Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. labeaga

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    Un bravo escocés reina en el Tour de Francia

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    Para hablar de las dos ruedas hay que mirar tiempos pasados del Tour de Francia, momentos en los que el ciclismo enamoró por su espectacularidad. 11 de julio de 1983. Etapa Pau – Bagnères de Luchon. Etapa con Robert Millar como figura destacada.

    Jornada de puro espectáculo con ataques y escapados buscando la victoria. Es el caso de este día en el que la etapa se sitúa en las faldas del Peyresourde de esta forma: Millar y Patrocinio Jiménez en cabeza de carrera y detrás un pequeño grupo con Simon, Fignon y Delgado, entre otros. Nos queda el ascenso y el rapidísimo descenso hasta Bagnères de Luchon.

    Por delante Millar y Jiménez caminan con paso firme mientras que atrás Fignon se descuelga. Simon y Delgado se marchan en solitario hasta que «Perico» ataca y se marcha en busca de los dos escapados. Queda poco para la cima y el descenso no ofrece muchas opciones por lo que el que corone tendrá media etapa en el bolsillo. Una vez más, el ciclismo demostró que tan importante es tener fuerzas como ser inteligente. Es el caso del escocés que muy cerca de la cima ataca al colombiano. Lo «saca de rueda» con el objetivo de quitarse un enemigo para la parte final de esta etapa pirenaica del Tour de Francia.

    Cima del Col de Peyresourde: 1º Millar, 2º Jiménez y 3º Delgado a 29″. El segoviano se lanza «a tumba abierta». Adelanta a Jiménez, pone la bicicleta a 72 km/h. y recorta 23 segundos a Millar en la meta. En un momento dado, Delgado adopta una posición espectacular, muy aerodinámica, inclinado sobre el manillar sorprendiendo a los comentaristas franceses. El país galo comienza a descubrir al español que al día siguiente era apodado “El Loco de los Pirineos”.

    Sin embargo, como decíamos antes, el descenso no ayudaba para recortar distancias y Millar aguanta el empuje de «Perico». Por seis segundos, el escocés se lleva una más que merecida etapa (6:23:27). Tercero llega Simon; Jiménez, cuarto y Fignon, séptimo a 4’23”.

    Simon era el nuevo líder en uno de los más bellos Tours que se recuerdan para el público español.

     
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  2. Javimeganero

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  3. ray

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    La vida da muchas vueltas.
     
  4. labeaga

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    La Plagne: una épica batalla entre Roche y Delgado
    España entera está sentada ante el televisor. La Plagne: una épica batalla entre Roche y Delgado. Es el verano de 1987 y un segoviano, Pedro Delgado, se ha enfundado 24 horas antes el maillot amarillo de líder del Tour de Francia. Sin embargo, su ventaja es pequeña, un puñado de segundos con respecto a Stephen Roche. «Perico» y todo un país esperan hoy en La Plagne el ataque definitivo, mientras el mundo entero disfruta de un carrera que sigue sin tener un dominador claro.

    Delgado es contundente y anuncia que seguirá atacando. Sin embargo, la empresa es harto difícil. Su adversario es uno de los mejores corredores de la década de los ochenta. Un ciclista que sabe sufrir, gran contrarrelojista y que en la montaña está mostrando su mejor versión. Tiene un buen equipo (Carrera) y aliados, algo básico en este deporte.

    Como comentábamos, Roche había perdido el liderato el día anterior en una jornada en L’Alpe d’Huez en la que Lucho Herrera y Delgado abrieron hueco en la ascensión final. En la cima, el segoviano consiguió 1’44» por lo que presupuso que al día siguiente en La Plagne podría ocurrir algo parecido. Necesitaba seguir aumentando la ventaja para afrontar la contrarreloj final de Dijon con opciones.

    La Plagne es una etapa dura con un constante subir y bajar y que los ciclistas afrontan con tres semanas de competición en las piernas. Roche, enfurecido por lo ocurrido en L’Alpe d’Huez ataca tras el descenso del primer puerto, el Galibier, y abre hueco. La diferencia supera los dos minutos. Delgado comienza la caza. Finalmente, el grupo de Roche (Fuerte, Sanders, Muñoz, Theunisse, Bernaudeau, Parra y el irlandés) es atrapado antes de la última subida. Tras el reagrupamiento, Fignon y un muy combativo Fuerte se escapan en busca de la victoria de etapa.

    Calma tensa

    17 kilómetros para la meta. Comienza la ascensión a La Plagne. Grupo de elegidos compacto. Nadie se mueve. El segoviano no aguanta más y ataca a 14 kilómetros del final. Su ataque es contundente y consigue distanciarse. Delgado conoce bien el puerto del año 1984 cuando ganó la etapa Fignon. El español espera un hundimiento de Roche. No es así. «Perico» se marcha pero «los elegidos» siguen subiendo a ritmo. La aventura es un «suicidio».

    Sin embargo, los aficionados españoles creen en el milagro. La ventaja «Delgado-grupo Roche» sube al minuto. A partir de ese momento, la televisión francesa se centra en «Moto 1» con Fignon y Fuerte y «Moto 2» con Delgado. Incomprensiblemente, perdemos la referencia del grupo de Roche.

    Los kilómetros pasan y la incertidumbre aumenta. La ventaja sigue en un minuto o quizá 50″ pero, realmente, nunca sabremos los tiempos exactos de aquella ascensión aunque si podemos presuponer que durante varios kilómetros Delgado mantuvo dicho margen de un minuto, aproximadamente. A pocos kilómetros del final, Fabio Parra salta del grupo, coge ventaja y alcanza a «Perico». Le sobrepasa. Algo no va bien, pero España no quiere verlo.

    Delgado ha saltado a 14 kilometros y, realmente, la ascensión ha sido como una cronoescalada. El segoviano, con las manos en la parte central del manillar y concentrado en el esfuerzo, sabe que en la parte final le están fallando las fuerzas.

    En meta, Fignon gana al esprint; Fuerte, segundo. Entra Parra, tercero y aparece Delgado, cabeceando. Llega exhausto, en cuarto lugar. Entra en meta a 57 segundos del parisino. Cronómetro en marcha. Cuatro segundos después aparece Roche. Nadie puede creerlo. ¿Cómo puede ser? ¡Si le sacaba un minuto!

