Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. ray

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    El ocaso de algunas figuras,sus maneras,solo me llevan a una tristeza profunda...
    Si además,algunos de ellos están involucrados en tramas de "ayudas",la tristeza desaparece y se transforma en otro sentimiento menos comprensivo.
     
  2. Daniel Redondo Sanchez

    Daniel Redondo Sanchez Novato

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    Enhorabuena por el post muy interesante y didáctico me gusta.
     
  3. labeaga

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    La primera Vuelta Ciclista a Andalucía, partió de Nervión

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    La Vuelta Ciclista a Andalucía celebra este año su 64ª edición, pero han pasado 94 años desde que en 1925 viera la luz la primera edición de la ronda andaluza de la mano de Miguel Arteman, fundador también de la centenaria Volta a Catalunya, y su colaborador Rafael Olmedo, y que desapareció después para retornar 30 años después. Una primera edición en la que se impuso el guipuzcoana, aunque nacido en Ávila, Ricardo Montero y que, por cierto, estuvo marcada por la agria polémica tras una reclamación del segundo clasificado, aunque dominador durante buena parte de la carrera, el cántabro Victorino Otero.

    Esta primera Vuelta andaluza contó con la participación de cerca de 40 ciclistas, lo que fue calificado como un gran éxito para la época, y se desarrolló sobre un total de 735 kilómetros, divididos en cinco etapas, con salida y llegada en Sevilla.

    1. Sevilla-Córdoba (135 kms)

    2. Córdoba-Málaga (183 kms)

    3. Málaga-Algeciras (140 kms)

    4. Algeciras-Cádiz (125 kms)

    5. Cádiz-Sevilla (156 kms)

    Los premios en metálico estaban destinados para los seis primeros de la clasificación general (entre 1.000 y 50 ptas.), los 10 primeros de la clasificación regional (500-50 ptas) y los tres primeros de cada una de las cinco etapas (100, 50 y 25 ptas, respectivamente). Además, la organización anunciaba “numerosos premios en objetos artísticos y metálicos”.

    No faltaron a la cita los principales exponentes del ciclismo nacional de la época, como los vizcaínos Segundo Barruetabeña y Domingo Gutiérrez, o el madrileño Telmo García, además de los reseñados anteriormente Montero y Otero, a los que hay que unir una amplia representación de corredores andaluces, sobre todo sevillanos. Las únicas ausencias de renombre fueron las de los catalanes Janer, Mucio, Monteys y Juan, que por diferentes causas no pudieron desplazarse hasta tierras andaluzas.

    El primer líder de la I Vuelta Ciclista a Andalucía fue, el a la postre vencedor de la carrera, Ricardo Montero al imponerse en la etapa inaugural entre la capital hispalense y Córdoba. Aunque durante los primeros kilómetros los corredores andaluces fueron los que se mostraron más activos, la carrera se tranquilizó hasta el tramo final de la misma en la que Montero aprovechó sus dotes de escalador para abrir diferencias en la Cuesta del Espino y llegar a la meta con 11 segundos de ventaja sobre su máximo rival, Otero, y aprovechándose también del pinchazo de Telmo García.

    No tardó Victorino Otero no sólo en recortar la desventaja que llevaba sino en colocarse en lo más alto de la clasificación tras la segunda etapa (Córdoba-Málaga). El ritmo vertiginoso con el que comenzó el segundo episodio de la ronda andaluza hizo que en la segunda mitad de la prueba se quedara en solitario un grupo formado por los mejores rodadores del momento: Montero, Otero, Gutiérrez, Telmo y Barruetabeña. Emulando a su rival en la etapa inaugural, Otero se marchó en solitario aprovechando las rampas de la cuesta de Casa Bermeja, a 33 kms de la meta. Montero comenzó entonces una persecución que le llevó a irse por los suelos y ceder el primer puesto por sólo 30 segundos.

    Triple victoria de etapa del madrileño Telmo García

    La tercera etapa, que discurrió entre Málaga y Algeciras, se decidió al sprint a favor del madrileño Telmo García , por delante de Barruetabeña, Montero y Otero, sin que se produjeran, por tanto, cambios destacables en la general, que seguía liderada por el ciclista cántabro, aunque leonés de nacimiento, con una pequeña ventaja sobre Ricardo Montero.

    También se decidió al sprint la cuarta etapa (Algeciras-Cádiz), cruzando la meta situada en la capital gaditana y de nuevo el madrileño Telmo García fue el más rápido, seguido por el donostiarra Lucas Jauregui, el también madrileño Manuel López y los vizcaínos Segundo Barruetabeña y Domingo Gutiérrez. Como los primeros clasificados entraron con el mismo tiempo, la clasificación general seguía encabezada por Otero con 27 segundos de ventaja sobre Montero a falta de los últimos 156 kms que separaban Cádiz de Sevilla.

    La última etapa no decepcionó ni en lo deportivo ni en lo polémico. Numeroso público salió a recibir a los ciclistas en cada pueblo por el que pasó la definitiva etapa de la ronda andaluza y el pelotón se mantuvo compacto hasta el tramo final de la prueba. A la altura de Dos Hermanas, los principales corredores (Barruetabeña, Telmo y García) iniciaron la batalla por ganar en la meta de Sevilla y, lo que parecía menos probable, por la victoria final en la Vuelta a Andalucía. Otero respondió al ataque final de Montero, pero el cántabro se fue al suelo al tropezar con el caballo de un guardia civil que se desbocó en los alrededores de la línea de meta y que le costó finalmente el triunfo en la primera edición de la ronda andaluza, al llegar a 32 segundos del ganador lo que le significó quedar en segunda posición de la general por sólo cuatro segundos. La victoria de etapa, la tercera, volvió a ser para Telmo García.

    Sin embargo, no finalizaría ahí la I Vuelta a Andalucía, debido a la reclamación presentada a la Unión Velocipédica Española (UVE), precedente de la actual Federación Española de Ciclismo, fundamentada en tres motivos: que la escasa distancia que le faltaba a Otero para cruzar la meta en el momento de la caída no se recorre en 27 segundos, por un error en el cronometraje y, posteriormente, porque Montero fue ayudado por una persona ajena a la carrera al cruzar el río Guadiaro camino de Sevilla. Los días posteriores la prensa especializada de la época recoge con amplitud los numerosos capítulos del serial en el que se convirtió esta reclamación, con numerosas declaraciones de implicados y testigos que querían decantar la balanza de un lado u otro.

    La UVE confirma la victoria de Montero y sanciona a Otero

    Finalmente, la UVE desestimó la reclamación de Victorino Otero, dando por buena la clasificación resultante tras la última etapa y declarando de esta forma ganador de la I Vuelta Ciclista a Andalucía a Ricardo Montero. Además, sancionó con seis meses de suspensión a Otero por “el acto antideportivo” ocurrido el día de reparto de premios “al insolentarse con los jurados de la carrera, profiriendo frases incorrectas dirigidas a las autoridades que formaban parte de la mesa” y a Luis Rengel con 100 pesetas por “hacer causa común” con el anterior.

    Destacar también a Telmo García, que demostró ser el más rápido en las llegadas que se decidieron al sprint, consiguiendo un total de tres victorias. El primer corredor regional en la clasificación final fue el sevillano Manuel Lucas, octavo en la clasificación final.

