Viene de la primera parte Día 4: Refugio de Sant Jordi-Porta Tengo que decir que me costó un poco tomarme el té caliente y el pan tostado con embutidos. Y es que después de la cena abundante de la noche anterior, todavía tenía un poco del alioli rezumando por los poros. El olor a ajo me iba a durar poco porque, nada más empezar la etapa me esperaba un kilómetro de subida hasta el Coll de Pendís, a 1600 metros. El sendero es precisamente eso, un sendero que sube a desgarrapellejo sobre piedras, troncos y grandes escalones. La bici eran 12 kilos, las alforjas 8 y tuve que cargar con todo al hombro prácticamente el kilómetro entero. Buena forma de empezar el día y la etapa, sudando como un cosaco nada más salir. El ajo de la cena se quedó en aquellas rampas, desde luego. La bajada hasta Bellver de Cerdanya me hizo olvidar rápido el trago matutino. Hacía fresquito, pero el paisaje del valle era espectacular y la pista estaba en muy buenas condiciones. En Bellver empecé otro de los tramos inolvidables del viaje a través de la Cerdanya. La pista va junto al río en dirección a Puigcerdà, pasando por campos que incluso a finales de verano están verdes. A un lado, la sierra del Cadí que acababa de cruzar y, al otro, Andorra y más Pirineos. Qué bueno es tener familia repartida por la geografía española. En Puigcerdà comí como un rey en casa de un familiar, en una terraza con vistas a la sierra del Cadí. Aproveché para lavar la ropa y a las cinco estaba en marcha, dispuesto a afrontar los 16 kilómetros que me llevarían a cruzar la frontera y a pasar la primera noche en Francia. Los primeros kilómetros vuelven a adentrarse en el mismo valle que recorrí desde Bellver, con el mismo paisaje alucinante. Ya en Francia, la pista va junto a la vía del tren. De hecho, en algunos tramos pisas balastro arrastrando la bici. Luego vas remontando un río por otro valle hasta llegar a Porta, donde pasaría la noche. Después de la ducha estuve hablando con otro ciclista que venía desde Berga por carretera y aproveché para pedirle un poco de aceite porque el eje trasero venía protestando desde principios de la etapa. En la cena me empujé dos platazos de espaguetis boloñesa después de la ensalada y los crepes de queso que me sentaron estupendamente. Dispuesto a descansar como un bendito me metí en el saco a la misma hora que unos que habían llegado andando. Lo que no sospechaba es que esa noche no conseguiría dormir media hora seguida. Al poco de quedarme dormido empecé a notar picores en el cuello, los brazos y los tobillos. Medio dormido, me iba rascando y volvía a dormir. En algún momento me di cuenta de que eran bichos porque encontré uno con los dedos, pero tampoco acerté a salir del cuarto ni a hacer nada para quitármelos de encima. Recuerdo mirar el móvil a eso de las tres desesperado y harto de picotazos. Después de eso pude dormir algo más, pero sin librarme de los bichos hasta la mañana. Día 5: Porta-Orlu Os podéis hacer una idea del mal cuerpo con el que te levantas después de haber dormido fatal y con picores por todas partes. En la cama había un montón de bichos aplastados y en las otras literas también, así que me imaginé que los bichos habían campado a sus anchas por la habitación, dándoles el mismo trato a los vecinos. Se lo conté al otro ciclista, que había dormido en otra habitación y me dijo que en su litera no había encontrado nada y que había dormido muy bien. Deduzco que fueron mis compañeros de habitación los que amablemente trajeron semejante fauna. El cansancio no lo noté en las primeras horas de la etapa y la subida al primer puerto, Puymorens, fue bastante bien. El tramo se hace por carretera con poco tráfico y no demasiada pendiente. Se suda, pero las vistas desde arriba son impresionantes. Te puedes imaginar todas esas laderas y picos cubiertos de nieve en un par de meses, a más de 2000 metros. De hecho, se veían los remontes de una estación de esquí más abajo. Poco después del puerto, siguiendo ya por pista, se llega al punto más alto de la ruta, a 2050 metros. La bajada hasta L'Hospitalet es muy rápida, con mucha pendiente zigzagueando montaña abajo. En algunos tramos eché el pie a tierra porque el sendero se hace estrecho y el más pequeño enganchón de un pedal o una alforja puede hacerte acabar 300 metros más abajo en condiciones deplorables. Mejor ir tranquilo, disfrutar del paisaje y subirse allí donde el terreno lo permite. El camino también pasa por tramos de pista de esquí de fondo, cubiertos de hierba, sin una piedra ni tierra, muy curioso. En L'Hospitalet seguí el sendero en dirección a Merens Les Valls, pero luego me arrepentí porque a pesar de que en la guía dice que se hace casi todo en la bici, es poco menos