    No obstante, no es tan raro lo que ha ocurrido. Delgado, desfondado, ha estado a punto de ser sobrepasado por algunos corredores que han acelerado el ritmo en la parte final como Roche, Roux o Loro. Roche ha entrado a cuatro segundos del segoviano, Roux a ocho y Loro a 17 segundos. La aceleración del irlandés ha sido magistral, pero no «milagrosa» como se ha dicho hasta la saciedad.



    Clasificación de la etapa:

    Fignon

    Fuerte m.t.

    Parra a 39″

    Delgado a 57″

    Roche a 1’01»

    Roux a 1’05»

    Loro a 1’14»

    Herrera a 1’44»

    Mottet a 1’57»

    Bernard a 3’03»



    El colapso

    ¿Ha finalizado la etapa? No, todavía no. Roche llega a cuatro segundos de Delgado (luego serán diez segundos más de ventaja al ser sancionado el irlandés por un avituallamiento no autorizado) y se desploma. Está sufriendo un colapso. Necesita oxígeno. La televisión gala no muestra la escena. Finalmente, el Tour enfoca el punto donde está el corredor del equipo Carrera. La imagen de Roche con una mascarilla recibiendo oxígeno da la vuelta al mundo. La altitud y el enorme esfuerzo le han hecho llegar al límite en una batalla épica. Los minutos pasan y Roche sigue recibiendo oxígeno tapado con una manta de aluminio.

    España aguanta la respiración. Ver a Roche cómo es trasladado en ambulancia alimenta las esperanzas de que al día siguiente no aguantará la subida al puerto de Joux Plane en una jornada con final en Morzine. Sin embargo, no es así. La cabeza es más fuerte que las piernas y Roche sabe que tiene medio Tour en el bolsillo. Un Roche «renacido» se marcha, al día siguiente, «a tumba abierta» en el descenso de Joux Plane y consigue 18″ de ventaja. Su desventaja con Delgado de 39″ en La Plagne queda reducida a 21″ en Morzine. El Tour es suyo.

    No obstante, Delgado mantiene la sonrisa. España ha vivido unos días de infarto. En la contrarreloj de Dijon, Roche no perdona y se lleva la «Grande Boucle» con 40″ de ventaja en la clasificación final. Ha sido un Tour de los de antes, con pasión, con emoción, con ataques inesperados y con reacciones sorprendentes. Una prueba que corona a Stephen Roche. Pedro Delgado ha aprendido la lección. En 1988 rematará la faena.
     
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  5. Jam1976

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    Da autentico miedo ver la postura de Perico bajando
     
  6. BILLYOVK

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  7. ray

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  8. labeaga

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    Memorable batalla la vivida en Villard-de-Lans
    Nos situamos en 1987. Un Tour de Francia «loco» busca rey. Bernard, Mottet, Roche, Delgado… Nadie tiene claro quién puede ganar la «Grande Boucle». El 19 de julio, «Jeff» Bernard realiza una majestuosa exhibición en el Mont Ventoux. Cronoescalada de auténtico campeón que parece situarle como el sucesor de los franceses Hinault y Fignon. Sin embargo, no todo estaba dicho. Mottet y Roche sabían de sus opciones (sobre todo el irlandés) y esperan la revancha en Villard-de-Lans.

    Estamos en el 20 de julio de 1987. Salida de etapa en Valréas y llegada a Villard-de-Lans. Se trata de una jornada de media montaña de 185 kilómetros de recorrido. Cielos nublados y temperaturas suaves.

    La carrera empieza loca. Varios ataques y primera ascensión: el col de Tourniol. Roche comienza los «hachazos» probando al líder. Bernard le responde. A 200 metros de la cima (kilómetro 100), Bernard, el líder, pincha y se desata una auténtica locura. El Système U de Mottet se lanza en tromba intentando dejar fuera de combate a Bernard. Cuando “Jeff” se está recuperando del susto llega el avituallamiento en donde los Système U y Roche rematan al francés. Rompen la carrera y generan dos grupos. Las diferencias durante muchos kilómetros se mantienen en un minuto. Para colmo de males, Bernard sufre una salida de cadena (kilómetro 115) que le complica aún más la situación. Dos locomotoras, una delante y otra detrás, marchan a un ritmo frenético.

    Los kilómetros pasan, Bernard se queda sin gregarios y las diferencias empiezan a aumentar. Un líder desfallecido ve que está perdiendo el Tour. Es en el último puerto donde arroja la toalla. Al comienzo de la côte de Chalimont, el grupo de cabeza aumenta su ventaja a 1’46» con respecto al galo. En pocos kilómetros solamente aguantan ocho corredores: Roche, Delgado, Mottet, Alcalá, Herrera, Lejarreta, Fuerte y Schepers. La dureza de la etapa es de las que marcan época. Una jornada de media montaña «loca» ha dejado en cabeza de carrera a solamente ocho hombres.

    A tres kilómetros de la cima de dicha côte de Chalimont ataca “Perico”. Roche se pega a la rueda del segoviano y Herrera se queda unos metros por detrás. El colombiano no conecta y Delgado y Roche abren hueco. El irlandés no da un relevo al segoviano que tira con fuerza buscando aumentar la diferencia sobre todo con respecto a Mottet. Mención aparte merece la inteligencia de Roche. Años después, el irlandés explicó que siempre intentó situarse paralelo a Delgado y nunca detrás de él para que el español interpretase que no estaba tan «tocado» como realmente se encontraba. Roche iba al límite e intentó que Delgado no se percatara durante aquellos últimos kilómetros de subida.

    El dúo corona con 25 segundos sobre Herrera, Lejarreta, Fuerte y Mottet. En los 16’5 kilómetros de descenso y llano hasta Villard-de-Lans, Roche empieza a colaborar con Delgado. En meta, el español ataca a 300 metros y gana con contundencia sobre un agotado Roche. El segoviano obtiene 3 segundos sobre el irlandés lo que demuestra lo fuerte que ha terminado el «PDM» y lo justo que ha finalizado el «Carrera». Tercera victoria de Delgado en la «Grande Boucle».

