ciclismo profesional.

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    Armstrong en Hautacam, seguido por Pantani y Zulle.

    El pirata no podía dar crédito: él, el mejor escalador del mundo, estaba siendo humillado en una subida que le iba a las mil maravillas. La frustración lo bloqueaba y terminaba siendo superado por Zulle, Ullrich y muchos otros, mientras que por delante Armstrong volaba, danzo caza y posteriomente descolgando a todos los escapados … menos a Javier Otxoa, que tras un gran sufrimiento en los últimos km ganaba la etapa -> clasificación / vídeo, con el Chava acabando tercero.

    Amstrong no sólo había conseguido el amarillo, sino que había arrasado a sus rivales, metiendo tiempo incluso a los que habían comenzado la subida con ventaja. En cambio Pantani cedía en meta más de 5 minutos, situándose en la general 25º, a más de 10 minutos del americano. Una general que con más de medio Tour por delante parecía sentenciada:

    1. Lance Armstrong (Usa) en 39h24’30”
    2. Jan Ullrich (All) a 4’14”
    3. Christophe Moreau (Fra) a 5’10”
    4. Marc Wauters (Bel) a 5’18”
    5. Peter Luttenberger (Aut) a 5’21”
    6. Joseba Beloki (Esp) a 5’23”
    7. Manuel Beltran (Esp) a 5’44”
    8. Javier Otxoa (Esp) a 6’13”
    9. José Maria Jimenez (Esp) a 6’21”
    10. Angel Casero (Esp) a 6’55”
    11. Richard Virenque (Fra) a 6’59”
    12. Abraham Olano (Esp) a 7’15”
    13. Alex Zülle (Sui) a 7’22”
    14. Michele Bartoli (Ita) a 7’23”
    15. Roberto Heras (Esp) a 7’33”
    17. Fernando Escartin (Esp) a 7’34”

    Tras una etapa de transición y la jornada de descanso los ciclistas se enfrentaban al terrible Mont Ventoux, con sus 16 km finales al 8,5%. El puerto hecho por y para los campeones, donde todos y cada uno de los ciclistas sufrían: la trágica muerte de Simpson en el 67, el desfallecimiento de Merckx en el 70 tras cruzar la meta o el mítico triunfo en contrarreloj de Gaul en el 58 eran grandes exponentes de esta mágica cima.

    Y como no podía ser de otra forma, el Ventoux no iba a decepcionar. El Banesto imponía un ritmo alto para el “Chava” Jiménez, pero tanto éste como Zulle se hundían y US Postal tomaba el mando en la subida final, dejando el pelotón en apenas una decena de hombres, con Pantani sufriendo cuando todavía quedaba mucho para la cima. Sin embargo, al pasar el Chalet Reynard, a 6 km de meta, se producía lo increíble: el Pirata se recuperaba y en los siguientes km atacaba una y otra vez hasta por fin irse en solitario a más de 2 km de la cima. Era inaudito, se veía que no estaba bien, pero había sacado toda su casta de campeón para lograr marcharse.

    Podía ganar, 42 años después que su gran ídolo Charlie Gaul, los tifosi vibraban, era un sueño. Pero de repente, en el grupo perseguidor, el inconformista “sputnik” americano atacaba, triturando a todos sus rivales y marchándose a por el italiano, cazándolo poco después. En ese momento parecía que nada podría parar a Armstrong … sin embargo, en lugar de irse a por la victoria, pensó que cediéndosela a Marco se quitaría un rival de enmedio. Así que realizó lo que quedaba de ascenso cuidando de que Pantani no se descolgara en ningún momento. Y finalmente le cedió la victoria -> clasificación / vídeo.

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    Pantani y Armstrong en la meta del Ventoux.

    La cara de Marco en el podio lo decía todo, no estaba feliz. Y aún menos cuando escuchó a Armstrong en la rueda de prensa decir que había le regalado la victoria … el americano se acababa de meter en un problema del que se iba a arrepentir.

    Pantani escalaba posiciones en la general, colocándose 12º, aunque todavía muy lejos de los primeros puestos, con Ullrich 2º y un sorprendente Beloki 3º, refrendando su triunfo de la Vuelta a Asturias. Aún quedaban las jornadas mas duras de los Alpes, pero el triunfo parecía imposible para el pirata, si bien el podio todavía se podía intentar. Las llegadas a Briancon, Courchevel y Morzine eran a priori jornadas “pantanianas”.

    Después de una etapa de transición, el tríptico alpino se iniciaba con una maratoniana etapa de casi 250 km, teniendo que superar la cota de Canjuers; el Col d´Allos, que regresaba al Tour 25 años después de la mítica jornada de Pra Loup 1975; el Col de Vars, con 5 km finales al 9%; y el precioso Col d´Izoard, ya afrontado en el Giro, pero que en este caso, al llegar desde Guillestre, se subía entero.

    Hasta el último puerto la etapa fue tranquila, con una escapada por delante y todo controlado por parte del US Postal, con Livingston y Hamilton … pero había alguien que no estaba satisfecho: Pantani aceleraba a mitad del Izoard e iba descolgando a casi todos los que intentaban seguir su ritmo, primero a Beltrán, después a los gregarios del US Postal, más tarde a Ullrich, Beloki, Escartín, Heras y finalmente Virenque. Sólo Armstrong era capaz de aguantar el ataque del pirata.



    Pantani iba a más, acababa de dar un recital con un ataque progresivo, pero todavía no estaba a su máximo nivel y Amstrong lo humillaba nuevamente, acelerando y dejándolo atrás con su ex-compañero Conti. Sin embargo, poco antes de la cima se producía el reagrupamiento, con unas palabras no muy amistosas entre el italiano y el estadounidense durante la bajada. Por delante ganaba Botero, con un tiempo cercano a las 8 horas, mientras que Pantani atacaba de nuevo en el repecho de Briancon, siendo 3º en meta, tras Botero y Savoldelli, y sacando unos segundos al grupo de favoritos -> clasificación / vídeo.

