Homenaje de la familia Martínez Loza a Nicolás López Martínez, "Nico" (9-V-07) Historia de una bicicleta Soy toda una obra de ingeniería, me remonto a muchísimos años. He ido evolucionando técnicamente con el paso del tiempo a una velocidad que me caracteriza dependiendo de quien me lleve. Cada vez soy más ligera, mis ruedas parecen frágiles pero pueden rodar incansablemente, tengo piezas de aluminio e incluso de titanio, diferentes soldaduras, me han colocado un sillín de silicona, un manillar, palancas de freno, neumáticos y piñones, todos mis engranajes a todo detalle, el color que han elegido para remate final me sienta muy bien. Hoy estoy muy contenta porque me llevan con mucho mimo a una tienda de deportes, allí me colocan cerca del escaparate, no estoy muy visible, sólo para los curiosos, hay otras bicis más convencionales por toda la tienda, de diferentes colores, tamaños y precios podríamos decir, ninguna se parece a mí y por eso estoy orgullosa y mi vanidad llega hasta tal punto que me gustaría tener un dueño caprichoso como yo ¿por qué no? Han entrado en la tienda unos niños traviesos, me toquetean y me tratan como si fuese un triciclo, me están mareando, estoy deseando que se vayan. Un señor grueso se ha sentado en mi sillín tan brillante que tengo, me inclino a propósito y le dejo caer. Se ha dado cuenta de que no soy adecuada para su tamaño ¡menos mal! Durante diferentes días entran diversos personajes a la tienda, yo les hago la misma hazaña, a quien no me interesa le incomodo para que no me compre de capricho y luego me abandone. Un joven entra en la tienda, me he fijado en él nada más entrar por la puerta, casi le guiño un ojo con el manillar para que se fijara en mí. Me parece que me ha visto y siento que la atracción es mutua. Me mira, me remira, observa mi etiqueta del precio, otra ojeada, recuenta sus ahorros, soy un poco más cara que su presupuesto ... no deja de mirarme y yo de mirarle y por fin ¡Me la llevo! - dice emocionado, y yo no puedo más de satisfacción, ruedo casi sola a sus brazos, cómo me acaricia va a ser mi dueño, le noto grandes aptitudes para cuidarme, sé que estoy en buenas manos y ... ¡piernas! Ese mismo día me lleva a su casa, no deja de sorprenderme este muchacho, tengo un dormitorio acogedor, acompañada de herramientas, bombas de aire por si se desinflan mis ruedas, aceite para los engranajes y que esté siempre a punto. En un perchero hay todo tipo de ropa para ciclista, de abrigo, de verano, por si nos mojamos ... en fin qué equipamiento ... Todos los días que puede salimos con nuevas rutas o bien repetimos itinerarios, lo pensamos sobre la marcha, yo le permito acceder a cualquier rincón que se le antoje, subimos empinadas pendientes, llegamos a lugares reservados, descubrimos juntos paisajes, vemos los más bellos atardeceres de indescriptibles colores. Creo que podríamos participar en cualquier Tour pero mi dueño se conforma con lo que hacemos, alguna vez hemos competido con muy buenos resultados. He tenido mucha suerte con mi dueño, es sincero, tímido y tiene esa sonrisa tan especial que es la nobleza personificada, pocas veces lo veo enfadado y si lo está descargamos juntos los malos humores y llegamos a casa como nuevos. Hace poco, nuestra contrarreloj se puso en marcha automáticamente en un preciso día y ... a pocos kilómetros de nuestro pueblo, un coche se interpuso en nuestro camino, ni siquiera tocó el claxon para dar su aviso y poder hacer alguna maniobra. Los dos volamos al cielo.
Ahora mismo me los estoy imaginando a los dos, al chico y su bici, pedaleando sin ataduras, eternamente por el cielo. Desde aquí, mi recuerdo para ellos.