    Mientras tanto, Bernard está sufriendo un martirio. Recuerda el pinchazo, recuerda la salida de cadena, recuerda los ataques despiadados… En su llegada a meta, explicaría que todavía no ha perdido el Tour pero 4′ 16″ de retraso con respecto a Delgado y Roche en esta etapa es una diferencia que, a la postre, se antojó decisiva. Si Bernard se hubiese mantenido en el grupo de cabeza hasta la parte final , la “Grande Boucle” de 1987 habría sido suya.

    El final de la historia ya lo conocen muchos lectores. Delgado se vistió de amarillo al día siguiente en l’Alpe d’Huez, aunque no fue suficiente. Roche ganó el Tour con 40″ sobre el español y 2’13» sobre “Jeff”. El «Toshiba» sabe que desaprovechó la oportunidad de su vida. Los franceses todavía lamentan aquel Tour perdido.

    Clasificación de la etapa con final en Villard-de-Lans

    1. Delgado en 4h.53′ 34″
    2. Roche a 3″
    3. Lejarreta a 31″
    4. Fuerte m.t.
    5. Mottet m.t.
    6. Herrera a 1′ 06″
    7. Achermann a 2′ 08″
    8. De Rooy m.t.
    9. Gayant m.t.
    10. Fignon m.t.
     
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  9. labeaga

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    Campeonato del mundo de 1988, Fondriest gana, Criquielion llora

    Campeonato del Mundo de 1988. Estamos en los últimos metros con tres corredores destacados: Criquielion, Bauer y Fondriest. Los tres «afilan los cuchillos». Bauer acelera y Criquielion le «coge rueda» perfectamente. Bauer ha comenzado el esprint desde muy lejos. Se ha equivocado y el belga va a adelantarle. Sin embargo, el canadiense le cierra. Criquielion cae al suelo. Es Fondriest quien aprovecha lo que está ocurriendo y gana el Mundial. Bauer, sentado sobre la bicicleta y ya sin fuerzas, no puede reaccionar y entra segundo (posteriormente es descalificado). La imagen de Criquielion caminando con la bicicleta en la mano y entrando en meta (un minuto después aproximadamente) es de las que no se olvidan…

    274 kilómetros pedaleando y todo se decidió en los últimos 225 metros. Es una de las máximas del ciclismo. Saber esperar el momento oportuno. Un derroche de energías puede costarte caro. No obstante, Criquielion tuvo que ser el vencedor. Era el más fuerte y estaba a punto de adelantar a Bauer. No pudo ser. El belga se quedaba sin repetir la victoria que en 1984 consiguió en el Campeonato del Mundo de Barcelona.

    Bauer indicó que «codazos como el que propiné a Criquielion son normales en una llegada masiva, lo que ocurre es que no se ven de forma tan clara. Reconozco que le cerré el paso, pero fue involuntariamente». El ciclista canadiense agregó que «de no haber sucedido ese incidente hubiera ganado. Estaba fuerte y tras neutralizarlos a falta de unos 800 metros para la llegada, tanto Fondriest como Criquielion no confiaban demasiado en sus fuerzas y por eso seguían mi estela. Ha sido un Mundial de los más lentos y atípicos de cuantos he disputado y que quiero olvidar cuanto antes», dijo.

    Por su parte, Criquielion aseveró que «fue la mayor faena que me han hecho en mi carrera deportiva. Llevaba mucho tiempo preparándome y mentalizándome para esta prueba y todo se ha venido abajo por Bauer. Está claro que no fue un acto involuntario y que al ver que no tenía fuerzas para frenarme me empujó». El belga agregó: «Oportunidades como ésta de ganar un Mundial me quedan muy pocas, ya que este terreno lo conozco como la palma de mi mano puesto que vivo a 15 kilómetros. El recorrido se adaptaba a mis cualidades y, además, el desarrollo de la prueba me benefició. Lo ocurrido al final ha sido el mayor robo que he sufrido como profesional de la bicicleta».

    ¿Y qué dijo la prensa italiana? Los honores fueron, claro está, para Fondriest, flamente «arco iris».

    «La Gazzeta dello Sport»: «El Mundo es Fondriest».
    «Il Messaggero»: «Ha nacido una estrella: Fondriest, campeón del mundo de ciclismo».
    «Corriere della Sera» y «La Stampa» también mostraban su alegría por el triunfo del joven corredor italiano de 23 años de edad.
     
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  10. labeaga

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    Zoetemelk, sorprendente ganador del Mundial de 1985
    La ciudad italiana de Giavera del Montello acoge el Campeonato del Mundo de Ciclismo de 1985. Bernard Hinault, Greg Lemond y Moreno Argentin son los grandes favoritos. Un ataque inesperado hace saltar la sorpresa. Joop Zoetemelk consigue, con 38 años de edad, el triunfo. El «abuelo» holandés es todo felicidad. Lemond, el gran damnificado. Su conservadurismo le ha pasado factura privándole del maillot arco iris.

    Llevamos más de seis horas de competición y todo está por decidir. La selección natural ha ido menguando el grupo (retirada de Hinault incluida) pero, todavía, Lemond, Argentin, Madiot, Juan Fernández, Roche, Millar y Criquielion, entre otros, marchan juntos. Los pronósticos apuntan a un final al esprint ya que las fuerzas están muy justas. Hay intentonas de fuga, pero sin el empuje necesario. Atención a Holanda que tiene tres corredores en el grupo de cabeza (Zoetemelk, Van Der Velde y Veldscholten). Un ataque de uno de ellos puede ser definitivo. Zoetemelk sabe que no es el más rápido por lo que esperar a un posible esprint final no tiene ningún sentido.

    Quedan dos kilómetros para meta. El grupo lleva varios kilómetros acelerando y parando. En uno de estos parones, salta Zoetemelk. Le dejan coger unos metros. Grave error de Lemond que es el más rápido y decide guardar fuerzas confiando en que serán otros quien atrapen al holandés. Zoetemelk abre hueco. A un kilómetro de meta la distancia es importante. Si no le fallan las fuerzas, lo tiene en su mano. Efectivamente, Zoetemelk, todo un campeón, aguanta con maestría y levanta los brazos casi sin creérselo. Es el Campeón del Mundo del Ciclismo. Por detrás, a tres segundos, se cumplen los pronósticos y el norteamericano Lemond comanda el grupo. Como curiosidad destacar que Roche (séptimo en este Mundial) aprendió la lección del maestro Zoetemelk y, dos años después, consiguió la victoria atacando a sus rivales antes del esprint.

