Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. Eryoshua

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    ¿¡NO!?
    Gracias.
     
  2. ispansi

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    Que pasada de relatos, me uno a ellos y esperando ya el próximo.
     
  3. labeaga

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    Lieja 1980: El orgullo de Hinault

    [​IMG]A Bernard Hinault no le acababan de convencer las clásicas belgas. Mucho frío, mal tiempo, cotas cortas pero duras, cuando no empedradas. A eso hay que añadirle corredores cuya temporada se justificaba por sí sola en esas carreras primaverales, en las que ponían todo su interés, mientras que los objetivos de Hinault estaban meses después, en las soleadas tardes de julio francesas. Pese a todo eso, en 1980 el bretón ya tenía en su palmarés la Lieja, la Gante-Wevelgem y la Flecha Valona. Pero en esa temporada, tras 2 años seguidos venciendo en el Tour, su objetivo volvía a ser la "grande boucle". Además, probaba en el Giro, donde quería vencer en su primera participación. Por último, el mundial era en Sallanches (Francia), con lo que Hinault tenía motivos más que justificados para ir a por él. Como se ve, una temporada suficientemente cargada como para no forzar en primavera. Pero los resultados previos a la "Decana" impidieron contemporizar al lider de la Renault. Un 5º puesto en la Amstel, un 4º en Roubaix y un 3º en la Flecha (en aquellos años se disputaban en ese orden) llevaron a Hinault a asegurar: "Estoy seguro de que no seré 2º en la Lieja". El desafío estaba echado.

    [​IMG]Lo cierto es que el día amaneció muy feo, con nubarrones por encima de Lieja. Todo lo contrario que 3 días antes, cuando Saronni había ganado la Flecha bien cerquita de aquí. A los 5 kms comienza a nevar. 5 kms después, en Sprimont, la tormenta está ya desatada. A partir de ese momento, el día va a ser una sucesión de nieve y frío, y los ciclistas van a luchar únicamente por sobrevivir. De hecho, en las 2 primeras horas abandonan 110 de los 174 corredores que toman la salida.

    [​IMG]Entre todos esos abandonos, está a punto de producirse el de Hinault. Preocupado por no coger un resfriado o algo peor, el bretón piensa en el abandono. El Giro empieza en unos días y no quiere hacer peligrar su participación. Guimard, su director, le convence para que no lo haga. "Por lo menos aguanta hasta el avituallamiento", le dice. Un avituallamiento que estaba en Bastogne. "Uf, muy lejos", piensa Hinault. Pero de repente, en el grupo de corredores que están penando por sobrevivir en la carrera, descubre un anorak conocido. Mira bien. Es su compañero de equipo, Maurice Le Guilloux. Algo cambia en la mente de Hinault: "Un capitán debe ser el último en abandonar de su equipo". La decisión está tomada. No sabe en qué grupo y a cuanto de la cabeza, pero el tejón llegará a Lieja.

    [​IMG]Por delante, los únicos que se han atrevido a escaparse son los belgas Pevenage y Peeters. Llevan ventaja sobre el grupo cuando se inicia la cota de Stockeu. Allí, Hinault, que ha recuperado su orgullo y su fuerza, ataca. Solo Lubberding y Contini pueden seguirle. Pero en días como el de hoy, no basta con tener voluntad. Hay que ser héroes para aguantar a la rueda de Hinault. Finalmente el capitán del Renault alcanza a la cabeza de carrera en la cota de Haute Levee. Poco tarda en soltarles a todos.

    Así pues, el bretón se queda solo a 80 kms de meta. Es mucha distancia, las condiciones climáticas son totalmente adversas, pero las gestas se fabrican en días como éste. Hinault acelera. A partir de aquí, la lucha ya no es contra el resto de supervivientes de la jornada. La batalla es contra el mal tiempo, contra el dolor, tanto físico como mental. Al primero nunca le tuvo miedo, y sobradas oportunidades tuvo durante su carrera de demostrarlo. El segundo es más complicado de dominar. Solo, aterido por el frío, por su cabeza pasa constantemente la pregunta del por qué de esta cabalgada en solitario, la conveniencia de parar, al menos de aminorar el ritmo. En esos momentos, Hinault se dice a sí mismo continuamente: "Los corredores que van tras de mí deben estar en las mismas condiciones que yo, y si ellos pueden soportarlo, yo también".

    [​IMG]Por fin, Hinault enfila el Boulevard de la Sauviniere, meta en aquellos tiempos de la Lieja. Hasta luce un tímido sol, como un guiño macabro tras el infierno que ha dejado atrás. Entra como ganador. Pero sin hacer gestos de alegría, sin celebrarlo. Sabe que ha llevado a su cuerpo hasta los umbrales de su resistencia, que ha sido una lucha contra sus límites. Ha vencido, pero no puede ni celebrarlo. En meta, uno de los primeros en felicitarlo es Saronni, retirado al principio del día. El italiano, rendido ante la exhibición, no da crédito. Casi 10 minutos después entra el segundo de la carrera, Kuiper. Los espectadores saben que han presenciado un hecho histórico, una demostración de las que dejan huella para siempre. Sin embargo, el protagonista solo quiere una ducha caliente. Al principio, ni siquiera se puede conceder a si mismo ese capricho. Su cuerpo no soporta el contraste entre el frío acumulado y el calor del agua. Las secuelas durarían bastante tiempo. Hasta 3 semanas después no pudo mover todos los dedos de las manos. Y, años después, aún arrastraría una pérdida de sensibilidad en los dedos. Tal vez ése sea el precio que deben pagar los que se atreven a desafiar los límites. Otros disfrutan la hazaña. Hinault acaba de completar una gesta, pero todo lo que recordará de esa Lieja-Bastoña-Lieja durante su vida es el intenso frío que siempre le perseguirá al pensar en esa carrera. Consecuencias de haber querido hacer lo que al resto de mortales no les está permitido.
     
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  4. labeaga

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    Miguel Poblet

    Fue la gran sorpresa de la jornada pero la Agencia Gráfica española Cifra inmortalizó la hazaña. Poblet entraba primero en la meta del circuito de Dieppe con varias bicicletas de ventaja sobre su inmediato seguidor. Era julio de 1955 y fue bonito como fraguó su triunfo a lo largo del recorrido y en la técnica desplegada en los momentos finales. Era el primer sector y por la tarde el equipo español, en una contra reloj de poco más de doce kilómetros, defendió con ardor el maillot de su compatriota. Miguel Poblet, después de tantos años de espera se enfundaba el maillot amarillo del Tour de Francia. Era el primer español que lo conseguía desde que, allá por 1909, apareciese en la ronda francesa el primer español: José María Javierre.

    Miguel Poblet Oriols nació en Moncada y Reixac (Barcelona) el 18 de marzo de 1928. Nació en un taller de bicicletas que su padre tenía y tras pasar por el colegio de Montcada se fue a Urgel a hacer la carrera de perito industrial. Los 15 kilómetros que le separaba de casa le sirvieron para entrenarse sin casi darse cuenta. Empezó a correr allá por 1942 y en un año pasó las cuatro categorías que había de ciclistas jóvenes por ganar 30 carreras. Así que en 1944 le dejaron federarse y cuatro años más tarde consiguió su primera licencia de aspirante a profesional.

