Epica ciclista..Historias de un deporte

Tema en 'General' iniciado por labeaga, 19 Ene 2019.

  1. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    Vuelta España 1957
    Loroño-Bahamontes, la foto engaña

    Posiblemente la Vuelta más polémica de cuantas se han corrido o al menos de la que más se ha hablado por la rivalidad entre Bahamontes y Loroño, los dos corrían en el mismo equipo de la selección española, el pique entre ellos era patente desde hacía años y con caracteres diferentes presagiaba problemas.
    En la 3ª etapa entre Santander y Mieres de 259 km Fede con un grupo de corredores y vence, pero lo mejor es la ventaja Loroño (10º) en casi 13 minutos.
    Al día siguiente, es Loroño quien da la réplica, se cuela con un grupo de fugados y cuando va a empezar el Puerto de Pajares, con más de 4 minutos de ventaja sobre el toledano, la Guardia Civil anula la etapa por la copiosa nevada en la cima.
    En la 10ª entre Valencia y Tortosa de 192 km, se forma una escapada de salida (km 35) con 7 hombres entre ellos Loroño y Bernardo. Bahamontes deja hacer, esperando que los extranjeros no dejen ir demasiado tiempo, pero no es así y ante la desesperación Fede se pone a tirar y tiene que ser el selecionador Luis Puig, quien tome cartas en el asunto amenazandolo de sacarlo de la carrera si sigue tirando. Cederá 20 minutos respecto al vasco, que se coloca de líder. Esa noche, en el hotel del equipo español saltaban chispas, incluso se habló que llegaron a las manos los Bahamontes y Loroño. A final el toledano se fue a la habitación a cenar pues no quería estar con el resto de sus compañeros.
    Puig trató de relajar los ánimos haciendo un pacto entre los dos, permitiendo a Bahamontes una escapada camino de Bayona (etapa pirenaica) para asegurar el Premio de la Montaña y luego se dejaría cazar. Pero cuando saltó Bahamontes, Loroño, que no se fiaba, quiso salir tras él. Puig le insistió en que cediera, pero no quería. Le tuvo que poner el coche por delante, asegurándole que lo pararía en la cima. Cuando llegó a Bahamontes, éste decía que no había pacto y Puig, de nuevo puso el coche delante para que Bahamontes no pudiera pasar. En Bayona ganó Ferraz y Loroño mantuvo el liderato.

    Al final de la vuelta ganó Jesús Loroño (E), 2º F. M. Bahamontes (E) a 8:11 y 3º Bernardo Ruiz (E) a 9:34.
     
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  2. wine religion

    wine religion Miembro Reconocido

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    Brutal la historia de este escalador cantabro "hors categorie"!!! Es la segunda vez que la leo y la disfruto y sigo pensando que la vida y hazañas de aquel jabato dan para un libro o un guión cinematográfico.
    Gracias de nuevo @labeaga por ésta y el resto de publicaciones.
     
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  3. cubetero

    cubetero Miembro Reconocido

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    Que bonito es éste deporte!!!
    Buen hilo.

    un saludo
     
  4. jesus "LAPIERRE"

    jesus "LAPIERRE" Miembro Reconocido

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    muy en el sur..........
  5. CARHERVAS

    CARHERVAS Miembro Reconocido

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    Gracias, muchas gracias.
     
  6. labeaga

    labeaga Miembro Reconocido

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    La iglesia de Madonna del Ghisallo: El santuario de los héroes ciclistas

    En lo alto de las colinas y sobre el lago de Como se encuentra una pequeña iglesia, que es segurament el único lugar religioso en el mundo al que los visitantes acuden con dorsal. Está lleno de recuerdos de Giro de Italia de antes y después de la guerra, es el hogar del santo patrón del ciclismo. Aquí, Madonna del Ghisallo guarda tales tesoros como las bicicletas de Fausto Coppi, Gianni Motta o Eddy Merckx. La capilla se parece a una tienda de bicicletas antigua, y donde normalmente suele haber santos y estatuas, encontrará fotos de héroes de ciclismo.

    La iglesia está situada en la cima del Passo del Ghisallo, una subida de 10 kilómetros que es famosa por formar parte cada año del Giro de Lombardia y en algunas ocasiones del Giro de Italia. Así que no es extraño que sea conocida por un montón de aficionados al ciclismo.

    La leyenda cuenta que el Conde medieval de Ghisallo fue salvado de los ladrones por la visión de la Virgen María en este lugar. Él ofreció sus rezos en el santuario del borde de la carretera, y la Madonna del Ghisallo se convirtió en la la patrona de todos los viajeros. En 1949, el Papa Pío XII le dio el título de Patrona del Ciclismo. Dentro de la iglesia se puede encontrar una llama eterna ardiendo para honrar la memoria de todos los ciclistas caídos.

    Giro de Lombardia. Los periodistas, guionistas del ciclismo, buscaron nuevos giros en la historia. En 1919 se les ocurrió incluir la subida al santuario del Ghisallo, un camino de tierra, empinadísimo para subirlo con aquellas bicicletas tan pesadas. La primera gloria fue para el terrible Girardengo, ídolo temprano de la Italia ciclista. «Desde que atacó a sus rivales, no dio la impresión de sentir cansancio», contó la crónica de La Gazzeta dello Sport. «En la subida fue enérgico, a veces violento, pero siempre constante, poderoso, desatado». La carrera se disputaba en noviembre y Girardengo llevaba guantes gruesos, rodilleras de lana y guardabarros. Después de bajar el Ghisallo, paró en un pueblo para lavarse y entrar en calor a base de café y huevos. En la meta de Milán, Girardengo sacó ocho minutos a Belloni y veintitrés a Suter. El octavo y último clasificado, De Michel, llegó a tres horas y treinta y tres minutos.

    El Ghisallo cuajó como escenario de batallas memorables, tanto en el Giro de Lombardía como en el Giro de Italia, y los ciclistas de la comarca peregrinaban a esta montaña. Pedaleaban el camino del calvario, rezaban a la Madonna y le dejaban ofrendas. El 17 de agosto de 1947, en un domingo de romería, subieron tantos ciclistas, ofrecieron tantas maglias, tantas gorras, tantas flores y tantos trofeos a la Virgen, que al rector se le ocurrió una idea: pedirle al papa Pío XII que nombrara patrona de los ciclistas a la Madonna del Ghisallo. Desde entonces, en la ermita se guardan bicicletas de campeones como Coppi, Bartali o Merckx, maillots, medallas, trofeos, banderines. Y en el año 2000 construyeron, junto al santuario, un museo del ciclismo, amplio y moderno, con una extraordinaria colección de bicis, maglias y otros fetiches, y un relato histórico con joyas documentales.
     