    Tras la primera edición, la Vuelta a Andalucía tardó 30 años en regresar (1956)Después de su primera edición en 1925, la Vuelta a Andalucía entró en un largo letargo del que despertaría 30 años después, en 1956, de la mano de los hermanos Antonio y José Gómez Téllez, presididos por Emilio Ramos, que organizarían la ronda andaluza hasta 1973. A partir de 1974 se incorpora a la organización Luis Cuevas, organizador de pruebas ciclistas, que revitalizó la Vuelta hasta 1977.Andalucía no tuvo ciclismo de elite en 1978 y, al año siguiente, Luis Cuevas creó la Ruta Ciclista del Sol, que fue creciendo año a año, llegando incluso a entrar en Gibraltar el 5 de febrero de 1986. Ese año la Junta de Andalucía y la Federación Española de Ciclismo confían la organización de la Vuelta a Andalucía ‘Ruta Ciclista del Sol’ a la empresa Deporinter, de la mano de Luis Cuevas. Y hasta hoy…
     
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  4. labeaga

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    El amor enfermizo de Franco Ballerini
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    Ballerini se despide de Roubaix, su amada, en 2001.

    El seleccionador italiano de ciclismo, Franco Ballerini, falleció en un accidente mientras competía en el rally de Larciano -en el norte de Italia- a los 45 años. Ballerini participaba como copiloto del también toscano Alex Ciardi cuando su coche salió de la pista, volcó y se estrelló contra un muro de una casa de la localidad de Casa al Vento. Los servicios médicos trabajaron para reanimarle durante 45 minutos y posteriormente fue trasladado al Hospital de Pistoia, donde llegó clínicamente muerto. Paolo Bettini, su gran amigo, fue el primer ciclista en llorar su muerte. Al frente de la ‘azzurra’ desde 2001, bajo sus órdenes el 'Grillo' conquistó dos Mundiales (2006 y 2007) y unos JJOO (Atenas 2004). También Cipollini (2002) y Ballan (2008) se enfundaron el 'arco iris' con él al volante.

    Viejo ya para dar pedales, Ballerini encontró en los rallys una prolongación de su vida sobre la bicicleta, una manera de seguir atravesando a toda velocidad terrenos abruptos, sorteando obstáculos, siempre al límite, donde resulta fácil caer, chocar, volcar. Alguna vez le acompañó Bettini en su última locura. A nadie podría extrañarle la nueva afición de un hombre que consagró su trayectoria professional a una carrera salvaje, la más exigente, ingrata y arriesgada del calendario, a la que desde hace mucho renuncian las grandes figuras del pelotón para evitar lesiones que arruinen su temporada, la París-Roubaix.

    A Franco Ballerini lo armaron de acero. Parecía hecho a medida para la esa prueba, para aquella tortura de adoquín, frío y barro. Ballerini vivió por y para ella. La odió, la amó y finalmente la comprendió. Ganó otras carreras de prestigio como una etapa en el Giro de Italia, un circuito Het Volk, un Giro del Piamonte o una París-Bruselas. Pero él vivía obsesionado con aquella dama del norte. Ballerini y la París-Roubaix fueron presentados en 1989. No se cayeron mal. El italiano logró cruzar la meta, todo un éxito. El flechazo surgió de inmediato. Desde aquel día no cejó en su empeño por conquistar a su nuevo amor. Pero no es Roubaix una chica fácil a la que uno puede llevarse a la cama en la primera cita. Algunos malgastaron su vida soportando sus desplantes, sus caprichos, sus cambios de humor, sus reacciones violentas, para nada. Roubaix requiere, salvo en casos excepcionales, mucha paciencia y, sobre todo, buena suerte.

    Roubaix tampoco prestó mucha atención a Ballerini en 1990, en el segundo encuentro entre ambos. Nunca sintió predilección por los italianos. Le iban más sus vecinos flamencos, aunque hubo casos en los que no pudo resistirse al encanto transalpino, a Jules Rossi (1937), a Antonio Bevilacqua (1953), a Felice Gimondi (1966), a Fausto Coppi (1950) -irresistible amor de una noche- y a Francesco Moser (1978, 79 y 80), uno de sus idilios más largos. Roubaix se fija en Ballerini en 1991. El joven italiano llega quinto al velódromo. Ya forma parte de su selecto grupo de pretendientes, pero aquel año la recompensa es para el francés Gilbert Duclos-Lassalle, un veterano que si en verano ayudaba a Greg Lemond en el Tour, en invierno perdía la cabeza tras el olor de la reina de un día. Su insistencia al fin tiene premio, y doble. Lassalle repite triunfo en 1993 tras un 'sprint' a muerte contra Ballerini. Ocho centímetros apartan al florentino de un deseo que comienza a convertirse en obsesión. Ha conocido la cara más cruel de su amiga. Llora por su culpa, promete no visitarla más.

    Por supuesto, no respeta su palabra. En la salida de Compiegne se presenta de nuevo en 1994, en esta ocasión con gesto desafiante. Hace muchos años, 'Topo' lo recordaba más o menos así: Roubaix no tolera esa actitud insolente y le castiga de nuevo, ahora mucho antes de la meta. Pinchazo a la entrada del selectivo tramo de Arenberg, de nuevo en el de Wandignies y caída muy cerca de conectar de nuevo con los favoritos. Ballerini no se deja intimidar y se rebela contra cada golpe, pero sufre un tercer pinchazo que le aparta definitivamente de un triunfo concedido en esta ocasión a un ucraniano, Andrei Tchmil, otro amante pasajero. Ballerini, a pesar de la humillación, sube de nuevo al podio (3º). Aún no lo sabe, pero acaba de seducir a su próxima conquista.

    1995 es el año. Triunfo a lo grande, sin sobresaltos, sin resistencia ni oposición. Roubaix se ha rendido al fin. No admite a otro. Llega solo al velódromo y levanta a los brazos. Le acaba de quitar la novia a Tchmil, segundo a casi dos minutos. Pero no caerá Ballerini en el error de considerarla exclusivamente suya. Admite las siguientes derrotas sin un mal gesto. Gracias a este rasgo de humildad, de sumisión, sumará un nuevo éxito en 1998, otra victoria aplastante, esta vez por más de cuatro minutos. Andrea Tafi y Wilfried Peeters completan otro podio histórico para el equipo Mapei.

    Ballerini se retiró en 2001. Lo hizo en su carrera favorita, por supuesto. Llegó destrozado, como siempre, la cara oculta tras el barro. En un último homenaje a su íntima, cruzó la línea despacio, el 'maillot' levantado y una camiseta con una inscripción: 'Merci Roubaix'.
     
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    Indurain, Bugno y Fedaia, el final de una era

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    En un tiempo no muy lejano, aunque cada vez nos parezca una época más distante, resultaba habitual observar y disfrutar de los duelos en los que se batían los mejores ciclistas del mundo más allá del mes de julio. Aquella época parecía contrastar y, en cierta medida, contradecir a aquellos que con los años han caído en la creencia de que es imposible poder hacer dos Grandes Vueltas a buen nivel en una misma temporada.

    Por ello retrocedemos en la historia hasta el Giro de Italia 1993, un Giro con un recorrido un tanto extraño y 3.800 km a recorrer, y en el que se presentaba el podio al completo de los dos Tours anteriores (Induráin, Chiappucci y Bugno), más Chioccioli y Giovannetti como figuras locales y Riis, Ugrumov, Tonkov, Roche, Jaskula y Poulnikov como aspirantes extranjeros. Después de dos semanas de carrera en los que Induráin había mostrado su condición de máximo favorito al adjudicarse de manera brillante la contrarreloj de Senigallia, y con Bruno Leali como maglia rosa gracias a una fuga en la etapa posterior, llegábamos a la jornada decisiva de aquel Giro, una etapa maratoniana de 250 km a través de los Dolomitas con salida y llegada en Corvara Alta Badía tras las ascensiones de Costalunga, Pordoi, la Marmolada, de nuevo el Pordoi y finalmente el Campolongo a escasos 7 km de meta.