    El pique estaba servido: Armstrong molesto por la actitud de Pantani y el pirata deseoso de venganza. Y en esta situación llegaba la etapa de Courchevel, que con las subidas al mítico Galibier, aunque por su vertiente “blanda”; la impresionante Madeleine, con 19 km al 8% de media; y el interminable ascenso a Courchevel, con 1500 m de desnivel, se podía considerar la etapa reina. En la general Pantani era 9º, a diez minutos de Armstrong pero a poco más de 4 del podio. Y ya que ganar el Tour era prácticamente imposible, al menos el italiano iba a dejar claro que si él quería aún podían pasar muchas cosas.

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    La jornada reina (16ª), con Galibier, Madeleine y Courchevel.

    Durante la etapa se formaba una escapada con varios corredores, llegando destacados al inicio de la subida final Otxoa, Botero, Nardello, Lelli y Jiménez, con unos 4 minutos sobre el grupo de favoritos, donde se esperaba una nueva tentativa de Pantani, si bien Armstrong hasta ahora se había mostrado superior y contaba además con la ayuda de Livingston y Hamilton, especialmente el primero.

    Ya en el ascenso a Courchevel comenzaba el show. Por delante se sucedían los movimientos entre los escapados, con un bravo Otxoa que cedía tras haber tirado de Botero, mientras que por detrás, a unos 14 km de meta, ocurría lo esperado: atacaba Pantani, con sólo Armstrong pudiendo seguir su rueda. El americano, pasado el primer impulso de Pantani, se ponía en cabeza y el fantasma del Izoard, con Armstrong yéndose en solitario, sobrevolaba el Tour … pero esta vez Marco no lo iba a dejar marchar, recuperando enseguida la iniciativa.

    Por detrás Ullrich sufría, perdiendo bastante tiempo, mientras que Heras, yendo de menos a más, se unía a la dupla de Pantani y Armstrong. Por delante, a 8 km de la cima, era Jiménez quien atacaba, soltando a Nardello y Botero, con este último quedándose para ayudar a Heras. La magia iba tomando forma y tras dar caza a Botero, el trío Armstrong, Pantani y Heras se acomodaba al ritmo del colombiano … hasta que a 5 km de meta Pantani aceleraba y los dejaba tirados. El tiempo se paraba, era como en sus buenos años, como cuando dejó a Tonkov en Montecampione o a Berzin en el Mortirolo … Pantani estaba de vuelta.



    Lo inevitable sucedía, y a 3 km del final el italiano alcanzaba a un voluntarioso Chava, quién pese a intentarlo con todas sus fuerzas no podía sequir el ritmo de Pantani, que entraba triunfador en Courchevel con 41 segundos sobre Jiménez y 50 sobre Heras y Armstrong -> clasificación / vídeo. Se trataba de su 2ª victoria de etapa en aquel Tour, pero sin duda la que valía, la que era de ley. El Pirata había vuelto y se colocaba 6º en la general, a tiro del podio, estando a poco más de un minuto y medio del 2ª puesto, aunque con el hándicap de la última CRI.

    Quedaba sólo una etapa alpina y no parecía que Armstrong tuviera nada que temer, su segundo Tour era cosa segura … Pantani no pensaba lo mismo y convertiría la siguiente jornada, con llegada a Morzine, en la peor de las pesadillas del americano. A lo largo de la ruta los ciclistas tenían que superar los puertos de Saisies, Aravis, Colombiere (últimos 13 km), Chatillon y Joux-Plane, este último todo un HC con casi 12 km al 8,5%, teniendo además un descenso muy peligroso.

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    Última etapa de montaña, con Saisies, Aravis y Colombiere antes de Joux Plane

    El italiano, en un ataque de megalomanía absoluta y sabiendo que Armstrong ya le tenía miedo, se lanzaba en Saisies, a 130 km de meta, provocando un colapso en el equipo US Postal del que sólo se salvaban Livingston y Hamilton, librando al americano de una debacle sin parangón. En pleno ataque de nervios, Armstrong llegaba a llamar por teléfono al doctor Ferrari para pedirle consejo, y éste lo tranquilizaba diciendo que Pantani no podía llegar …

    Y efectivamente el trío de escapados, con Pantani, Escartín y Hervé, y que llegó a tener una máxima diferencia de 1’40”, era finalmente cazado a unos 50 km de la llegada, al terminar el largo descenso de la Colombiere. El objetivo de Pantani no se había logrado, quedándose después clavado en las duras rampas del Joux Plane y perdiendo más de 13 minutos en meta, para posteriormente no tomar la salida en la etapa siguiente, siendo a la postre su última participación en el Tour.

    No obstante, la tensión vivida durante la etapa iba a cobrarse una víctima inesperada: Armstrong sufría en el Joux Plane la mayor crisis de su época gloriosa, cediendo primero ante el ataque de Heras, descolgándose después de Ullrich y Virenque, y siendo también superado por Escartín y Beloki, este último luchando por el podio, aunque al no ser una subida muy larga el estadounidense pudo contener las diferencias.

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    Armstrong perdiendo la rueda de Ullrich y Virenque

    Poco antes de coronar, Virenque cazaba al corredor del Kelme, afrontando juntos el descenso hasta que ya en las calles de Morzine, a sólo un km de meta, una caída impedía a Heras luchar por el triunfo de etapa, siendo también superado por Ullrich, mientras que Armstrong, tras los apuros en la subida, cruzaba la meta a 2 minutos, salvando el liderato gracias a su enorme ventaja en la general -> clasificación / vídeo, manteniendo aún 5 minutos y medio sobre Ullrich y casi 7 sobre Beloki y Heras.



    Ya sin Pantani, se disputaba la última crono, con casi 60 km y triunfo del estadounidense tras una dura pugna con Ullrich, si bien el mayor beneficiado fue Moreau, que adelantó en la general a Heras y Virenque, aunque sin poder alcanzar a su compañero de equipo Beloki, quién de este modo se hacía con su primer podio en una GV, mientras que Heras repetía el 5º puesto del Giro 1999, acabando también en el top-ten Escartín y Mancebo, este último vencedor de los jóvenes.