que un camino de cabras y hay que cargar un montón con la bicicleta, salvar bajadas para hacer en rappel con cuerdas... Habría sido mejor ir por carretera y el paisaje no habría sido muy diferente. Después de una parada en Merens Les Valls para comer en compañía de otros viajeros, decidí no subir el segundo puerto del día y desviarme un poco por carretera para pasar por Ax Les Thermes, un pueblo con baños termales y luego adentrarme en el valle de Orlú para el final de etapa. El cansancio de no haber dormido bien y los duros kilómetros cargando con la bici de l'Hospitalet a Merens contribuyeron a tomar la decisión que resultó más que acertada. En Ax Les Thermes descansé tranquilamente visitando el pueblo y aproveché para mandar un par de postales, comprar fruta y pasteles para reponer fuerzas. Unos pocos kilómetros más y ya estaba remontando el río que me llevaría a Orgeix y poco después, a Orlú, final de etapa. Este valle es muy cerrado, con montañas bastante altas flanqueando los pequeños pueblos junto al río. Mientras hacía los últimos tramos iba mirando hacia el monstruo de montaña que tenía a la izquierda, buscando el paso por el que debería subir al día siguiente, el Coll de L'Osca. Era imposible adivinar dónde estaba el punto más bajo de esa mole que subía 400 o 500 metros justo delante. En Orlú coincidí con unos excursionistas catalanes a los que acompañé durante la cena. Mientras esperaba a que llegaran, el camarero me ofreció "el aperitivo", una bebida antes de comer. No se me ocurrió otra cosa que pedir Ricart, lo que me sonaba típico de "aperitivo" según me habían contado mis amigos franceses. Lo que no recordaba era que es anís, ni más, ni menos. Uf, ¡qué trabajo me costó beberme la mitad del chupito! Menos mal que la abundante cena me ayudó a quitarme el mal sabor del anís. Después de la mala experiencia de la noche anterior me pasé un buen rato revisando el saco de dormir y la ropa para asegurarme de que no hubiera bichos. Encontré a uno de los que me habían dado la noche y lo aplasté con saña. Tuve suerte y pude dormir como un leño. Ya no volví a ver más a esos bichos. Día 6: Orlú-Comus Nada más salir tenía que subir el primer puerto del día, el Coll de L'Osca. Zigzagueando con poca pendiente al principio fui ganando altitud y disfrutando de unas vistas espectaculares sobre el valle. Allí abajo, pequeñito, estaba el pueblo donde había pasado la noche. Los últimos tramos fueron algo más duros y tuve que hacerlos a pie porque el sendero era muy estrecho, pero no fue tan duro como esperaba. La bajada de este puerto fue por pistas forestales de tala de árboles. Deben de llevar poco tiempo hechas porque parecía que habían pasado las máquinas removiendo el suelo y creando surcos. Una bajada peligrosa desde luego, con una pendiente muy fuerte, pero que pude hacer todo el tiempo sobre la bici, con cuidadito e intentando darle un respiro a los frenos en las zonas llanas. Ya había pasado el primer puerto del día sin muchas dificultades, así que la transición hacia el segundo picacho del día me la tomé con calma. Primero por carretera y luego por pista, llegué al Col de Chioula a unos 1600 metros. Desde ahí prácticamente es todo bajada hasta Comus, salvo por unas cortas rampas después de Prades. El paisaje se vuelve algo más seco, pero también es alucinante. En Comus encontré el albergue de etapa vacío, pero había unos carteles que indicaban en qué dormitorio dejar las cosas. Curiosa sensación esa de llega a un sitio donde no hay nadie y ponerte cómodo a leer en el sofá después de una ducha. La cena, junto con un grupo grande de franceses, fue muy divertida. Todos hacíamos las mismas preguntas, "de dónde vienes y a dónde vas". Esta noche me di cuenta de que puedo hablar y entender más francés del que pensaba. Y es que echándole volutad, sí que se puede. Día 7: Comus-Montsegur La etapa que me llevaría al punto crucial del viaje se presentaba como un paseo de poco más de 20 kilómetros en bajada, así que me lo tomé con calma al salir por la mañana. Al poco de salir el camino se adentra en un cañón espectacular en el que dos paredes inmensas de roca flanquean el sendero durante un par de kilómetros. ¡Menudo frío hacía allí de buena mañana! Al salir del cañón la pista se vuelve más llana y va acompañando el río por prados verdes, muy verdes. Ya por carretera, en dirección a Montsegur, me crucé con un montón de coches antiguos que iban pasando de uno en uno cada poco tiempo. En algunos tramos, el paisaje y el coche de principios del siglo pasado te hacían pensar que estabas viviendo la misma estampa que hace cien años podía verse en ese lugar. Lo que me habían dicho de Montsegur era que la cuesta era terrible para llegar, pero