No sé si os pasa también, pero muchas veces la ruta -el paisaje, la dificultad o el peligro de la misma- me supera. Qué quiero decir con esto? Nunca te ha pasado que, pedaleando por senderos que arropan, simplemente te olvidas de pedalear. Y quiero decir pedalear en el sentido figurativo de la palabra. Estás como si estuvieras en trance. No sientes el cansancio, el dolor es inexistente en aquel momento y, desde luego, no te das cuenta de los peligros que pueda tener la ruta. Estás embrujado. Solo tienes ojos para aquel pico nevado a lo lejos que parece ser tu destino; o este castillo medieval que te espera en la cima de un sendero estrecho y angosto; o qué tal la arquitectura del mismo bosque...? Todos momentos 100% MTB. El Zen Ciclista: El Poder de la Ruta