Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. labeaga

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    Bueno hoy va la tercera noticia y de momento la última sobre el bueno de Thomas de Gendt, igual os resulta algo pesado pero es que este ciclista es algo fuera de serie y da para mucho.

    Un saludo
     
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  2. labeaga

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    De Gendt hará las tres grandes tras la votación que propuso en Twitter
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    En declaraciones a Het Nieuwsblad el ciclista belga confesó que correrá las tres grandes, cumpliendo con la votación que propuso a sus seguidores en Twitter.


    Thomas de Gendt ya prepara la temporada 2019 tan sólo un mes después de haber puesto fin a la campaña 2018 con su aventura #TheFinalBreakaway, en la que cubrió 1.000 kilómetros en seis días entre Como (Lombardía) y Semmerzake (Bélgica) junto a su compañero en el Lotto-Soudal Tim Wellens después de disputar el Giro de Lombardía.

    De Gendt salió a entrenar con algunos chicos de la escuela ciclista de Oudenaarde, la ciudad que acoge el final del Tour de Flandes, y rodó sobre algunos tramos de pavés, entre ellos la exigente cota de Berg ten Houte, con rampas de hasta el 21%. Tras el entrenamiento el ciclista desveló al medio belga Het Nieuwsblad cuál será su calendario para 2019. "Empezaré en el Tour Down Under y luego haré París-Niza, Volta a Catalunya, Tour de Romandía, Giro de Italia, Tour de Francia y Vuelta a España. Me recuperaré entre cada carrera".

    Que De Gendt se atreva a competir en las tres grandes, donde ya ha logrado ganar etapa en todas ellas, no es casualidad. El pasado 8 de noviembre el ciclista belga, uno de los más queridos y carismáticos del pelotón por su lucha y entrega, realizó una encuesta en su cuenta de Twitter para que sus seguidores participasen en su planificación de la temporada sobre qué grandes vueltas debería correr. Votaron 7.389 usuarios y el 45% de los votos totales le pedían al belga que compitiese en Giro, Tour y Vuelta, e incluso le llegaron a comparar con su compañero en el Lotto-Soudal Adam Hansen, que ostenta el récord de disputar grandes vueltas de forma consecutiva con hasta 20 grandes (la racha de Hansen se terminó este año al no disputar el Tour de Francia). "Me tomo las encuestas de Twitter en serio e iré en bicicleta a la salida del Tour", escribió De Gendt en Twitter tras desvelar que correrá las tres grandes.

    Además de Giro, Tour y Vuelta, donde De Gendt se mostró protagonista y ganó el maillot de la montaña, el belga competirá en 2019 en las dos pruebas en las que ha ganado etapa en 2018: la Volta a Catalunya y el Tour de Romandía.
     
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  3. Zurukuain

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    Un crack este Thomas
     
  4. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    MUJERES CICLISTAS. LAS JINETES DE AUSTRALIA QUE HICIERON HISTORIA
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    Hubo tiempo en las antípodas donde las mujeres gobernaron con sus bicicletas, un tiempo en el que batir récords se convirtió en el principal propósito de las damas más valientes, donde el espíritu de aventura y la superación se vieron las caras en Australia para escribir uno de los episodios más sensacionales e insólitos de la historia del ciclismo, el tiempo de las jinetes de dos ruedas que batieron todos los récords de ciclismo.
    MUJERES CICLISTAS
    LAS JINETES DE AUSTRALIA QUE HICIERON HISTORIA
    Australia ocupa una superficie de 7.692 millones de km2, lo que equivale a quince veces España. La mayor parte de su territorio es desierto y la población vive en su mayoría en las principales ciudades. No es difícil imaginar cómo fueron los viajes de larga distancia de las protagonistas de esta historia, las chicas ciclistas de las antípodas: Viajes interminables en medio de la nada por caminos sin asfaltar rodeadas de vida animal salvaje y silvestre, y aventuras que duraban días, semanas, meses e incluso años, pero que pese a las terribles adversidades se convirtieron en su principal deseo.

    Valda Unthank, Victorians Doreen Middleton, Miss Billie Samuel, Dot Edney, Elsa Barbour, Joyce Barry, Jessie Pengilly, Pat Hawkins, Edna Maggs, Marjorie Smithenbercker, Norma Starbuck, Dot McLaren, Shirley Hillman, Madge Stewart de Hobart, Mrs. M Cameron, Miss May McEntee, Phyliss Sharman y Melba White. La lista es interminable.

    En la década de los 30 del siglo pasado en Australia los registradores de récords no tuvieron tiempo para registrar todas las hazañas que se dieron en su territorio. No habían anotado uno cuando se había conseguido uno nuevo. La fiebre invadió la prensa, y la prensa contagió a la sociedad. La industria de bicicletas, con marcas como Austral, Malvern Star o Navy Cycles, vio una buena oportunidad y respaldó la causa. Era un buen momento de demostrar al público que sus bicis eran resistentes, las mejores del mercado. Las agendas de las ciclistas se apretaron y los eventos públicos se multiplicaron, pero sobre todo, lo que proliferó por encima de todo fueron los constantes desafíos de las jinetes de la carretera.

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    Anuncio publicitario bicicletas Austral – Valda Unthank

    Bajo el calor abrasador del desierto, largas noches sin dormir, encuentros inesperados con la fauna salvaje y tormentas, armadas con víveres y mochilas trazaron rutas y tiempos nunca vistos hasta entonces. Melbourne Sydney ida y vuelta en tres días, LuncestonBurnie, carreras de una semana sin descanso, rutas y nuevas rutas continuas. No hubo límite a la imaginación más que el físico, un límite que estas chicas forzaron con audacia.

    Muchos de los récords se consiguieron y otros tantos no, pero en el tiempo queda el recuerdo, el recuerdo de un grupo de mujeres épicas que dejaron huella en la historia del ciclismo, una historia que se desvaneció con la llegada de La Segunda Guerra Mundial.

    Valda Unthanks
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    La ciclista Valda Unthanks en heladería

    En 1938, recorrió con su bicicleta la distancia entre Adelaila y Melbourne.

    Fueron 764,438 km en 33 horas y 43 minutos, durmiendo un total de 30 minutos en todo ese tiempo. El secreto: Sopa de verduras, agua de cebada y huevos revueltos, con sabor a jugo de naranja, café negro, pasas y sándwiches de miel, helado y chocolate, ¡también pollo al vapor!

    El récord lo tenía Elsa Barbour, que lo estableció en 1933, con 976,872 km en 2 días, 23 horas y 43 minutos. Había usado unas 38 horas más para recorrer 214,043 km más, por lo que la prensa y la opinión pública terminó por reconocer el nuevo récord de Valda.

    Lunceston – Burnie, donde consiguió el récord de 320 km en 12 horas y 8 minutos, superando el anterior, fijado en 319,3 km en 12 horas.

    Récord mundial de 7 días y 7 noches sin descanso, 1939. El récord lo fijó su competidora Joyce Barry un año antes en 1781,54381 km, y Valda lo superó subiendo el registro a 2309,4086 km. El secreto fue dormir lo menos posible y comer sobre la marcha la comida que le proporcionaban desde la ventana de un coche acompañante.

    El récord quedaba superado al año siguiente por Pat Hawkins, 2488 km.

    Tras años de dedicación Valda se pasó al atletismo al considerar que este deporte hacía más atención al trabajo en equipo. Más tarde con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, Valda se dedicó a trabajos relacionados con la guerra.

    Un día, Valda, a pesar de estar en mitad de sus competiciones, no fue a correr, cogió su bici, sí, pero en lugar de acudir a la carrera para conseguir un nuevo récord, marchó a un concurso de recetas de mermeladas. Resultó que su mermelada de naranja era del todo buena, y ganó el primer premio. Por entonces estas cosas todavía pasaban incluso cuando sus protagonista eran estrellas de portada de periódicos.
     