    Clasificación final:

    1. Lance Armstrong (Usa) Us Postal: 92h 33′ 08”
    2. Jan Ullrich (Ger) Telekom, a 6′ 02”
    3. Joseba Beloki (Esp) Festina, a 10′ 04”
    4. Christophe Moreau (Fra) Festina, a 10′ 34”
    5. Roberto Heras (Esp) Kelme, a 11′ 50”
    6. Richard Virenque (Fra) Polti, a 13′ 26”
    7. Santiago Botero (Col) Kelme, a 14′ 18”
    8. Fernando Escartin (Esp) Kelme, a 17′ 21”
    9. Francisco Mancebo (Esp) Ban, a 18′ 09”
    10. Daniele Nardello (Ita) Mapei, a 18′ 25”

    Para Armstrong era su 2º Tour, ganado de nuevo con mucha ventaja (aunque como decíamos anteriormente esas victorias ya no figuran en el palmarés, quedando vacante el triunfo), mientras que en cambio Pantani entraba en un pozo del que desgraciadamente ya nunca podría salir.
     
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  14. labeaga

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    Giro 2010: Montalcino, el regreso del ciclismo épico

    [​IMG]La séptima etapa del Giro 2010, Carrara-Montalcino, nos devolvió imágenes de ciclismo épico, ciclismo de antaño, aquel en el que los protagonistas eran los auténticos "forzados de la ruta", y no esos automatizados profesionales en que se han convertido poco a poco. Cualquiera que conectara la televisión esa tarde de sábado, bien podría pensar que nada ha cambiado desde los tiempos gloriosos en los que las gestas estaban a la orden del día, las tácticas eran poco más que un "sálvese quien pueda" y los protagonistas eran admirados como auténticos héroes. Probablemente los corredores del Giro pasaron algunas de sus peores horas como profesionales, rebozados de barro, ateridos por el frío, tensionados por las circunstancias de carrera y destrozados por la progresiva ausencia de fuerzas. Pero a cambio, se ganaron el respeto de los aficionados, ese respeto que van perdiendo temporada a temporada, a cada caso de doping, a cada etapa soporífera y decepcionante. Con etapas como la de Montalcino se recupera buena parte de lo perdido, porque se ve a auténticos titanes luchando contra los elementos.

    [​IMG]Pero, ¿cómo se pudo llegar a esta situación, en la que los ciclistas embarrados miraban hacia delante con claros sintomas de sufrimiento pero sin contemporizar ni un ápice de sus fuerzas? Sin duda, un cúmulo de circunstancias sirvieron como detonante. La primera de todas, qué duda cabe, el recorrido propuesto por Zomegnan, el organizador de la carrera. Una etapa que aprovechaba el "sterrato", tramos de tierra que se conocen como "strade bianche" gracias a la carrera que desde hace unos años los recorre y los ha popularizado, la MontePaschi Strade Bianche. No son solo tramos sin asfaltar, sino que en determinados puntos la pendiente alcanza dígitos muy respetables. Junto a ello, el segundo elemento de esta mezcla explosiva fue la lluvia que azotó la zona durante los días previos al paso del Giro, lo cual inevitablemente convirtió el "sterrato" en barro, casi un lodazal en determinados tramos. Para entender el último factor que desencadenó los acontecimientos, tenemos que remontarnos al principio...

    [​IMG]... y el principio no es otro lugar que el kilómetro 192 de la etapa, a 30 de meta, donde el pelotón rueda compacto bajo la lluvia, imbuido de la típica tensión que precede los momentos importantes. Los Liquigas ponen el ritmo, arropando a la maglia rosa, el joven Vincenzo Nibali, y al nominado como jefe de filas, Ivan Basso. Al entrar en una curva, Michele Scarponi resbala, cae al suelo y al deslizarse se lleva por delante a Nibali y a otros dos Liquigas. Cuando los ciclistas caídos quieren recomponer el ritmo, por delante ya se vuela. El pelotón se ha roto y Vinokourov, junto a Garzelli, Gerdemann y otros corredores secundarios, rueda en cabeza. El kazajo es un corredor astuto y determinado. Sabe cuándo las circunstancias de carrera son aprovechables, y en ese momento no desperdicia la ocasión. Así pues, lanza la carrera, que llega al primer tramo "sterrato" totalmente alocada, con el pelotón tremendamente estirado en persecución de
    Vinokourov y sus compañeros de fuga, y con el grupito de los Liquigas y Scarponi tirando por detrás, en una persecución que a cada instante se antoja más alocada.

    [​IMG]Comienza la épica. Las carreteras de tierra, convertidas en caminos de lodo, son un auténtico desafío para los ciclistas. Rápidamente todo se convierte en un sálvese quien pueda. Por delante, Gerdemann se distancia en solitario, mientras que el pelotón principal, en el que están Evans o Pozzato, intenta darles caza. El grupo en el que se han rearmado los Liquigas está a la caza, pero Nibali se da cuenta de que si deja la responsabilidad a sus gregarios, todo puede estar perdido. Así que en un arranque de personalidad se pone a tirar él mismo, llevando a Basso protegido tras él.

    [​IMG]Al salir del primer tramo sterrato Gerdemann ya ha sido cazado por el grupo de Vinokourov, y sus perseguidores van llegando poco a poco, encabezados por Evans. La ventaja en ese punto, a 21 km de meta, es de 1:30 sobre el pelotón de los Liquigas, que han vuelto a reagruparse. Su situación es agónica, puesto que de tener a sus dos bazas de la general perfectamente colocadas pueden pasar a perder todas sus opciones. En este punto la carretera comienza a empinarse y el cansancio acumulado, unido al desnivel y a las condiciones meteorológicas, empiezan a pasar factura. Nibali y Basso se quedan solos junto a Scarponi (otro de los damnificados por la caída) y un gregario de Michele. Por delante no quedan gregarios, todos están muy cansados pero se ven con opciones de ganar la etapa, así que se producen ataques como el de Damiano Cunego al pasar por la pancarta de 20 kilómetros a meta.