    El "noi de Moncada", como le llamaban sus rivales, era un buen llaneador y cuando recorría con sus amigos el camino de Montcada a Barcelona y decían aquello de "******* el último" nadie conseguía descolgarlo. Por eso cuando se hizo profesional no se dedicó a las grandes pruebas sino a las clásicas y la pista para hacerse millonario. Como lo ganaba casi todo le dijeron que por qué no acudía al Tour y él decía en plan sabio: "Antes de los 25 no se debe participar en esa carrera. Hay que estar muy hecho y a los 23 años los huesos están todavía un poco blandos".

    Así que Miguel Poblet, ya consagrado en las clásicas y velódromos europeos, decidió participar en el Tour una vez cumplidos los 25. Y no defraudó a la afición porque en la primera etapa se vistió de amarillo y aunque lo perdió en la segunda, por falta de ayuda. Etapas más tarde hizo una exhibición en la subida al Tourmalet y terminó su primer Tour como lo empezó: ganando la última etapa en el Parque de los Principes. Doce kilómetros antes de llegar a la meta Poblet lanzó un fortísimo ataque y se marchó en solitario. Los esfuerzos por alcanzarle fueron inútiles y se presentó en la meta con 30 segundos de ventaja. ¡Un sprint de doce kilómetros! Eso sólo está al alcance de los grandes genios.

    Podrá extrañar que Miguel Poblet venciese en el Tourmalet a Louison Bobet y Charly Gual, vencedor de la montaña ese año, porque Miguel tenía fama de llaneador y hombre de pista, además de ser el mejor sprinter español de todos los tiempos. No hay que olvidar que Miguel se proclamó campeón de España de Montaña en los años 1947, 1948 y 1949.

    Como Poblet era una hormiguita y sabía que la pela es la pela, tras 23 días de recorrer kilómetros en el Tour, se metió entre pecho y espalda otros 24 días de critériums. "Tenía que ganar dinero, decía, y claro iba a todos". Falta hablar de Miguel Poblet y las clásicas, de sus desventuras en los mundiales, de su paso por Italia donde se convirtió en un auténtico ídolo, sobre todo después de ganar cuatro etapas en el 57 y lograr vestirse de rosa en 1960. Pero a Miguel Poblet lo que le gustaba era el amarillo. Tanto era así que el maillot conseguido en el Tour le sirvió mucho tiempo de pijama. Hasta que decidió colocarlo en la vitrina para, de vez en cuando, sacarlo y darle un beso. Así era Miguel Poblet, el "noi de Montcada". Un niño tan grande como los más de cien éxitos conseguidos a lo largo de su carrera profesional y que decía eso de "para mí ganar sólo una etapa era un fracaso". Lo dijo el rey del sprint.
     
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    Después del meritorio sexto puesto logrado en 1957 en el Giro, Poblet tuvo la oportunidad al año siguiente de ser el primer español en subirse al podio de la Corsa Rosa. No obstante, un fatídico pinchazo en una etapa de montaña en los Dolomitas le impidió subirse al podio. En aquella época, un pinchazo suponía la pérdida de valiosos minutos que, como le sucedió a Poblet, eran vitales para conseguir una buena posición general. Poblet terminó de nuevo en sexta posición, a cinco minutos exactos del tercer clasificado, el luxemburgués Charly Gaul y una posición por delante de otro español, el vizcaíno Jesús Loroño.

    Sancho Panza, como también era conocido debido a su baja estatura, supo reponerse de aquel revés y ganó la 16ª etapa y las dos últimas. Además, aquel año logró también una segunda posición en el Giro de Lombardía, además de importantes victorias en Italia, Francia y Bélgica.

    Aunque su palmarés es increíble, Poblet fue algo más de lo que éste refleja. Miguel Poblet i Orriols fue uno de los primeros ciclistas españoles que tuvo el valor de salir más allá de las fronteras ibéricas y triunfar. Fue un pionero, un explorador del ciclismo. Sin embargo, sus victorias, muy valoradas en otros países como Italia, parecen no serlo en España.
     
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    Poulidor ganador de la Vuelta con el trofeo, y tras él Lina Morgan y Mary Santpere vestidas de chulaponas

    Raymond Poulidor, que no sólo no ganó nunca el Tour, sino ni siquiera vistió un solo día el maillot amarillo en 14 participaciones, sí ganó la Vuelta a España. Fue en 1964, en medio de un tremendo conflicto entre el pelotón español. Aquel fue el año de Los XXV Años de Paz y había especial interés en que lo ganara un español. Pero en la Vuelta lo que hubo fue guerra y victoria de un francés.

    La carrera salió de Benidorm, entonces lanzada en el papel de punta de lanza turística de España, de la mano de su célebre alcalde Pedro Zaragoza. Luego subía por la costa, en los Pirineos tomaba a la izquierda y recorría todo el Norte hasta Avilés, para luego bajar por León y Valladolid hasta Madrid. Junto a Poulidor había otra gran figura extranjera, Van Looy, formidable esprínter. En esos años se daba un minuto de bonificación al ganador de etapa, y medio al segundo. Sufría en la montaña, pero acumulando bonificaciones podía compensarlo. Por España, ausente el siempre díscolo Bahamontes, la figura era Pérez Francés, corredor completo, todo clase. Corría para el Ferrys. El otro gran grupo español era el Kas, equipo coral, dirigido por Langarica, más interesado en la clasificación por equipos que en trabajar para un líder. El líder era el equipo, por así decirlo.

    Tras la segunda etapa, Van Looy ya era líder. A media etapa, se partió el pelotón, quedando arriba un grupo de 14 con todos los favoritos. Hubo gran alarma cuando Van Looy, Pérez Francés y dos corredores menores violaron con audacia un paso a nivel cerrado. Pero los dos acompañantes no pudieron mantener el ritmo, Van Looy y Pérez Francés quedaron solos, y la persecución, encabezada por el Kas, acabó con la aventura. Van Looy ganó el sprint y vistió el amarillo.

    Líder seguía cuando se cayó en la quinta etapa, Barcelona-Puigcerdà. Se dañó el hombro, se temió fractura, pero no la hubo. La mañana siguiente le esperaban en la salida… pero no compareció. Con las primeras luces, y acompañado de su doméstico de confianza, Sorgeloos, que le hizo de chófer, se fue a casa. Pérez Francés cogía el amarillo y lo llevaría por Jaca y Pamplona. Poulidor no se daba a ver, siempre entre el cuarto y el sexto de la general.

    El conflicto entre españoles hizo crisis en la Pamplona-San Sebastián. Un grupo en el que había tres kas lanzó gran ataque, al que se sumó Otaño, lugarteniente de Pérez Francés, de secante. Pero Otaño acabó por escaparse del resto, llegó solo a San Sebastián y se puso líder. Vaya lío. Otaño hizo promesas de fidelidad, dijo que había visto la etapa a mano (era su tierra, además), y que en el futuro ayudaría a Pérez Francés. Pero en esas surgió otro gallito del Ferrys, Manzaneque, que dijo que él también se iba a dedicar a ir por libre y que con él no contaran.