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  5. labeaga

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    Pauline Ferrand-Prevot, ciclista en tres dimensiones
    Con su victoria en Vallnord (Andorra), la joven francesa se ha convertido en la primera ciclista que reúne los títulos mundiales en ruta, ciclocrós y mountain bike


    En 2012, una ciclista de 20 años consiguió destronar a Jeannie Longo en el Campeonato de Francia de Contrarreloj. Longo, que tenía entonces 53 años, aún seguía ganando. Había sido campeona de Francia en esa especialidad en los cuatro años anteriores y acumulaba 59 títulos nacionales, 13 mundiales y uno olimpico. Eso no amilanó a la joven Pauline Ferrand-Prevot, que consiguió la victoria y lanzó un mensaje a la leyenda del ciclismo femenino: C'est fini.

    Tres años después, aquella joven ciclista ha conseguido algo nadie más ha hecho: ser a la vez campeona del mundo de ciclismo en ruta, de ciclocrós y de mountain bike, el último de los tres títulos que ha ganado. La francesa aventajó en 58 segundos a la rusa Irina Kalentieva, doble campeona del mundo, y en 1:36 a la ucraniana Yana Belomoina el sábado en Vallnord (Andorra). Si ganar un campeonato del mundo es difícil, imaginen ganar tres, cada uno de ellos en una disciplina diferente. A Ferrand-Prevot le da igual el asfalto de Ponferrada, el barro y el frío de Tabor (República Checa) o las laderas de los Pirineos. "Me gusta ganar, levantar los brazos. Cuando tienes lo que quieres es genial", dijo tras la carrera.

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    El podio del campeonato del mundo de mountain bike (Imago)
    En el ciclismo femenino es habitual que las corredoras compitan en varias especialidades. Es el caso de la mejor ciclista de la última década, la neerlandesa Marianne Vos, que también ha sido campeona en tres disciplinas (ruta, ciclocrós y pista), pero nunca a la vez. En 2011 ganó el scratch en el Mundial de Apeldoorn y en ciclocrós, pero fue segunda en el Mundial de Ruta de Copenhague. Tres años antes había sido campeona mundial (y olímpica en puntuación), pero acabó segunda en ciclocrós y ruta. Vos es compañera de Ferrand-Prevot en el equipo Rabo Liv. Las dos ocuparon las dos primeras posiciones en el Giro de Italia de 2014.

    PFP lleva años compaginando la ruta con el mountain bike y el ciclocrós, ya lo hacía antes de cumplir los 10 años. Sus padres eran ciclistas aficionados y su padre tenía una tienda de bicicletas en Reims. La bicicleta es un asunto de familia. A los 6 años comenzó a montar, a los 8 cogió la bicicleta de montaña y unos años después, tras descartar el patinaje, ya ganaba a niños. A partir de ahí, una carrera imparable que le ha llevado a tener con 23 años un palmarés con el que sueñan muchos ciclistas.

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    En 2014, Ferrand-Prevot ganó la Flecha Valona (Reuters)
    Se gana la vida como policía
    A pesar de todo, la mayor parte de los ingresos de Ferrand-Prevot no provienen del ciclismo, sino del Gobierno francés: trabaja para la Gendarmería. No tiene un sueldo de su equipo, sino que recibe premios por sus resultados. A eso hay que sumar los patrocinios de marcas como Nike u Oakley. "No estoy en el ciclismo por dinero, sino porque amo este deporte", confesaba en una entrevista en Libération hace un año.

    Casi tan grande como su pasión por el ciclismo es la curiosidad por saber si seguirá explorando nuevas disciplinas. La pregunta está clara: ¿probará con el ciclismo en pista? "No, seguro que no", contestó. "Ahora tengo que concentrarme en mantener mi título mundial en ruta. Después, intentaré estar bien para los Juegos Olímpicos". En Río Janeiro, el calendario se adapta bien al hipotético reto de correr las dos pruebas. La ruta y la contrarreloj se disputan en los primeros días y el mountain bike, en los últimos, con nueve días de descanso en medio.

    La ciclista francesa tiene claro que no va a ser profesional toda su vida y ya prepara lo que viene después, por eso decidió estudiar fisioterapia, aunque ahora tiene apartada la carrera. Hasta que llegue esa etapa continuará corriéndolo casi todo para seguir levantando las manos, manchadas o no barro, montada en una bicicleta de carretera o en una de montaña. Su próximo objetivo llega en menos de dos semanas, con el Campeonato del Mundo de Ciclismo en Ruta que se celebra del 19 al 27 de septiembre en Richmond (Estados Unidos).
     
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  6. pepineldelosrolling

    pepineldelosrolling Miembro Reconocido

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    En mitad del medio, al Norte y cerca del lunes...
    Allí estuve yo (Vallnord) viéndola ganar ese Mundial, grande Pauline. Muchas gracias por recordarnos dias pasados;)
     
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  7. labeaga

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    Cuando Moser robó un Giro a Fignon

    Francesco Moser es hoy un hombre con poder en el ciclismo. Desde su cargo en la Asociación de Ciclistas Profesionales ha trepado hasta conseguir que su voz tenga cierto peso. En ocasiones habla de ética, buenos modos. Omite su pasado, como otros tantos. Un pasado que habla de una edición del Giro escandalosa, la de 1984, la de hace 35 años, cuando le robó con todas las letras la carrera a Laurent Fignon, aquella sensación rubia que fue a Italia a ganar y no a rodar como tantas otras figuras.

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    A inicios de 1984 Moser había batido dos veces el récord de hora, aquello que le distinguió por encima de otros logros, luego ganaría en San Remo. Vicenzo Torriani le había dibujado un Giro a su medida, con la única inclusión del Stelvio como gran dificultad. Eran los años de los “Giros de ******”, asumidos como único expositor de sus estrellas, ajenos al mínimo decoro y equilibrio

    De salida los dos cocos, Fignon y Moser, se pusieron los galones. Un mal momento en Blockhaus alejó al francés de vanguardia. A los pocos días Fignon devolvía el golpe. Consenso en el pelotón: Baronchelli, Panizza y Argentin protegían a Moser. La carrera caía a partir de entonces en una serie de desdichas. A causa de una caída colectiva en un túnel mal iluminado, los italianos armaban una huelga en la base de la subida de Pisticci, donde Fignon quería atacar. Al poco organización decretaba impracticable la subida al Stelvio “a causa de una nevada”. Aquella fue una información desmentida por una fotografía de un diario local que probaba que la ruta estaba totalmente limpia. El itinerario alternativo evitaba el paso por Aprica
    El director deportivo de Renault, Cyrille Guimard, se declaraba estafado pero Fignon no desistía. Lo probaría en Selva di Val Gardena hasta un inoportuno salto de cadena a seis kilómetros de meta. Roberto Visentini se vestía de antihéroe y no se escondía al acusar a los organizadores de favorecer Moser. “Este Giro es un burdel, una farsa. Se ha decidido que Moser gane a cualquier precio. Siento nauseas”. Dijo ganándose de la repulsa de los aficionados.
    Camino de Arabba, Fignon volvía a armarla, ahora a 50 kilómetros, sacándole 2´19´´ a Moser, quien tenía auxilio extra, hasta empujones del público. La última crono de Verona presentaba a Fignon con 1´21´´ sobre Moser, quien bajo la supervisión del profesor Conconi, había modificado la forma de abordar las cronos mediante una bicicleta entonces revolucionaria, con cuadro elevado, un manillar con los cuernos de vaca y ruedas lenticulares de diámetros diferentes. Contra todo pronóstico Moser relegaba a Fignon a 2´24´´. Luego se supo de las ayudas del helicóptero de RAI propulsando al trentino.
    Como decimos de aquello han pasado 28 años, pero la vergüenza de saberse ganador en tales circunstancias no prescribe. Aquel Giro figura en el palmarés de Moser, pero ¿se sabe ganador en buena lid?. Lo dicho hay gente de otra pasta.