    [​IMG]En la segunda y última zona de sterrato,que va desde los 19 hasta los 4 kilómetros a meta, entra en cabeza Cunego, que rápidamente es reabsorbido por un grupo cada vez más reducido, de unas 25 unidades. La ventaja sobre el grupo del Liquigas y Scarponi ha subido a 1:40, gracias al ritmo que por delante imprime un gregario de Vinokourov. Poco después, el kazajo no se lo piensa más y lanza un duro ataque. El primero en responder es Evans, iniciando aquí una bella lucha entre ambos por la victoria de etapa. Por detrás de ellos se forma un pequeño paquete perseguidor, comandado por Garzelli y Cunego. Estamos en tramos de dura pendiente, y por detrás Scarponi ha tomado la responsabilidad y estira el grupo de la maglia rosa. Tanto, que acaba soltando a todos los que circulan a su rueda (incluida la maglia rosa) y se va en solitario intentando minimizar la diferencia.

    [​IMG]Finalmente, el grupo con Cunego, Garzelli, Pinotti, Arroyo y Gadret alcanza a la cabeza de carrera. Por detrás, Nibali duda si seguir a Scarponi o ralentizar el ritmo para esperar a Basso, que está pasando dificultades. Finalmente, decide ésto último y Scarponi se marcha por delante. El jefe de filas del Androni comienza una gran demostración de fuerza que le lleva a coger y dejar a multitud de corredores que marchaban por delante de él. Todo sigue siendo una lucha practicamente individual contra los elementos, y el bueno de Michele irá viendo pasar en su caza de los corredores de cabeza a ciclistas que son incapaces de aguantar su rueda embarrada.

    [​IMG]A menos de 10 km de meta Vinokourov y Evans vuelven a escaparse de sus compañeros. En ese momento la ventaja sobre la maglia rosa y su compañero Basso es de 1:25. Arroyo consigue alcanzar al duo de cabeza a menos de 8 km de meta. La situación permanece inalterable hasta que a menos de 5 kilómetros de meta salen definitivamente del sterrato. Ahí la diferencia con Nibali y Basso se acerca peligrosamente a los 2 minutos, mientras que Cunego y Pinotti consiguen enjuagar la diferencia que les sacaba el trío cabecero.[​IMG] Vinokourov está a disgusto con tanta compañía y vuelve a lanzar un ataque al que solo resisten Evans y Cunego. A 2 kilómetros de meta los 5 se vuelven a agrupar. Una vez dentro de Montalcino, en el último kilómetro, Cunego hace un último intento de irse en solitario, pero Evans aborta la tentativa. Es el australiano el que entra en cabeza en la recta de meta, de 200 metros. Parece que Cunego o Vinokourov están al acecho y les será fácil superar al campeón del mundo, pero el sprint de Cadel es pleno de potencia, y con el cansancio acumulado por todos resulta imposible adelantarle. Evans entre en gran campeón por delante de Cunego y Vinokourov, con Pinotti y Arroyo perdiendo unos segundos al quedarse descolgados en el sprint. A medio minuto entran Garzelli y Gadret. A un minuto entre Scarponi, autor de una sensacional remontada. Nibali pierde 2 minutos y Basso unos segundos más. Corredores como Sastre pierden 5 minutos.

    [​IMG]Es tan solo una etapa, posteriormente el Giro dará muchas vueltas, empezando por la etapa de L´Aquila, en la que la decoración de la general cambiará totalmente y obligará al ganador final de la carrera, Ivan Basso, a realizar una persecución implacable sobre David Arroyo, lider durante varias etapas y que finalmente solo será superado por el varesino. Se vivirán grandes jornadas como las de Asolo, Zoncolan o Aprica, pero la verdadera vuelta al ciclismo épico se había producido en esta jornada de Montalcino marcada por el barro y por el carácter de los hombres que la protagonizaron. Ojalá en los próximos años volvamos a ver días como éste.
     
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  15. labeaga

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    Ciclocross Tabor 2015: La rabia de los segundones

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    El 31 de enero de 2015, a las 14:00, Sanne Cant era una ciclista confiada en sus posibilidades. Tras hacer la mejor temporada de su carrera, en la que se había impuesto en la Copa del Mundo, en el Campeonato de Bélgica y en el Campeonato de Europa, partía en la parrilla de salida del mundial femenino de ciclocross con ambición, siendo consciente de que estaba ante una gran oportunidad de colgarse una medalla de la que solo había disfrutado en una ocasión con anterioridad, concretamente en 2012.

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    24 horas después, el 1 de febrero, Wout Van Aert salía con la misma confianza en sus posibilidades. Pese a tener tan solo 20 años y, por tanto, corresponderle aún la categoría Sub-23, había tenido una temporada sensacional en sus participaciones en carreras élite, consiguiendo numerosas victorias. Es más, muchos le nombraban como el corredor más fuerte del año y le otorgaban el cartel de favorito para el mundial, pese a su bisoñez.

    Al terminar ambas carreras, tanto Sanne como Wout se colgaban en sus hombros sendas medallas de plata, tras completar grandes carreras, obteniendo sus mejores resultados en un mundial absoluto (en el caso de Van Aert era su estreno). A pesar de ello, ambos sentían una mezcla de enfado, cabreo y decepción que les comía por dentro. Para los dos, no quedaba otra sensación en su interior que la de la rabia de los segundones.