    Los excompañeros de Van Looy se ofrecieron a Damián Pla, director del Ferrys, para apoyar a su equipo por 100.000 pesetas. Lo rechazó. No venía del ciclismo, era gerente de la empresa (de textiles) y le cayó el encargo del equipo. Las malicias del ciclismo le eran extrañas. Era un hombre eficaz, noble y conciliador al que le explotó un gallinero en las manos.

    Otaño recorrió el Cantábrico como líder. En la Avilés-León se escapó Julio Jiménez, que coronó Pajares con cuatro minutos, ventaja que duplicó en la bajada y en el llano, algo sorprendente, pues era un formidable escalador que llaneaba muy mal. El Kas no apretó, porque Julio Jiménez era suyo. El Ferrys era un galimatías. Poulidor echaba sus cuentas… Así que Julio Jiménez se vio líder casi sin quererlo.

    Le iba a durar poco, porque el día siguiente tocó contrarreloj de 73 kilómetros, con llegada a Valladolid. Una distancia ahora inimaginable. Mal rodador, Jiménez fue el decimosexto. Ganó Poulidor, el único día que tuvo que esforzarse de veras, y cogió el amarillo. Pérez Francés, que se había castigado mucho al salir una y otra vez a ataques sin apoyo, sólo fue sexto. Y tercero en la general, de la que Otaño quedaría segundo.

    Y así hasta Madrid, donde cuando Poulidor levantó el trofeo, acompañado de Lina Morgan y Mary Santpere vestidas de chulaponas, la afición abroncó a los españoles. Sus peleas de celos ya proverbiales desde antes nunca habían alcanzado un tono tan esperpéntico. Pérez Francés acusó al Kas de haberle hecho el trabajo a Poulidor, Langarica respondía que ni Pérez Francés ni el Ferrys sabían correr.

    Pérez Francés ganó el maillot verde. Julio Jiménez, la Montaña. Kas, por equipos. Del puesto dos al diez, todos fueron españoles. Pero la Vuelta de los XXV Años de Paz la ganó Poulidor, sin necesidad de apretar más que en la contrarreloj de Valladolid. Ganó a lo Anquetil.
     
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    La historia de Siskevicius para terminar la París-Roubaix.

    El ciclista lituano logró terminar la prueba pese a sufrir numerosos percances. Llegó a una hora de Sagan y le abrieron el velódromo para terminar la prueba.

    La disputa de la París-Roubaix del pasado domingo nos dejó, además de la triste noticia de la muerte de Michael Goolaerts y la gran victoria de Peter Sagan, una de esas historias que hacen del ciclismo un deporte especial y muy duro en la que el ciclista hace todo lo posible por llegar a meta.

    El protagonista de esta historia es el lituano Evaldas Siskevicius, que compite en el Delko Marseille Provence KTM. Aunque no figure en la clasificación general de la prueba por superar el fuera de control, Siskevicius fue el último ciclista en completar la París-Roubaix 2018 que nunca olvidará por la épica que le supuso culminar la carrera, una aventura de la que también se han hecho eco medios como L'Équipe o Sporza.

    Después de trabajar para su líder, Siskevicius quedó descolgado de los grupos mientras otros muchos corredores se veían obligados a bajarse de la bici a causa de las caídas. A 40 kilómetros de Roubaix la Voiture Balai, el 'coche escoba' que cierra la carrera, le dio caza y rodó junto a él en una aventura que el medio belga Sporza recogió a través de un bonito vídeo.

    A 30 kilómetros de meta desde el coche escoba le comunicaron a Siskevicus que Peter Sagan había ganado una prueba que al lituano se le complicó aún más a 18 de meta cuando pinchó la rueda trasera en el Carrefour de l'Arbre. Lejos de bajarse de la bicicleta y subirse al coche escoba, Siskevicus trató de arreglar la avería pese a que el coche del Delko-Marseille iba ya remolcado. Una vez arreglado el contratiempo y contagiado por el ánimo de los aficionados presentes en el recorrido, Siskevicius volvió a ponerse en marcha con el objetivo de llegar al Velódromo André Pétrieux de Roubaix.

    A las 18:13, una hora después de que Sagan lograse el triunfo de la prueba, Siskevicius llegó a las puertas del velódromo y se las encontró cerradas. Sin embargo, los organizadores recompensaron su pundonor y dejaron pasar al ciclista lituano para que completase la vuelta y media al velódromo y cumpliera su sueño de culminar la París-Roubaix entre los aplausos de los aficionados que aún quedaban en el recinto.

    En declaraciones recogidas por Sporza, Siskevicius se mostró orgulloso de haber logrado la hazaña. "No me gusta renunciar ni a la bicicleta ni a otras cosas en la vida, ni quería rendirme por respeto a la organización. La París-Roubaix es un monumento que debes honrar. Llegué al velódromo y la organización ya había cerrado la puerta pero fueron comprensivos y me dejaron entrar para dar la vuelta y media a la pista".

    Siskevicius también bromeó con los percances que sufrió en la carrera. "Cuando el conductor me dijo a 30 km de meta que Sagan había ganado comprendí que quería que me detuviera lo antes posible, pero ya había recorrido 230 y me quedaban sólo 30". El lituano también agradeció el apoyo de los aficionados. "Fue increíble que la gente me animase y me gritase en los adoquines 'Llega hasta el final, rueda hasta el velódromo'. Eso me motivó muchísimo". Sin duda, la de Siskevicius será una de las grandes historias del ciclismo en este 2018.
     
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    El ciclista que desafió a Hitler

    Albert Richter
    (Colonia, 14 de octubre de 1912- Lörrach, 2 de enero de 1940) fue un ciclista alemán. En 1932, después de sorprender al mundoganando el Gran Premio de París en velocidad, llegó a convertirse en el campeón del mundo amateur en pista en septiembre de aquel año.

    Creció en 1912 de Sömmeringstraße, Ehrenfeld, un barrio de Colonia. Su padre quiso enseñarle un oficio y durante unos años trabajó con él en su tallr. Al mismo tiempo, y al igual que a sus dos hermanos, quiso dar a su hijo una educación musical. El chico tomó clases de violín, siendo además muy apreciado como stuccoist. En aquella época, Colonia era el corazón del ciclismo alemán. Siempre estuvo fascinado por los deportes y comenzó a competir a la temprana edad de 16 años sin decírselo a su padre, quien se llevó un gran disgusto al enterarse de la afición de su hijo por el ciclismo, cuando el muchacho se rompió la clavícula en un accidente.

    Estando desempleado en 1932, decidió dedicarse profesionalmente al deporte que le apasionaba. Su entrenador y representante, el judío Ernst Berlinerlo envíó a París, capital europea del ciclismo en pista en aquellos años, donde Richter a pesar de echar mucho de menos su país alcanzó un gran éxito. Poco a poco comenzó a pasar más temporadas compitiendo en el extranjero que en Alemania. Su fama creció y el joven empezó a estar considerado en el grupo de los mejores velocistas internacionales, con muchos de los cuales trabó amistad; como con el belga Jef Scherens y el francés Louis Gérardin. Los tres juntos eran comúnmente denominados Los Tres Mosqueteros. En el Campeonato Mundial de Ciclismo de Leipzig en 1934, Scherens fue el ganador quedando en segunda posición Richter y en tercera Gérardin. Richter se hizo con el tercer puesto en los mundiales de carrera en pista desde 1933 a 1938.