    Os pongo unas declaraciones-denuncia de Fignon sobre aquel Giro que añaden algunas circunstacias que el artículo no cita. Un saludo



    Este Giro del 84 estuvo marcado por la polémica ya que Fignon denunció un claro apoyo de las autoridades, televisión pública, organización de la prueba y el público italiano, se pueden leer con detalle estos pasajes en la autogiografía de Laurent Fignon. Como bien recoge en el Periódico "EL MUNDO" del 17 de septiembre de 2.010

    Cita textual de Fignon: "En circunstancias normales, si todas las etapas hubieran respetado un mínimo de reglas morales, esa contrarreloj [de 42 km, ganada por [Francesco] Moser con 2:24 de ventaja sobre el francés] no habría tenido más que una importancia secundaria, las diferencias habría mucho menores. Y habría ganado mi primer Giro de Itala de la forma más lógica del mundo. En lugar de eso, un dolor hervia mi pecho: el de la injusticia".

    Esa era la conclusión. Vayamos a los hechos. "La mañana de las 18ª etapa, tenía todo particularmente marcado en mi calendario, en el que habíamos estudiado escrupulosamente los menores detalles con Guimard (sabía dónde debía lanzar el ataque) [...] se produjo una farsa escandalosa. En el programa de esta etapa de montaña dantesca figuraba la escalada al mítico Stelvio (2.757 metros), donde el gran Coppi firmó una de sus más bellas proezas y donde los italianos devotos del ciclismo estaban convencidos de que nadie más iba a ser capaz de hazañas tan suntuosas... Aprovechando el frío y la altitud, con el apoyo político de las autoridades, inventaron eventuales peligros que no existían. La agencia nacional de carreteras habló de "riesgos de nieve" e incluso de "avalanchas". Ya lo habían hecho con algunos puertos menos célebres: las etapas se modelaban día a día en función de sus intereses. Era surrealista. Cyrille Guimard protestó todo lo que pudo. En vano. Vincenzo Torriani borró el Stelvio de la etapa y ofreció un recorrido alternativo indigno. A la llegada, a Val Gardena, había terminado segundo y recortado algo de tiempo a Moser, muy contento del golpe 'político' que nos había impuesto a todos. Nuestro plan de gran ofensiva había quedado arruinado por la doble moral de organizadores poco respetuosos con las reglas deportivas".

    "Al día siguiente", continúa Fignon su narración con la siguiente jornada, Val Gardena-Araba, "exactamente en el lugar previsto, salí en solitario en el frío y la niebla que tanto detestaba... Al ganar esta etapa en solitario, le di un vuelco a la clasificación y me vestí de rosa. Pero Moser, ahora a 1:30 de mí, no había sido eliminado, contrariamente a lo que habría sucedido en el Stelvio muy por encima de los 2.000 metros de altitud... Todo el pelotón había hecho lo posible por protegerlo, por impedir que perdiera demasiado tiempo... Cadenas de aficionados se turnaban para empujarlo en los puertos. Los comisarios, también ellos, aportaron lo suyo al cargarme ¡20 segundos de penalización por un presunto avituallamiento indebido! Era imprescindible que Moser ganara".

    Y, finalmente, la contrarreloj: "Moser: 42 km a casi 51 km/h de media. Yo, segundo, a 2'24". Un minuto y tres segundos de pasivo en la general. Yo me hundía en el caos. Era bastante más difícil de aceptar que durante una gran parte de mi crono, el piloto del helicóptero de la televisión, presa de su pasión devoradora por su trabajo sin duda, se divirtió filmándome tan de cerca que habría podido planchar mi dorsal con su aparato. Inútil decir que las turbulencias así provocadas me enviaron bastante viento para ralentizar mi progresión. Dos o tres veces, al borde de la caída, me vi obligado a blandir el puño para quejarme. Todo para que Moser pudiera ganar. Guimard estaba ebrio de cólera. Y yo".
     
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  8. ray

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    Chorizos hay en todas las charcuterias. :(
     
  9. ribe1948

    ribe1948 Miembro Reconocido

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    Los giros de Moser y Saroni.
     
  10. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Cuando dos viejecitos desafiaron a los hermanos Induráin

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    El inesperado desenlace del “pique” de los Indurain con un par de ciclistas ancianos
    Una anécdota en el tiempo, buscada en el baúl de los recuerdos, que hará las delicias de la legión de fans que aún conserva nuestro querido Miguel Induráin.

    Los más mayores -yo mismo- seguro os acordaréis de este divertido chascarrillo que ya se comentó en su día, hace ya…

    Y los más jóvenes os reiréis con este gracioso suceso que tuvo como protagonistas a los hermanos Induráin y a un par de viejecitos que se picaron con ellos… en bicicleta.

    Antes de entrar en detalles, os pondremos en antecedentes.


    Hace muchos, pero muchos inviernos, Miguel Induráin siempre entrenaba al calor de las carreteras cercanas a Benidorm, escapando del frío clima navarro y de las lluvias y las nieblas del Norte.

    Allí se pasaba unas cuantas semanas pedaleando por rutas, durante varias jornadas seguidas, al sol que más calentaba, que le permitían coger el punto de forma que le dejara preparado para afrontar con garantías las primeras exigentes pruebas de la primavera: Alicante era su particular “solárium”.


    Miguel Indurain descubrió Benidorm porque su esposa se crió en esta tierra bañada por el Mediterráneo
    De esta forma nuestro campeón descubrió que era mucho más agradable preparar su pretemporada, y por ende sus triunfos en el Tour de Francia, por la costa levantina que no sufriendo los rigores del invierno navarro.

    Eso lo tenía muy claro.

    Para esta entretenida historieta que os vamos a contar nos hemos de remontar al invierno del año 1994.

    Hace nada menos que 25 años.


    Durante aquellos primeros meses fríos del año, Miguel se trajo a su hermano Pruden a su casa de Benidorm.

    Recuerdan que era una mañana soleada, ideal para entrenar, cuando afrontando una carretera muy larga y llana, vieron a lo lejos a lo que parecían ser dos viejecitos montados en bicicletas de paseo.

    Hasta aquí todo normal.

    Lo extraordinario fue como los hermanos Induráin, yendo muy rápidos, no eran capaces de darles caza.

    Sí, como lo leéis.

    Finalmente Pruden, que no entendía nada, se picó y aceleró.

    Detrás, y pegado a su rueda, lógicamente, le siguió su hermano.

    Los dos, de esta forma, llegaron a un repecho.

    Ya sólo los tenían a 50 metros.

    En ese instante, y cuando menos se lo esperaban, los dos viejecitos, en plena subida, aumentaron el ritmo.

    Increíble.

    Los dos ancianos acababan de descolgar y dejar tirados nada menos que al tricampeón del Tour y a su fiel hermano y escudero.

    “Esto no puede ser”, dijo Pruden enfadado.

    Vale que estaban a principios de pretemporada, que no habían entrenado mucho, pero era imposible que dos personas mayores les hubieran humillado de aquella manera y con tanta facilidad.

    No se lo podían creer.

    En cuanto llegaba una subida, los viejecitos y sus bicis de paseo se alejaban de ellos como posesos.

    ¡Vaya cracks!

    El orgullo de los hermanos iba in crescendo y Pruden dijo que esto lo iban a rematar como fuera.

    Apretó los dientes y se fue a por ellos animado a neutralizar a la pareja de ancianos, de una vez por todas. Miguel seguía su estela…

    ¡Quién se lo iba a decir a ellos! Picados con un par de viejecitos en bici…

    “Aquí hay truco”, le dijo Miguel a su hermano.