    Tras unos pequeños escarceos al inicio de la etapa se encaraba la primera ascensión al Pordoi con Eduardo Chozas y Franco Vona escapados y el mismísimo Gianni Bugno intentando un contraataque por detrás, aunque rápidamente sofocado por el ritmo que marcaban Rue y De Santos para Induráin. Más de 90 km y apenas quedaba un pelotón de unas 25 unidades en el grupo de favoritos, del que saltaría el propio Chiappucci en compañía de Luc Leblanc, mientras que Gianni Bugno empezaba a sucumbir, y poco metros más adelante cedería también la maglia rosa de Bruno Leali junto con Giovannetti. Por la cima del Pordoi coronaba en solitario Franco Vona, seguido de Hampsten y Chiappucci a 40 segundos que daban tiempo al grupo de Indurain, que había conseguido neutralizar el primer intento de Chiappucci a un kilómetro de la cima del Pordoi. Leali y Bugno cedían 1’09’’ con respecto el grupo de Indurain y Chiappucci.

    Tras el bellísimo descenso del Pordoi y la consecuente reestructuración, se afrontaba la ascensión al Passo Fedaia, en cuya aproximación había saltado un grupo con Conti, Lelli, Fondriest, Poulnikov y Ugrumov y por detrás volvía a intentarlo Gianni Bugno tras haber conseguido enlazar con el grupo de cabeza en el descenso del Pordoi. Se afrontaba la terrible recta de la Marmolada cuando Indurain se puso en cabeza, al que sólo pudieron seguir Chiappucci y Tonkov, que se aproximaban a la estela de Bugno y al que superarían. La carrera estaba totalmente destrozada con el ritmo de Induráin cuando aparecía la lluvia en la cima de la Marmolada. Ugrumov cedía unos segundos en las últimas rampas, Fondriest y Cacaíto casi 1 minuto, mientras que el resto se encontraba ya a distancias ya insalvables.

    Un peligroso descenso bajo la lluvia hacia Canazei acercaba a la segunda ascensión a la cima Coppi de aquel año, el Passo Pordoi. Para darle un cariz aún más dantesco, una tremenda tormenta de granizo caía sobre el Pordoi, una de las imágenes más espectaculares que nos ha dejado el ciclismo. Siete horas de carrera al coronar y todavía quedaba el Campolongo. No habían ataques, el gran ritmo de Induráin y de un inmenso Lelli impedían el esperado ataque de Chiappucci, que contaba con la compañía de Poulnikov. Fondriest y Cacaíto Rodríguez se mantenían a 1’05’’ en su cima, Leblanc perdía 3 minutos, Bugno y Chioccioli más de 4 y Leali 6.

    Entretanto, Poulnikov arriesgaba en el descenso del Pordoi y se lanzaba a por el triunfo de etapa, quizás mostrando la resignación del Carrera ante la imposibilidad de haber asestado un golpe a Induráin que permitiera a Chiappucci aspirar al triunfo final del Giro. Dos tímidos intentos del incombustible varesino en los últimos 3 km del Campolongo no consiguieron intimidar a Induráin que respondió sin excesivos problemas, pero que sirvieron para distanciar a Ugrumov, una distancia que podría ser decisiva en el devenir de aquel Giro. Una vez alcanzado Poulnikov, sólo quedaba por decidir el vencedor de aquella maravillosa etapa, que sería para Chiappucci superando en el sprint final de Corvara Alta Badía a Induráin y Poulnikov. Induráin recuperaba la maglia rosa que mantendría hasta Milán, pero el final de una era se vislumbraba en el ciclismo italiano, tras este Giro, Chiappucci y Bugno jamás volvieron a pisar el podio en una grande y se tuvieron que conformar con algunos triunfos parciales, mientras que Giovannetti y Chioccioli daban sus últimas pedaladas de élite como profesionales.


    En julio, Induráin repetiría corona por tercera vez como rey de Francia, flanqueado por Tony Rominger (vencedor de la Vuelta a España), y por Zenon Jaskula (10º en el Giro de este mismo año), mientras que Chiappucci finalizaría 6º y el Bjarne Riis, vencedor de etapa en el Giro 1993, acabaría en un meritorio 5º lugar en el Tour de Francia.
     
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    RECUERDOS DEL AYER: EL PIRATA SE EXHIBE EN LA VUELTA A MURCIA

    En los inicios de la temporada ciclista de 1999, el italiano Marco Pantani era por derecho propio el hombre a batir de cara a la disputa de las grandes vueltas por etapas. El escalador del Mercatone Uno conseguía el doblete Giro y Tour en la anterior campaña, el último en hacerlo desde entonces, y cimentaba sus triunfos con espectaculares exhibiciones en la alta montaña.

    Por ello su presencia en la Vuelta Ciclista a Murcia era todo un reclamo mediático y un honor para organizadores y afición, que veían como “El Pirata” tomaba partido un año más en la carrera de su región. Y es que Pantani ya fue protagonista un año antes, en la edición de 1998, con su triunfo de etapa en el sector matinal de aquella jornada con la meta situada en la cima del Morrón de Totana. Precisamente en esta misma localidad y en 1997 acabó en segunda posición en otra etapa, y es que el idilio del ciclista de Cesenatico con Murcia tuvo varios episodios culminando con su brillante actuación de la temporada 99. Según se comentaba entre sus propios compañeros, Pantani era un hombre cargado de supersticiones, lo que le llevaban a calcar año tras año sus carreras de preparación para las grandes citas.

    En la segunda etapa con final en el Santuario Casa Cristo en Moratalla, Pantani daba sus primeros avisos con varios ataques en la corta pero complicada ascensión, en un día marcado por el frio, el viento e incluso la nieve. En esta ocasión el más rápido en los metros finales fue el corredor de Kelme Javier Pascual Rodríguez, imponiéndose en la etapa y alcanzando el liderato, con el propio Pantani quinto en la general a apenas trece segundos.

    La cuarta jornada en tierras murcianas nos iba a deparar una de esas etapas para el recuerdo, marca de la casa de Pantani, aunque el italiano no fuera el único protagonista. El liderato continuaba en la espalda de Pascual Rodríguez y el perfil de la etapa se antojaba decisivo y suficiente como para romper la carrera y definir el vencedor final a falta de la corta cronometrada final del día siguiente en las calles de Murcia.



    En la subida a Espuña se desataba la tormenta y Pantani se marchaba por delante, en solitario, esprintando en la escalada con ese estilo tan característico cogiendo manillar, devorando kilómetros y coronando con algo menos de un minuto de ventaja sobre sus inmediatos perseguidores, para posteriormente encarar la gran dificultad montañosa del día, el Collado Bermejo, con la cima situada a apenas diez kilómetros de la meta en Aledo. El propio líder fue quien reaccionó, y optó por salir en primera persona en persecución del corredor de Mercatone Uno. Una sensacional batalla tanto en la ascensión a Collado Bermejo como en su posterior descenso que acabó con el triunfo de Pantani con 41 segundos de ventaja sobre el hasta entonces líder Pascual Rodríguez, que tuvo algo de mala fortuna al salirse en una de las curvas del recorrido.

    Pantani comentaba en línea de meta que “no venía para ganar, todavía no estoy al 100%”. En la crono que cerraba esta edición de la Vuelta a Murcia, tan solo perdió cuatro segundos con Javier Pascual Rodríguez, y se hizo con la general final.

    En la actualidad, los organizadores de la Vuelta Ciclista a Murcia, homenajean al malogrado escalador italiano con el premio en la “Cima Marco Pantani” para el corredor que pase en primer lugar por la misma, y que además suele ser el propio Collado Bermejo.
     