    Mientras tanto el nazismo ascendía en Alemania. Para el nuevo gobierno los deportistas alemanes se convertían en una pieza clave para la exaltación nacional. Richter en cambio, nunca ocultó su animadversión hacia la nueva dirección política que estaba tomando su país.1 Ignorando los consejos de sus amigos y familiares, se negó a sustituir a su representante Ernst Berliner al cual le unía una profunda amistad desde su juventud. En los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, así como en otras tantas competiciones y actos públicos, el ciclista se negó a realizar el saludo nazi. También rechazó llevar el traje oficial con el escudo del gobierno y la esvástica cuando competía por su país, e incluso rehusó participar de cualquier manera en la II Guerra Mundial.

    Los nazis no olvidaron estas humillaciones. En enero de 1940 fue capturado por la Gestapo mientras intentaba escapar a Suiza. El dinero que intentaba sacar del país para ayudar a un amigo judío fue confiscado y sirvió como excusa para detenerlo. Fue trasladado a la cárcel de Lörrach donde murió el 2 de enero. La versión oficial del gobierno fue que el ciclista, no pudiendo soportar su culpa, se había suicidado, aunque esto difícilmente fue creído por el resto del mundo. Cuando uno de sus hermanos solicitó ver el cadáver, en el depósito le mostraron el cuerpo de Albert bañado en sangre y con su traje repleto de agujeros. Tras la II Guerra Mundial, Berliner regresó a Alemania a pesar del rechazo social que aún existía hacia los judíos e intentó que se reabriera el caso de la muerte de su joven discípulo y amigo, para esclarecer la verdad. Todos sus intentos fueron infructuosos.

    En 1997, se inauguró en Colonia el velódromo Albert Richter en honor al famoso ciclista. En 2005 se rodó en Francia un documental en el que se narraba la biografía de Richter bajo el título Albert Richter: el campeón que dijo “no”.
     
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    La desconocida historia de los “ciclistas tenebrosos”
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    En los primeros años del Tour era un tanto habitual el de que los concurrentes, siguiendo los reglamentos de la prueba, fueran divididos o clasificados dentro de dos grandes grupos. Los que eran considerados de categoría preferente, encuadrados en equipos de cierta solvencia y arraigo deportivo, que representaban una importante marca comercial de bicicletas, o bien ostentaban sobre sus camisetas los colores de la nación de procedencia de tal o cual ciclista.

    Por otra parte, había un resto, un segundo grupo, integrado por corredores considerados de pocos vuelos que concurrían individualmente sin pertenecer a ninguna escuadra específica. Iban en una palabra por libre, sin la ayuda de algún patrocinador concreto. Este conglomerado de ciclistas más bien desconocidos se inscribían en el Tour sin pretensiones de ninguna clase y simplemente con el propósito de cumplir el objetivo de correr y terminar el Tour, toda una hazaña, toda una aventura, compensada por su férreo amor propio.

    Concurrían en la ronda gala sin los mecánicos de asistencia ni los consabidos masajistas. Por su cuenta y riesgo asumían toda la responsabilidad con el caro deseo de realizar una gesta ciclista, aunque supusiera encerrarse en un mundo que requería de antemano muchos sacrificios, incluyendo su soledad.

    El Tour, imaginaban con ilusión, les pondría quizá colocarles en una a buena senda, en un camino que les brindara más posibilidades, y quizá con una proyección futura gracias a posiblemente a su capacidad física y a su resistencia demostrada en la ronda gala. Se les llamaba comúnmente “turistas-routiers”, o bien se les denominaba los “los ciclistas tenebrosos”, considerados como personas valientes, amantes de la aventura y con escasos recursos económicos, que no formaban parte de los equipos catalogados como ricos, con un dinero substancial y con un sustento asegurado.

    Se les calificaba “los tenebrosos”, porque solían habitualmente acabar las etapas casi siempre en plena noche, con acusada nocturnidad y con el agravante de que no se les cerrara el control por parte de los árbitros de la prueba, unos actores muy temidos que aplicaban el reglamento de manera muy estricta, muy a rajatabla.

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    Esta fórmula perduró hasta el año 1934. Era un sistema un tanto discutible que beneficiaba a los corredores más conocidos y apoyados por una casa comercial en detrimento de los otros, encuadrados en una segunda fila ciclista, que iban sin apenas brillo en sus nombres. Su heroicidad, sin embargo, se duplicaba a los ojos de los aficionados. Se les apelaba también como “los héroes del silencio”.

    Ateniéndonos a lo dicho, queremos rendir un homenaje a favor de estos atletas del pedal anónimos –incluso españoles fueron varios de ellos-, que decidieron cruzar las fronteras en pos de superar un reto más que difícil. Hemos querido mostrar esta otra faceta un tanto ignorada por parte de unos modestos ciclistas, sin embargo, que nunca fueron despreciados por los mismos aficionados, que sentían cierta simpatía por seguir de cerca la actuación de estos ciclistas más bien anónimos que se alineaban por puro romanticismo deportivo e incluso en su mayoría sin ni siquiera a aspirar ciertas pretensiones de éxito.

    Como colofón final a este comentario de tono más o menos anecdótico hemos de confesar que aquellos ciclistas que actuaron de forma individual y sin apenas medios económicos de apoyo en el transcurso de las primeras ediciones del Tour, lograron cosechar, nos referimos a los que terminaron el periplo rutero, un mérito que calificamos de extraordinario. Además, hubo dos factores que revalorizaron sus actuaciones.

    El primero constituyó el kilometraje de las diversas etapas. El promedio, por lo general, oscilaba alrededor de los 340 kilómetros por día, una cifra que nos ha llamado siempre poderosamente a la atención. La segunda razón giraba en torno a los elevados promedios registrados por los primeros clasificados por jornada. Pedaleaban aproximadamente a una media de 26 kilómetros a la hora.

    Son datos que pesaban a la hora de catalogar a aquellos hombres intrépidos, sumergidos bajo un aire de neto carácter aventurero. Aquellos arrojados corredores debían soportar como mínimo catorce largas horas montados sobre un frágil sillín de bicicleta, sufriendo mil incomodidades, tales como condiciones climatológicas adversas, averías mecánicas, caídas, pinchazos y mil inconvenientes que les deparaba la carretera.

    Hay que descubrirse con admiración ante estos esforzados de las dos ruedas que dieron sus pinceladas en este pasado; la mayoría de ellos escondidos en el anonimato. Fueron unos simples héroes deportivos que lucharon con no poco esfuerzo y sin eco publicitario.
     
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    1975 el año que Eddy Merckx no gano su sexto Tour

    En 1975 Eddy Merckx corría el Tour que podría suponer su sexta victoria en la general (en este hilo un compañero hace poco puso una foto correspondiente al puñetazo que recibió Eddy Merckx en la etapa 14, que terminaba en el Puy de Dome cuando vestia el maillot amarillo)

    El relato que viene a continuación es el de las siguientes etapas creo que merece la pena, se ve la garra y el no rendirse de Eddy Merckx a pesar de que la carrera se le puso en contra.