    De esta forma, el mayor de los Induráin, tomó la iniciativa y se puso delante de Pruden, decidido ya a capturarlos.

    Explican de aquel momento que era una escena digna de haberse visto por televisión, como si se tratara de una gran carrera contra el reloj por parejas.

    Los Induráin comenzaron a darse precisos relevos, pero los viejecitos seguían alejándose cada vez más con las dos bicicletas de paseo.

    Entonces fue cuando quien apretó los dientes fue Miguel, tomándoselo como una contrarreloj individual, igual que si estuviera disputando en el mismísimo Tour.

    Pedaleando fuertes, a pleno esfuerzo y con los corazones desbocados, poco a poco les fueron cogiendo y recortando metros a los dos viejecitos.

    ¡Por fin los pillaron!

    Al darles alcance y sobrepasarlos por fin descubrieron el misterio.

    Miguel recordaba siempre esta anécdota riendo mucho: las dos bicicletas de los viejecitos llevaban un motor escondido, que se ponía en funcionamiento cuando llegaba una subida. Los viejecitos dejaban de dar pedales y las bicis subían solas. Nosotros estábamos agotados. Pero los cogimos”.

    Quizás fue una de las primeras luchas entre bicicletas convencionales versus bicicletas eléctricas.
     
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  11. pepineldelosrolling

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  12. labeaga

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    Amstel Gold Race 1985: Los viejos rockeros nunca mueren

    [​IMG]El 27 de abril de 1985 se está disputando la 20ª edición de la Amstel Gold Race. La carrera holandesa, con salida en Heerlen y llegada en Meerseen, va a presenciar una batalla solo apta para corredores duros, ciclistas del norte, sabedores de que el primer adversario al que deben vencer no es otro que los elementos. Y entre todos esos corredores destaca un veterano, curtido en mil batallas, gran campeón pero al que la adversidad había estado a punto de derrotar en el pasado. No es otro que Gerrie Knetemann, el holandés del Skill. Un corredor amante de las clásicas, de las carreras duras, que había sido un gran campeón en ese terreno. "De Kneet", como era apodado, es el clásico ciclista holandés cuyo coto de caza era la primavera, aunque alargaba su temporada hasta convertir las etapas llanas del Tour en una pesadilla para los escaladores. Basta decir que la mayor parte de su carrera la pasó en el mítico Ti-Raleigh, para tener el prototipo de ciclista del Benelux. Junto a Jan Raas formaba la pareja de rodadores estrellas del equipo holandés pero, al contrario que su introvertido compañero, Gerrie era un bromista y adoraba el contacto con el público tanto como el público lo adoraba a él.

    [​IMG]Además, era un ciclista de enorme clase, puesto que su palmarés supera ampliamente el centenar de victorias. Sin duda, por encima de todas está su campeonato del mundo ganado el 1978 en Nurburgring (Alemania) delante de un Francesco Moser pletórico. Pero Knetemann lo derrotó al sprint y se apropió de un arco iris que añadir a su victoria en la Amstel Gold Race de 1974 (¡en su primera temporada de profesional!), a sus 10 etapas ganadas en el Tour de Francia, y a la ingente cantidad de victorias de prestigio que fue acumulando, entre ellas la Paris-Niza, el Tour del Mediterraneo, etc. Pero todo eso estuvo a punto de ser tirado por la borda durante la disputa de la carrera A través de Flandes del año 1983. En un año que había empezado con muy buen rendimiento (1º en el Tour del Mediterraneo, 2º en la Tirreno-Adriatico y 3º en la Estrella de Beseges), tuvo la mala fortuna de sufrir un terrible y escalofriante accidente contra un coche en un día de perros. Se temió por su vida, pero finalmente consiguió sobrevivir. Con lo que nadie contaba era con que volviera al ciclismo profesional, tras haber cumplido ya los 32 años. [​IMG]Pero Gerrie era una persona tenaz y consiguió volver a ponerse un dorsal. Ya no era el corredor de antes de su lesión, así que a finales de 1983 no fue a ninguno de los dos equipos que surgieron tras la desaparición del Ti-Raleigh: ni al Panasonic de Raas ni al Kwuantum de Post. En vez de eso, tuvo que rebajar su categoría para recalar primero en el Boule D´or, luego en el Skill para ayudar a Kelly y finalmente en el PDM recién creado con la capitanía de Pedro Delgado hasta su retirada al acabar los años ochenta.



    [​IMG]En este 1985 se encuentra en el Skill. Pero por aquellos años la Amstel Gold Race coincide con la disputa de la Vuelta a España, donde está participando Kelly. Por tanto, Knetemann puede jugar sus bazas, sobre todo cuando se encuentra como único representante de su equipo en el corte bueno de la carrera, que se forma con casi una veintena de ciclistas entre los que están corredores de la categoría de Kuiper, Bauer, Roche, Criquelion, Zoetemelk o Anderson. Con Van der Poel escapado por delante desde hace muchos kilómetros, el grupo le persigue. Es sin duda un día de perros. En una aceleración del grupo en un repecho, ni siquiera una subida de las 17 catalogadas por la organización, todo un reciente vencedor de la Sanremo como Kuiper no puede seguir a sus compañeros y se queda.



    [​IMG]Era Verhoeven el que había provocado junto a Van der Poel el peligroso corte que podía ser definitivo, pero sufrió un pinchazo y dejó a su compañero de escapada solo en cabeza. En un momento dado el grupo se divide en dos, verhoeven se queda por detrás, pero junto a su compañero de equipo Broers se lanza a la caza del grupo delantero. Verhoeven es en este 1985 una gran promesa en aquellos tiempos, el año anterior había ganado el campeonato holandés amateur. Otro integrante del grupo como Bauer también es una gran promesa: un jovencito prometedor que fue medalla de bronce en los mundiales del año pasado con solo 3 semanas de profesional.



    Una vez que el grupo se vuelve a juntar se produce un nuevo ataque de Verhoeven al salir de una curva, al que responde Knetemann y, posteriormente, el resto del grupo. Se abren permanentemente huecos dentro del grupo. Son solo 5, 10 metros, pero que en estas condiciones y con la dureza acumulada sobre los corredores, se hacen muy difíciles de recortar. Finalmente Van der Poel es cazado y dejado atrás. Llega el momento decisivo y Verhoeven, pletórico de fuerzas, vuelve a escaparse, ahora en solitario. Para su ataque aprovecha que Anderson está en cabeza del grupo hablando con su coche y ataca por el otro lado del vehículo, sorprendiendo a todos. Por detrás de él ya solo resiste un cuarteto perseguidor con el australiano Anderson, Knetemann, Versluys y Lieckens.

    Anderson intenta un ataque para irse en solitario a la caza de Verhoeven pero solo consigue descolgar a Versluys, corredor del Hitachi. Versluys se recupera y alcanza a sus 3 compañeros, demarrando nada más llegar a su altura. Solo Knetemann se suelda a su rueda, mientras Anderson y Liekens mantienen una guerra de nervios que los elimina. Knetemann comprende que es su oportunidad y se pone a tirar del Hitachi. Con la dureza que acumulan los corredores cada vez se encuentra mejor. Lleva el peso de la persecución y cada vez sus pedaladas son más poderosas, hasta que finalmente Versluys debe ceder a su empuje y queda descolgado.