    Zoetemelk, nacido el 3 de diciembre de 1946 en La Haya completa con este triunfo un espectacular palmarés con victorias en el Tour de Francia, Vuelta a España, Campeonato de Holanda, París-Tours, Flecha Valona, Vuelta a Holanda, París-Niza, Semana Catalana o Tirreno Adriático. Más de 200 victorias durante su carrera ciclista que comenzó en el año 1970 y que, finalmente, terminó en 1987 enrolado en las filas del Superconfex-Yoko.
     
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  11. labeaga

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    La picardía de Anquetil burló a Bahamontes
    En la llegada a Épernay en 1963, el toledano fue protagonista. Luego pudo ganar el Tour, pero el francés inventó una avería para cambiar de bici en un descenso.



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    El Tour de Francia conmemoraba su 50ª aniversario en 1963
    y organizó una fiesta a la altura de la efeméride en la plaza del Ayuntamiento de París, que congregó a antiguos ganadores de la carrera, algunos tan veteranos como Thys, Frantz, Lambot y Buysse. De allí se desplazaron a Nogent sur Marne, donde la carrera arrancó camino de Épernay, que hoy acogerá por segunda vez una meta de la Grande Boucle. Aquel día ganó el belga Eddy Pauwels, pero el gran protagonista fue Federico Martín Bahamontes, que a sus 35 años seguía con ganas de batalla. Y vaya que si la dio...

    Antes de que Fede entrara en acción hubo otros dos protagonistas sobre el recorrido de 152 kilómetros. Jacques Anquetil, ganador en las dos anteriores ediciones, sufrió una caída en los primeros lances. Y Rik van Looy, otro grande de la época, lanzó un ataque lejano que el equipo del propio Anquetil, ya repuesto, no permitió.



    En el kilómetro 117, Bahamontes sorprendió con una ofensiva en el llano, formó un cuarteto con Ramsbottom, Sorgeloos y Pauwels, y se plantó en la meta con un beneficio de 1:28 sobre los favoritos. El toledano anunciaba así sus intenciones, que se confirmaron con los días y le condujeron al segundo peldaño del podio, a 3:35 de Anquetil. La tercera plaza fue para Pérez Francés.

    Bahamontes pudo ganar incluso aquel Tour, que seguramente se decidió por una artimaña del Saint Raphael en los Alpes. Fede había ganado la etapa de Grenoble, se puso líder al día siguiente en Val d’Isere y llegó a la jornada de Chamonix con ganas de rematar. El recorrido incluía el Forclaz, una subida gravosa con pendientes del 18%. Anquetil quería una bici ligera para resistir los embates del español, pero el reglamento le impedía cambiar de máquina para el descenso, salvo que sufriera una avería… Y la sufrió. "******, ha roto su desviador", gritó Raphael Geminiani delante del comisario para justificar el cambio. Al volante del equipo Margnat-Paloma, Raoul Rémy golpeaba el volante furioso porque sabía que se la habían colado. Anquetil cazó a Bahamontes en la bajada… Y aún le quedaba la crono de Besançon para sentenciar.
     
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  12. labeaga

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    Tour de 1968, una moto dejó fuera de combate a Raymond Poulidor
    Pingeon ganó la etapa de Albi en el Día de Francia. Se marchó en el kilómetro 59 y llegó a tener 12:50' de ventaja.

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    Roger Pingeon arrancó el Tour de 1968 con el dorsal 1, como le correspondía por su condición de ganador de la edición anterior, aquella en la que batió a Julio Jiménez. El francés no llegó en forma en esta ocasión, pero sabía que su etiqueta de campeón le obligaba al menos a intentarlo, así que marcó una fecha en su calendario: el 14 de julio, Día Nacional de Francia, en una maratoniana 15ª etapa de 250 kilómetros entre Font Romeu y Albi.

    Pingeon se marchó en el kilómetro 59, en La Chapelle, una cota de cuarta. Nadie salió a su caza y comenzó a acumular una nutrida ventaja hasta alcanzar los 12:50 minutos en el km 175. Podía soñar con la remontada y con el maillot amarillo, porque nadie reaccionaba atrás.



    Entonces ocurrió un suceso que cambió el futuro de la etapa y del Tour. Una moto de prensa rectificó su dirección para esquivar a unos espectadores, chocó contra el español Aurelio González, que iba octavo de la general, y este a su vez tocó la rueda de Raymond Poulidor, que sufrió una terrible caída con heridas en la cara, los codos, las rodillas... Al verle rodar por el suelo, el equipo de Janssen y Francia B aceleraron el ritmo. Pou-Pou, escoltado por Bernard Guyot, frenó las pérdidas en 1:05, pero cruzó la meta de Albi muy dolorido y bastante desmoralizado: "No entiendo que alguien pueda atacar a un herido". En la siguiente jornada perdió 9 minutos, por lo que decidió no tomar la salida dos días después de su accidente. Era su primer abandono en siete participaciones.

    Aquella caída y aquel acelerón redujeron considerablemente la ventaja de Pingeon, que llegó con 3:18 minutos y se colocó cuarto de la general, aunque por momentos soñó con cotas mayores. El francés también conquistó otra etapa en Grenoble, aquel 17 de julio que vistió de amarillo a Gregorio San Miguel. Sin embargo, este no iba a ser el Tour de Pingeon ni del español, sino del holandés Jan Janssen, que se puso líder el último día en París: el día definitivo.


     
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    El día que Pino sentenció la Vuelta a España
    9 de mayo de 1986. 17ª etapa de la Vuelta Ciclista a España. 172 kilómetros con llegada a Sierra Nevada. Son más de treinta kilómetros de ascensión en la que puede pasar de todo. Pino y Millar buscan su primera gran ronda por etapas.