    Un saludo



    Y así se llega a la tremenda etapa alpina de 217 kms,5.266 metrosde desnivel, con las ascensiones de St. Martin, Couillole, Champs, Allos y final en Para-Loup.
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    Merckx comienza renqueante, arrastra problemas digestivos pero sabe que tiene que comer porque la etapa es larga y dura. Thevenet se muestra muy nervioso, sabe que está ante su gran oportunidad, está a 58” del liderato. Hace constantes amagos, sube numerosas veces hasta la cabeza del pelotón que marcha controlado por el equipo Molteni. En el Col de Champs, el francés lo intenta de veras, hasta seis veces atada a Merckx, pero este está bien protegido por Janssen y por De Schoenmaecker y le controla fácilmente.

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    Todo esto hace que el Col d’Allos sea afrontado solamente por cinco corredores en cabeza: Merckx, Thevenet, Van Impe, Zoetemelk y Gimondi.

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    Merckx va controlando bien el dolor que siente en la zona golpeada, antes de iniciar el puerto ha tomado una pastilla contra el dolor. A 800 metros de la cima ve sofocado a Thevenet y decide pasar a la acción. Lanza un brutal ataque al que nadie puede responder. Se marcha en solitario y parece estar sentenciando.

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    Se lanza salvajemente en la bajada, Thevenet se muestra más prudente y es alcanzado por Van Impe, Gimondi y Zoetemelk. El descenso es muy técnico y Merckx alcanza varias veces los100 km/h, sus perseguidores van sufriendo mucho, el coche del equipo Bianchi se sale de la carretera chocando contra un árbol, todo parece una locura. En la base del Para-Loup tiene2’de ventaja y el Tour en sus manos.

    Pero el sueño amarillo se vuelve negro en las primeras rampas. Merckx pierde el golpe de pedal y comienza a sentirse mal, muy mal. No es una pájara, porque no siente hambre, pero no tiene energías, sus piernas no dan más de sí. Va ahogado, y con el estómago ardiendo. Parece un “borracho” en bicicleta. Por detrás se acerca Felice Gimondi que va rumiando su mala suerte: le va a tocar se segundo detrás del belga una vez más. Así que al verle en ese trance se sorprende y le rebasa como un ciclón hacia la meta.

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    Detrás, tras una curva aparece Thevenet y el francés no da crédito a lo que ve, ha alcanzado a Merckx. Se pone a su rueda y atónito no sabe lo que hacer. Pero oye gritar a su director, Maurice de Muer: “¡Vamos, pásale, está muerto!”.

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    Thevenet acelera y se marcha hacia su primer Tour.

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    Por el camino alcanza al italiano Gimondi y gana esta magnífica etapa.

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    En 4 kms, Merckx ha perdido casi2’y el maillot amarillo, pero en la meta no busca justificaciones: "es igual el tiempo perdido, lo he intentado todo y he perdido todo. Se acabó. No ganaré este Tour". Al llegar al hotel, la visión de su costado era dantesca. Tenía un moratón enorme y tenía casi hasta el pecho contracturado.

    Al día siguiente Merckx, que no se va a rendir, reacciona como lo que es: el Campeón del Mundo. En el descenso de Vars lanza un furibundo ataque que desarbola a Bernard Thevenet. Merckx va escapado con un grupo de corredores que no le dan ni un solo relevo, a pesar de ello llega a Guillestre, con45”de ventaja sobre Thevenet. Pero en la transición hasta el pie del Izoard es alcanzado por la armada del Peugeot.

    En el coloso alpino Bernard Thevenet se muestra intratable y sigue el consejo de Louison Bobet que ha venido a ver esta etapa: “Un campeón entra siempre solo en la Casse Deserté”. Y Thevenet lo hace. Lleva a cabo una ascensión magistral que le permite ganar la etapa y aumentar su ventaja en la General hasta los 3’20” con Eddy Merckx. El Tour es suyo.

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    Pero las penas aún no han acabado para Merckx. Sin haberse iniciado la carrera, cuando los corredores se dirigen a la salida de la 17ª etapa, el belga se engancha con Ole Ritter y se golpea duramente la cara. Los médicos le instan a que abandone, pero no conocen a Merckx. Continua y no para hacer de figurante, no. En el descenso del primer puerto del día, en La Madeleine, lanza su ataque. Consigue distanciar a Thevenet que es ayudado por Bourreau, Zoetemelk y Moser. En el Colombière Merckx ataca de nuevo y llega a alcanzar 1’38” de ventaja sobre Thevenet que recibe múltiples ayudas de sus compañeros Bourreau, Delisle y Ovion. Merckx lo ha intentado todo y en la meta todo el mundo se sorprende cuando tras ser examinado se le diagnostica una fractura en la mandíbula. ¡Increíble!

    Desde aquí hasta el final, el calvario para Merckx es tremendo. Se le insta a abandonar, no puede comer más que alimento líquido. "No puedo retirarme, eso restaría méritos a la victoria de Thevenet".

    Tras aguantar como puede las etapas que restan asiste a la ceremonia de coronación de Bernard Thevenet en los Campos Elíseos de París por vez primera en la historia del Tour.

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    Y no, no consigue su sexto Tour, pero para muchos ha sido su mayor demostración como ciclista, que ya es decir.

    Y ahora, la gran pregunta: ¿Habría ganado Merckx la carrera sin el famoso puñetazo? Quien sabe. Está claro que una prueba como el Tour la gana el más fuerte y un corredor mermado en sus descansos, que está obligado a tomar anticoagulantes y analgésicos que minan su forma física y que además sufre una caída que le rompe la mandíbula, está cuando menos en inferioridad ante sus rivales. Pensemos que en estas condiciones Merckx hizo segundo en la prueba, a ‘solo’ 2’47” de Thevenet y con casi3’de ventaja sobre el 3º, Van Impe.

    Nunca lo sabremos, pero si quedará para siempre la gesta de un gran campeón, del mejor ciclista de todos los tiempos
     
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    Agostinho, seguramente el mejor ciclista portugués de la historia

    Joaquim Francisco Agostinho nació en Brejenjas en el Concelho de Torres Vedras el 7 de abril de 1943 y falleció en Lisboa el 10 de mayo de 1984. Hijo de una familia humilde de agricultores, fue el cuarto hijo, tuvo que ayudar a la familia una vez terminado la educación primaria. Se caso con Ana Maria con la que tuvo un hijo.

    Con 18 años fue reclutado por el ejercicito cuando Portugal estaba en plena época de las guerras coloniales y fue destinado al frente de Mozambique durante dos años y medio. Allí sufrió la explosión de una mina al paso del camión en el que viajaba, de la que se salvó de milagro. También vio morir a muchos compañeros de forma inútil y lo que trajo mayores consecuencias físicas para él fue contraer la malaria. Después de la contienda Agostinho se quedo trabajando para una empresa azucarera, pero al poco tiempo regreso a Portugal.
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    Antes de tomarse enserio el ciclismo, hizo durante el servicio militar algunas carreras que organizaba el ejercito y cuando regreso a su casa quiso participar en una carrera local, pero al no disponer de una bicicleta propia, participó con una bici prestada por una amiga de su hermana, una bicicleta de mujer. Agostinho consiguió la victoria en la prueba con nada menos que una vuelta de ventaja con respecto al segundo clasificado del día.

