Este domingo, por fin, dimos un largo paseo. Llevaba muchos años aburrida en casa y estaba deseosa de poder salir. Ella es consciente de que tiene una edad avanzada, unos sesenta años, también sabia que el ritmo al que se movía antes, no lo iba a poder aguantar ahora, además eran mas de 20 Km., que para llevar todo este tiempo sin hacer nada de ejercicio, podría resultar muy duro. También le daba un poco de reparo, el pensar que casi todas con las que coincidiera en el paseo, iban a ser mucho mas jóvenes que ella, seguro que tendrían ganas de correr y hacer cabriolas. Tal vez coincidiera con alguna algo mas madura, o incluso alguna otra abuelilla para compartir el paseo, pero era difícil que esto sucediera. Yo por mi parte, me comprometí a dar el paseo, a un ritmo tranquilo, relajado, olvidándonos de que estamos en una gran urbe y haciéndola recordar los viejos tiempos en los que, en su pueblo natal, iba de madrugada desde la casa de su acompañante, hasta los huertos de las afueras del pueblo, para luego llevar al mercado de la comarca, lo que habían recolectado ese día en la huerta. Por la importancia del día, hubo que hacerla un chequeo general y revisar todas sus articulaciones. Yo, por supuesto, también me prepare para la ocasión. El día acompaño, un poco de fresquito a primera hora, pero nada a lo que ella, en otros tiempos no estuviera acostumbrada. Llegamos bien prontito a la cita en el Madrileño Parque del Retiro, como ya suponíamos, el paseo iba a ser multitudinario, de entrada esto nos agobio un poco, el pensar en pasear con tantas compañeras alrededor y unas tan cerca de otras, podía resultar complicado, pues ella no estaba acostumbrada, además nunca tuvo una gran capacidad de maniobra y menos ahora con esta edad. Para evitar las aglomeraciones, decidimos ponernos en marcha un buen rato después de que comenzaran a pasear las primeras de la marcha. Desde que nos pusimos en marcha, todo fue un cúmulo de buenas sensaciones, habían pasado muchos años, pero ella seguía manteniendo la buena forma de la gozo en sus años mozos, además la gente la miraba y la decían algún que otro piropo, incluso la hicieron fotografías, se daba cuenta que no era igual que el resto de sus compañeras y eso le gustaba. De vuelta después del paseo, ya acostumbrado a mi compañera, tanto por su, imagen, posición, como por la cadencia de su pedaleo, venia con la sensación de haber estado durante unas horas en otro tiempo. Entramos de nuevo en el Retiro, aun la quedaban ganas de pasear un poco más por sus estanques y bonitos rincones. Ahora después de tan agradable experiencia, tiene ganas de hacerse un año aun más mayor y poder salir de paseo en la siguiente Fiesta de la bicicleta.