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    Cant, junto con Pauline Ferrand-Prevot, había sido la más fuerte de la carrera femenina. Había comandado el grupo perseguidor durante buena parte de la prueba, había perseguido a Ferrand-Prevot cuando la francesa intentó escaparse en solitario, incluso había intentado atacarla cuando llegó a su altura. Fue en vano, en las últimas curvas Pauline consiguió una ligerísima ventaja que el sprint final de la belga no pudo neutralizar: se quedó corta por escasos metros. A pesar de ello, había superado claramente a favoritas como Katherine Nash (que corría como local) o la mítica Marianne Voss (eso sí, mermada por una lesión sufrida los día anteriores).

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    Van Aert también era considerado el más fuerte de la carrera masculina junto a Mathieu van der Poel. Su némesis, apenas unos meses más joven, pero con un potencial tan o más grande que Wout en el ciclocross. De hecho, acababa de proclamarse el campeón del mundo de ciclocross más joven de la historia, tras una carrera plena de valentía y fuerza, escapado desde el inicio. Por contra, Van Aert había ido toda la carrera a remolque, debido a los múltiples incidentes que sufrió: todo empezó con una salida de cadena a punto de terminar la primera vuelta, cuando perseguía al lider, Van der Poel, prácticamente a su rueda. Ésta fue la primera clave de la carrera, ya que el holandés se sintió solo y decidió jugarse el todo por el todo, apretando para obtener la máxima ventaja. Por su parte, el belga pasaba por meta el cuarto a 12 segundos, y se veía obligado a comenzar su primera remontada.

    Rápidamente alcanzaba a Pauwels y, con él a rueda, llegaba hasta Van del Poel para formar un trío cabecero. Pero a los pocos segundos volvía a sufrir otro problema con la bici. Éste ya sí que fue definitivo: Mathieu se escapaba por delante y ya nadie volvería a cogerle rueda en todo el día, mientras que Wout pasaba por meta ya muy descolgado del grupo de perseguidores (reducido a Pauwels, Van der Haar, Meeusen y Vantornout. Los 17 segundos que cedía empezaban a ser un serio problema. 29:02

    La carrera femenina había seguidos en sus inicios unos pasos más "tradicionales", con alternativas entre las corredoras punteras, hasta que finalmente Lucie Chainel-Lefevre decidió endurecer la carrera. Por detrás había vigilancia entre Vos, Cant y las británicas Wyman y Harris, lo que permitió que antes de acabar la primera vuelta conectaran con el grupo que se acabaría jugando la carrera primero Ferrand-Prevot y posteriormente Katherine Nash.

    En la carrera masculina, Van Aert inicia una nueva remontada que le lleva hasta el grupo perseguidor, del que marcha unos metros retrasado Vantornout. Tras superar a su espigado compatriota. Wout sufre un nuevo incidente: esta vez es una caída, en la que sale despedido de la bicicleta. Pierde mucho tiempo en recuperarse y volver a sentirse cómodo, tanto que durante esa vuelta tiene a muy poca distancia por detrás al grupo de Nys, que desde el principio había quedado descartado de la lucha por las medallas. Mientras tanto, por delante, Van der Poel sigue con una ventaja que aún no es tranquilizadora sobre sus perseguidores, que ya solo son Pauwels y Van der Haar, puesto que Meeusen también está empezando a ceder y Vantornout va haciendo la goma.

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    Ferrand-Prevot se sentía fuerte, y fue acelerando hasta alcanzar a su compatriota, con lo que acabaron reagrupandose las dos francesas, Cant, Vos, Nash y Harris. A partir de aquí Pauline y Sanne jugaron al gato y al ratón entre ellas. La francesa mostraba su ambición atacando permanentemente y a la belga le tocaba perseguirla, tirando de un grupo perseguidor que cada vez se tensaba más. Primero cedió Chainel-Lefevre, mientras que Cant hacía un nuevo esfuerzo hasta enganchar con la cabeza de carrera. Por detrás la holandesa, checa y británica se alternaban en la persecución. Pese a todo, no cedían definitivamente pero dejaban claro que estaban un punto por debajo de las dos más fuertes del día.

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    Van Aert pasa por meta a falta de 5 vueltas con 50 segundos de retraso sobre Van der Poel y 39 sobre Pauwels y Van der Haar. La victoria está perdida y el podio parece que también. Pero el joven belga, con el maillot roto debido a su caída, saca toda su rabia interior y empieza a apretar las piernas contra los pedales, intentando buscar el devastador ritmo que ha encontrado en determinados momentos de esta campaña. Mientras Mathieu por delante empieza a poner tierra de por medio, subiendo su ventaja hasta los 18 segundos sobre Pauwels y Van der Haar, Wout consigue ir recortando tiempo hasta dar caza al duo de Meeusen y Vantornout, tirar de ellos y, a falta de 3 vueltas, acabar soltándolos. En ese momento está a 35 segundos de Van der Poel, a 23 de Van der Haar, que ha soltado a Pauwels y se va en busca de su compatriota y a 19 del primer corredor belga hasta ese momento, que empieza a acusar el esfuerzo de perseguir el ritmo brutal de Mathieu. Una vuelta después, el encendido Van Aert ha reducido a cenizas la ventaja que le llevaba Pauwels, le ha adelantado y todo el mundo sabe que en breve le va a dejar tirado. Tras una fantástica remontada tiene el podio en el bolsillo pero, ¿conseguirá algo más? Solo le quedan 2 vueltas para reducir los 28 segundos que le lleva Van der Poel y los 18 que le lleva Van der Haar, que está viendo que no puede acercarse lo suficiente a la cabeza de carrera...

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    Poco antes de terminar la penúltima vuelta Cant lanzaba un ataque que le daba unos segundos de ventaja, pero la fuerza de Ferrand-Prevot y el tiempo que la francesa recortaba en las curvas más cerradas hacían que al empezar la última vuelta ambas volvieran a rodar juntas. En este último giro, pleno de tensión y de alternativas, la francesa consiguió mantener a raya a la belga, confiando en su mejor sprint. Incluso, en los últimos 500 metros despegó un poco a Cant, pero la última curva propició que Sanne entrara en la recta decisiva a rueda de Pauline. Fue un sprint largo, de casi 15 segundos, en el que la belga fue recortando centímetros a la francesa y poniéndose a su altura, hasta que...