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    El Mundial más duro de la historia
    En 1980, Hinault barrió en una prueba en la que solo acabaron 15 corredores


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    Hinault, durante el Mundial de 1980.
    Era el 31 de agosto de 1980 y ninguno de los que lo corrieron lo ha olvidado. La víspera, Anquetil advirtió: “Aquí van a acabar 15”. Lo clavó. Acabaron 15. Ganó Hinault, en el mejor día de su vida. Nuestro Juan Fernández ganó la medalla de bronce. Aún lo tiene por el peor día que pasó en su vida.

    Aquello fue en Sallanches, en la Alta Saboya, al pie del Mont Blanc. Un circuito de 13,4 kilómetros, al que había que dar 20 vueltas, así que 268,4 kilómetros en total. La trama estaba en mitad del recorrido: la Côte de Domancy, a las afueras de la ciudad. Una cuesta de 2,7 kilómetros, en los que remontaba 200 metros. Algunas rampas eran hasta del 16%.

    Fue un Mundial terrorífico.

    Los franceses lo habían organizado todo para que ganara Hinault en su casa y así se lo presentaron sus compatriotas: en bandeja de oro, porque aquel durísimo circuito estaba diseñado para el mejor, más duro y completo, corredor del momento. Era su Mundial.

    El comentario generalizado de la prensa, durante aquellos días previos a la competición, hablaba de que el recorrido de aquel campeonato era digno de una auténtica etapa reina del Tour.

    Juan Fernández recuerda que fueron tres días antes, a adaptarse. El día siguiente hicieron el circuito: “Cuando subíamos, nos mirábamos unos a otros. Nos estábamos diciendo todos lo mismo con la mirada: que no acabábamos ni uno”.

    En su día lo llamaron “el circuito de la muerte”
    .
    No era para menos.
    Todas las selecciones que acudieron a inspeccionarlo, incluida la española, barruntaban que allí no iba a acabar nadie.
    Casi aciertan.

    Sin embargo Hinault, muy seguro de sí mismo, les decía a los periodistas franceses que “fueran poniendo el champagne en la nevera”.

    Fueron tantos los abandonos que, por las carreteras adyacentes al circuito, se veían más ciclistas en dirección a sus respectivos hoteles que compitiendo dentro de aquel perímetro.

    Apellidos tan ilustres como los de Saronni, Zoetemelk, Moser, Kuiper, Raas o Knetemann, entre otros muchos, no pudieron finalizar la durísima carrera, dando la razón a un profético Cyrille Guimard que dijo, antes de comenzar el Mundial, que todos éstos no ascenderían ni 11 veces al Domancy.

    Sólo se equivocó con Saronni, que lo subió doce veces.

    El resto, todos, tiraron la toalla más tarde o más temprano.

    Para más inri, llovía cuando los 127 corredores se pusieron en marcha. Desde el inicio, Hinault se puso en cabeza, junto a algunos compañeros y metió tralla. En la tercera vuelta intentó saltar De Muynk e Hinault en persona le neutralizó. Luego mandó por delante a Mariano Martín y él siguió hostigando al pelotón, poseído de una rara furia. Llegaba a aquel Mundial con rabia contenida. Había ganado el Giro, pero el Tour lo tuvo que abandonar, líder y con tres etapas ganadas, por una tendinitis. Sufrió críticas por haber intentado abusar de su cuerpo, por creerse un supermán. Y decidió cobrárselas ese día.

    Con aquel ritmo, muchos pasaban la cuesta con dificultades, y en la persecución en la bajada sobre mojado, las caídas abundaban. Cada vuelta le sacaba al pelotón una loncha de corredores, primero los que caían, luego los que caían más los agotados, que al paso por meta se apeaban. Moser, Kneteman, Rass, los tres últimos campeones, estuvieron entre los primeros damnificados. Los españoles empezaron a caer como fruta madura a la mitad de la prueba.

    En la vuelta 13, Hinault se escapó. Pollentier, Baronchelli, Millar y Marcussen salieron tras él, y consiguieron alcanzarle. Pero en cada subida, él pegaba un zurriagazo y así los fue dejando. El último al que soltó fue a Baronchelli, a tres vueltas del final. Y ya siguió solo hacia la victoria.

    En la 17ª vuelta Hinault se quedó tirando de un grupo formado por Baronchelli, Pollentier, Millar y Mascussen. Tras ellos, cinco hombres en los que se encontraban Rupérez y Juan Fernández, que merece especial mención aparte.

    Poco después abandonó Rupérez: “No puedo más”, le dijo a Juan Fernández, que para entonces ya pensaba “qué pinto yo aquí”. Meditaba apearse antes de la cuesta cuando se le acercó el coche de Mendiburu, director de equipo: “¡Dale, Juan, dale, sufre ahí! ¡Eres el último que nos queda, terminar hoy ya es una proeza!”. Juan Fernández iba aterido, acalambrado y agotado, pero se sintió obligado a sufrir tres vueltas más.

    En la 18ª es Millar el que dice adiós y se descuelga, no pudiendo seguir el ritmo de los mejores.

    En la penúltima vuelta ya sólo le aguanta Baronchelli, que bastante hace con seguir ahí, a rueda del implacable verdugo.

    Por detrás, a más de 4 minutos, los perseguidores.

    Hinault entró triunfante, en un tiempo de 7h 32m 16s, siete horas y media largas en las que pareció disfrutar torturando a sus compañeros de oficio. Al minuto y pico entró Baronchelli. A casi cinco rodaba un grupito sufrido y doliente, en el que aún se sorteaba un premio, la medalla de bronce. Juan Fernández, Marcussen y Roger de Vlaeminck se descolgaron en la última subida, en la que se les fueron Panizza, Boyer, Pronk y Nilsson. Los rezagados apretaron y consiguieron conectar en la última curva el circuito, cuando los de delante ya se vigilaban unos a otros. Con la fusión, saltó Boyer, y tras él De Vlaeminck, que le neutralizó. En el consiguiente parón, saltó Juan Fernández, aún no sabe ni cómo: “Todos estaban agotados, ninguno salió, yo lo intenté, y ¡premio!”. Luego irían llegando seis corredores más, demacrados, sostenidos por el amor propio de terminar.



    Para entonces, una medalla de bronce en el Mundial era una proeza en nuestro ciclismo (sólo lo había conseguido Tarzán Sáez, en 1967, luego Juan Fernández lo haría dos veces más). Mendiburu le abrazó emocionado: “¡Nos has salvado, nos has salvado!”. Para él hubiera sido una vergüenza que ningún español llegara.

    Subió al podio como un autómata. Alguien le pidió un autógrafo y lo firmó con dedos tan agarrotados que luego no podía soltar el bolígrafo. Y de ahí, al control antidopaje.

    “Era en el segundo piso de un polideportivo. Subí como un anciano, agarrándome a la barandilla, vacilante. En eso me pasó Hinault, que subía los escalones de dos en dos. Me miró, me sonrió y me dijo: ‘Ça va? [¿cómo estás?]’ Y siguió para arriba”.
     
