No se si ya habrá sido creado algún post parecido en el que contemos nuestras anécdotas sucedidas sobre la bici que supongo que al igual que yo hayan sido muchas, si lo ha sido decidme el enlace y lo cierro para no crear redundancia de temas.
Esta anécdota bien la podría llamar "la salvación de la sandía". Fue hace ahora 2 años y algo, un 14 de julio en plena región de Murcia, quedamos yo y un compañero de equipo para hacer una ruta por la Sª de la Almenara, salimos ya con mal pie, porque en vez de madrugar para evitar el calor preferimos dormir y salir con lorenzo calentando ya a las 9, confiados con 2 bidones congelados pensábamos que aguantaríamos toda la ruta, pues no, iba a ser que no. con 35km en las piernas, varias subidas duras y un calor sofocante, nos quedamos sin agua en medio de la sierra, a más de 25km de nuestro pueblo y ya las 11:30 cuando pega bien el sol. Iniciamos la vuelta lo más rápido posible, pero el terreno no ayuda, cuestas para abajo apenas había, subidas y repechones casi todo, con la boca ya reseca conseguimos llegar a un nacimiento de agua, pero había un enjambre de abejas y cualquiera se acercaba, para colmo mi compañero es alérgico a ellas y paranoico y me dice; dejalo, ya encontraremos algo que no me fío de ese agua no vaya a ser que nos entre una diarrea. Le hago caso y proseguimos con la sequedad, vemos casas, pero en ruinas y abandonadas así que nada que hacer, el calor sigue apretando, hasta que llegamos a un bidón que ponen los cazadores para las perdices, desenganchamos la goma y nos tomamos un trago, imaginate el agua cómo estaba gustazo a plástico insoportable y encima el caldo está frío al lado de aquel agua, pero por lo menos sirve para humedecernos la boca antes de la última subida para llegar la pueblo más cercano. Con la garganta ya seca e incluso doliéndome de sequedad, terminamos la eterna subida en la que no había la más mínima sombra y bajamos en dirección a un bar de carretera que tenía previsto, pues también iba a ser que no, llegamos y cerrado por vacaciones de verano, de modo que desesperados por la sed no sabíamos que hacer. Pero andamos un poco para delante y ¡sandías!, había un bancal de sandías, sin pensar cogemos la primera que vemos cortada del día anterior y a todo el solete, nos sentamos debajo de un pino cercano, rompemos la sandía y nos la comemos metiendo las manos para sacar la pulpa a lo salvaje. Aquello nos sirvió para llegar al pueblo a unos que esta a unos 8km aproximadamente.
Hay un post de anécdotas, pero es un poco mas concreto, se refiere a anécdotas de situaciones embarazosas que nos hayan pasado con la bici. Esta bastante curioso.