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    En la persecución de Van Aert, Pauwels no dura apenas nada a su rueda. Cuando se cumple la hora de carrera, los ciclistas afrontan la última vuelta, con Van der Poel casi campeón, puesto que Van der Haar se mantiene a 11 segundos de él. Van Aert pasa a 21 de la cabeza, por lo que está claro que no tiene terreno suficiente para llegar hasta Mathieu. Pero se sigue sintiendo fuerte y continúa acelerando, mientras que Van der Haar acusa cada vez más el cansancio. Pese a contar con 10 segundos de ventaja, la presión del belga sobre él es agobiante, hasta que llegando a las últimas curvas consigue contactar. Mientras por delante Van der Poel entra en meta entre lágrimas después de la victoria histórica que ha conseguido, por detrás Van Aert arrebata el segundo puesto a Van der Haar en la última curva y mantiene la posición en el sprint final, posiblemente el arma más mortífera del holandés. Pero en una carrera tan al límite se acaban imponiendo las fuerzas del belga, que entra en meta lanzando el puño al aire en señal de rabia y enfado.

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    El mismo gesto lo había realizado 24 horas antes Sanne Cant, tras perder el apretado sprint contra Pauline Ferrand-Prevot. La medalla de plata era especialmente dolorosa por lo cerca que había estado del oro y por la magnífica oportunidad que había perdido de conquistar la carrera más importante del año en la especialidad, tras haber firmado una brillante temporada. Por detrás, Marianne Vos conseguía la medalla de bronce gracias a una caída de Nash en los últimos metros. Para la holandesa un podio, tras 7 medallas de oro, no tiene un gran significado en si mismo, pero el hecho de llegar a la carrera mermada de fuerzas realza el pundonor que demostró durante todo el día.

    Tanto Sanne como Wout habían repetido el mismo gesto al entrar en meta. Si bien las circunstancias eran distintas, puesto que una acababa de perder un sprint y el otro acababa de ganarlo, ambos sentían que habían dejado escapar la oportunidad, que pese a haber hecho una gran carrera no se llevaban el premio soñado y que, en esta ocasión, alguien les había arrebatado la gloria que estaban preparados para recibir. En resumen, y al menos por un día, sentían la rabia de los segundones.
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  16. jotabr

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    Muy bueno este articulo, y que caritas de ambos en el podio :D
     
  17. labeaga

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    Roger Riviére, el campeón que pudo ser y acabó en silla de ruedas


    Con la soledad que caracteriza a los grandes campeones de este deporte, con el drama y la oscuridad que han cubierto tantos y tantos capítulos de los mejores ciclistas de la historia, porque no hay campeón sin una historia detrás que contar, porque la crueldad del destino va unido a la gloria que ganaron en las carreteras, salvo para Eddy Merckx, a él todo le sonrió.

    Pero hoy no es el día de hablar del Caníbal, hoy estas palabras son para Roger Rivére, el campeón que se estaba forjando en Francia en los años 60. El sucesor de Louison Bobet. La promesa que un día se truncó en un maldito descenso, en la Col du Perjuret, inédito hasta entonces en el Tour de Francia, y que desde ese trágico día solamente se volvió a cruzar una vez más, en 1987. De paso. Sin quererle darle importancia, o quizás evitando el mal recuerdo que se tiene de aquel puerto, ya condenado al ostracismo.


    Corrían los últimos compases de los años 50. La montaña era terreno de Bahamontes. Nadie subía mejor y más rápido que él. El águila de Toledo martirizaba a todos cuando la carretera se empinaba. Solo su miedo a los descensos podían pararle a él, y a su palmarés. Hasta que en el 59 decidió cambiar el maillot de lunares por el amarillo, no sin sufrimiento, no sin que Henri Anglade y Jacques Anquetil le apretaran las clavijas y le hicieran sudar hasta la última gota. Pero si hubo un corredor que le derrotó en las dos ocasiones que se enfrentaron en aquel Tour de Francia fue Roger Riviére. La promesa francesa, campeón del mundo en persecución a los 23 años, le dio un severo correctivo al toledano contra el crono. Ya se podía vislumbrar la calidad de Riviére, ya se podía intuir que ese golpe de pedal, dictatorial y agresivo, como el de Ferdi Kübler, no era fruto de la casualidad. Sin duda Roger Riviére era un gran campeón.

    Pero como todo gran campeón, el francés necesitaba un año para romper el hielo, y más en una carrera como el Tour de Francia, y en aquella época donde se corría por naciones, donde no había un líder claro, como en el país galo, que a priori parecían acatar órdenes de Henri Anglade hasta la sexta etapa de aquella Grande Boucle de 1960.


    Riviére, desafiante, rechazando su rol de gregario respecto a su compatriota Henri Anglade, aprovechó que tres galgos como Gastone Nencini, Jan Adriaenssens y Hans Junkermann encendieron la mecha en una jornada que se recordará por la incoherencia que transmitió el equipo francés. En la escapada Roger Riviére tiraba como un caballo de carreras, como si de una contrarreloj se tratase. Por detrás, Anglade puso a sus compañeros a tirar para evitar que esos cuatro corredores le arrebataran sus posibilidades de ganar aquel Tour, más cuando hasta entonces él era el portador del maillot amarillo, él era el máximo favorito a imponerse en París.

    Los kilómetros pasaban, Riviére daba relevos infinitos, parecía que no corría para ganar, sino para derrotar a su líder Henri Anglade. Quería demostrar que él ya era suficientemente grande como para acatar las decisiones de un compañero que nunca pudo ganar un Tour de Francia. Y así fue, le hizo el trabajo sucio a sus tres compañeros de fuga con los que se jugaría la victoria de etapa y la clasificación general. En meta, la furia de Roger fue suficiente para imponerse en un sprint que no tuvo historia, un sprint que fotografió la ambición del joven francés y las ganas de romper con lo establecido, un sprint que quedó en segundo plano.