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    Somarriba, la vida en rosa
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    Por actuaciones interpuestas, Ramón González Arrieta ha disfrutado del jersey amarillo del Tour y del rosa del Giro, prendas que nunca ha vestido. El ciclista profesional del equipo Euskaltel sudó para Induráin en las carreteras francesas y sigue sudando, ahora a pie de cuneta, para su esposa Joane Somarriba, que ayer conquistó su segundo Giro femenino consecutivo. Así que Arrieta, que compartió los momentos dorados del más impresionante de los ciclistas españoles vive ahora con la mejor ciclista que ha conocido este país, una mujer tan exigente con su persona como afable con los extraños.Somarriba, vizcaína de Sopelana, se instaló en un sueño en el que se suceden los éxitos y las buenas noticias, puro contraste con su pasado, marcado por la enfermedad y la desesperanza. En el deporte, lo excepcional asombra y evoca admiración: de acuerdo con este principio, Somarriba saboreó hace un año la sorpresa y el reconocimiento por un triunfo sonado; la repetición de lo excepcional minimiza el impacto de lo conseguido y convierte lo sorpresivo en rutinario: una injusticia. Nada hay de lógico o mecánico en el segundo Giro victorioso de Somarriba, una ciclista que un buen día se quedó sin bicicleta, sin pasión, justo cuando debía afrontar los Juegos Olímpicos de Barcelona.

    Desahuciada para la carretera por los médicos después de una chapucera operación de hernia discal y de una infección que dejó su espalda en compota, Somarriba volvió a la vida civil con una sola ilusión: pedalear por el placer de pedalear. Aunque fuera sólo para salir a comprar el pan o el periódico. Nada de entrenamientos maratonianos, de competición, de un futuro sobre ruedas. Sólo el placer de deslizarse, sin más pretensiones, sobre una bici de montaña, un sucedáneo del ciclismo que había conocido, un principio a la postre.

    Somarriba venció su enfermedad, soportó un año de rehabilitación y se colocó de nuevo un dorsal en 1993, dos años después de que todo se le torciera. Reintegró los pelotones sin un futuro claro por el que apostar y con la perspectiva, como destino final, de un puesto de camarera en el bar que regenta su madre en Plentzia, junto a la costa vizcaína. El ciclismo profesional femenino en España era por aquel entonces, y sigue siendo, una entelequia: no existen patrocinadores, ni equipos punteros, ni la infraestructura que arropa al ciclismo masculino. Pero Italia es otra cosa, otra cultura acostumbrada a cuidar a sus campeonas, una escuela también. Y el Giro es un acontecimiento rayano con lo religioso, incluso cuando lo disputan las féminas.

    Somarriba emigró al país transalpino en 1998, asumiendo de su bolsillo el coste de la ficha y los gastos inherentes a la competición. Un año después ganó el Giro con el Alfa Lum, el mismo equipo que inculcó en Marino Lejarreta el rigor del trabajo cotidiano y el hambre de triunfos. En tan breve lapso de tiempo, la corredora vizcaína trasladó a la carretera toda la determinación y la capacidad de sufrimiento almacenada en el lecho de un hospital y se convirtió en una ganadora, escaladora aventajada y contrarrelojista respetada. Tenía lo que los italianos llaman la "grinta", esa rabia que convierte en irresistibles a los privilegiados. Italia se orgullecía de su campeonissima Fabiana Lupperini y moldeaba, al mismo tiempo, su recambio.

    Somarriba se sacudió definitivamente las dudas sobre sus capacidades el viernes pasado, camino de la cima del durísimo Monte Bondone. Allí flaqueó la italiana Alessandra Capellotto -su rival más tenaz- y allí despegó Joane, acompañada por dos ciclistas rusas, cómoda en su papel de patrona.

    Somarriba es un milagro -vista la histórica endeblez del ciclismo femenino español- pero no una casualidad. Si su caso conserva tintes de melodrama, las lágrimas nunca han sido gratuitas y casi siempre tenían que ver con su obstinación, con esa capacidad para hacerse violencia que sus rasgos reposados y sonrientes se niegan a revelar. Ni siquiera cuando pasó de la semi invalidez a la euforia que concede la esperanza, se reinstaló en la depresión y quiso colgar su herramienta para, finalmente, convencerse de que puesta a entregarse al sacrificio bien merecía la pena darlo todo en el intento. Ahora saborea, vestida de rosa, lo que en Francia llamarían "la vie en rose".
     
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  9. labeaga

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    Marthe Hesse la primera mujer que subió el Tourmalet.




    El Tour de Francia ofreció un premio especial: cinco monedas de oro para el primer ciclista capaz de escalar el Tourmalet sin bajarse de la bicicleta. Era 1910, el año en que la carrera se atrevió a entrar en los Pirineos, aquella región de montañas salvajes, tormentas, avalanchas y osos. Unos meses antes, cuando los organizadores anunciaron el recorrido, una cuarta parte de los inscritos borró su nombre.

    Octave Lapize, ganador de aquella etapa de 326 kilómetros y cinco puertos, llegó a la cima del Aubisque caminando por la pista pedregosa, arrastrando su bicicleta y, en cuanto vio a uno de los organizadores, le gritó la primera gran sentencia para la leyenda del Tour.

    -¡Asesinos! ¡Son ustedes unos asesinos!

    La historia dice que Gustave Garrigou eligió un piñón más grande que sus adversarios, para pedalear ligero y coronar el Tourmalet sin echar pie a tierra. Él fue el primero en conseguirlo. Se ganó las cinco monedas.

    Pero ya existía un precedente. Un precedente embarazoso para los organizadores, porque entre las cuatro personas que de verdad habían sido las primeras en superar el Tourmalet sin bajarse de la bici aparecía una mujer: Marthe Hesse.

    Y lo habían hecho de una manera que descafeinaba la épica con la que el Tour quería venderse: utilizaron un desviador y un cambio de marchas, una novedad tecnológica que, según los organizadores, convertía el ciclismo, ese deporte de hombres brutos, en un “ejercicio adecuado para inválidos y mujeres”.

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    Cartel de 1903 inspirado en la prueba que enfrento a Marthe Hesse con Edouard Fischer

    Ocurrió el 18 de agosto de 1902. Desde la ciudad de Tarbes, 43 ciclistas recorrieron un circuito que incluía dos subidas al Tourmalet, una montaña en la que muy pocos ciclistas se habían aventurado todavía. El evento lo organizó el Touring Club de Francia para probar las innovaciones de las marcas de bicicletas: llantas de acero, aluminio y madera; neumáticos de distintos compuestos; cuadros más ligeros; horquillas y manillares con diseños diferentes… y, sobre todo, los cambios de marchas. Hasta ese momento los ciclistas usaban un plato único y un piñón único, y tenían que arreglárselas para pedalear en el llano y en las cuestas con ese único desarrollo.

    En aquella prueba de 1902, Marthe Hesse usó una bicicleta Gauloise con un plato y tres piñones que le permitían avances de 5,85, 4,10 y 2,75 metros por pedalada. Gracias a esos desarrollos ligeros, tres hombres y ella fueron los únicos capaces de subir el Tourmalet sin echar pie a tierra.

    La noticia, como querían los fabricantes de bicis con desviadores, tuvo mucho eco. Los carteles publicitarios de la época mostraban a mujeres pedaleando airosas con su cambio de marchas, coronando sonrientes las montañas más terribles, mientras dejaban a su espalda a unos hombres derrengados.

    A los organizadores del Tour no les hacía ninguna gracia. Su objetivo no consistía en facilitar la vida a los corredores sino en complicársela al máximo: prohibidos los entrenadores y los asistentes en carrera, prohibido recibir bebida y comida de manos de nadie, prohibida la asistencia mecánica, prohibido el cambio de ropa durante la etapa. Así que los cambios de marchas, ese invento que permitía escalar montañas hasta a las mujeres, no le gustaban nada a Henri Desgrange, patrón del Tour: “Sigo pensando que los cambios sólo son interesantes para los mayores de 45 años. ¿No es mejor ganar por la fuerza pura de los músculos que por un artificio como el desviador? Nos estamos volviendo blandos. Los experimentos así son interesantes… para nuestros abuelos. A mí dadme un buen piñón fijo”.