    Como es habitual en los últimos años, la Vuelta Ciclista a España es una carrera un tanto «loca». En 1984, Caritoux ganó por seis segundos ante el malogrado Alberto Fernández. En 1985, la etapa de la sierra de Madrid y Segovia da un vuelco a la general y Delgado vence a Millar por algo más de treinta segundos. Y llegamos a 1986…

    Millar ha conseguido, en los primeros días de carrera el liderato merced a su victoria en la ascensión a Los Lagos de Covadonga aunque, posteriormente, Pino conseguiría dicho maillot amarillo en Valladolid.

    Y, como apuntábamos, hoy es el día clave. Sierra Nevada dictará sentencia. La Vuelta sigue estando abierta con varios corredores con opciones y el escocés tiene que atacar porque en la última jornada tenemos una contrarreloj en Jerez de la Frontera en la que, en principio, es inferior a Pino.

    33 segundos es la ventaja del gallego al comienzo de la etapa. Durante la primera parte de la jornada se fragua una escapada de varios corredores que, a la postre, se jugarían la victoria de etapa con éxito para Felipe Yáñez. Por detrás, los elegidos llegan agrupados a las faldas de Sierra Nevada. Es comprensible. No hay excesiva dureza para romper el grupo de los mejores y Pino tiene un buen equipo (Zor-BH). Millar decide esperar.

    Comienza la ascensión y es, como comentábamos, muy tendida. El escocés ve claro que no le queda ninguna opción salvo la de atacar de lejos. Busca un hundimiento de Pino. El gallego le deja ir. Millar comienza a aumentar su ventaja hasta alcanzar los 45″. La incertidumbre se apodera de la afición española ya que es «líder virtual» de la Vuelta con 12″ de ventaja.

    Sin embargo, es una falsa alarma. El gallego comienza la remontada y, poco a poco, recorta las diferencias hasta dar captura al escocés a cuatro kilómetros de la llegada. El ciclista de larga cabellera y pendiente, desesperado, ve que, un año más, se le escapa la Vuelta. Los últimos kilómetros de ascensión los realizan juntos, como un matrimonio bien avenido. Se saben ganador y subcampeón de la Vuelta. Sobre todo por el hundimiento de otros corredores en este día que despejan el camino a ambos. Los 1.700 metros de desnivel hacen mella en Fignon, Cabestany, Kelly, Dietzen, Lejarreta o Delgado. En la línea de meta Pino asegura: «No se sabe todavía quién podrá ganar. En cambio, si se conoce quiénes ya no tienen posibilidades de vencer».

    La última etapa de Jerez de la Frontera sobre 22 kilómetros de recorrido solamente sirve para que Pino ratifique su victoria en una apasionante Vuelta Ciclista a España
     
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  14. labeaga

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    Delgado rozó la victoria en Lieja en 1989

    Hubo un tiempo en que los ciclistas españoles “huían” de las clásicas. Me refiero a las grandes clásicas del norte de Europa. Afortunadamente, el paso de los años ha demostrado que pueden competir de tú a tú e incluso ganar en competiciones como la Flecha Valona o la Lieja-Bastogne-Lieja. En 1989, España dio prueba de ello con nuestros dos mejores hombres. Pedro Delgado terminó en cuarta posición y Miguel Induráin, décimo. El segoviano afrontaba el que sería el mejor año de su carrera deportiva, a pesar de no ganar el Tour de Francia. Por su parte, el navarro ya apuntaba maneras. Dos años después empezaría su reinado en el ciclismo mundial.

    Aunque parezca mentira, no existen vídeos de aquella Lieja-Bastogne-Lieja del 16 de abril de 1989. Yo, por lo menos, no los he conseguido. La página web de la Lieja-Bastogne-Lieja repasa los ganadores de la carrera pero “olvida” rememorar en profundidad lo que ha sido esta prueba en su dilatada trayectoria.

    ¿Por qué Delgado estuvo a punto de ganar?

    Todo empieza tres años antes. “Perico” fichó por el PDM holandés y comenzó a conocer una serie de carreras que, anteriormente, las veía muy lejanas. El propio Delgado lo rememora así: “Hubo dos carreras que se me quedaron grabadas y con ganas de conseguir la victoria algún día. Me refiero a la Flecha Valona y, especialmente, a la Lieja-Bastogne-Lieja”.

    En esta edición de 1989, el ciclista español estuvo muy incisivo. A pesar de no tener imágenes de televisión de la prueba, podemos imaginar a un “Perico” como el corredor combativo que disfrutamos en la «Grande Boucle» de 1989. En Lieja, en el descenso del mur de Chambrallers atacó. Junto a él se marcharon Philipot, Anderson y el siempre peligroso Kelly. Hacen hueco con respecto a un segundo grupo donde permanece atento Miguel Induráin.

    A 29 kilómetros de meta, el segoviano realiza un segundo ataque. ¿Pudo ser definitivo? Delgado lo recuerda de este modo: “Me faltó desarrollo para mantener a distancia a Kelly, Anderson y Philipot, ya que los últimos 15 kilómetros eran llanos. Me quedé con las ganas. Con un final como el de ahora, hubiese sido otra cosa. Nunca he tenido la sensación tan clara de que esta carrera tenía que haber sido mía”.

    En el esprint, no hay sorpresas. Kelly impone su ley y Delgado cierra el grupo de elegidos terminando en cuarta posición. El irlandés consigue la victoria tras 268 kilómetros de recorrido.
     
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  15. labeaga

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    Aquel duelo entre Anquetil y Bahamontes
    El Tour de 1963 estaba pensado para el francés, pero el toledano se empeñó en lo contrario


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    Bahamontes y Anquetil en el Col de la Forclaz.
    El Tour de 1963 era el del Cincuentenario y estaba trazado para Anquetil: 69 kilómetros de contrarreloj individual y 21,5 por equipos; seis etapas de alta montaña, pero ninguna llegada en alto, ni cronoescalada.

    Anquetil era el fenómeno de la época. Llevaba ganados tres Tours, había batido el récord de la hora, tenía un Giro, una Vuelta y decenas de victorias más. Intratable contrarreloj (Monsieur Crono, le llamaban), pasaba muy bien la alta montaña, podía ganar el sprint en pequeños grupos de escapados, era inteligente y práctico, tenía buen equipo, el Saint Raphäel, con un gran director, Raphael Geminiani. Y la organización de su lado.