    El tiempo en meta se disparó a los 14 minutos respecto al pelotón. Cuando llegó Anglade a meta la imagen hablaba por sí sola. Francia se había dividido en dos, como ocurrió más tarde con Poulidor y Anquetil. Los que hablaban de traición y los que alababan la valentía y la calidad de Roger. Los periódicos franceses también tomaron parte del enfrentamiento y titularon la hazaña como “Traicionera”. La tensión se podía palpar en el hotel del equipo francés. Nadie quiso hablar en la cena sobre lo que había pasado, Roger y Anglade no querían cruzar miradas, porque si en ese momento Henri hubiese dicho lo que pensaba, nada bonito habría salido de su boca.


    Ese fue el ambiente al que se tuvo que enfrentar Roger durante aquel Tour. Menos mal que Riviére tuvo en su compañero de equipo Louis Rostollan algo más que un gregario, un amigo al que confiarle todos sus secretos, como el ataque que tenía pensado hacer en Pau buscando vestirse de amarillo. Un triunfo que engordaba un poco más el palmarés del francés, y que destapó que tanto él como Gastone Nencini eran los dos corredores más fuertes de aquella edición. Solamente un minuto y 38 segundos les separaban, hasta aquella maldita 14ª etapa que apartaría para siempre a Riviére de lo que más amaba, la bicicleta.

    Ese día hacía sol. La temperatura era idónea. Sin viento. Todo lo que podía pedir un pelotón magullado y cansado tras 14 días de puro sufrimiento. La carrera llegaba a la Col Du Perjuret, un puerto donde no se esperaba ningún ataque. Juntos y controlándose, como en cualquier otro puerto, hasta que llegó aquel maldito descenso. Riviére coronó detrás del líder, seguía su rueda, no quería dejarle ningún metro. No quería sorpresas. El descenso seguía su guión, un par de minutos de tensión y pronto de nuevo a pedalear en el llano, pero la ambición de Roger le llevó a cometer un error que marcaría toda su vida. Apuraba cada vez más en las curvas hasta que en uno de esos giros su rueda trasera se bloqueó, su trayectoria se desvió lo suficientemente como para no poder salvar un trompazo que le mandó al precipicio, a un hoyo a 20 metros de profundidad, donde le esperaban unas puntiagudas rocas que le fracturaron la columna vertebral en mil pedazos.


    El francés se encontraba tirado en aquel precipicio. Inmóvil. Sin ningún tipo de información médica que quitase la angustia de aquel momento tan terrible, que por los lloros de su compañero y amigo Louise Rostollan se intuían que el drama era real. Roger Riviére ya no volvería a montar en bici. Ya no volvería andar, quedó inválido, parapléjico de por vida. Desterrado a una silla de ruedas que le acabaría matando la cabeza. Una angustia que no pudo superar nunca, hasta que a los 40 años de edad falleció sumido en una inmensa tristeza que le fue matando poco a poco. El campeón que pudo ser y que acabó en silla de ruedas.

     
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  18. ray

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    Estos relatos tragicos me sumen en la rabia...pero asi es la vida y esta semana ha sido triste.(Pantani)
     
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  19. labeaga

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    Este texto es una mala traducción, la he retocado pero creo que la historia merece la pena.
    Un saludo


    Billie Samuels-1934 Melbourne a Sydney
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    Close-up of Billie Samuels on the Malvern Star bike showing her koala bear mascot before leaving for Melbourne

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    Close-up de Billie Samuels en la bicicleta Malvern Star mostrando su mascota Koala Bear antes de salir para Melbourne

    Amamos una buena épica, pero las epopeyas no son como solían ser! La tecnología moderna ha hecho que sea más fácil y más cómodo llegar del punto A al B en dos ruedas.
    Hoy recordamos la epopeya de una camarera de 23 años de Melbourne, Billie Samuels, que en marzo de 1934, planeó viajar de Melbourne a Sídney en un tiempo récord.

    El jinete era Billie Samuels, ella media 4 pies 11 pulgadas y pesaba poco menos de 45kg. Lo más destacable de esta historia fue el hecho de que ella no era una ciclista. Sólo había aprendido a andar en bicicleta unos meses antes del intento.

    Billie salió de la Oficina General de correos de Melbourne a las 6:00AM el 22 de mayo de 1934. Su objetivo era cubrir la distancia en menos de tres días, siete horas y 32 minutos. Elsa Barbour había establecido este tiempo pero a caballo de Sydney a Melbourne y Billie estaba decidida a batirlo.

    Billie iba sola para probar que había cubierto la distancia que tenía un cuaderno de bitácoras que iba sellando en las oficinas de correos que había en el camino. Usted puede haber oído el dicho "si no está en ' Strava ', entonces no sucedió!", pero las cosas se hicieron de manera muy diferente hace 80 años!

    Billie Samuels on a Malvern Star cycle leaving for Melbourne from Martin Place

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    Billie Samuels en un ciclo de Malvern Star saliendo para Melbourne desde Martin Place

    El primer día Billie llegó agotada en Wangaratta a las 8:40pm. El día no había ido demasiado bien debido a una caída. Al día siguiente se fue temprano y cruzó la línea estatal en Nueva Gales del sur, sin embargo, otra caída en Albury dañó su bicicleta y se vio obligada a hacer reparaciones de emergencia. Su día no fue mucho mejor, ya que las carreteras estaban en unas condiciones miserables que la ralentizaron grandemente y obligaron a Billie a seguir cabalgando toda la noche.

    Es difícil imaginar cómo habría sido andar de noche por el campo en 1934. Billie habría estado cabalgando por caminos esquivos, en la oscuridad de la noche y habría habido mucha más fauna que la que experimentamos hoy. La valentía que demostró es muy encomiable.