    Hombre de baja estatura y corpulento, gracias a la mediación de João Roque, que fue el ganador de la Volta a Portugal en 1963, probo con el ciclismo. Le llevo al equipo del Sporting sorprendiendo por su calidad, esto era febrero de 1968 y Agostinho tenia 25 años.


    En Abril de 1968 se presenta al Campeonato Regional de Fundo para Amadores, ganando la primera y tercera carrera y siendo tercero en la segunda. Lo que le hizo ganar el campeonato. En Agosto de este mismo año corre por primera vez la Vota a Portugual, no gano ninguna etapa pero quedo segundo en la general y la general por equipos. Fue seleccionado para el campeonato del mundo y fue el único Portugues en finalizar la prueba y quedo en la 16º posición.

    Fue descubierto para el ciclismo mundial, por el frances Jean de Gribaldy, el mismo que descubrió posteriormente a Kelly, Caritoux, Roocks … En la Vuelta a Sao Paulo, en la que se impone a un pelotón en la que corren otros corredores europeos, lo que hace que Jean de Gribaldy, patrón del equipo Frimatic, se fije en él y decida contratarlo para su equipo.

    En Portugal lo ganaba casi todo por lo que aconsejado por Raphael Geminiani, que le dijo: “Tienes que elegir entre ser un campeón portugués o ser un campeón mundial”. No se lo pensó mucho Joaquim y optó por disputar el calendario europeo.
    Gregario de lujo para equipos como el Bic en el cual contribuyo a la victoria el Tour de Francia de 1973 de Luis Ocaña. En la Vuelta a España de 1974, vistió varios días de amarillo y termino segundo a tan solo 11 segundos del vencedor, que fue Jose Manuel Fuentes.

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    Victoria en el Alpe d´Huez 1979

    Agostinho tuvo su dia de gloria en el Tour de Francia, el 15 de julio de 1979, con final de etapa en Alpe d´Huez y pasos previos por Madeleine y Galibier.

    A pie del último puerto llegó una escapada compuesta por Alban, Nillson, Laurent y Wellens, pero esta quedó en nada ante la actuación que tuvo Agostinho. Este atacó en las primeras rampas del Alpe d´Huez, aprovechando el marcaje mutuo que se hacían los dos grandes favoritos, Zoetemelk e Hinault. A su rueda salió Bernaudeau, gregario del francés, pero poco duró a su rueda, ya que tras varios de los chepazos habituales de Agostinho, este se quedó en solitario y fue adelantando a los componentes de la fuga. Llegó a meta con más de tres minutos con respecto a los dos grandes favoritos de la carrera. Joaquim Agostinho tenia 36 años y se había consagrado ante los ojos de todo el mundo, consolidando, además, su segundo podium consecutivo en Francia.

    Para la leyenda quedó una frase suya después de una dura jornada en el Tour, hablando sobre la dureza de la carrera:“Cuando me acuerdo de la guerra, me río de los que dicen que subir el Mont Ventoux es duro”.


    A sus 41 años, tenía la perspectiva de fichar por el Skil y correr el Tour de Francia por decimocuarta vez igualando el récord de Joop Zoetemelk, pero el 30 de Abril de 1984 cuando lideraba la Volta al Algarve y a 300m. del final de la quinta etapa un perro se cruzó en su trayectoria y le hizo caer. Causándole una fractura de cráneo, pero se levanto y termino la etapa. Fue trasladado al hotel recibiendo como única cura una bolsa de hielo en la cabeza. Poco después comenzó a sangrar por la nariz, no siendo enviado a Lisboa hasta 4 horas después de sufrir el accidente. A consecuencia de las heridas sufridas fue hospitalizado en Loulé que no disponía de servicio de neurocirugía, fue evacuado en ambulancia, ya que en esa época no había helicópteros medicalizados, al Hospital da CUF en Lisboa. Tras diez intervenciones y diez días en coma, poco antes de las 11:00 h. del 10 de Mayo de 1984, falleció siendo enterrado en su ciudad natal.

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    Agostinho minutos después de la caída que le costo la vida.
     
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    "Cara de bicicleta", la enfermedad ficticia que tuvieron que afrontar las mujeres ciclistas del siglo XIX

    En la última década del siglo XIX las bicicletas se convirtieron en un instrumento del feminismo: las mujeres podían moverse libremente por las ciudades y comenzaron a eliminarse las restricciones victorianas de la ropa femenina de manera que estas pioneras ciclistas pudieran vestir prendas que les permitieran participar en actividades físicas. Como podemos imaginar, la sociedad masculina de la época no estuvo muy a favor de esta revolución social feminista, por lo que algunos médicos se inventaron una enfermedad denominada 'cara de bicicleta' para intentar evitar que el público femenino siguiera montando en bicicleta y, por supuesto, frenar la emancipación de la mujer en una sociedad claramente machista.

    Cara de bicicleta fue la denominación de una enfermedad ficticia que los médicos de finales del siglo XIX se inventaron para disuadir a las mujeres de montar en bicicleta. Labios demacrados, ojeras, ojos saltones, mandíbula apretada y rostro de cansancio eran los síntomas de un mal que acechaba a la sociedad europea de la época; una enfermedad sin cura que podía afectar a todas aquellas personas temerarias que hicieran uso de sus bicicletas para desplazarse, aunque muy especialmente a las mujeres.

    ¿”Por qué tanto empeño en disuadir a las mujeres para que dejasen de lado esos artilugios tan prácticos llamados bicicletas? Según declaró en una entrevista de 1896 para el New York World la feminista y líder del movimiento estadounidense de los derechos civiles, Susan B. Anthoy: "La bicicleta ha hecho por la emancipación de la mujer más que ninguna otra cosa en el mundo". Muchos hombres de la época no vieron con muy buenos ojos la independencia que la bicicleta estaba otorgando a las mujeres, tanto a nivel de movilidad como de pensamiento. Por este motivo, algunos médicos empezaron a hablar de los perjuicios de la actividad ciclista para intentar evitar que el público femenino siguiera montando en bici, inventando un curioso mal llamado 'cara de bicicleta'; o lo que es lo mismo, la cara que se les podía quedar a las mujeres que osasen utilizar la bicicleta.

    Según los expertos en medicina de aquel hilarante siglo: "La postura sobre la bicicleta, el esfuerzo inconsciente de mantener el equilibrio y el sobreesfuerzo físico tienden a producir 'Cara de bicicleta'. Un rostro enrojecido, a veces pálido, a menudo con labios más o menos demacrados, un comienzo de ojeras oscuras y una expresión cansada". Esos eran los síntomas más característicos de esta ficticia enfermedad, todo lo opuesto a la tierna y adorable mirada que los hombres esperaban de una mujer de finales del siglo XIX. Además de estos síntomas, quienes montasen en bicicleta también podían padecer cansancio, insomnio, palpitaciones, dolores de cabeza y depresión, e incluso tuberculosis y un incremento de la lívido.