    Así que todo estaba pensado para que el 14 de julio, Fiesta Nacional de Francia, se coronara en París como ganador del Tour del Cincuentenario. Sería el primero en ganar cuatro veces la gran ronda.

    Pero Bahamontes se empeñó en lo contrario. Enrolado en un equipo francés, el Margnat Paloma, estaba en la frontera de los 35 años. Había ganado el Tour de 1959, pero ya sólo se pensaba en él como implacable escalador. Demasiado irregular, demasiadas decisiones raras. Así se le veía.
    El recorrido arranca de París, entra en Bélgica, luego recorre el Norte, baja por la costa atlántica hasta los Pirineos, de ahí a los Alpes y subida hasta París. Se suponía que tras ocho etapas llanas Bahamontes ya estaría descartado al llegar la montaña.

    Pero llegó a los Pirineos a sólo 1m 19s de Anquetil, y por la contrarreloj. Ya avisó en la primera etapa, al escaparse con otros tres, lo que le permitió empezar el Tour como cuarto. Luego pasó bien el pavés belga, atento, arriba, sin sus legendarios despistes. Se defendió en la contrarreloj. No bajaría del duodécimo puesto, al que le relegó una “escapada-bidón” que metió a Desmets como líder durante muchas etapas.

    Al llegar a los Pirineos, Anquetil estaba preocupado. Bahamontes solo había perdido 1m 19s

    Al llegar a los Pirineos, Anquetil está preocupado: “Si no hemos podido retrasar a Bahamontes en el llano, ¿cómo vamos a hacerlo en su terreno?”. Lo habitual había sido verle llegar a la montaña con media hora perdida, y luego avanzar hacia la cabeza a grandes saltos. Nos emocionaba eso.
    Pero la carta de los descensos le mató. En España se siguieron las etapas por televisión y nos comíamos los puños. Escapado toda la etapa, sólo o en compañía de otros, pasaba primero los puertos, pero en los descensos le alcanzaban. Ya el primer día, en una maniobra final, Anquetil le ganó 10 segundos en la meta, más el minuto de bonificación. Más desesperante es el siguiente día, cuando en el último descenso, bajo una granizada, se deja rebasar por sus primeros perseguidores (escapados sin peso en la general, a los que él capturó y rebasó), no les sigue, y acaba entrando en el paquete de Anquetil. El tercer día, media etapa en cabeza, pasa solo el Portet d’Aspet, pero quedan 100 kilómetros. Por supuesto, es alcanzado.

    En el tránsito a los Alpes, Anquetil aún le gana 30s, bonificando en una etapa que gana Van Looy, él es segundo y el toledano tercero. Total que había entrado en los Pirineos a 1m 19s de Anquetil y llegaba a los Alpes a 2m 49s. Y al salir de estos quedará la contrarreloj grande. De eso se habla el 6 de julio, el día de descanso. El toledano debería salir de los Alpes con al menos cuatro minutos de ventaja sobre el francés, como colchón. ¿Es posible? Nadie lo cree.

    Pero… entre Sain Etienne y Grenoble, pasando el Grand Bous y el Porte, nueva cabalgada, esta vez baja como un loco, gana en Grenoble y se coloca segundo, con 3s de ventaja sobre Anquetil. Delante sigue Desmet, que aún administra su última ventaja de la ya lejana escapada-bidón. Hasta ahí. El día siguiente, entre Grenoble y Val d’Isere, con la Croix de Fer y el Iseran, gana Manzaneque. Bahamontes entra con Anquetil (de nuevo el descenso…) y coge el maillot amarillo. Es 9 de julio, día de su 35 cumpleaños. Tiene a Anquetil pegado, a 3s, pero la noticia de su maillot es sensacional. Insistiendo los ha ido derrumbando a todos menos a Anquetil. ¿Podrá ser el día siguiente? Lo del día siguiente es Val d’Isere-Chamonix, 227,5 kilómetros, con el Pequeño San Bernardo, el Gran San Bernardo, La Forclaz y el Montet. Los dos de en medio son tremendos, sobre todo el segundo, con sus rampas de grava suelta, desmenuzada por las nevadas.

    En toda la prueba no hubo ni una llegada en alto ni una cronoescalada

    De esa etapa se hablará durante años.
    Bahamontes sale a por una escapada larga. Se comentó que fue un error, que debió guardar el estoque para La Forclaz. Bajando el Gran San Bernardo pierde la ventaja, su esfuerzo es baldío. Llega a la base del puerto con Anquetil y algunos más, que pronto se quedarán.
    Geminiani, que no daba puntada sin hilo, ha preparado una superchería. No se podía cambiar de bici sin avería. Llegando a la base de La Forclaz, acerca su coche a Anquetil. El mecánico se cuelga de la ventanilla, hace como que inspecciona el cambio y con unas tenacillas, ¡clic!, corta el cable.

    —“******, avería. ¡Hay que cambiar la bici!”.
    Y le dan otra más ligera, preparada al efecto, con 46-26 de desarrollo.

    La subida es infernal. Bahamontes le da con todo, pero Anquetil resiste. Un par de veces incluso se intenta demarrar. La lucha es titánica. Sobre la cinta descarnada se ven una y otra vez los arreones bruscos del toledano, la recuperación terca de Anquetil, metro a metro. Una, dos, tres, diez, veinte veces… Bahamontes corona con sólo 12 segundos sobre Anquetil al que arriba, una vez reparada “la avería”, le dan la primera bici, más pesada, mejor para la bajada y el sprint. Llegan juntos, Bahamontes lanza el sprint, pero en la última curva Anquetil toma el rebufo oportuno de una moto y se lleva la etapa.

    Ha sido un etapón. Dos héroes. Raoul Rémy, el director de equipo del Margnat Paloma, presenta una reclamación por la granujada de Geminiani, pero se la tiran a la papelera.
    Anquetil ya tiene el Tour en el bolsillo. Ganará la contrarreloj, en la que Bahamontes será tercero. Acaba el Tour segundo. Pérez Francés será tercero. Las ovaciones a Bahamontes en el Parque de los Príncipes igualan a las del francés. Su lucha salvó un Tour que sin él no hubiera tenido argumento.