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  7. labeaga

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    Miquel Mucio, el ciclista que sobrevivió a un campo de concentración nazi y murió envenenado

    El campo de concentración de Neuengamme, al sudeste de Hamburgo, no es de los más conocidos, pero allí estuvieron recluidos 750 españoles, todos hombres, entre 1938 y 1945. Allí casi perdió la vida el gran campeón ciclista Miquel Mucio, ilustre ganador de la Volta a Catalunya en los años 1924 y 1925 y uno de los pioneros del deporte de las dos ruedas en nuestro país.

    Neuengamme era una especie de ciudad del horror donde se confinaba a los presos políticos, en su mayoría rusos, a construir ladrillos. Hasta 106.000 personas llegaron a estar recluidas en sus muros, de las que 56.000 perdieron la vida. Las cifras son demoledoras, casi un 50% del que entraba en esos muros no vivía para contarlo. Las condiciones de trabajo, como en otros campos de las SS, eran de todo menos saludables: escasa nutrición, trabajos forzados y malos tratos por parte de los guardianes. No era pues de extrañar que los que saliesen de allí lo hiciesen en horribles condiciones. En el caso del ciclista catalán, apenas sobrevivió 23 días a su liberación.

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    Muç Miquel, como se le conocía en su Barcelona natal, había sido arrestado por fuerzas de la Gestapo en la localidad de Perpiñan, donde vivía con su esposa Maria Gubert y su hijo de 14 años, un 10 de abril de 1944. Tres hombres armados con metralletas entraron en su casa a las 4 de la mañana. Como gesto de cortesía le permitieron llevarse una camisa, un pantalón y unos zapatos. Nunca más volvería a su casa.

    Cuando las tropas aliadas entraron en Neuengamme, el 4 de mayo de 1945, Muç todavía estaba vivo, pero sus fuerzas se habían roto en mil pedazos. Sólo pudo pedir que le hospitalizasen en lugar de repatriarle, tal era su grado de debilidad. En la misma situación se encontraban gran parte de sus compañeros. Sin duda, no eran tipos con suerte. Las tropas americanas debían seguir avanzando y dejaron el cuidado de los enfermos a personal hospitalario nazi, que les sirvió comida envenenada.

    El 27 de mayo de 1945, Miquel Mucio, campeón de España en 1928 y de la Volta a Catalunya en dos ediciones moría en el hospital de Lübtheen de la manera más rocambolesca posible, envenenado por el personal hospitalario de un país que ya estaba perdiendo la guerra, tras haber sobrevivido a trabajos forzados en un campo de concentración nazi.

    Mucio, era un gran rodador que plantó cara en los años 20 a la estrella de la época, Jaume Janer, y que sirvió como cicerone en sus primeros pasos por el mundo del ciclismo a un jovencísimo Mariano Cañardo, con el que acabó teniendo alguna disputa. Sus grandes triunfos fueron las dos Voltas a Catalunya (en un tiempo en que la Vuelta Ciclista a España ni siquiera había nacido) y un Campeonato Nacional de fondo en carretera. También ganó una Vuelta a Asturias y una Prueba Villafranca de Ordizia.



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    Junto a Jaume Janer, el otro as de la época
    Su vida nunca había sido fácil. Hijo de un sereno de Barcelona, se quedó huérfano de padre y madre a los 5 meses de edad. Unos parientes se lo llevaron a Vilaseca de Tarragona, donde se dedicó a la agricultura hasta los 16 años de edad. De allí se trasladó a Perpiñan, donde trabajó como mecánico en una casa de ciclos. Y aunque no tenía previsto dedicarse a ello, un buen día se apuntó a una carrera de ciclismo regional. Al año siguiente ya fue cuarto en la general final de la Volta a Catalunya.

    Esos fueron sus mejores años. Dos Voltas a Catalunya, dos segundos puestos y la certeza de saberse una estrella en el pelotón nacional, hasta el punto de no correr la Volta por desavenencias con la organización. Los felices años 20 lo fueron para Mucio, que logró sus grandes triunfos con apenas 22 años de edad. Eran otros tiempos y los ciclistas, como luego le pasaría a Cañardo, explotaban al año de haberse comprado su primera bici.

    A partir de los 30 se pierde la pista del rodador catalán, al que tantas veces habían cambiado el nombre, castellanizándolo e invirtiendo nombre y apellidos. Se sabe que había sido activista del PSUC y del PC por lo que lógicamente en algún momento de la contienda civil tuvo que emigrar a Francia, de donde además era su mujer. Los de antes eran tipos duros, pero no longevos como Jens Voigt. En 1944, la fatídica mañana en que tres agentes de la Gestapo irrumpieron en su casa para llevarle en un viaje sin retorno, es de suponer que llevase mucho tiempo retirado. Pero que no hubiese perdido las fuerzas.

    Y sin embargo sólo le duraron un año. Los campos del horror estaban diseñados para eso y no tuvieron clemencia alguna con el campeón ciclista. Pese a la documentación que existe y las muchas películas que lo han contado, es difícil asimilar realmente lo dura que debía ser la vida en aquella fábrica de ladrillos. La de Miquel Mucio lo fue. Fue una vida de película.
     
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  8. labeaga

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    La increíble historia de Vicente Blanco 'El Cojo', el primer gran ciclista español


    El primer participante español en el Tour de Francia no pudo ni terminar la primera etapa. Abandonó prematuramente. Sin embargo, su historia está cargada de tintes épicos. Porque cinco años antes de aquél día, se había quedado prácticamente sin los dos pies tras dos accidentes laborales. Se quedó literalmente cojo. Pocó después, llegó a ser dado por muerto y enterrado. Y para competir en la ronda gala, se desplazó desde Bilbao hasta París con su propia bicicleta. Entonces, el sentido del primer enunciado cambia radicalmente. El primer participante español en el Tour era un héroe. Vicente Blanco fue el primer gran ciclista español.
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    Una infancia complicada
    Vicente Blanco nació en Deusto en 1884, y bien joven ya comenzó a trabajar para cumplir con las necesidades de su familia. Empezó de marinero, primero en la cocina de un barco, después de palero en las máquinas... recorriendo el mundo y dando lugar a un físico espectacular que más tarde le ayudaría en su carrera deportiva.

    En 1904 tuvo que cambiar de trabajo. No sabía que su vida estaba a punto de transformarse por completo. Entró en una fábrica siderúrgica, La Basconia, y su jovialidad, su atrevimiento, y el alcohol, estuvieron a punto de acabar con él. Varias veces. Primero, por una apuesta con sus compañeros que terminó con Vivente cayendo desde una casa en construcción. Increíblemente, no se mató. Poco después, un año aproximadamente, una barra de metal al rojo vivo le entró de abajo a arriba por el talón, dejándole todos los músculos del pie izquierdo destrozados. Y menos de un año más tarde, en los diques de Euskalduna, los engranajes de una máquina le atraparon el pie derecho, haciéndole perder los cinco dedos.