    Afortunadamente, a medida que el siglo XX amenazaba con su llegada, muchos médicos comenzaron a cuestionar públicamente esta absurda enfermedad ficticia, destacando que la cara de esfuerzo de los ciclistas solo se daba entre los principiantes; pero que a medida que iban cogiendo práctica, lograban medir su esfuerzo muscular y adquirían una mayor confianza y agilidad sobre la bicicleta. Fue en este periodo cuando se comenzó a hablar de los beneficios que esta actividad física podía aportar a la salud, por lo que aquel cuento alimentado por los médicos (y machistas) de la época terminó cayendo por su propio peso.
     
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    Faustina Valladolid (izquierda) y Angelita Torres, pioneras del ciclismo femenino.

    El ciclismo femenino comienza a la vez que la Vuelta Ciclista a España, en 1935. Pero su calendario se limitaba a dos carreras una en Madrid y la otra en Valencia.

    La primera carrera se celebró en Madrid por el Club Ciclista Ventas sobre un recorrido de 22 km, con salida desde el local social del club en la carretera del este siendo neutralizada hasta el kilometro 6,2 siguiendo por Canillejas, bifurcacion del aeropuerto, Barajas, Canillejas y regreso al kilometro 6,2. No estuvo nada mal la media empleada ya que fue de 36 km\h por la cual gano Angelita Torres en un tiempo de 31`46”, seguida a 14” por Faustina Valladolid.
     
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    ELVIRA MASIÁ
    La siguiente carrera se celebró en Valencia en el Pº de la Alameda sobre un circuito de 2 km al cual había que dar 14 vueltas. La prueba la gano Elvira Masiá la cual como premio le hicieron unas zapatillas ciclistas a medida.
     
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    En todas las ediciones del Tour hay ciclistas peculiares, pero lo son si cabe todavía más los participantes en las primeras ediciones de la ronda gala. Un ejemplo es François Faber (Aulnay-sur-Itonn, 26 de enero de 1887 - 9 de 1915), un corredor que en la salida de cada etapa portaba en su maillot doce chuletones para alimentarse. Apodado el 'Gigante de Colombes', medía más de 1,90 metros y pesaba casi cien kilos. Pero de puro músculo, ya que había sido estibador en los muelles antes de ser ciclista. Un tipo duro, que se ganó además la fama de caballero, y es que esperaba y ayudaba en la reparación de las averías de sus adversarios. Incluso se retrasaba en busca de comida para aquellos que habían sufrido una 'pájara'. Aun así, volvía al ataque y conseguía ganar la carrera.

    De nacionalidad luxemburguesa por herencia de su padre, Faber nació en Normandía y se sentía francés. Cuando estalló la I Primera Guerra Mundial pudo librarse de combatir, pero le pudo el honor por su país de adopción. Quiso combatir, pero al no poder entrar en el ejercito francés, se alistó en la Legión extranjera. Murió en 1915, en plena guerra. Aunque solo se encontró de él un pantalón con su apellido, hay varias versiones sobre cómo perdió la vida. En la primera, se dice que murió al tratar de socorrer a un compañero. En otra, que al sonar el silbato salió de la trinchera a por los alemanes y recibió un disparo. Y hay otros testimonios que afirman que, cuando recibió un telegrama diciendo que su mujer había dado a luz a una niña saltó de alegría y un soldado alemán le disparó.


    Faber era un tipo duro. "Mi oficio de descargador es menos lucrativo y más fatigoso que el Tour", decía para enfurecer a los patrones de la ronda gala, a los que pedía endurecer el recorrido. En la edición de 1908, con 4.488 kilómetros divididos en 14 etapas, fue segundo tras Lucien Petit-Breton. Se resarció al año siguiente, en una carrera con el mismo recorrido pero especialmente exigente por la lluvia y el viento. El 'Gigante de Colombes' aplastó a sus rivales. Ganó seis etapas, cinco de ellas consecutivas, récord todavía hoy vigente. Poìtier (1906), Charles Pelissier (1930) y Cipollini (1999) se quedaron en cuatro. Tal fue su ventaja que desde entonces se dedicó a controlar la carrera... hasta que le dio por imponerse en otra.

    Su suerte no fue la misma en 1910. Era favorito y se merecía ganar, pero a falta de tres días para concluir la carrera, cuando era líder, un perro se cruzó en su camino, se cayó de la bicicleta y quedó en segundo lugar en la general, tras Octave Lapize, otro ciclista que también perdió la vida en las trincheras de la guerra.
     
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    La tozudez del minero Stablinski origen del mito del pavés

    El francés Jean Stablinski (1932-2007), conocido como "El polaco", un campeón del ciclismo procedente de las minas de Arenberg, tuvo que ponerse muy pesado con los organizadores de la París-Roubaix para que incluyeran un tramo adoquinado, de pavés, en la clásica del "Infierno del norte".

    Este hombre, que era minero y en sus ratos libres tocaba el acordeón, nunca pudo imaginar el cambio que daría su vida cuando ganó una bicicleta en un concurso con aquel instrumento. A partir de ese día fue a la mina dando pedales por caminos de piedra.

    Enseguida se enganchó al ciclismo y esa ruta le entusiasmó para siempre. Se olvidó del pico y la pala y probó suerte en el ciclismo.

    Stablinski ejerció como ciclista profesional de 1952 a 1968. Un hombre de éxito, pues ganó 1 Mundial (1962) y etapas en Tour, Giro y Vuelta. Se llamaba Stablewski, pero el error de un periodista le cambió el apellido para siempre.

    Pero no pudo ganar la carrera de sus sueños, la Roubaix, cuyas carreteras dominaba como nadie como vecino de Arenberg.

    Gracias a su labor de "picar" una y otra vez a los organizadores al final el tramo adoquinado del Trouée d'Arenberg fue incluido en la París Roubaix de 1968, en la que se impuso el legendario belga Eddy Merckx

    Las carreteras de pavés que tanto han atormentado al pelotón del Tour de Francia eran los caminos habituales que usaban los habitantes de la zona, desde finales del siglo XIX y principios del XX, para llegar a sus puestos de trabajo en las minas del norte de Francia.

    El ciclismo no descubrió estos tramos que actualmente se conservan como oro en paño hasta después de la II Guerra Mundial, cuando la organización ya no tenía que ser convencida para mantener los tramos adoquinados, sino que los tenía que defender del avance de la sociedad. La sociedad demandaba el asfalto, más cómodo para los vehículos.

    Fue cuando surgió la figura de Stablinski, quien sugirió el paso por el Bosque de Arenberg, el mismo que él hacía en aquellos tiempos en los que salía de trabajar con la cara negra. En ese enclave hay un monumento en su honor.

    Un descubrimiento para el ciclismo y para el Tour que ha causado estragos en la quinta etapa. La jornada del miedo, donde algunos como el clasicómano suizo Fabian Cancellara, tres veces ganador de la Roubaix, hablaba de que sería "un desastre y un caos".

    Contaba Stablinski que cuando un minero baja 500 metros bajo tierra " no sabes si volverás a ver la luz del sol, y cuando atraviesas el bosque es como descender a la mina: si empiezas a pensar en el peligro, nunca conseguirás cruzarlo".
     