    El Tour, siempre tan conservador, no permitió el uso del cambio hasta 1937. Ni la presencia de mujeres en la caravana del Tour masculino hasta la década de 1980 -ni como masajistas, entrenadoras o asistentes: nada, prohibido, todas las mujeres fuera del recinto, salvo las azafatas que dan flores y besos-.

    Como ciclistas, apenas hubo amagos: en 1955 se celebró un primer Tour femenino de cinco etapas, ganado por la inglesa Millie Robinson, que no tuvo continuidad porque al propio organizador Leulliot le parecía que “las mujeres no saben demarrar, pedalean tranquilamente como si fueran de compras, hablan demasiado”. La prensa deportiva se burló del intento, mandó a sus fotógrafos a sorprender a las ciclistas cuando terminaban las etapas y se cambiaban de ropa, y se opuso a la repetición de la prueba. El propio diario L’Équipe celebró el fracaso: “Ha triunfado el sentido común. Las mujeres se deben conformar con las competiciones que ya se celebran y con el cicloturismo, que se corresponde mucho mejor a sus posibilidades musculares”.
     
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  10. ray

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    "Y lo habían hecho de una manera que descafeinaba la épica con la que el Tour quería venderse: utilizaron un desviador y un cambio de marchas, una novedad tecnológica que, según los organizadores, convertía el ciclismo, ese deporte de hombres brutos, en un “ejercicio adecuado para inválidos y mujeres”. "

    Cuanto menos curioso
    Quién diría esto ahora,en estos tiempos....??

    Y más en Francia,que presumen de una liberación sexista máxima.
     
  11. labeaga

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    Leontien Van Moorsel, ciclismo y anorexia

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    Algunas carreras ciclistas de ruta son la combinación perfecta entre tortura y paraíso. Tienen fuertes pendientes, momentos de relajación y otros de desfallecimiento, ratos de sonrisa y ratos de rictus de dolor. Entre los columpios debe haber un instante en el que el ciclista piensa que ya no da más, que es momento de abandonar, pero algo pasa que encuentra nuevas fuerzas, escala con sacrificio y llega a la meta anhelada. Así la vida de Leontien Van Moorsel.

    Esta ciclista holandesa destacó desde joven. En 1990, tenía sólo 20 años y ya era campeona mundial en los 3 kilómetros de persecución individual y en los 50 kilómetros contrarreloj por equipos. A los 21, se coronó en la ruta. A los 22, ganó el Tour Feminin, la versión del Tour de France para mujeres. A los 23 hizo ambas cosas: ser campeona mundial de ruta y de la vuelta francesa. Encima de eso, posó exitosamente para la revista Penthouse. Tenía todo para una larga carrera llena de gloria, y entonces…

    Entonces el entrenador le dice que tiene que perder peso, para subir más ligera las etapas de montaña y dejar para siempre en la oscuridad a su rival Jeannie Longo. Leontien pierde peso, pero se siente gorda. Ha perdido fuerza pero cree que la razón es que no ha bajado los suficientes kilos. Sigue forzando su cuerpo. En realidad está bajando la espiral de la anorexia. Se retira en 1994. Su carrera parece haber llegado a un fin prematuro y su vida está en riesgo.

    Aparece en su vida Michael Zijlaard, otro ciclista, quien la ayuda a salir de la enfermedad, a comer correctamente y a no obsesionarse con su cuerpo. Se enamoran y se casan, ella vuelve a entrenar, pero ya no piensa en convertirse en una escaladora: ha asumido que su cuerpo no es de esos.

    Poco a poco, Leontien Zijlaard Van Moorsel recupera su nivel competitivo. Tienen que pasar años, porque viene de una flacura extrema. En 1998 vuelve a competir en unos Mundiales, gana el oro en la contrarreloj y es segunda en la carrera de ruta (la competencia es en su natal Holanda, no hay montañas allí).

    Van Moorsel tiene 30 años cuando compite en sus primeros Juegos Olímpicos. Sydney 2000. La inscriben en cuatro pruebas. Primero compite en pista: los 3 kilómetros de persecución individual. Gana el oro. Dos días después, en la carrera de puntos, en la que ninguna competidora pudo lapear a las rivales. Se queda con la plata. Tres días más tarde, la ruta de 131 kilómetros, cuyo trazado le favorece: llegan 25 corredoras al sprint final, sus compatriotas la ayudan y ella es la más rápida. Otra medalla dorada. Finaliza con la contrarreloj, que gana con más de medio minuto de ventaja. Ha conseguido tres oros y una plata en una sola cita olímpica. Algo nunca antes visto en el ciclismo.

    Entre Sydney 2000 y Atenas 2004, Leontien gana otro campeonato mundial en los 3 kilómetros persecución y viaja a México para romper el récord de la hora. Lo logra, superando los 46 kilómetros.

    Ya es una veterana cuando llega a Atenas, ha pasado por una montaña rusa. Es tercera, y bronce, en la persecución individual. En la ruta va en el grupo puntero cuando se engancha con otra ciclista, se da una espectacular carambola y queda fuera de toda posibilidad. Todavía con los raspones, compite en la contrarreloj y demuestra que es de las grandes: se lleva la medalla de oro. Anuncia, ahora sí, su retiro.

    El palmarés olímpico de Leontien Zijlaard Van Moorsel es notable: 4 oros, 1 plata y 1 bronce. Pero más notable es su espíritu: fue capaz de aplicar la misma fuerza mental con la que -en negativo- dejó de comer, para –en positivo- reponerse en lo físico, en lo emocional y en lo deportivo.
     
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  12. ray

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    Puntual en tu nueva entrega... :)
     
  13. labeaga

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    Supongo que ya os habéis dado cuenta, esta semana va a ir dedicada al ciclismo femenino.

    Un saludo
     
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  14. encanyonado

    encanyonado pedalea o muere

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    en la Roubaix de Ballerini ha faltado comentar la conversacion que tuvo el pobre Ballerini con un periodista al terminar
     
  15. labeaga

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    Hélène Dutrieu, la chica halcón

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    Con este apodo, junto con el de la flecha humana, fue conocida Hélène Dutrieu y no faltaron razones para ello. El 26 de junio de 1961 fallecía en París esta aventurera sin igual, a la edad de 83 años. ¿Por qué afirmo que se trató de un personaje único? Muy sencillo, porque de pocas personas puede decirse que hayan sido campeones mundiales de ciclismo, pilotos de carreas automovilísticas y de motos, de avión, gestores de hospitales y servicios de emergencia, además de conductores de ambulancias en medio de los peligros de una cruel guerra y, por si fuera poco, con patentes de invención surgidas de su ingenio. ¿Quién ofrece más aventura?

    Hélène Dutrieu nació en 1877 en Bélgica y pronto demostró que su inquieto espíritu llevaría muy lejos su aparentemente frágil figura. A finales del siglo XIX logró todo tipo de éxitos ciclistas, en 1895 gana el record mundial de mujeres para la distancia recorrida en bicicleta durante una hora. En 1897 y 1898 gana el campeonato mundial de velocidad en pista de mujeres que se corre en Ostende, Bélgica, y se gana el apodo de "La Flecha Humana". En 1898 gana el Grand Prix d’Europe y ese mismo año gana la Carrera de los 12 días en Londres. Hélène desarrolla una trayectoria de éxito como conductora de riesgo de bicicletas y motocicletas, y también como conductora de autos de carrera y conductora de riesgo.