    Vicente Blanco ya era cojo. Tenía dos muñones en los pies. Pero eso no le importó para seguir practicando su gran pasión, el ciclismo. Con el dinero de la indemnización por sus accidentes compró una vieja bicicleta oxidada y sin ruedas que reparó como pudo. Y pese a unas primeras carreras desastrosas, no tardó demasiado en ganar su primer premio: 125 pesetas por ser tercero en una carrera en Vitoria.

    Aún estaba a punto de vivir otra gran anécdota, con la que terminaría de ganarse a toda su gente. Con el dinero de aquel premio volvió a casa y pudo casarse, desapareciendo por un tiempo de la ciudad con su mujer. Llegó a surgir el rumor de que había muerto tras cortarse con una botella en un día de borrachera. La gente se apenó, pues era una persona querida, hasta que un día de celebración, con toda la gente en las calles, El Cojo apareció en bicicleta tocando con su flauta un popular pasodoble. La gente no daba crédito. Había nacido el ídolo.

    Doble campeón de España
    Poco después, en 1908, se desplazaba hasta Gijón para disputar el campeonato de España con una bicicleta que le había regalado un vecino. Y ganó a los mejores ciclistas nacionales. Aunque para ello tuvo que tirar de picaresca. A mitad de recorrido los ciclistas debían firmar en el control de paso. Cuatro ciclistas, entre ellos Vicente Blanco, llegaron escapados; y éste fue el primero en firmar, arrancando de inmediato y a toda prisa con la bicicleta. Cuando el siguiente corredor fue a firmar, se encontró con la punta del lápiz rota. Tuvieron que esperar a que el juez de control le sacara punta con una navaja para poder firmar y volver a arrancar, pero para entonces El Cojo ya estaba demasiado lejos.

    No obstante, era el mejor, como demostró al año siguiente, cuando volvió a proclamarse campeón de España en Valencia, tras una carrera épica en la que aventajó en más de media hora al segundo clasificado. El Cojo, torpe para andar, volaba sobre su bicicleta, dejando a todo el mundo perplejo. A su vuelta a Bilbao, Vicente Blanco se encontró su propia imagen en la mayoría de escaparates de la ciudad. Su fama no paraba de crecer.

    La empresa imposible del Tour
    La historia con la gran ronda francesa comenzó después de imponerse con claridad en la Irún-Pamplona-Irún, una prueba de carácter internacional. Entonces, a Vicente Blanco se le metió en la cabeza que podía participar en el Tour de Francia, la gran ronda ciclista, aquella en la que hasta el momento ningún español se había atrevido a participar por el temor que infundaba a todos los ciclistas.

    [​IMG]Espoleado por la Federación Atlétiva Vizcaina, El Cojo tomó la determinación de competir en la gran ronda gala. Los rumores sobre la misma, que afirmaban que era una amenaza para los ciclistas, quienes pasaban hambre y sed y padecían múltiples enfermedades no le frenó. Tampoco el espectacular, y casi criminal, recorrido que se había preparado para aquella edición, en la que por primera vez se subirían los grandes puertos pirenaicos: Aspin, Aubisque, Peyresourde, Soulor y Tourmalet). Aquello provocó que una cuarta parte de los inscritos se retirara antes de comenzar la prueba, pero no Vicente Blanco, que terminó de convencerse cuando leyó en los reglamentos de la carrera aquello de "el corredor sale solo a la aventura".

    Así que hacia París marchó. Pero claro, como no había dinero, y ya demasiado había sido conseguir el suficiente para la participación, tuvo que hacerlo por su propia cuenta. Y al ciclista no se lo ocurrió otra manera que cubrir el camino entre Bilbao y París en bicicleta, con un zurrón con unos pocos mendrugos de pan y aún menos monedas. 1100 kilómetros a recorrer en cinco días si quería llegar a tiempo. Ahí había comenzado, sin duda, el Tour de Vicente Blanco.

    Llegó el día de antes, y un mecánico español le proporcionó una bicicleta más ligera, de 15 kilos, para que pudiera arrancar la competición entre los isolés, aquellos ciclistas que iban solos, sin equipo. Debían buscarse la vida no sólo para terminar las etapas, sino también para comer, alojarse, solventar cualquier problema que les sucediera durante la carrera...

    Así que al día siguiente, el 3 de julio, después de dormir mal y amanecer peor, Vicente Blanco se dispuso a afrontar su primera etapa del Tour. Aprovechó la salida para ver a los grandes ciclistas de la época, los Cruppelandt, Faber, Lapize o Garrigou, porque ya no los iba a ver más. Desde el comienzo se le escaparon. El bilbaíno no duró ni una jornada, en un Tour que quedó para la historia por el grito de "¡Asesinos!" que Octave Lapize profirió contra los organizadores cuando coronó Aubisque tras una etapa infernal en los Pirinieos.

    Aunque Vicente Blanco no figura en la clasificación de aquella etapa, de París a Roubaix, el español asegura que sí había llegado al final, que había completado los 272 kilómetros. Fuera de control, eso sí. Achacó el fracaso a las averías, al cansancio, a las caídas...pero sobre todo a que "no pude hacer nada contra aquellas fieras bien alimentadas".

    Final en soledad
    El Cojo decidió regresar nada más terminar su experiencia francesa. Eso sí, en esta ocasión pudo hacer el camino en tren. Y al llegar a Bilbao fue recibido como un auténtico héroe. Aunque nunca más volvió a hablar del Tour, siguió compitiendo en España, adjudicándose diversas pruebas del norte del país, así como una tercera plaza en la primera Volta a Cataluña. Dejó la bicicleta en 1916, y con el dinero que había acumulado se inició en diversos negocios, todos ellos con malos resultados. Su vida terminó un 24 de mayo de 1957, a los 73 años, sólo y arruinado. Su vida, su destino, parecía tener ese final reservado para él. Su grandeza sobre la bicicleta, en cambio, no lo merecía.



    Una aclaración

    Por aquel entonces se consideraba a Vicente Blanco como el primer español que participó en el Tour de Francia, como en este escrito se ha seguido considerando, y como se aceptó durante casi un siglo. Pero recientemente la investigación de una revista belga con motivo del centenario de la prueba descubrió la figura de José María Javierra. Natural de Jaca, participó en el Tour en 1909 (un año antes, por tanto, que Vicente Blanco), pero nadie fue consciente de que era español. El motivo, porque llevaba desde pequeño en Francia, y participó con otro nombre: Joseph Habière. Cuando era pequeño su padre falleció, y su madre se lo llevó a él y a otros tres hermanos a Oloron, en los Pirinieos franceses, para empezar una nueva vida. Por tanto, Javierre se inscribió en el Tour con la nacionalidad francesa, aunque en realidad no la obtuviera hasta 1915, cuando se enroló a la Legión Extranjera para combatir en la Primera Guerra Mundial. Por lo tanto, cada uno puede interpretar de manera distinta quién fue el primer español que, oficialmente, participó en el Tour, si José María Javierra, o Vicente Blanco.
     
