¡Oh, decepción! Este es un post literario, cuya finalidad no es otra que mostrar a todos los descreídos que hay muchas poesías diferentes: para los altos, para los bajos, para los gordos, para los delgados,... Poesías para todos los gustos, para que nadie se quede sin darse el gusto de la poesía. Hay van dos ejemplos, espero que añadáis muchos más. I ¿Qué haremos en invierno me preguntas-, sin un mal cobertor que nos defienda del frío? ¿Qué participada prenda abrigarán las desnudeces juntas? No te sé contestar. Y descoyuntas, pura, abierta, entregada a la contienda del amor, de ese cuerpo, a suelta rienda. Y se me escapa el alma por las puntas. Aún es verano y la calor es tanta que no comprendo la frialdad. Y sudo cuanta humedad rehuye la garganta. ¿Pero existe el invierno? ¿Y es tan crudo su rigor? Si es así, ¿qué mejor manta para tu desnudez, que yo, desnudo? II De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso, dejar atrás un sótano más negro que mi reputación y ya es decir-, poner visillos blancos y tomar criada, renunciar a la vida de bohemio, si vienes luego tú, pelmazo, embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes, zángano de colmena, inútil, cacaseno, con tus manos lavadas, a comer en mi plato y a ensuciar mi casa? Te acompañan las barras de los bares últimos de la noche, los chulos, las floristas, las calles muertas de la madrugada y los ascensores de luz amarilla cuando llegas, borracho, y te paras a verte en el espejo la cara destruida, con ojos todavía violentos que no quieres cerrar. Y si te increpo, te ríes, me recuerdas el pasado y dices que envejezco. Podría recordarte que ya no tienes gracia. Que tu estilo casual y que tu desenfado resultan truculentos cuando se tienen más de treinta años, y que tu encantadora sonrisa de muchacho soñoliento -seguro de gustar- es un gesto penoso, un intento patético. Mientras que tú me miras con tus ojos de verdadero huérfano, y me lloras y me prometes ya no hacerlo. Si no fueses tan ****! Y si yo no supiese, hace ya tiempo, que tú eres fuerte cuando yo soy débil y que eres débil cuando me enfurezco... De tus regresos guardo una impresión confusa de pánico, de pena y descontento, y la desesperanza y la impaciencia y el resentimiento de volver a sufrir, otra vez más, la humillación imperdonable de la excesiva intimidad. A duras penas te llevaré a la cama, como quien va al infierno para dormir contigo. Muriendo a cada paso de impotencia, tropezando con muebles a tientas, cruzaremos el piso torpemente abrazados, vacilando de alcohol y de sollozos reprimidos, Oh innoble servidumbre de amar seres humanos, y la más innoble que es amarse a sí mismo!