    Hasta aquí podría tratarse del caso de un deportista de élite más, alguien que logra sobresalir en la disciplina de su elección, consiguiendo fama mundial. Pero no, Hélène era de ese tipo de personas que nunca están satisfechas con sus logros, siempre aspiraba a más y, he aquí lo más sobresaliente, no sólo se centró en un deporte o campo, sino que logró éxitos en todas aquellas disciplinas a las que se dedicó. ¿Imagina alguien hoy día a un ciclista de fama mundial que, sucesivamente, fuera capaz de convertirse en célebre piloto de motos y aviador? Naturalmente, los primeros años del siglo XX eran propicios para ver el nacimiento de este tipo de estrellas, pero eso no resta mérito a la audacia de Hélène porque, además, fue inventora.

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    Después de varios años recorriendo el mundo en prueba ciclistas, de automóviles y motos, y tras varios accidentes de los que salió milagrosamente viva, Hélène volvió la vista a los cielos. En 1908 se convirtió en piloto de pruebas con el modelo Santos-Dumont diseño número 19 Demoiselle (Señorita). Se estrelló en su primer vuelo, pero eso no detuvo su carrera aventurera y en 1910 se convirtió en la primera piloto femenina en volar con un pasajero y, al poco tiempo, fue la cuarta mujer en el mundo en lograr una licencia oficial de vuelo. De esos tiempos viene lo de chica halcón, capaz de causar escándalos, de sorprendente inocencia vistos hoy día, como cuando afirmó a la prensa que volaba sin vestir corsé, cosa que no gustó a sus contemporáneos. Posteriormente acumuló todo tipo de premios y récords, sobre todo relacionados con vuelos de larga duración y altitud. En 1912 se convirtió en la primera mujer en pilotar un hidroavión y en 1913 de fue concedido el privilegio de pertenecer a la Legión de Honor francesa. Eran tiempos alegres, en un mundo que cambiaba rápidamente, pero todo terminó en 1914. La Gran Guerra vio a Hélène convertida en intrépida conductora de ambulancias y en directora de un hospital de campaña en el que, además, se encargaba de organizar la operaciones de emergencia encaminadas a rescatar a soldados heridos en combate. Terminada la guerra decidió cambiar de aires, se casó con un francés en 1922 y se trabajó como periodista, además de ser presidenta de la sección femenina del Aero Club de Francia.

    Por cierto, he aquí una de sus patentes, la estadounidense número 749.607, registrada en agosto de 1903 y otorgada a Hélène Dutrieu sobre un artilugio muy curioso para circuitos de carreras ciclistas.

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  16. labeaga

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    El ciclismo femenino, en números


    Cuando se trata del ciclismo femenino, la falta de cobertura televisiva y en medios de comunicación es cada vez más difícil de justificar. Como se demostró en el increíble final de La Course, el argumento de que las carreras femeninas no son emocionantes no es suficiente.




    A pesar de que la mayoría de las mujeres había terminado poco antes los 10 días de carrera en el Giro Rosa, en La Course se vio un gran espectáculo, culminando en lo que fue una de las mejores llegadas de todo el Tour. Al final de una etapa de cuatro puertos, Annemiek van Vleuten superó a Anna van der Breggen por pura fuerza de voluntad en los últimos metros. Cecilie Uttrip Ludwig lo remató con una de las entrevistas más conmovedoras que el mundo del deporte profesional ha visto en los últimos años, sentada en el suelo exhausta después de la carrera, rogó intensamente a los aficionados que apoyen el ciclismo femenino.



    Ni que decir tiene que las mujeres hicieron su parte y demostraron que tienen lo que se necesita para proporcionar entretenimiento del más alto nivel. Ahora es el momento de que los patrocinadores y organizadores hagan lo suyo. Aunque ha habido buenas noticias recientemente, con el presidente de la UCI David Lappartient confirmando que el salario mínimo obligatorio para las mujeres será aplicado para el 2020, todavía queda mucho por hacer.

    Parte de este trabajo consiste en aumentar las cifras. Afortunadamente, el mes pasado Cycling News publicó un informe de datos que subraya las disparidades que existen entre el ciclismo de hombres y mujeres. Aunque le sugerimos que consulte el artículo completo, hemos resaltado algunos de los números para usted aquí.



    Días de competición
    El número de carreras en el circuito femenino World Tour frente al masculino no parece demasiado exagerado de 23 y 37, pero si tenemos en cuenta las etapas y el número total de días en ruta, la diferencia es enorme. Las mujeres pasan 52 días corriendo, comparado con 179 para los hombres. En otras palabras, por cada día que las mujeres pasan compitiendo, los hombres pasan 3.4.

    Distancia de las carreras

    En el World Tour, el número máximo de etapas permitidas es de 23. Para las mujeres, a excepción del Giro Rosa, el límete es seis. La distancia media de una etapa del Tour masculino es también 40 km más larga que los 140 km de la femenina. Aunque el debate sigue abierto en cuanto a si las etapas adicionales realmente hacen que las carreras sean mejores, el hecho de que a los hombres se les permita más de 3 veces la cantidad de etapas refuerza un mito distorsionado sobre las capacidades del cuerpo de la mujer.

    Borrar la historia?
    El argumento en contra de la posibilidad de un Tour de Francia femenino también está fuera de lugar cuando recordamos que en realidad existió durante 6 años entre 1984 y 1989. Hubo 17 etapas en el Tour de Francia femenino de 1985 y en una petición de 2013, 97.000 personas firmaron para que se trajera de vuelta el Tour de Francia femenino. ¿El problema? Hay cero palabras dedicadas a la carrera femenina en la sección de historia del sitio web del Tour de Francia de ASO, una señal de que es una discusión que los organizadores preferirían no tener.

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    El francés Laurent Fignon y la estadounidense Marianne Martin, ganadores del Tour de Francia, sonríen en el podio el 22 de julio de 1984 en París, rodeados por el alcalde de París Jacques Chirac (izq.) y el primer ministro Laurent Fabius. Profimedia, AFP


    Hablamos de dinero
    No es ningún secreto que el ciclismo femenino recibe sólo una fracción del apoyo monetario que reciben los hombres. A pesar de todo, ver los números es bastante alarmante. El salario mínimo para un ciclista masculino en un equipo Continental Profesional es de 30.855 € y 38.115 € en un equipo WorldTour. Mientras tanto, hasta que el salario mínimo obligatorio entre en vigor, el 17 % de las ciclistas profesionales todavía no reciben ningún salario, y más del 50 % trabajan en un segundo empleo para llegar a fin de mes. Sólo el 8% de las mujeres ciclistas ganan más de 40.000 euros al año, y más de la mitad han tenido que reembolsar a sus equipos por servicios como asistencia mecánica, pruebas médicas, gastos de viaje para carreras, bicicletas, piezas, alojamiento, comidas.

    Esto podría deberse a que, en comparación con el presupuesto anual medio de 15 millones de euros del equipo masculino de UCI WorldTour (según Shayne Bannon, Directora General de Mitchelton-Scott), un presupuesto típico para un equipo de ciclismo femenino de primera categoría es un poco más de 200.000 euros. Eso significa que los hombres tienen 75 veces más dinero para trabajar.

    A qué velocidad compiten?
    La velocidad media de Annemiek Van Vleuten cuando ganó el campeonato mundial de TT femenino de élite en 2017 fue de 40,025 km/h en 21,1 km, mientras que la velocidad media de Tom Dumoulin, cuando ganó el TT ese mismo año, fue de 41,626 km/h en 31 km/h.

    Aunque es una diferencia notable, vale la pena preguntarse si realmente se ve la velocidad real durante una carrera de bicicleta. En general, nos centramos en los intervalos de tiempo y en la distancia restante. Por supuesto, conocer el perfil también ayuda, y por eso necesitamos más cobertura de los eventos de mujeres.