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  9. labeaga

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    Joseph Habierre, el francés de Jaca

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    La vida cada vez es más difícil en Jaca. Varias epidemias consecutivas de cólera, viruela y dengue han dejado maltrecha a la población, que practica cada mañana un heroico ejercicio de supervivencia. Las cosas no mejoran mucho en el campo y la alarmante falta de trabajo mantiene a muchas familias en la absoluta indigencia.

    Orosia Rapún, natural de Borau, con la viudedad recién estrenada y la desesperación en el alma, decide cargar a sus cinco hijos, el más pequeño todavía de pecho, y tomar el camino de Oloron en busca de futuro. Corre el año 1892 y a Jaca acaba de llegar la luz eléctrica y también el tren. Tremenda paradoja.

    La carretera que lleva a la frontera ha sido construida hace muy pocos años pero el Somport sigue siendo inhóspito y traicionero. Pese a todo, a finales del siglo XIX cruzar a Francia sigue siendo más sencillo que bajar al llano, tierra ajena y desconocida. Orosia arrastra a sus hijos y una carga de dolor que al tiempo le insufla valor. Es lo único que pesa en el mísero equipaje de una viuda de jornalero que quiere mitigar el hambre de sus cinco hijos.

    Al llegar a lo alto del Somport continúan sin descanso hasta Lescar, muy cerca de Pau. Han llegado a la tierra prometida con la certeza de que el camino andado es tan sólo una estación intermedia. Allí les preguntan por sus apellidos y el Javierre del marido y padre fallecido (jota rotunda e impronunciable para los franceses) se convierte en una hache aspirada que lo transforma en Habierre. Con el afrancesado se quedaron para siempre, iniciando un proceso de desespañolización que culminó en uno de los errores más importantes de la historia del ciclismo español, sólo resuelto más de un siglo después.

    La revista belga Coups de pédales (Pedaladas) desveló el pasado año que José María Javierre, uno de los hijos de Orosia, fue el primer español que corrió el Tour de Francia en 1909, y no el bilbaíno Vicente Blanco “El Cojo”, al que se le atribuía históricamente ese privilegio después de tomar parte en la ronda gala de 1910. Para encontrar el origen de esa confusión hay que remontarse a ese lejano año 1892, cuando la familia Javierre inicia la diáspora hacia Oloron y pasa a ser Habierre.

    Orosia Rapún, nacida en “Casa Soro” de Borau, había contraído matrimonio con Justo Javierre, natural de Javierregay. Vivían en el número 3 de la antigua Plaza de la Estrella de Jaca, actual plaza de Ripa, detrás del claustro de la Catedral. José María fue el tercero de cinco hermanos que vivían hacinados en una casa de escasos recursos y muchas renuncias. Había nacido el 6 de febrero de 1888 y bautizado en el mes de abril en la Catedral. En el libro de Cumplimiento Pascual que conserva el Obispado de Jaca se indica con claridad que en la Pascua de ese año vivían en la Plaza de la Estrella el matrimonio Javierre y sus hijos Miguel, de 10 años, Cándida, de 7, y José María, de meses. También se informa de que compartían techo con cuatro personas más que no pertenecían a la familia.

    Tres años después se había sumado un hijo más, Luis, de seis meses, pero ya había fallecido el cabeza de familia. En 1892, tras el nacimiento de Dámaso, ya no queda ningún Javierre en esa dirección. A esas alturas Orosia ya había iniciado el exilio forzado hacia el otro lado del Pirineo. Nunca más volvería. En Lescar encontraron las oportunidades que la Jaca burguesa y acomodada les negaba. Con 17 años José María comienza a interesarse por las bicicletas y se compra una para hacer largos recorridos por la tarde, después de trabajar en la fábrica del pueblo. En Francia el ciclismo es ya uno de los deportes más populares. Tan sólo dos años antes el diario ciclista L’Auto, dirigido por Henri Desgrange, ha comenzado a organizar la Vuelta a Francia. La prueba ha logrado arrastrar en poco tiempo a miles de franceses a las carreteras y el pequeño Maurice Garin es la estrella del momento tras ganar la primera edición.

    José María Javierre es ya Joseph Habierre. Su infancia jacetana apenas la reporta recuerdo alguno. Desde los cuatro años vive en Lescar y piensa como un francés, habla francés y se siente francés. Pero sigue siendo español. Su afición ciclista le concede cierta notoriedad en algunas carreras locales y regionales. En el velódromo Bois Louis de Pau gana varias pruebas con 19 años y en 1908 consigue el triunfo en la más que respetable Monein-Artix. Las victorias se suceden en la Pau-Puyoo-Pau con un record que se mantendría durante varios años. Apenas consigue dinero, corre por el honor y algunas medallas, nada más. Ha ganado fuerza y confianza y se encuentra preparado para dar el salto al Tour de Francia, “la prueba deportiva más grande”, como rezaba la publicidad de L’Auto.

    Un 5 de julio de 1909 Joseph Habierre se inscribe con el dorsal 70 en el que iba a ser el Tour más frío y lluvioso de la historia. Preguntado por su lugar de origen responde que es natural de Lescar, y francés. Los rudimentarios métodos de inscripción de la época no daban para más. Aquel Tour recorrió 4.497 kilómetros durante 14 terroríficas etapas de 300 kilómetros por carreteras infames sobre rudimentarias y pesadas bicicletas. Ganó con una autoridad insultante el luxemburgués François Faber (logró seis victorias de etapa), y Habierre finalizó en una meritoria 17ª posición en la general.

    El Tour de 1909 fue el primero que admitió la categoría de los isolés, los ciclistas solitarios que competían sin equipo ni apoyos técnicos. El de Jaca fue uno de ellos. Hercúlea empresa en un tiempo en que el ciclismo pertenecía al universo de la épica. Su primera participación en el Tour fue alabada por los medios de comunicación y admirada por sus paisanos de Lescar, que le recibieron con una pancarta que decía “Vive Habierre” cuando la carrera atravesó el pueblo en la terrible etapa entre Bayona y Burdeos. Según recogía la revista de Pau Eclair-Pyrenées, en un reportaje que dedicó a Habierre en 1952, éste besó a su madre y le espetó en bearnés “Adiou Mama”.

    Ese día el de Jaca hizo la mejor etapa de su vida y concluyó el 15º, a una hora y media de Constant Ménager, exhausto ganador con un tiempo de 10 horas. Al final del Tour Habierre ocupó el sexto lugar de su categoría en una carrera dominada por los grandes equipos del momento, sobre todo el patrocinado por la mítica marca de bicicletas Alcyon, maravilloso equipo de galácticos en el que militaba el propio Faber, Garrigou y Alavoine.