    Y en España nos quejamos: ninguna llegada en alto, ni cronoescalada…
     
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  16. labeaga

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    El ciclista que ganó la primera Vuelta hizo el motor que llevó al hombre a la Luna
    Gustaaf Deloor, el belga que se alzó con la victoria en las dos primeras ediciones de la Vuelta a España, tuvo una vida llena de retos aún mayores que la gesta ciclista: tras ser capturado por los nazis y salir de un campo de concentración, trabajó como mecánico en la fabricación de los motores que llevaron al Apolo 11 hasta la Luna.

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    Gustaaf Deloor, en un posado de la época

    El 21 de julio de 1969, Neil Armstrong se convirtió en el primer humano en pisar la Luna y, por complicado que parezca, aquel histórico logro está relacionado con otra hazaña, con una del mundo del deporte. Concretamente, con una gesta ciclista. Y no, no es que Neil fuera un antepasado de Lance, el ganador de 7 Tours de Francia que más tarde perdería todos sus éxitos por haberlos alcanzado a través del dopaje. La relación entre la llegada del hombre a la Luna y la bicicleta, de hecho, tiene que ver con la Vuelta a España, no con la ronda gala.

    Gustaaf Deloor fue un ciclista belga nacido en 1913 que pasó al Olimpo de las dos ruedas por ser dos veces ganador de la Vuelta a España. Pero no de dos ediciones cualesquiera: el flamenco pasó a la historia en 1935 al alzarse con la victoria en la primera Vuelta a España (y luego repetir primer puesto en la segunda prueba, celebrada en 1936). Por aquel entonces, Deloor tenía solo 21 años, y la vida le depararía retos todavía mayores. Uno de ellos no fue otro que el de participar en ese primer exitoso viaje del hombre hasta el satélite lunar.

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    Hoja promocional de la primera edición de la Vuelta a España (1935)

    “Se tuvo que retirar forzosamente del ciclismo porque empieza la Segunda Guerra Mundial y él entra en combate con el ejército belga”, cuenta a HojadeRouter.com el periodista español Juanfran de la Cruz, que acaba de publicar la historia de Deloor (Gustaaf Deloor, de la Vuelta a la Luna, Libros de Ruta). “Es hecho prisionero por los nazis muy pronto y fue enviado a un campo de concentración”.

    Fue en mayo de 1940. Deloor estaba en el fuerte Eben-Emael, cerca de Maastricht, que fue capturado por los alemanes durante su campaña de invasión de los Países Bajos y Francia. Tras ser tomado como prisionero, Deloor es enviado al Stalag II-B (en la actual Polonia), “uno de los campos de concentración de prisioneros de guerra más sanguinarios de la Alemania nazi”, en palabras de De la Cruz.

    Sin embargo, Deloor tuvo suerte, relativamente: su carrera como ciclista profesional y sus victorias en la Vuelta a España (además de una etapa en el Tour de Francia) le valdrían para lograr algún privilegio dentro del campo de concentración al ser reconocido por un oficial nazi. Sin ir más lejos, el alemán le asignó al campeón ciclista labores en la cocina, algo mucho más llevadero que los trabajos forzados que se se llevaban a cabo en las 10 hectáreas del Stalag II-B.

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    Deloor, llegando primero a meta a Cáceres en la Vuelta a España de 1936

    Además, pudo aprovechar su condición de flamenco: Hitler, por medio de la política con la que pretendía beneficiarse de la división entre los territorios de Flandes y Valonia (Flamenpolitik) puso en libertad a los prisioneros de guerra que aprobaran una prueba lingüística con la que acreditar su origen. Y Deloor volvió a casa. “Por la guerra, encuentra todo destruido y sus propiedades asaltadas”, narra De la Cruz. Durante unos años, el ya exciclista intenta poner en marcha un negocio de neumáticos pero, finalmente, termina emigrando a Estados Unidos. La Luna ya estaba más cerca.

    Mecánico hecho a sí mismo

    “Él tenía destrezas de mecánico y fue buscando trabajo en talleres al instalarse en la Gran Manzana”, desmenuza De la Cruz. Sin embargo, los conocimientos adquiridos de forma autodidacta por Deloor eran insuficientes para vivir de ellos en Estados Unidos: sus nociones de inglés eran demasiado básicas y durante más de un año encadenó distintos puestos de trabajo, sin continuidad. “Fue la época más dura de mi vida. Trabajé en todos los talleres de la ciudad, pero no más de quince días en cada uno…”, explicaba el propio Deloor en una entrevista concedida en 1994 a la revista española Ciclismo a Fondo.

    Finalmente, Deloor se haría con un coche para mudarse, a través de la mítica Ruta 66, a California. Fue allí donde, a través de unos conocidos belgas, el exciclista, exsoldado, exprisionero de guerra y por entonces mecánico emigrante, entró a trabajar en la Marquardt Corporation. Fundada en los años 40 y declarada en bancarrota en la década de los 90, la compañía estaba especializada en el desarrollo de motores y sistemas de propulsión. Entre sus clientes se encontraban las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos y la North American Aviation, la compañía que habría de fabricar los módulos del programa Apolo.

    “Deloor terminó dentro del servicio Rockets”, explica De la Cruz. Esa era la división de la Marquardt Corporation que desarrollaría para el Apolo 11 el R-4D, el motor de propulsión instalado en el módulo de servicio y en el módulo lunar utilizados para llevar al equipo de Armstrong hasta la superficie lunar.

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    El R-4D, el motor de propulsión en el que trabajó Deloor para el programa Apolo

    “¿Buen mecánico? No, Gustaaf era el mejor. Y lo hizo paso a paso, desde la nada”, explica en el libro Roza Maria Buys, la segunda mujer del exciclista. Durante el programa Apolo, “él tenía que viajar para hacer pruebas técnicas en las instalaciones de la compañía y en instalaciones militares en el desierto de Nevada y en Cabo Cañaveral”, expone De la Cruz.

    De aquellos motores de propulsión en cuya fabricación participara Deloor como mecánico se crearon hasta 800 unidades solo durante el programa Apolo. Todo, para instalar 16 de ellas en los módulos de servicio y lunar utilizados finalmente para llegar a la Luna. Aquel fue un pequeño paso para el hombre protagonizado por Armstrong, pero dado gracias al apoyo de miles de personas anónimas que, como Deloor, trabajaron para alcanzar el sueño.