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    La primera prueba de ciclo cross, según la historia, la organizó en 1900 Daniel Gousseau, que era un soldado que seguía en bicicleta a su General cuando paseaba a caballo por el monte. Daniel era miembro de la Federación Francesa de Ciclismo y en sus días libres también paseaba en bicicleta con sus amigos por la montaña. El citado primer campeonato de ciclocross tuvo lugar el 16 de marzo de 1902.

    El ciclo cross tomó más auge cuando un profesional de la bicicleta y ganador del TOUR de 1910, Octave Lapize conocido por la famosa frase ¡Asesinos, son Uds. unos asesinos! pronunciada al terminar la primera etapa de montaña del Tour entre Louchon y Baiona, aseguró que uno de los motivos de su victoria en dicho Tour se debió a la preparación invernal que realizó haciendo pruebas de ciclo cross.

    Se dice que en los tramos complicados Octave Lapize fue el primero en cargarse la bicicleta al hombro cuando tenia que correr a pie.
     
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    Octave Lapize en el ascenso del Aubisque del TOUR de 1910.

    Ya que ha salido el nombre de Octave Lapize, os añado este texto que he encontrado donde además de la super conocida historia del Tour del año 1910, relata su participación y muerte en la I Guerra Mundial al igual que otros compañeros suyos de pelotón.

    Octave Lapize tenía 29 años cuando cayó en el frente de Verdún el 14 de julio de 1917, el sargento Lapize recibió cinco balazos en el cuerpo mientras pilotaba su avión, que llevaba dibujado un gallo en el fuselaje y un enorme número cuatro, en recuerdo del dorsal que exhibió en 1910, cuando a los 22 años se impuso en el Tour.

    Pasó a la historia por convertirse en el primer corredor que coronó el Tourmalet. Aquella fue una gesta impresionante.
    La etapa partió de Luchon y llegó a Bayona, tras 326 kilómetros y poco más de 14 horas de pedaleo, al increíble promedio, teniendo en cuenta la época, de 23 kilómetros por hora. Lapize tuvo que hacer parte de las ascensiones al Tourmalet y al Aubisque a pie, ya que no podía mantener el equilibrio por culpa de los enormes pedruscos que entorpecían la ruta.
    Al día siguiente de su hazaña había jornada de descanso. Lapize se la pasó en el interior de su habitación con los pies ensangrentados e inflamados. Buscó alivio refrescándolos en una palangana con sales y vinagre. También murieron en la contienda Lucien Petit-Breton, ganador de los Tours de 1907 y 1908, y François Faber, vencedor en la edición de 1909, que se alistó en la Legión Extranjera.

    Ganó el Tour de Francia 1910 en el único año que logró terminar la carrera. Entre su palmarés, además de esta victoria, destaca el triunfo en tres ediciones consecutivas de la París-Roubaix, así como cuatro campeonatos nacionales de ruta, tres en categoría profesional y uno en categoría amateur. También obtuvo una medalla de bronce en la prueba de ruta de los Juegos Olímpicos de 1908 y batió el récord de la hora en diversas modalidades.
    Su sordera, cruel desventaja, le impedía comunicarse con los periodistas quienes relataban sus hazañas con detalle pero no podían entrevistarle, ello motivó que fuese excluido del servicio militar en 1907 y que le hubiera evitado ir a la guerra si no hubiera revuelto Roma con Santiago para conseguir ser alistado como voluntario, con el trágico final que conocemos.
    Se trataba de un atleta magníficamente proporcionado, de pequeña estatura (1,65 m) pero con una gran musculatura, una clase y un caracter fuera de lo común.
     
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    Charles Terront, primer ganador de la París-Brest-Paris


    La París-Brest-París fue una carrera ciclista profesional masculina que se disputaba entre París y Brest en Francia, cuyo recorrido ida y vuelta constaba de 1200 kilómetros.

    Nació como una carrera para profesionales en 1891, cuando fue creada por Pierre Giffard y organizados por el periódico Auto-Vélo, buscando superar el éxito que había tenido la Burdeos-París

    La primera edición partió el 6 de septiembre de 1891 y tomaron la salida 206 corredores.


    Las inscripciones para esta primera edición de la París-Brest-París fueron más de 400, aunque serían 206 corredores los que tomarían la salida a las 7 de la mañana del día 6 de septiembre de 1891.

    Había 16 puntos de control, aunque la asistencia estaba permitida. Desde la salida los corredores parten muy rápidos. Los favoritos, Terront, Laval, Corre, Coullibeuf, Gros y Allart con sus entrenadores y cuidadores marcan sus estrategias, pero es un mano a mano entre Laval y Terront quienes se disputarían el triunfo. Los pinchazos y las averías se suceden, así como las alternativas en el primer puesto de la prueba.

    Laval llega primero a Brest con más de 40 minutos de ventaja, pero es Charles Terront quien, a las 6h.25' del día 9 de septiembre y ante 10.000 espectadores que habían esperado su llegada durante la noche, gana la carrera, rodando sin dormir durante 71h.25m a una media de 17,590 km/h a la ida y de 16,780 al regreso. Jiel Laval es segundo a más de ocho horas, y Henry Coulliboeuf es tercero, cuarto Corre, quinto Gros, sexto Allard, hasta un total de 99 corredores que llegarían dentro de los 10 días de plazo limitado para finalizar la prueba.


    La carrera fue una auténtica sensación entre un público deseoso de gestas deportivas y, con un éxito absoluto, se convirtió en la carrera reina de la época.

    La París-Brest-París no se organizó de nuevo hasta 1901, y su celebración sería posteriormente decenal. Por el contrario, la Bordeaux-París siguió, anualmente, acogiendo a los mejores corredores ciclistas del momento. El ciclismo estaba lanzado y los años siguientes serían de evolución constante.


    Se llevó a cabo cada diez años y la última edición oficial fue en 1951.

    Paralelamente a la París-Brest-París oficial, a partir de 1931 el Audax Club Parisien, comenzó a organizar la París-Brest-París randonneur, una versión cicloturista (brevet) para randonners. La misma se realiza cada cuatro años, siendo la más reciente edición en 2015.
     
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    Anquetil en la Bourdeos-Paris del año 1965

    La clásica Burdeos-Paris en los años 60 vivió su esplendor de la mano de Jaques Anquetil y su proeza en 1965 fue antologica,encadenó dos victorias en la general del Dauphiné Libere y Burdeos-Paris.En Dauphiné ganó tres etapas y la general,la última etapa terminó el 29 de Mayo a las 15h,después de atender a la prensa y el podio tomó un coche hasta Niza y allí un vuelo a las 18h30 que le llevó hasta Burdeos.

    Esa misma medianoche Jaques tomaba la salida en "el día más largo de su vida".Durante la noche no paró de llover y tuvo muchos problemas de estómago que casi lo llevan al abandono.Ya de día y con los dernys(Motos a pedales) se formó un trío con Jaques Anquetil,Tomp Simpson y Jean Stablinsky,ambos protagonizaron multiples ataques en los kms finales.Al final y después de 557kms Anquetil entraba primero en el parque de los principes,Stablinsky y Simpson llegaron al sprint a...57 segundos después de 15h03 minutos de carrera a una media de 37kms/h(Los dernys permitían subir mucho la media de carrera), impresionante es decir poco!!!
     
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