    En aquel reportaje publicado 43 años después en Eclair-Pyrenées, se relataba con detalle una de esas etapas, que ilustraba sin ambages la dureza de una aventura heroica. “Entre Brest y Caen, a las 3 de la mañana, Habierre pinchó. Mientras repara el neumático al borde de la carretera, en la oscuridad más completa, una fuerza brutal le empuja y le manda al fondo de la cuneta. Era un ciclista retrasado y despistado. Habierre, aunque tarda un poco, recupera el sentido, pero lo que no recupera es el desmontable. A cuatro patas busca ansioso entre la hierba. Por fin lo encuentra. Termina de arreglar el pinchazo y vuelve a partir. Llega al primer control con 1.20 horas de retraso y debe rodar solo los 415 kilómetros de la etapa”. Al año siguiente el jaqués se traslada a vivir a Oloron y abre una tienda de bicicletas Alcyon. Su vida se vuelca definitivamente en el ciclismo y decide participar nuevamente en el Tour de Francia, y vuelve a terminarlo. Es la edición de los Pirineos, la primera que asciende el Tourmalet, el Peyresourde, el Aspin y el Aubisque en una misma etapa. Henri Desgrange, el padre del Tour, había enviado a un emisario el año anterior para inspeccionar los puertos pirenaicos. Quería más espectáculo y dureza y estaba convencido de que la capacidad de sufrimiento de los ciclistas no había alcanzado su límite. Ese emisario encontró en el Tourmalet una pista forestal intransitable pero envío un telegrama a Paris en el que decía: “Superado el Tourmalet. Stop. Muy buena ruta. Stop”. Los Pirineos engrandecían la leyenda del Tour. El mítico Octave Lapize, ganador de aquella edición, dedicó a los organizadores una de las frases más terribles de la historia del Tour al coronar el Tourmalet: “¡sois unos asesinos!”.
     
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  10. labeaga

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    El ángel de la lluvia.
    Al igual que el ultra conocido Goku, que se ponía feliz cuando sus oponentes resultaban ser más fuertes que él, existió un ciclista luxemburgués que disfrutaba de las peores condiciones climáticas. Cuando la lluvia y el frío hacían torcer el gesto a la mayoría del pelotón, este deportista sacaba lo mejor de sí. Hablamos de Charly Gaul.

    Este ciclista nació en 1932 y jamás fue muy asiduo al público, debido a su carácter serio e introvertido, un tanto desagradable y de pocos amigos dentro de la profesión.

    Pero si hablamos de la bicicleta, este luxemburgués era un escalador prácticamente invencible, de los mejores de la historia. Sus compañeros lo definían como un ‘asesino’, pues cuando las carreteras apuntaban hacia el cielo este deportista no ahorraba esfuerzos y se iba con todo en busca de la gloria.


    Sin embargo, Gaul tuvo la mala suerte de nacer en un tiempo donde reinaron excepcionales ciclistas todo terreno, los cuales sobresalían en cualquier superficie.

    Bobet, Anquetil y Bahamontes eran algunos, y Charly parecía estar siempre un peldaño debajo de ellos. Ganaba etapas, pero sucumbía ante los días calurosos. ¿Irónico no?

    Sin embargo, todo eso cambió en el Giro de Italia de 1956, en la penúltima etapa que unía Merano con el Monte Bondone. Un calor infernal había azotado la carrera, pero justo ese sábado, en esa etapa, llovía de forma intensa y hacía mucho frío.

    Nuestro deportista no tenía opción alguna de cara a la general. Marchaba en el puesto 24 a más de 16 minutos de los primeros lugares. Ante aquel panorama, los ciclistas se tomaron con calma la etapa y el clima no tardó en empeorar. Comenzó a granizar.

    El líder de la etapa y segundo en la general, Maule, se fundió rápidamente ante las condiciones climáticas. Gaul seguía atrás cuando de pronto comienza a nevar ligeramente. El frío se torna insoportable.

    Algunos ciclistas paran en algún bar para tomarse una copa de coñac y Galdeano, compañero de Bahamontes, entra a toda velocidad a la casa de uno de los lugareños pidiendo un plato de sopa.

    En ese momento, el luxemburgués protagonizó un descenso casi suicida. Apenas podía frenar pues no sentía sus manos producto del frío.

    Por otro lado, Bahamontes, no pudo con la bajada y cayó violentamente. Rápidamente fue llevado a un hospital donde le diagnosticaron “agotamiento absoluto”.

    El día seguía empeorando. Los favoritos seguían cayendo como moscas y la nieve no paraba de caer. De hecho, Charly se quedó solo en la cabeza. Le faltaba ascender el Bondone (una comunidad italiana ubicada en la provincia de Trento) donde un verdadero infierno le esperaba a los ciclistas.

    Había nieve por todos lados y varios grados bajo cero. Las condiciones eran realmente adversas, sin embargo, al luxemburgués le comunican que por primera vez puede ganar el Giro de Italia, ya que sus rivales directos se habían retirado y no daban más.

    A falta de 7 kilómetros para llegar a la meta ocurre lo impensado. Gaul desfallece, pierde fuerzas y baja el ritmo de su pedaleo. Intenta tomar algo caliente para recuperar la temperatura y resiste.

    Después de casi 9 horas de interminable pedaleo, el ciclista cruza la meta, medio inconsciente y desorientado. No sabe donde está. Se lo llevan en brazos a un rincón donde le van un vaso de chocolate caliente. Había ganado su primer Giro tras llegar con más de 3 minutos de ventaja en la general.

    En esa infernal etapa, más de la mitad del pelotón se retiro. Allí, en esa montaña, nace la leyenda del “ángel de la lluvia”.

    Sin embargo, eso no sería todo, pues el mundo vería otra demostración de Charly en el Tour de Francia de 1958 .

    OTRO DÍA DE LLUVIA Y VIENTO
    “Levántate soldado, hoy es tu día”, le dijo su masajista aquella mañana previo a la competencia. Marchaba sexto en la general con el francés Geminiani que dominaba la carrera.

    El luxemburgués se encontraba a 16 minutos del líder, pero había lluvia, y eso cambiaba las cosas. Gaul quería quedarse con el Tour y bajo un aguacero constante volvió a surgir aquel “ángel de la lluvia”.

    El pelotón comenzó el ascenso y nuestro ciclista se encontraba compitiendo en otra dimensión. Crecía con cada gota y la intensa lluvia se transformó en su mejor aliada. De hecho, llegó a la cima con más de un minuto de ventaja.

    De ahí en adelante nadie lo paró. Ni el viento, ni los granizos pudieron con él. A la meta llegó con 12 minutos de ventaja sobre Geminiani, 9 sobre Bobet y 23 sobre Anquetil y Bahamontes, las estrellas de entonces.

    Tras esa etapa, quedó solo un minuto del líder, el italiano Favero, y dos días después logró superarlo en la contrarreloj. El Tour de Francia era suyo.