    [​IMG]Cuando pasan por el Cauberg, a 9 km de meta, Verhoeven finalmente aparece delante de él. El terreno es ascendente y el joven holandés va excesivamente lento en comparación con su veterano compatriota. Knetemann mueve un desarrollo enorme para los porcentajes que ascienden y la dureza acumulada. Finalmente Gerrie alcanza al joven del Skala y no lo duda ni un instante. Nada más llegar a su altura suelta un durísimo demarraje. Verhoeven intenta ir tras él, pero no tarda ni 5 segundos en darse cuenta de que es imposible, de que hoy ese anciano venerable pero prácticamente desahuciado ha recuperado las privilegiadas piernas que le permitieron ser uno de los terrores de las carreteras del norte durante la década pasada. La fuerza con la que el corredor del Skill golpea los pedales recuerda forzosamente a las de un Vulcano martilleando machaconamente en su fragua. Hoy Knetemann es el protagonista, ha dejado de ser el gregario de Kelly, ha recuperado las sensaciones de años atrás, cuando saboreó las mieles del maillot arcoiris y tantas otras victorias. [​IMG]El accidente en A través de Flandes queda muy atrás, ya no recuerda que todos lo daban por acabado, que a su edad (35 años en aquel momento), nadie apostaba por que volviera a competir a un nivel aceptable. Pero sí recuerda las muestras de cariño que recibió tras su accidente, recuerda que el holandés es un pueblo agradecido con sus grandes ciclistas, y les va a dar una victoria épica por la forma en que se ha desarrollado y las condiciones climatológicas. Les va a demostrar que pese a que la juventud suele ser un valor que aporta pujanza, el viejo veterano curtido en mil batallas hoy va a dejar totalmente tirado a la promesa que el año anterior se coronaba campeón de Holanda amateur. Pero no solo ha sido superior a él, sino también a los Roche, Anderson, Bauer, etc, que van llegando a varios minutos de Knetemann a la línea de meta.



    [​IMG]Cuando entra en Meerseen como vencedor, el viejo gigante se ha convertido en un niño que no puede parar de llorar. Once años después ha vuelto a ganar la gran carrera de su tierra, cuando nadie creía ya que reverdecería las glorias pasadas. El aprecio y cariño del público es unánime y entregado. Aunque al año siguiente volvería a ganar la Vuelta a Holanda, esta Amstel fue el último gran triunfo de Gerrie. Años después sería seleccionador nacional de Holanda y en 2004 fallecería víctima de un ataque al corazón. Pero ese frío y desapacible día de abril de 1985 demostró que el maldito accidente de la clásica A través de Flandes no le impidió despedirse a lo grande firmando el canto del cisne de los grandes rodadores holandeses de los años setenta, que dominaron las llanuras embutidos en sus maillots del Ti-Raleigh. Su época ya había pasado, los cantos de internacionalización estaban a punto de llamar a las puertas del ciclismo y era tiempo de abrir ese antiguo coto vedado a otras nacionalidades. Pero Knetemann había dejado esta carrera para recordar que un día ellos habían sido los únicos dominadores del inhóspito Norte. Los viejos rockeros nunca mueren, permanecen para siempre en nuestro corazón.
     
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  13. Javimeganero

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    Muy fan de aquellos aguerridos corredores holandeses "setentochenteros" del histórico equipo TI-RALEIGH. Míticos.

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    Aquí Jan Raas repartiendo amor en el Koppenberg :D
     
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  14. labeaga

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    Mathieu Van der Poel: ser una leyenda es la única opción


    Todos hablan de él: Mathieu Van der Poel es una de las sensaciones del ciclismo mundial en los últimos meses. Tras convertirse en una estrella del ciclocross, el holandés demostró su infinito potencial al dar el paso de competir en mountain bike y disputarle las victorias a los mejores, Nino Schurter incluido.


    En 2018 se ha proclamado campeón de Holanda en ciclocross, mountain bike y ciclismo de carretera. Y esto es solo un adelanto de su increíble plan.

    Pero, ¿quién ese joven ciclista, tan talentoso como descarado sobre la bicicleta? ¿Cuál es su historia? ¿Y sus planes de futuro? Te lo contamos.

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    Nieto del dios Raymond Poulidor, hijo del rey Adrie Van der Poel
    Muchos conocerán la historia de Raymond Poulidor, el gran "Pou, Pou". Él fue el eterno segundón, el hombre que no pudo coronarse pese a su gran talento y sus numerosos intentos. Tiene en su poder, de hecho, un curioso récord: es el ciclista que más veces ha subido al podio del Tour de Francia sin lograr ganarlo nunca, con 8 ocasiones.

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    Pulidor vivió a la sombra de uno de los pentacampeones de la ronda gala: Jacques Anquetil. Guapo, adinerado y -así lo dictó la carretera- más fuerte que él sobre la bici, Monsier Crono careció de una cosa de la que sí gozó el abuelo de Mathieu van der Poel: el cariño del pueblo, que siempre se posicionó de su lado en las titánicas luchas que protagonizaron los dos franceses en la década de los 60.


    Tras Anquetil fue otra leyenda -la leyenda- el que se interpuso entre Poulidor y la ronda gala: Eddy Merckx. Sin embargo, sería injusto hablar de él -ganador de la Vuelta a España, la Milán-San Remo, la Flecha Valona o la París-Niza- como un segundón. Fue, sin duda, uno de los grandes ciclistas de su era.

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    Pero ahí no acaba la saga. El padre de Mathieu van der Poel es otro grande de la historia del ciclismo: Adrie Van der Poel. En carretera se forjó un palmarés envidiable, en el que lucen la Lieja-Bastoña-Lieja, el Tour de Flandes, la Amstel Gold Race, la Clásica de San Sebastián y varias etapas del Tour de Francia.

    Fue, además, campeón del mundo de Ciclo-Cross, un "veneno" que heredó su hijo, recogiendo ese testigo con solo 20 años.


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    Mathieu Van der Poel, el ciclista más talentoso del planeta, quiere ganar en ciclocross, mountain bike y carretera
    ¿Dónde están los límites de Mathieu van der Poel? Es difícil de decir, pero muchos le consideran, hoy, el ciclista más talentoso del planeta. Uno que sería capaz, dadas las circunstancias, de convertirse en campeón del mundo de ciclocross, mountain bike y carretera.

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    A día de hoy, pese a contar con numerosas y jugosas ofertas de equipos de carretera, su idea es triunfar en el mtb y acudir a los Juegos Olímpicos de 2020 en esta especialidad. Después sí, por qué no, atacará la ruta. Solo nos queda esperar y, mientras tanto, disfrutar de su camino. El que le llevará, inevitablemente, a convertirse en una leyenda del ciclismo.
     
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  15. labeaga

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    Ronde Van Vlaanderen 1985; El sueño de Vanderaerden.

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    7 de Abril de 1985, en un día para la leyenda, amanecía en la Región Flamenca un día lluvioso, encapotado, un autentico día de perros. Sin duda el sueño de cualquier pirado y fanático de los muros y el pavé. Que importa irse a ver De Ronde con el solecito y la cervecita, cuando puedes disfrutar de un autentico día de leyenda. Aquel día es recordado por ser el de la climatología más dura que jamás se haya visto en ningún Tour de Flandes. Allí, Eric Vanderaerden nos dejó recuerdos y destellos de clase mundial, que permanecerían en la retina de los aficionados por el resto de los días.

    Se llegaba al segundo monumento de la temporada, la clásica del Mur de Grammont, tras una Milán – San Remo en la que había salido victorioso el ciclista holandés Hennie Kuiper. En la edición numero sesenta y dos se recorrían 271 km con un total de 12 famosas cotas: Molenberg (km 190), el viejo Kwaremont (km 190), Koppenberg (km 201), Taaimberg (km 207), Berg Ten Houte (km 210), Eikenberg (km 219), Varentberg (km 224), Leberg (km 232), Berendries (km 236), Mur de Grammont (km 253), Boesberg (km 257) y Flierendries (km 264). En las vísperas de la carrera se vislumbraba un duelo Kelly vs Vanderaerden y se citaban un total de 173 valientes.