el perfil de la etapa no miente y efectivamente eran sólo 300 metros de desnivel los que tuve que subir para llegar al final de etapa. Después de lo que había hecho los días anteriores, esto fue de verdad un paseo. Poco antes de medio día ya estaba duchado y había puesto la ropa a secar. En Montsegur hay 4 calles y después de verano los pocos comercios que hay están cerrados, así que pasé un rato antes de comer leyendo en la plaza de la iglesia. Acabé comiendo en un hostal que más bien era la casa particular de la dueña. Allí mismo, en el salón de la casa, te sirve lo que buenamente tiene ese día. Ni menú, ni carta, ni precios en la puerta. Tampoco se puede ser escrupuloso cuando te sientas en un mantel lleno de migas y el cristal del vaso ya no es transparente. En cualquier caso, el almuerzo me sentó de maravilla y me decidí a subir al castillo a pie. Siguiendo el sendero que debería tomar al día siguiente, llegué hasta la base del montículo donde se levanta el castillo. Hay un buen trecho subiendo o casi trepando por rocas, pero las vistas desde arriba bien merecen la sudada. Nada más entrar en el castillo en ruinas, un guía explicaba muy entusiasmado la historia del edificio y de la gente que vivía allí. Después de un rato apretando las entendederas me di por vencido y decidí seguir la visita por mi cuenta. Fue una pena no entender bien lo que decía, porque le ponía muchas ganas y fuerza a lo que estaba contando. La vista que más me gustó fue hacia el norte. Desde el castillo se veían unas montañas justo delante y más allá todo era llano. Lo que estaba viendo era el final de mi viaje: había cruzado los Pirineos en bicicleta. Día 8: Montsegur-Foix El último día también lo había planeado para no sufrir mucho. La distancia hasta Foix era de unos 32 kilómetros y el desnivel estaba alrededor de los mil metros. Viendo el perfil y el mapa, decidí optar por una combinación de camino primero y carretera después. Acerté de pleno porque el descenso de la primera montaña que crucé se me atragantó porque era otra vez un sendero poco practicable y lleno de ramas. A las doce de la mañana ya estaba en Foix. Me acerqué a la estación para asegurarme del horario del tren y en las cuatro horas que me quedaban me di una vuelta por el pueblo, comí en una terraza y me senté en una zona céntrica desde la que se veía el castillo, totalmente restaurado. El tren salió media hora tarde y fue acumulando retrasos en las estaciones hasta que en una de ellas nos tuvimos que bajar para seguir en viaje en autobús. Después de una semana con un tiempo estupendo y sin apenas nubes, se puso a llover. Menos mal que no me pilló en la bici. Perdí el enlace con el tren a Barcelona y de nuevo solicité asilo en Puigcerdà para volver a casa al día siguiente. En total, 260 km y 7600 m de desnivel acumulado. Arsa. Volví con 83 kg y una talla menos de pantalón. Viendo la poca diferencia de peso y el cambio de volumen, deduzco que lo que perdido de grasa lo tengo ahora en las piernas, así que habrá que aprovechar la forma física. Si tenéis Google Earth, os recomiendo ver la ruta en 3D que adjunto en .zip abajo. En resumen, ha sido una experiencia estupenda. Disfrutas del paisaje, aprendes a dosificar fuerzas, a organizarte en situaciones totalmente diferentes a las habituales. Como era de esperar, tengo ganas de seguir haciendo rutas así.
Enhorabuena y gracias por contarlo!! Yo estuve en agosto por los Pirineos http://www.foromtb.com/f94/transpir...t-bou-hendaya-fotos-y-mini-relato-506142.html , y es cierto que estas experiencias te marcan... Y da por hecho que te vas a enganchar, ya estoy mirando algo de 3 días cerca de Madrid para el puente del día 12 ... Un saludo!
Enhorabuena por el reportaje y por la travesía. Nosotros la hicimos hace unos años, aunque en sentido contrario y la verdad es que me encantó. Un saludo.
Uhm, la transpirenaica... esa creo que es la siguiente, pero me gustaría hacerla por pista y camino. A ver si me voy documentando para el verano que viene. Uf, a veces, bajando algunos tramos pensaba en lo que debe de ser subir por ahí... pero imagino que es lo mismo cuando lo haces al revés, yo subí por tramos que telita... Así a bote pronto te puedo decir que subir al Coll de l'Osca desde Chioula debe de ser terrible; la pista forestal está totalmente levantada, con muchos surcos y la pendiente es de aúpa. Según tengo entendido es más o menos lo mismo. Si miras el IPB del track, el desnivel de subida y bajada es casi igual. Sí te puedo decir que para mí las dos primeras etapas fueron las más duras, aunque también es cierto que fueron de las más largas. Si llego a hacerlo al revés habría tenido que plantearme las etapas de otra forma, desde luego.