    Luego de esa hazaña Gaul desapareció. Vivió como un ermitaño en una cabaña en Bélgica, y apareció 20 años después para conocer a la que sería su tercera esposa.

    Un día, apareció en el Tour y se enamoró del italiano Marco Pantani. Compró un televisor y se dispuso a ver el Tour, para recordar aquellos días de lluvia y frío.
     
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    Luigi Ganna, primer ganador del Giro de Italia en 1909.


    En el Giro de 1911, en el transcurso de una etapa por Nápoles los ciclistas tuvieron que huir campo a través de una manada de toros; poco después continuaban pie a tierra para poder atravesar por una carretera impracticable escoltados por los lanzamientos de tomates e insultos de los espectadores
     
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  12. labeaga

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    Hugo Koblet, primer ganador no italiano del Giro, año 1950.

    Os pongo un relato de una etapa del Tour
    Koblet había pasado uno de los peores ratos de su vida durante los 216 kilómetros de que constaba la 10ª etapa de aquel Tour. Un gran forúnculo en su trasero le provocaba terribles dolores, haciendo que casi no pudiera sentarse en el sillín. Por la tarde, en el hotel, su director, Alex Burtin, llamaba con el mayor secretismo posible a dos médicos de la ciudad para que vieran a su pupilo. No querían que trascendiera la noticia.

    El ciclista esperaba encerrado en su habitación, nervioso y muy dolorido. El diagnóstico del primer médico fue contundente: “Hay que sajar el forúnculo”. Aquella operación significaría el abandono del Tour, así que Burtin rechazó esta opción. El segundo galeno repitió el diagnóstico, pero ante la insistencia y desesperación de los suizos les ofreció un remedio para aliviar el dolor: supositorios de cocaína. Por aquel entonces no existían controles antidoping, así que Koblet y Burtin le tomaron la palabra.


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    “Hasta la meta, claro”
    Al día siguiente le dije a Hugo que intentara pasar la etapa lo más tranquilo posible”, recordaría su director años después. Pero el genial ciclista hizo todo lo contrario. Apenas se llevaban 37 kilómetros de etapa cuando, en una pequeña cota, saltó del pelotón con rabia y una velocidad endiablada. Con él se fue el francés Louis Deprez, a quien dejaría fundido pocos kilómetros después. En el grupo, los grandes favoritos ni se inmutaron. Faltaban 140 kilómetros a meta, prácticamente llanos, y aquel ataque les pareció una extravagancia, una locura sin posibilidad alguna de prosperar. Así lo pensó también Alex Burtin.

    En cuanto los jueces me dejaron paso, aceleré el coche para buscarle y echarle la bronca por semejante estupidez –explicaría-. Pero me quedé perplejo. Hugo rodaba concentrado, a tope, con un pedaleo redondo y perfecto, tirando de los talones, con los codos doblados y pegados al cuerpo, la cabeza metida en el manillar. Era un espectáculo fantástico. Durante algunos kilómetros conduje el coche varios metros detrás de él, admirado, sin acercarme por temor a romper la magia de aquella escena. Por fin, después de un rato, me puse a su altura y le hablé por la ventanilla. “Hugo, ¿qué haces?”. Me respondió sin girar la cabeza: “No lo sé”. “¿Hasta donde piensas seguir a esta velocidad?”. Entonces me miró, con media sonrisa: “Hasta la meta, claro”.

    Poco tardó Koblet, desatado, en alcanzar los tres minutos de ventaja, y entonces los grandes favoritos de aquel Tour (Coppi, Bartali, Bobet, Robic, Magni, Germiniani, Ockers…) empezaron a inquietarse... aunque sólo un poco. Sólo lo suficiente para mandar a sus mejores gregarios a ponerse al frente del pelotón y acelerar el ritmo. Por muy fuerte que rodara el suizo, parecía imposible que un solo hombre pudiera con la sucesión de relevos, perfectamente sincronizados, de los potentes equipos de Italia, Francia y Bélgica [por aquel entonces se corría por escuadras nacionales].

    Pero pasaban los kilómetros, y la ventaja no bajaba de aquellos tres minutos. Con un pedaleo potente y redondo, mantenía a raya a todo un grupo de grandes rodadores. Entonces, en una imagen insólita en el Tour de Francia, los jefes de fila en pleno llegaron a un acuerdo para pasar al frente del pelotón y tirar ellos mismos para anular la fuga de Koblet. Ahora sí, era la lucha de un hombre contra una jauría de líderes tirando a muerte, y aquel seguía saliendo victorioso. Fueron 140 kilómetros de agónica persecución, a 38,95 km/h; tres horas y media de lucha sin un momento de respiro. Hasta la meta, claro. La esponja húmeda, el peine, los brazos en alto…
     
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  13. labeaga

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    Hugo Koblet cuando ganaba una etapa tenía una especie de ritual. Consistía en pararse antes de cruzar la meta entonces sacaba una esponja húmeda y un peine del bolsillo, se lavaba la cara, se peinaba con esmero y luego cruzaba la meta brazos en alto. Impecable, como siempre. Entonces frenaba la bicicleta, cogía un cronómetro, lo ponía en marcha y se sentaba a esperar al pelotón.
     
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  14. labeaga

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    Bartali en plena ascensión a un descarnado y nevado Galibier, camino de la victoria de etapa en el Tour de Francia de 1937

    Del gran Bartali es muy conocido el papel que jugo en los años 1943-1945 ayudando a salvar personas judías del exterminio.

    Lo que creo que no es tan conocido es esta otra historia posterior a la guerra.

    En julio de 1948 el líder comunista Palmiro Togliatti fue víctima de un atentado, un disparo en el cuello, y se debatía entre la vida y la muerte. Bartali, que se hallaba en el Tour, recibió una llamada de auxilio del primer ministro, Alcide de Gasperi, viejo amigo suyo de Acción Católica. “Gino, ayúdanos, Italia se halla al borde de la insurrección, una gesta tuya nos ayudaría mucho”.

    Bartali le dijo que quería que hiciese y Gasperi le dijo si podía ganar el Tour, Bartali le respondió que eso era casi imposible pero que la etapa del día siguiente si que la iba a ganar.

    Al día siguiente, bajo una nevada, el Tour se enfrentaba a los Alpes. Bartali acusaba un retraso de 20 minutos en la clasificación general con respecto a Louison Bobet. De Cannes a Briançon, por el Izoard, se impuso el italiano y la noticia se conoció en plena y tumultuosa reunión de la Cámara de los Diputados. En momentos de gran desconcierto una voz se alzó: “Bartali ha conquistado la etapa y es el nuevo líder”.

    Al día siguiente, en Aix-les-Bains, ganó de nuevo. Y al tercer día, en Lausana, otra vez. Líder con ventaja y el Tour prácticamente en el bolsillo. Como explicó años más tarde Giulio Andreotti, “decir que se evitó la guerra civil por una victoria en el Tour de Francia es sin duda excesivo, pero es indudable que Bartali contribuyó a aliviar las tensiones”. Cuando Togliatti se despertó tras una operación en el cráneo sus primeras palabras fueron: “¿Qué ha hecho Bartali?”.
     