    Mal pintaban las cosas para Vanderaerden, cuando pinchaba la rueda de su bicicleta entrando en un momento crucial de la carrera y quedando rezagado del grupo de los elegidos. Nadie sabe cómo se las arregló, pero justo antes del Koppenberg, el campeón belga ya veía en la cercanía al grupo de favoritos de unas 25 unidades, pero por delante tenía pequeños ciclistas y grupos que tenía que ir superando, en total unas 60 unidades frente al mismísimo y temible Koppenberg con rampas de hasta el 22%. Por delante Sean Kelly, Greg Lemond, Phil Anderson y los hermanos Planckaert muy atentos se ponía en los primeros puestos del grupo principal, mientras que con una exhibición de las que muchos fanáticos belgas y del ciclismo recordarán, Vanderaerden con el maillot de campeón belga, empezaba a pasar ciclistas que caían y ponían pie a tierra, motos apiladas en la cuneta del Koppenberg y como una autentica exhalación y sin poner pie a tierra las iba esquivando y pasando para llegar a coronar lo más cerca posible de los favoritos.

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    A falta de menos de 70 km para línea de meta y ya en la cima del Koppenberg, Eddy Planckaert había pasado primero y marchaba un grupo de ciclistas importantes con él, pero Vanderaerden ya había pasado por la cima entre los 15 primeros ciclistas, la remontada había sido espectacular y es que como recuerda el ciclista belga “no me importaban las adversidades, solo pensaba en luchar por mi sueño, estaba motivado”. Criquelion y Kuiper se le pegaron a rueda, mientras Vanderaerden luchaba por rebajar la diferencia con el grupo de seis que lideraba la carrera en el que estaban Lemond, Eddy Planckaert, Anderson o Kelly.

    Cuando finalmente Vanderaerden logró recortar la diferenciar y llegar hasta la cabeza de carrera, Kuiper que había estado a rueda durante toda la persecución, lanzó un ataque duro, pero que no consiguió abrir hueco. La carrera venía lanzada y entraba en los compases finales. Allí, Vanderaerden, que había estado cogiendo aire durante unos kilómetros, lanzaba un ataque de pura fuerza que dejaba a el grupo de favoritos mirándose unos a otros. El belga estaba luchando por uno de sus sueños y era Kelly quien cogía la cabeza, le dejaban la tostada y la responsabilidad, pero Anderson y Kuiper intentaban marchar a por Vanderaerden a base de hachazos al irlandés. Kelly llegaba fundido a los ataques, se ponía a tirar y miraba para pedir relevos, pero la responsabilidad tenía que asumirla.

    Anderson volvió a atacar e intentaba dejaba atrás a Kuiper, para unirse a Vanderaerden a la cabeza de carrera. Le cazaron y tras unirse el trío, el Mur de Grammont iba a ser el escenario elegido, a 25 km de meta y para hacer una comparación más actual, Vanderaerden atacó a Anderson, cual Cancellara a Boonen en la edición de 2010, sentado con mucha fuerza, para marcharse en solitario hasta la línea de meta, jaleado por los aficionados belgas y para entrar victorioso con el maillot de campeón, el sueño de todo ciclista belga, el sueño de un rubio flamenco que siempre reconoció “El Tour de Flandes fue mi mayor victoria como ciclista profesional. La sensación que tiene un flamenco de ganar la carrera más grande de tu país es indescriptible”. 24 fueron los valientes que llegaron a meta de los 173 que empezaron el Tour de Flandes, una carrera para la historia y para el recuerdo.

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  16. ray

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    Una mas para añadir a LA EPICA DEL CICLISMO.

    Gracias.Nos recuerdas grandes momentos. :)
     
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  17. labeaga

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    ROUBAIX 2 CHOZAS 0
    Mi historia en “El infierno del Norte”
    París-Roubaix: 2 – Chozas: 0



    En mi época los ciclistas españoles no éramos muy duchos en las clásicas del norte, los mejores ciclistas destacábamos más en la montaña y en vueltas por etapas, quizás porque el ciclismo español no tenía la suficiente cultura en estas clásicas históricas, no les dábamos la importancia que se merecen a juzgar por su historia.



    En 1990 participé por primera vez en “El Infierno del Norte” la famosa París-Roubaix un verdadero monumento ciclista con sus orígenes en el año 1896, aquella primera edición salió de París, para cubrir los más de 300 kilómetros que la separaban de Roubaix. El primer ganador fue el alemán Josef Fischer. La prueba está sembrada de tramos de Pavé, los más conocidos por su dureza son el Bosque de Arenberg, el Carrefour de l’Arbre y el de Mons-en-Pévèle, los únicos calificados de 5 estrellas.

    Esta carrera no la ha ganado ningún español, Juan Antonio Flecha y Miguel Poblet son los ciclistas españoles que han estado más cerca de ganarla, han sido segundos un par de veces. Miguel Poblet en el año 1958 y Juan Antonio Flecha en el 2007. Además, Poblet fue tercero en 1960 y Flecha en 2005 y 2010.



    Volviendo a mi historia en la Roubaix, en 1990, con 30 años era todo un novato en la prueba, entonces, en el equipo de la ONCE, en un periplo por varias carreras en Bélgica cómo los Tres Días de La Panne, otro monumento como la Vuelta a Flandes y París-Roubaix, historia que os voy a contar.

    Entonces en el equipo utilizábamos varios tipos de bicicletas y de cuadros, para carreras en línea normalmente los cuadros de carbono Look KG 96 y los OTERO de acero ligero para contrarreloj, crono escaladas y los especiales para esta carrera, todos hechos a mano en la fábrica de San José de Valderas (Alcorcón) donde estaba la fábrica en los años 90, ya que Enrique Otero padre comenzó en el centro de Madrid en la calle de Segovia.

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    Alpe D´Huez Tour de Francia 1990

    Estos cuadros especiales para la París Roubaix que diseñó Enrique Otero para estas carreras tenían el tren trasero más largo y algo más de separación de las vainas traseras para permitir tubulares más anchos y con la horquilla con más la inclinación para aportar una mejor estabilidad.

    Despúes de haber hecho ya los Tres Días de La Panne, la Vuelta a Flandes que acabé con gran satisfacción, me disponía a hacer lo propio con la terrible y mítica País-Roubaix.

    Ya con la bicicleta especial a punto, un plato grande de 53 y el pequeño de 50 dientes, en los tramos de pavés no se mueve mucho desarrollo cuesta mucho avanzar, es mejor utilizar un plato de 50 dientes con coronas centrales de 15 ó 16 no interesa que el cambio se acerque mucho a los radios porque las ruedas se retuercen de tal forma que si se apura a llevar la penúltima corona se puede meter el cambio entre los radios haciéndose añicos.

    Me refiero a novato en esta carrera porque si que conocía algunos tramos y las sensaciones de rodar por cinco pavé tramos de pavé en una etapa del Tour de 1985, aquella etapa terminó en Lille y llegué con los primeros después de sortear varias montoneras. Por ello me creía ya un experto. Pero la clásica no tiene nada que ver con lo que yo había conocido en el Tour, en la París Roubaix son entorno a 28 los tramos y todo el mundo va con el puñal entre los dientes. Para afrontar el primer tramo que está en el km 100 de carrera aproximadamente, donde se hace ya una buena selección con montonera incluida, para totalizar casi 55 km de Pavé en un total de 260 km que tiene la carrera. Otra característica de la prueba es que solo la disputan verdaderos especialistas, en una vuelta por etapas como el Tour los equipos protegen a su líderes que suelen ser escaladores y no van muy bien por estos caminos infernales.