    Billie sacó el alfiler a las 2:00AM y decidió hacer una siesta corta en el medio de la nada. Sin el beneficio de una alarma para despertarla, durmió mucho más tiempo de lo planeado y cuando estaba de vuelta en la carretera no llegó a Gundagai hasta las 8:45am. Billy tenía doce horas de retraso en esa etapa.

    376km había entre ella y Sydney pero ella todavía tenía esperanzas de hacer el tiempo. Desafortunadamente el destino estaba en su contra. Headwinds la ralentizó en las llanuras de Breadalbane y la equitación nunca se hizo más fácil.

    A las 11:07pm el viernes 25 de mayo, Billie Samuel llegó a la Oficina General de correos en Martin Place en Sídney, donde se reunió con su padre y un grupo de simpatizantes. El viaje le llevó tres días, diecisiete horas y dos minutos.

    Billie fue la primera mujer en viajar de Melbourne a Sydney.

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    Todavía decidido a batir el récord de Elsa Barbours ella planeó un viaje de regreso a Melbourne desde Sydney en el frío del invierno y se fue a las 10:00AM el miércoles 4 de julio de 1934 en una bicicleta de Malvern Start de tres velocidades con un juguete Koala fijado en la parte delantera de su bicicleta para la suerte.

    La lluvia empañaba el día de la inauguración, pero con vientos favorables fue capaz de mantener varias horas antes de lo previsto. Sufrió lesiones, averías mecánicas y sufrió un accidente en un tramo de carretera esquiva cerca de Albury, y se vio obligada a desmontar y llevar su bicicleta a través del barro profundo que le llegaba al tobillo y soportó todo tipo de penalidades volviendo a Melbourne.

    Billie llego a Melbourne a las 11:27am en el tercer día. El viaje le llevó tres días, una hora y veinte minutos, rompiendo el récord de Barbour por seis horas y doce minutos. Más de 3.000 personas presenciaron la llegada y Billie fue superada por la emoción y, según los informes, estalló en lágrimas.

    El récord de Billies se mantuvo durante tres años hasta que fue destrozado en septiembre de 1937 por Joyce Barry quien completó el viaje en dos días, dos horas y 47 minutos, pero su historia es una leyenda.

    Cuando te dirias a tu próxima epopeya, y crees que lo estás haciendo difícil, entonces recuerda esta historia de este luchador de 4 "11 pulgadas.
     
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  20. labeaga

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    El día que un carpintero labró su nombre en oro. Décimo aniversario de la victoria de Escartín en Piau Engaly

    Yo andaba por el Camino de Santiago cerca de la selva de Irati. Un día antes se había perdido un chaval por la zona y un montón de gente rastreaba los montes para encontrarlo. Pero la etapa reina de aquel Tour de 1999 todo el mundo la veía en el bar. Después de años de retorcerse encima de la bicicleta, de sufrir los sinsabores de ser un gregario que iba mejor que su jefe Rominger, casi siempre, en el Tour y la Vuelta, Fernando Escartín por fin nos ponía a todos un grito en la garganta. Sus brazos al aire en aquella etapa de Piau Engaly, a escasos kilómetros en línea recta de su casa, de su pueblo, de su valle, en sus montañas, Escartín atacaba en el tercer puerto de una etapa de seis y dejaba atrás a los más fuertes. A Amstrong, a Zulle, más lejos Olano que se hundía en la clasificación cada vez que había una subida.

    Fernando Escartín contradecía en aquella etapa su carrera. Un ataque de lejos, cuando decían que nunca atacaba. Retorciéndose encima del cuadro dejaba lejos a los que subían elegantemente. De eterno segundo, ascendía a lo más alto de la gloria ciclista ganando a lo grande, como sólo los campeones saben, la etapa más dura de aquella edición.

    Lejos quedaban sus años esperando a que Rominger le diera permiso para dejarle atrás. Quedaba atrás el último año de Clas-Mapei, cuando Juan Fernández, otrora su mentor, intentó hundirle la carrera mandándolo a la Vuelta a China. Callaba las bocas de quienes diseñaban las Vueltas a España para que las ganara el ciclista que se parecía a Induráin en lo físico. Remataba el etapón del año anterior siguiendo a Pantani. Dejaba en el olvido el año que Kelme se retiró por las presiones de los demás equipos españoles. Escartín, aquel 20 de julio de 1999 entraba en la puerta grande de la historia de la mayor vuelta ciclista del mundo.

    La carretera llevaba su nombre marcado en cada curva. Las banderas aragonesas jalonaron su subida en los tres puertos que emprendió casi en solitario, ayudado por un jovencísimo Javier Otxoa que al año siguiente también coronó otra hazaña en los Pirineos. Aquel año, aquel día, en aquella carretera del Pirineo del otro lado, Fernando Escartín nos llenó de orgullo a todos los que durante años le veíamos sufrir en la bici animándolo en cada cuesta, apretando los dientes con él en las contrarrelojes, apoyándolo cuando dejó Clas para liderar al Kelme de aquellos años, combativo y batallador.

    Hoy su victoria tiene un halo de leyenda, sobre todo con este Tour de este año, casi descafeinado, con escasos ataques, recorrido afeitado y una prensa deportiva que sólo es forofa y no deportiva. Hoy, los puertos de aquella etapa siguen labrados en oro como labrada está la madera de la casa de Biescas de Escartín. Aquel día, el carpintero que tallaba la madera talló su nombre a esfuerzo y pundonor en la mejor carrera del mundo. Aquel día, mientras yo andaba por los montes de Navarra, todo Aragón iba empujando la bicicleta 111 de Fernando Escartín. El mejor ciclista aragonés de todos los tiempos. El titán de Biescas. Y contenido, como buen montañés, Escartín se abrochó la cremallera mientras miles de gargantas cantaban su nombre, miró atrás, levantó los brazos y ganó contra todo y contra todos. Esa fue la cima de su carrera que se prolongó hasta el podium de París. Ese fue el momento en el que Fernando Escartín nos devolvió a todos años de cariño, de apoyo y de pasión con su esfuerzo, su tesón y su rabia.

     
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