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  15. labeaga

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    Os pongo un video del Tour del año 1951 iba lider Wim Van Est. Este ciclista holandés, que defendía en la etapa 12.ª de la edición del Tour del año 51 el maillot amarillo, en el descenso del Aubisque tuvo un pinchazo y se despeñó por un barranco. Los presentes no confiaban en encontrarlo con vida al fondo de aquellos 70 metros de profundidad, pero la sorpresa fue mayúscula cuando lo rescataron sollozando y magullado pero vivo.

    Como no de esta desgracia hubo alguien que supo sacar provecho.

    El acontecimiento inspiró un lema publicitario de la época. El de Pontiac, la marca de relojes que patrocinaba al equipo del holandés, que hizo gala de la resistencia de sus productos.

    El Tour puso una placa en la fatídica curva en recuerdo de aquel suceso que por fortuna no tuvo más consecuencias que la perdida del maillot amarillo para el holandés.


     
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  16. Ritxis

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    Descansa un poco...............:D:D:D

    Toma otro nombre......... y lee sobre el...... "Tête de cuir" Jean Robic, si no el primero de los primeros en usar chichonera, para bajar algunos puertos llego a llevar un bidon lleno de plomo

    20296913821_b5dfdfa496_b.jpg


    Pd: cuando tenga tiempo y ganas, haber si pongo alguna historia de estas............
     
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  17. labeaga

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    Foto de la selección española que participo en el mundial de ciclocross del año 1968 en Luxemburgo.
    Al año siguiente en 1970 se disputó el campeonato nacional de ciclocross en Pontevedra, celebrándose la prueba el domingo anterior a disputarse el campeonato del mundo en Bélgica. Basualdo consiguió ganarlo en la categoría de aficionados, por lo que fue incluido en la selección que disputaría el campeonato mundial citado. El grupo de corredores seleccionado, tras la disputa del campeonato de España, viajó al día siguiente lunes en bus desde la ciudad gallega hasta Tolosa. El martes por el mismo medio de transporte iniciaron el viaje desde la localidad guipuzcoana para dirigirse a Zolder (Bélgica), donde se disputaba la prueba mundialista, recorrido que tardaron en realizar dos días. Entonces no había “pasta” para trasladarse cómodamente en avión.
     
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  18. labeaga

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    Mariano Cañardo Lacasta nació el 5 de febrero de 1906 en Olite, Navarra
    Cuando quedó huérfano y tuvo que abandonar los Salesianos se fue a Jaca (Huesca) con su hermano José a vivir con unos parientes lejanos. Había nacido en Olite (Navarra) el 5 de febrero de 1.906 y era el segundo hijo del tercer matrimonio de Mariano Cañardo, teniente de la Guardia Civil. Después se fue a Estallo con otros parientes donde trabajaba como pastor de cabras y ovejas.

    Pero un día del verano de 1.919 llegó a Barcelona con la intención de labrarse un porvenir porque allí estaba su hermana mayor.Todo lo que poseía lo llevaba en una caja de cartón atada con cuerdas. Su cuñado le encontró un trabajo en una fábrica de carpintería y como no aprendía mucho se marchó a otra carpintería. Luego encontró trabajo en una fábrica de productos químicos, más tarde en una tienda de persianas para, al final, volver de nuevo a la carpintería de "Miravent y Llambi".

    Allí se encontró con un chico enamorado de las bicicletas que le metió el gusanillo en el cuerpo. Así que Mariano se compró una bicicleta a plazos y el día que la estrenó en la Vía Layetana metió las ruedas en la vía del tranvía, salió disparado contra el motor de un coche aparcado y dejó la bici irreconocible.

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    Cañardo llevó su máquina a arreglar a Ciclos Horta, un taller que además tenía una peña ciclista que organizaba excursiones. Sin pensárselo mucho se apuntó a la primera excursión y en su debut se fueron a comer el bocadillo a Caldas. Le quedó un buen sabor de boca con la experiencia y al domingo siguiente participó en una prueba llamada la Copa de los Pepitos, organizada por el Sport Ciclista Catalán.

    Se presentó en la salida con una camisa azul y en calzoncillos y como la organización no le dejaba correr de esa guisa tuvo que enfundarse sus pantalones de pana. Quedó en el puesto 13 pero detrás llegaron 87 corredores. Mariano se animó, cambió las cubiertas por tubulares, y empezó a correr en todas las carreras que había aunque en todas tuvo que abandonar a causa de los pinchazos.

    Con 19 años participó en una carrera más seria; el Águila Rosa, de 120 kilómetros, y la que participaban las figuras del momento. En 1.926 corría su primera carrera por etapas. Fue la Vuelta a Asturias. En la primera etapa entró detrás de Montero y de Mucio. En la segunda pinchó cuatro veces y perdió puestos en la general y en la última se abrió la cabeza en una caída. Al final terminó sexto.

    Luego vinieron la Vuelta a Cataluña y la de Cantabria donde ganó la primera etapa con 15 minutos de ventaja. Ese año termino ganando en Villareal a pesar de haber pinchado en siete ocasiones. Al año siguiente gana dos etapas en la Vuelta a Asturias, queda segundo en la de Cataluña y acude al Campeonato de España que ganó Telmo García.

    En 1928 estaba realizando el servicio militar cuando fue llamado para acudir al Tour integrado en el equipo de suplentes. Por entonces en la carrera se admitían reservas y de un equipo de doce corredores se podían retirar hasta cinco y ser sustituidos. Cañardo sustituyó a Lerma, un francés del equipo de Levis-Fontán. Ese año quedó segundo en la categoría de reemplazantes. La penúltima etapa tuvo que terminarla con la bicicleta de un gendarme por avería de la suya. Cuando entró en la meta los dirigentes del equipo le obligaron a volver a buscarla al lugar donde la había cambiado. Asi que perdió varias horas de descanso.

    Al día siguiente tuvo que pararse camino de París a tomarse una cerveza porque iba deshidratado. En el bar en vez de cerveza le dieron una botella de sidra. Se la bebió de un tirón y cuando montó en la bici todo le daba vueltas. Un mareo que se agudizo en el hotel y que hizo que se quedase dormido en el ascensor. Ese fue su debut en el Tour. Tenía 22 años.

    Mariano Cañardo acudió al Tour en otras cinco ocasiones, alguna de ellas con polémica tanto con los compañeros como con la organización. También participó en dos Giros y sólo en dos ocasiones corrió la Vuelta a España. En la de 1.935 quedó segundo y en la siguiente fue décimo. Cuando se reanudó la competición, tras la guerra, Cañardo ya estaba un poco mayor para meterse en aventuras.