    La salida de maravilla, nadie atacaba, todo era llano, pero cuando nos acercamos al primer tramo saltaron todas las alarmas, parecía que la carrera acababa allí, todos los equipos iban a tope colocando a sus mejores especialistas, se rodaba a 60 km/h, cuando ya se divisaba el primer tramo, había que hacer un giro de 90º a la derecha y meterse por un camino de cabras de 2 metros de ancho, pero que solo se puede circular por una franja de 30 cm en el centro del pavé y, si está bien y no hay hoyos, por la tierra de la cuneta rozando la hierva. Como ya sabía lo que iba a pasar, me situé en la derecha preparado para sortear la montonera.

    Como no podía ser de otra forma, pasaron los primeros 40 ciclistas y se produjo el montón y se quedó bloqueada la entrada al tramo, entonces, con la bici al hombro, sorteando la chatarra y pisando a alguna que otra víctima de la caída, coloqué la bici sobre los pavés y me puse a pedalear como loco, ya no veía a los 40 primeros, después de los 2,2 km del tramo de Troisvilles à Inchy me pude colocar en el tercer grupo.

    Desde aquí intentas acabar como sea

    Cuando sales de un tramo, no van más de 20 ciclistas juntos, todos damos relevos hasta llegar al siguiente tramo, por lo que os podéis imaginar lo duro que se hace la carrera, todavía quedaban 160 km que había que hacer a relevos con el grupo en el que vayas. Fueron pasando tramos sin mayor importancia, sorteé pinchazos, averías, roturas de cuadros y gracias a que no estaba mojado que sino si hubiese sido un verdadero el infierno, multiplicado por dos la dureza del recorrido. En seco se puede se puede rodar por la tierra fuera del pavé, dentro del pavé no se avanza: es como ir con el freno de mano echado, aparte no te puedes poner de pie “te retiembla hasta el alma”.

    Parecía que estaba todo controlado, mi objetivo era acabar y no caerme. Iba al lado de Cabestany al que le gustaba esa carrera, estábamos los dos en la ONCE, me decía que tuviese cuidado con el tramo del Bosque d’Arenberg. Creía que ya había hecho lo difícil, pero todavía faltaba lo peor, no se si sabré describir la impotencia que sentí al pasar por tramo del bosque de Arenberg, era el décimo tramo, no podía avanzar, estaba mojada la zona del exterior por lo que no podía huir del pavé, además había un rastro de aceite de algún coche que habría rozado con el cárter y había rociado la cresta que forma el adoquinado formando un monticulo en el centro lo que hace que la rueda trasera se vaya escurriendo hacia los laterales, en esta zona los adoquines son piedras de 20 cm con unas grietas de 2 a 5 cm por donde se meten las ruedas, sobre todo la trasera, hasta tocar con la llanta en los adoquines cuando se mete la rueda entre uno de esos enormes huecos.

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    Sector del Bosque de Arenberg, Eduardo Chozas París-Roubaix de 1990. Equipo ONCE, bicicleta OTERO especial Roubaix



    Dando bandazos de un lado para otro

    Dando bandazos de un lado para otro, no hacía camino, me puse nervioso y me salí del adoquinado para hundirme en el barro y acabar en un charco gigantesco ante la mirada de los aficionados, una multitud, que no hacían nada más que hacerme fotos. Y yo allí atascado, hundido en una cuarta de lodo. Cuando salí del embrollo, el grupo me sacaba más de 30 segundos, me quedé en tierra de nadie, a todo esto, mi bici había sufrido daños, el manillar se había movido, se había movido hacia adelante, se me habían bajado las manetas de los frenos y sobresalía la parte de abajo como dos cuernos. Las manetas se habían bajado por los impactos de los hoyos ente los adoquines, las llevaba 5 cm más abajo de lo normal, la dirección se había aflojado y veía moverse las piezas, pero estaba empeñado en acabar.

    En tierra de nadie

    Tuve que esperar al 4º grupo que venía a 2 minutos por detrás, aproveché y paré para mear, otra odisea, no me fuese a pasar lo de la Milán San Remo que estuve a punto de reventar la vejiga, más de 7 horas sin poder orinar, ¡que dolor!. Ya en el 4º grupo realicé muchos km pero en la 5º hora de carrera empezaron a darme calambres entre los dedos de las dos manos, ya habíamos pasado el primer avituallamiento, el segundo estaba sobre el km 200 de carrera a falta de 60 km para acabar. Era el siguiente objetivo, pero cada vez me iban dando más latigazos en los dedos, las vibraciones de cada adoquín, era ya una puñalada repetitiva, hasta el punto de no poder sujetar el manillar con los dedos, tenía abrir la mano y apoyarme con las palmas de las manos.

    En ese lamentable estado llegué al segundo avituallamiento donde me esperaba el auxiliar de la ONCE, el bueno de Jordi Ruiz Cabestany, hermano de Peio, para ofrecerme la bolsa con la comida y bebida para afrontar el tramo final. Jordi me animaba a seguir, ya quedaba poco, una hora larga de tortura, pero me pareció imposible, seguir sufriendo así era demasiado, hasta ahí llegué. Jordi que me consolaba, el había sido cocinero antes que fraile, me daba rabia, pero no podía sujetar el manillar era todo dolor e impotencia, no era falta de fuerza.

    Después de la experiencia, tenía que volver otro año y acabar, era mi nuevo reto.



    Volví al año siguiente

    Volví al año siguiente, más preparado en todos los sentidos con más experiencia, la bici preparada a conciencia metí almoadillas debajo cinta de manillar , con todo revisado y apretado al máximo, dispuesto a realizar la gesta, tenía como objetivo acabar. Ya tenía más experiencia y sabía a lo que me enfrentaba de verdad.

    La carrera comenzó como el año anterior, se repetía todo, incluso la caída en la entrada al primer tramo, pero todo iba bien, incluso conseguí mejorar en mi entrada en el primer tramo conseguí meterme en el segundo grupo, iba muy bien, utilizaba la tierra, saltaba al centro cuando había algún hoyo delante, disfrutaba de la carrera, veía el polvo que se iba hacia la derecha marcando la dirección del viento que formaba la larga fila de ciclistas que iban delante, entre las motos neutras con las ruedas de repuesto y las motos de enlace, las cunetas llenas de gente que muchas veces tenían que dar un paso atrás porque les pasábamos rozando los pies, disfrutaba de la carrera, de lo que se ve en la tele pero desde dentro.

    Pero el exceso de confianza me llevó al desastre, iba por la tierra cuando vi un hoyo delante y dí un salto al centro del pavé para no tocar de resfilón el escalón del primer adoquín, cuando me enganché con otro ciclista que rodaba en la zona, la verdad es que no miré, no me esperaba que estuviese tan cerca, solo oí un segundo antes de engancharnos, su grito de impotencia cuando era ya era inevitable la caída, no sé quién era, solo se me quedó grabada la imagen de su cara de susto, de su ojos de susto justo antes de engancharme con su manillar. Después la sensación de ir rebotando por encima de los adoquines entre el polvo y el dolor fue otra experiencia inolvidable, los dos fuimos arrastrando diez metros por los adoquines. Cuando me levanté no podía ni caminar de los golpes, tardé un rato en poder subirme a la bici y ví que en ese estado era imposible acabar.

    Imaginaos el desenlace, la aventura acabó allí mismo con todo el cuerpo lleno inflamaciones producidos por los golpes contra los adoquines. Lleno de magulladuras que parecían producidos más por una paliza que por una caída en bicicleta, con un dolor externo e interno por no poder acabar de nuevo, llegué de nuevo en coche al velódromo de Roubaix, y a sus famosas duchas donde se llega lleno de barro y en mi caso además con sangre, sudor y lágrimas.

    Esta es mi experiencia con la aplastante la victoria del “Infierno del Norte” con el resultado de: París-Roubaix 2 – Eduardo Chozas 0.
     