    Todo es la cobertura
    Todavía lejos de donde deben estar, las horas de transmisión televisiva de las carreras femeninas se duplicaron con creces, de 310 horas en 2016 a 650 en 2017. Cuando se justifican las discrepancias en la cobertura de las mujeres, a menudo se monta el argumento de que el interés y la audiencia determinan el dinero. Esto es parcialmente cierto, pero tenemos que tener en cuenta que la demanda manufacturada juega un papel importante en los deportes profesionales. ¿Quién sabía que querían ver a los hombres corriendo bicicletas desde la comodidad de su sala de estar hasta que pudieron? Lo mismo puede decirse de las carreras femeninas. Han demostrado que pueden hacer una carrera emocionante, ayudémosles a conseguir el apoyo que necesitan para continuar, para que todos podamos disfrutar viendo lo que van a lograr a continuación.
     
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  17. labeaga

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    'British Cycling' se disculpa por el trato "discriminatorio" a Varnish
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    El pasado abril, la denuncia de la ciclista Jessica Varnish contra el director técnico de pista, el australiano Shane Sutton, por lenguaje sexista conmovió a la opinión pública en vísperas de los Juegos, pasó por diversas fases y terminó con una investigación que ha determinado la veracidad de las acusaciones de la excampeona de Europa.

    "Después de una investigación interna, la dirección de British Cycling [la federación británica de ciclismo] ha admitido la acusación hecha por Jess Varnish de que el exdirector técnico Shane Sutton usó un lenguaje inapropiado y discriminatorio", emitió el ente federativo el pasado viernes. "La directiva desea mostrar su sincero pesar por lo que pasó", añadió el escrito.

    Varnish ha declarado su "alivio" por la resolución de la investigación, que ha estado a cargo de un tribunal presidido por Annamarie Phelps, vicepresidenta de las Asociación Paralíimpica Británica y dos mujeres de la junta directiva del deporte británico, Liz Nicholl y Marian Lauder. La acusación de Jess Varnish, de 25 años,fue que Sutton le había dicho que ya era "demasiado vieja y que debería irse a tener un hijo" y, le habría explicado su baja en el equipo nacional "por tener el culo demasiado gordo".

    Sutton negó las acusaciones y esperaba ser exonerado por la comisión federativa que estudiaba el caso. British Cycling manifestó al día siguiente de que hablara Varnish que no creía que la denuncia fuera verdad, pero 48 horas después suspendía de empleo al acusado, quien finalmente dimitió de su cargo. Algunas excampeonas importantes del ciclismo británico como Victoria Pendleton o Nicole Cooke contaron cosas parecidas, aunque otras apoyaron al australiano, como Laura Trott.


    "Hablé con la intención de dar luz a la cultura de British Cycling, una cultura que para mí es incorrecta. Estoy aliviada por el reconocimiento de que el lenguaje utilizado contra mí fue inapropiado y discriminatorio y quisiera agradecer el tiempo y el esfuerzo que se han tomado en esto quienes han contribuido a la investigación", manifestó Varnish este sábado. "Siempre he creído que hay que rebelarse especialmente cuando sabes que algo no es correcto. No era fácil para mi hablar de esta experiencia y hubiera sido más fácil no hacer nada, pero eso no va conmigo", añadió la deportista.

    "Siempre he dado a mi deporte el 100% y todavía amo al ciclismo. Por eso, espero que British Cycling pueda impulsar con esta investigación como un medio para mejorar y crear un entorno mejor en el equipo británico", finalizó la declaración de Varnish.

    British Cycling sigue bajo un fuerte temporal. También está involucrada en una investigación de la agencia antidopaje del Reino Unido (UKAD) debido a un "misterioso paquete" enviado a Bradley Wiggins en 2012 y le han llovido este año otros casos como el de las tres faltas de localización de Lizzie Amitstead (Deignan tras su boda) -finalmente pudo estar en los JJOO de Río de Janeiro-, el positivo involuntario de Simon Yates, suspendido cuatro meses y el del amateur Ian Edmonds, sancionado con cuatro años de suspensión.

    La crisis se complicará con la marcha del director ejecutivo de British Cycling, Ian Drake, que se producirá en abril tras 20 años en la entidad.
     
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    Un día en una librería de Barcelona encontré un ejemplar de Ciclismo Deportivo, edición 1967, donde pudo leer esta indecente regla.

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    Sí, en la España casi tardofranquista las mujeres tuvieron vetado el nivel competitivo sobre una bicicleta salvo que su interés fuera meramente social, es decir, sin premios ni nada en metálico sobre la mesa. En esa época el ciclismo femenino no tenía escalón profesional, algo que no ocurrió hasta prácticamente hasta entrados los noventa por mucho que en los cincuenta los Mundiales de ciclismo ya incorporaran el arcoíris femenino.

    Sin embargo, y a pesar de tan controvertida norma desde nuestra óptica, el ciclismo femenino nació obviamente en paralelo al masculino pues la bicicleta supuso un primer indicio de igualdad de sexos. En los años veinte, en la España que cocía a fuego lento la Guerra Civil, las mujeres tenían sus pequeños esparcimientos competitivos en el parque de la Ciudadela de Barcelona, por ejemplo. Nada serio. También probaron cierto regusto en las llamadas carreras de elegancia e incluso de disfraces que acontecieron en aquella deliciosa época.

    Sin embargo, entonces como ahora, la situación es tangiblemente desfavorable para el ciclismo de mujeres. A la consabida desigualdad en premios y sueldos, está también el menor seguimiento, curiosamente en carretera, donde al margen de un puñado de corredoras, “las grandes” como les gustaba decirme a Marta Vilajosana, el resto casi malvive.

    Pero incluso entre esas siete grandes que antes citábamos había perplejas carencias. Recordemos el discurso de Nicole Cooke el día que dijo basta. Al margen del consabido desequilibrio en premios, algo que Dori Ruano no para de repetir, estaba la desacralización del esfuerzo individual y desprecio del sacrifico dándole más pábulo a las historias de miseria y trampa de Hamilton, Armstrong y cia que a sus propias gestas. Aquí en España posiblemente la corredora que más titulares arrojó, seguro, en estos últimos cinco años, fue Maribel Moreno por su positivo por EPO previo a los juegos pequineses.

    Porque no hablemos de la situación del ciclismo femenino español, que ahora mismo está en cuotas alarmantemente bajas. Y no, no es siempre la economía quien causa estragos. También está la miopía de sus gestores, que ampliamente argumentó aquí una que fue ciclista y lo dejó por que aquello no daba: Anna Ramírez. Aquí están las impresiones de Anna.

    Por suerte el mundo de las dos ruedas tuvo un día que se equiparó entre hombres y mujeres, y ahí hablamos del ciclismo en pista. Hace una semana vimos mujeres ciclistas que fueron heroínas nacionales y se ganaron, y se ganan, generosamente la vida no del ciclismo en pista, pero sí a partir de él. Ahora mismo al margen de Marianne Vos y varias pistards, casi ninguna puede decir eso. Y es que aunque nos miremos el ombligo en el corrupto profesionalismo masculino, las cosas no resultan sencillas en otros lados, y de la perspectiva global quizá entendiéramos lo precario que muchas veces está todo. Sólo mirar el caché de las tenistas y atletas. No estamos para lujos de obviar la mitad del potencial del crecimiento de este deporte.
     
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  19. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Creo que estos artículos (hay muchos más), encajan a la perfección en la reivindicación que se celebra en el día de hoy.
    Esperemos que estas situaciones se conviertan más pronto que tarde en parte de el pasado.
    Un saludo
     
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  20. ray

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    Comparto totalmente estas aportaciones extraordinarias en el dia de hoy.
    Sin duda alguna,ELLAS se merecen bastante MÁS.!!!
     

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