    Curiosamente, en aquel verano de 1969, Deloor presenció el histórico momento de la llegada del hombre a la Luna desde su Bélgica natal, visitando a su hermano Alfons (también exciclista): era su primer viaje a Europa tras emigrar a Estados Unidos. “Gustaaf estaba emocionado”, rememora ahora Roza.

    Tras más de 20 años en la empresa, Deloor se jubilaría para volver a instalarse en Bélgica, donde permanecería hasta su muerte en 2002. Ganador de las dos primeras Vueltas a España, 6 etapas de la competición y una de la archiconocida ronda gala, Gustaaf también cuenta en su palmarés con una victoria sin igual: trabajar en la llegada del hombre a la Luna.
     
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  17. ray

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    No solo de ciclismo se sobrevive....:rolleyes:
     
  18. jotabr

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    Ya se echaba de menos tus historias, saludos
     
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  19. labeaga

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    Aprovecho lo ocurrido en la etapa de ayer para recordar otros casos.
    Un saludo


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    Barguil, el rebelde francés

    La historia del ciclismo está plagada de casos como el del bretón, expulsado de la Vuelta por desobedecer a su director

    Escena en un ascensor de hotel durante el Tour de 1986, el que ganó Greg Lemond, el que no fue el sexto de Bernard Hinault. Entran tres ciclistas del equipo La Vie Claire: Hinault, Lemond y Jean François Bernard. De cara a la opinión pública, Hinault había prometido trabajar en favor de Lemond. Así le pagaba su sacrificio en la anterior edición de la ronda gala. La realidad era otra. El francés no dejaba de hostigar al estadounidense. Y en aquel metro cuadrado de ascensor estaba con ellos Bernard, que así contó lo que vio y escuchó: "Hinault no dejaba de mirar fíjamente a Lemond. ‘Te voy a matar. Te voy a matar’, le repetía”. Hinault es francés y, sobre todo, es bretón. Confirma la teoría del determinismo geográfico: los bretones tiene un carácter tenaz, son testarudos, rebeldes. Insumisos.

    Warren Barguil, el ciclista actual preferido de Hinault, es bretón. Ganador de dos etapas, incluida la del Izoard, y rey de la montaña en el pasado Tour, el viernes no obedeció a su director en el equipo Sunweb, que le ordenó esperar al holandés Wilco Keldermann, víctima de un pinchazo a 20 kilómetros de la meta en Cuenca.

    Por la noche, el Sunweb decidió expulsar a Barguil de la Vuelta pese a que pidió disculpas. Por insurrecto. “Lo acepto, pero no lo entiendo”, declaró el corredor. “Me sentía bien, con ganas, con piernas. Todo esto es muy decepcionante. Estoy destrozado”, declaró. Barguil no tomó la salida en Hellín. Ocupaba el puesto 13 en la general. Antes del pinchazo, Kelderman era el decimoprimero. Tras ceder 17 segundos en Cuenca pasó a la plaza 14. En la tajante decisión del Sunweb hay un dato de peso: Barguil se va del equipo; en 2018 correrá en el Fortuneo, escuadra a su medida, francesa y bretona.

    La historia del ciclismo está llena de casos así: de ciclistas que se saltan las directrices y de directores que impiden, con sus decisiones, el lucimiento de algún corredor. No hay que ir muy lejos. El jueves, en la etapa de Sagunto, Luis León Sánchez iba en la fuga con Enric Mas, Poljanski y Marczynski, el que al final ganó. ‘Luisle’, certero cazador de victorias, afilaba el colmillo para batir a sus acompañantes. En eso, recibió una orden de su director en el Astana. Tenía que frenar y esperar al pelotón, en el que venía desprotegido el líder de la formación kazaja, Fabio Aru. El corredor murciano se tragó su rabia y se dejó atrapar. Eso sí, en la meta echaba humo. Así es su trabajo: le pagan para obedecer; no para ganar.

    Barguil, en cambio, no hizo caso. Ya había esperado a Keldermann en la tercera etapa, la de Andorra. Ya basta, se dijo. Cuando en el pasado Tour le preguntaron por qué atacaba tanto, respondió: “Soy bretón”. Producto de su tierra, la de Hinault. El ciclismo moderno se ha convertido en una ciencia casi exacta. Equipos como el Sky maniatan las carreras. La tecnología aporta novedades y datos a los ciclistas, pero, al tiempo, les corta las alas. La inspiración está casi prohibida. Quedan pocos con el instinto, por ejemplo de Contador. O de Landa, otra víctima habitual de directores a los que les gusta sostener bien prieta la correa de su jauría de dorsales. Barguil, como el alavés, no es un ‘doméstico’, término que designa al gregario. Muerde el bozal. No lo puede evitar. Es su carácter. Vecino de Hinault. Testarudos.

    A Barguil le traiciona su voz, de flauta. Parece delicado. Engaña. En su primera Vuelta, la de 2013, tenía 21 años. Un crío. La víspera de la primera jornada de descanso sufrió una tremenda caída. Apenas se sostenía en pie. En su equipo le recomendaron irse a casa. Ni se lo planteó. Ordenarle algo a un bretón es obligarle a hacer lo contrario. Eso hizo: siguió pese al dolor y ganó dos etapas.

    Ahora, tras convertirse en el nuevo Virenque durante el pasado Tour, venía a por otra victoria en la Vuelta, una carrera que se había empeñado en correr. En el Tour, cuando batió a Contador y Landa en la meta de Foix, declaró que aquel triunfo le “liberó”. Era lo que quería ser: un ciclista con pegada, agresivo. Flotaba con el maillot de puntos de líder de la montaña y ganó en el Izoard por delante de Froome. Entró en la leyenda del Tour. “Para ganar un día el Tour, necesistaría mucha suerte”, dijo. Más que a eso, aspira a ser un ciclista espectacular. Cuando el viernes le dijeron que esperara a Kelderman, le pudo el gen bretón y desoyó la orden. De todo este lío queda una evidencia: la Vuelta pierde sin Barguil.
     
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  20. wito25

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