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  18. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Aprovecho que la Itzulia-Vuelta al País Vasco, esta por Zumarraga para poner una noticia-relato de un ciclista del pueblo que para mi era y es totalmente desconocido.

    El ciclista de Zumarraga que triunfó en Europa del Este
    El zumarragarra Juan José Moral es el único ciclista vasco que ha ganado una etapa en la Carrera de la Paz, prueba que organizaban los países del bloque comunista. También fue olímpico en Montreal 1976.


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    Entrando en meta, como ganador de la segunda etapa de la Carrera de la Paz de 1975.


    Durante los años del Telón de Acero, un gran hermetismo rodeaba todo lo relacionado con los países del bloque comunista. No eran muchos los que tenían ocasión de entrar en los países de Europa del Este. Uno de ellos fue el ciclista zumarragarra Juan José Moral. En 1975 corrió la Carrera de la Paz (el Tour de Francia de los países del Este) y se impuso en la segunda etapa. La meta estaba situada en el estadio de la ciudad de Gera y miles de personas fueron testigos de su logro. Un año después volvió a coincidir con los ciclistas del bloque comunista, en las olimpiadas de Montreal. La vida de Moral, al igual que los países comunistas en su día, está envuelta en un halo de misterio: fue un gran ciclista, pero poca gente en Urola Garaia recuerda sus hazañas y jamás ha recibido un homenaje.

    El único ciclista vasco que ha ganado una etapa de la Carrera de la Paz reside en el barrio Eitzaga de Zumarraga, pero nació en Villamayor de los Montes (Burgos) en 1951. Cuando tenía 6 años perdió a su madre y con 14 a su padre. Sus cuatro hermanos vivían en Euskadi, por lo que se vino aquí. Empezó a trabajar en la empresa Patricio Echeverría de Legazpi, pero le gustaba tanto el ciclismo que dejó el trabajo por la bicicleta. “Empecé a correr con 18 años, en juveniles. En la tercera o cuarta carrera ya quedé entre los tres primeros. Andaba bien. Al principio compaginé el trabajo con el ciclismo, pero quería dedicarle más tiempo a la bicicleta para saber hasta dónde podía llegar. Le pedí al encargado que me pusiera a relevos, no quiso y se me cruzó el cable: dejé el trabajo. Fíjate qué inconsciente fui... Fueron años duros, pues vivía con una hermana y bastante tenía ella con sus problemas. Yo vivía de los premios que me daban por ganar carreras”.

    Como se verá más adelante, la mala suerte le impidió pasar a profesionales, pero pocos pueden presumir de un palmarés mejor que el suyo en aficionados: campeón de España en 1971, preseleccionado para las olimpiadas de Múnich 1972, mundialista en Montreal 1974, olímpico en Montreal 1976, campeón de España contra el crono en 1976... Además, participó en un Giro de Italia para aficionados y fue cuarto en la Vuelta a Suiza de 1976.

    Era un gran rodador. Un rara avis en el ciclismo vasco de aquella época. “Era muy potente. Me defendía en todos los terrenos. Los últimos años no me quedaba en ningún sitio. No llegaba el primero a la pancarta de montaña, pero sí entre los cinco primeros. Y tenía punta de velocidad. Pero lo que más me gustaba era los abanicos. Rodaba como una moto. Si llego a nacer más tarde...”.

    La gran victoria de su vida fue la segunda etapa de la Carrera de la Paz de 1975. “Participaban los mejores corredores del bloque comunista. En aquellos países no existía el deporte profesional, pero andaban tanto o más que los profesionales. Los mejores tenían 28-30 años y las olimpiadas y los mundiales de aficionados los ganaban siempre ellos”.

    La Carrera de la Paz de 1975 constó de 13 etapas y casi 2.000 kilómetros. Salió de Berlín y finalizó en Varsovia, pasando por Praga. La general la ganó el polaco Ryszard Szurkowski. “Se corría en mayo y allí todavía hace mucho frío en esa época de año. La carrera me llegó un poco pronto, pues yo empezaba a rendir en junio. En invierno tenía que trabajar, para salir adelante. En la primera etapa lo pasé mal, porque se andaba muy deprisa. En la segunda me sentí fenomenal y todo el rato anduve delante. Hubo un montón de ataques y, a falta de cinco kilómetros, ataqué. Rusos, checos, polacos... se marcaban entre ellos y llegué a meta. En alguna otra etapa quedé entre los cinco primeros y en la general quedé el decimocuarto o decimoquinto. Fui el mejor de la selección española”.

    Olimpiadas Moral también puede presumir de haber participado en unas olimpiadas. “Le estoy muy agradecido al seleccionador, Ramón Mendiburu, pues solo fuimos cuatro. Dos años antes, en aquel mismo circuito, corrí el mundial. Participar en unas olimpiadas es algo muy grande: el ambiente de la villa olímpica, la posibilidad de acceder a todas las competiciones... A mí me gustaban mucho el boxeo, el baloncesto y la halterofilia. También me gustaba ver qué comían los demás deportistas”.

    En el mundial se cayó, pero en las olimpiadas anduvo en la pomada. “Vi cómo se formó la escapada buena, la cabeza me decía que era el momento de darlo todo, pero me fallaron las piernas. A pesar de ello, llegué entre los 30 primeros”.

    En el mundial, en las olimpiadas, en el Girino... corrió con algunas leyendas del ciclismo. Por ejemplo, Peter Thaler y Sean Kelly. En la Vuelta a Irlanda, Moral quedó segundo, por delante de Kelly. Además, en el mundial de Montreal coincidió con su ídolo Eddy Merckx en el aeropuerto. Aquel mundial lo ganó el belga. Quién sino.

    Mala suerte Él también podía haber llegado a hacer carrera en el profesionalismo, pero tuvo mala suerte. “En 1976 firmé con el SuperSer, que tenía también equipo profesional. En él corrían Luis Ocaña y Agustín Tamames, pero en el Tour de 1976 surgieron algunos problemas y a finales de aquel año se deshizo el equipo profesional. 1976 fue mi mejor año y no me sirvió de nada. Hasta aquel año había corrido en el OLSA, una especie de filial del Teka, pero como el año anterior les había dejado, no me llamaron para pasar a profesionales. Tamames estuvo a punto de sacar un equipo, llegué a estar concentrado en Benicassim, pero no salió. Decidí dejar el ciclismo”.

    No tuvo ocasión de correr en profesionales, pero en aficionados consiguió algo que no logró ni el mismísimo Miguel Indurain (aunque lo intentó en 1984): ganar una etapa del Tour de Francia de los países del Este y poner en pie un estadio de un país del bloque comunista.

    Juan José Moral se defendía en todos los terrenos, tenía una buena punta de velocidad y le encantaban los abanicos

    En la Vuelta a Irlanda de 1976 ganó una etapa y quedó segundo en la general, por delante de Sean Kelly
     
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  19. ray

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    Yo no aportaré texto,ya que no dispongo de fuentes,pero esta foto la tomo prestada de otro hilo.
    Fijaros la expresión (ingenua ? ),la vestimenta (casi harapienta) de una calidad dudosa junto a los neumaticos en ocho y una musculatura ya esculpida en varias luchas.
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    Epica,sin duda.
     
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  20. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Estos dos son de la misma época, parecen más dos supervivientes salidos de un campo de concentración que ciclistas.

    La pena es que son fotos anónimas que dificultan realizar cualquier busqueda.

    En estas fotos se adivina, se siente la épica, el dolor, el sufrimiento, la necesidad y el amor por aquel ciclismo incipiente, lleno de sudor y barro, de soledad, mucha soledad en la ruta de finales de XIX principios de XX.
     
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    Última edición: 10 Abr 2019

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