    En su palmarés hay que anotar también la Vuelta a Cataluña que ganó en siete ocasiones y decía que le habían robado la octava. Ganó cuatro veces el Campeonato de España en la modalidad contrarreloj, dos Vueltas a Marruecos y una innumerable lista de triunfos en otras carreras. A los 37 años dijo adiós al ciclismo para dedicarse a los negocios que había montado con el dinero que había ganado. Se retiraba posiblemente el ciclista más polémico de la época, el que había dividido a España en "cañardistas" o berrenderistas".
     
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  19. labeaga

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    El día que Bernard Hinault se bajó de la bicicleta a base de puñetazos.


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    La imágen que abre esta entrada resume muy bien ese 12 de marzo de 1984 en el que “El Tejón” o “The Badger” se liaba a puñetazos con unos manifestantes durante la 5a etapa de la Paris-Niza (Miramas a La Seyne-sur-Mer).

    Amanecía ese día con Robert Millar luciendo el maillot blanco de lider pero en el descenso de la Col de l’Espigoulier (a las afueras de Marsella), un ataque de Hinault le pilla muy mal colocado.

    El grupo se parte en dos y el campeón francés se lleva a su rueda a unos 20 corredores que luchan por seguir su ritmo en un rapidísimo descenso.

    Con la escapada ya asentada y la diferencia creciendo, el grupo que va en cabeza se topa de frente con unos 300 trabajadores de un astillero local llamado La Ciotat que estaban bloqueando la carretera a modo de protesta.

    Algo que no habían tenido en cuenta estos manifestantes era el mal genio de un Hinault que ya iba saboreando el liderato en la general al ver que Millar y sus compañeros del equipo Peugeot eran incapaces de recortar las diferencias.

    Uno de los ciclistas que iban en ese grupo de escapados cuenta como Hinault, al ver el grupo de manifestantes, se ajusta las correas de sus calapies y apenas sin aminorar la marcha embiste contra la primera línea de protestantes cayéndose de la bicicleta como consecuencia del impacto.

    En cuestión de segundos, Hinault se incorpora y agarra al primero de los trabajadores al que le suelta un puñetazo que le impacta en el hombro.

    En ese momento, alguien le agarra por detrás, parece que por el pelo, para impedir que le suelte un segundo golpe y el francés le intenta dar una patada casi perdiendo el equilibrio.

    Una escena totalmente dantesca.



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    En seguida, la policia toma cartas en el asunto y las aguas vuelven a su cauce pero la carrera está ahora neutralizada e Hinault amenaza con retirarse de la misma tras ver que su escapada ha sido en vano.

    Finalmente, la organización decide relanzar la carrera respetando las diferencias de tiempo que había justo antes de que Hinault impactase con el grupo de manifestantes.

    Llegando a la meta en La Seyne, Eddy Plankaert se impondría al sprint, con Sean Kelly segundo e Hinault tercero.

    Esta edición sería una de las siete veces que Sean Kelly ganaría la Paris-Niza.

    No solamente hay fotos sino que el momento está documentado en un video de la televisión francesa Antenne 2, ahora conocida como France 2:

    https://www.ina.fr/video/CAB89034964
     
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  20. labeaga

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    Andrew Hampsten tras la ascensión al Gavia en el Giro del 88 en la que se produjo la nevada más descomunal que se recuerda en el ciclismo moderno.... "Las cosas comenzaron a parecer difíciles en el descenso de Aprica. Yo llevaba toneladas de ropa, pero la lluvia había estado cayendo a cubos desde el comienzo de la etapa y yo estaba tiritando a causa de lo mojado que estaba y del frío. No estaba seguro de cuánto tendría que sufrir, pero sentía que todos nosotros ibamos a sobrepasar nuestros límites para franquear el Gavia. Sabía que yo podría sufrir, pero también sabía que sería muy duro para mis compañeros de equipo así que los intentaba animar también. Recuerdo decir a Bob Roll que éste sería probablemente el día más duro sobre la bici en toda nuestra vida. Todos sabían que yo iba a atacar. Cuando aumentó el camino, fui al frente y todos los escaladores marcaron mi rueda. Podría oír que murmuraban "Hampsten van a atacar" y que están intentando desalentarme. A este punto la carretera todavía estaba asfaltada, pero cuando salí de una curva a la izquierda vi convertirse la carretera en camino sin asfaltar y una señal de tráfico del 16% de pendiente, y entonces fue cuando pinché. Debido a toda la lluvia, el camino sin asfaltar era realmente inestable. Estaba muy blando y las cubiertas dejaban un surco por donde pasaban. A medida que íbamos subiendo, mi mente comenzó a divagar y los aspectos psicologicos de lo que estaba ocurriendo empezaron a arrastrarse en mi mente. Sentía que había alcanzado mis objetivos hasta la fecha, sin tomar riesgos, pero cuando las cosas se empezaron a poner mal, pensé lo que podía hacer para mejorar las cosas. Dejé de pedirle Dios que me ayudara, ya me había ayudado bastante dándome el privilegio de competir. En vez de eso empecé a especular lo que estaría dispuesto a negociar si el diablo aparecía. Desmoralizado por esta cadena de pensamientos, me dí cuenta que al principio del día había confiado solamente en mí mismo para sobrevivir a la etapa. En el Gavia, como siempre, no había atajos y yo nunca había buscado ayuda de píldoras u otras ayudas, aunque estaba en un estado tan mental que dudo que hubiera resistido cualquier tentación que me llevara a Bormio. Debo confiar en mí mismo para conseguir llegar al final.
    A 4 millas para la cima del Gavia, en mi mente comenzó a entrar la niebla. Comencé a pensar en el frío que estaba pasando en ese momento y el descenso de 15 millas que me esperaba desde la cima hasta Bormio. Y las dudas comenzaron a apoderarse de mí... ¿Los coches del equipo iban a conseguir coronar? ¿El masajista estaría arriba con té caliente? ¿Och estaría allí a un kilómetro con mi bolsa? (Nota del Traductor: Jim Ochowitz, director deportivo del Motorola) A 3 millas de la cima, fui a ponerme un gorro de lana pero decidí primero quitar el agua de mi pelo, pero mi mano se congeló a través de una enorme bola de nieve que cayó sobre mi parte posterior. Cuando vi los edificios pensé que había llegado a la cima (lo era!) y si iba a parar, debía hacerlo allí. Pero realmente deseé seguir en ese momento. No era una cuestión de supervivencia todavía. Tenía solamente una marcha para la bajada, todas las demás se habían congelado y pensé que debía seguir pedaleando para mantener esa marcha sin hielo. El camino era sin asfaltar al iniciarse el descenso. Era mejor para descender que el asfalto pues no se congeló. Lo probé un par de veces para ver si era suficientemente sólido y lo era. Los espectadores que había en el descenso no sabían si la carrera se había suspendido, así que deambulaban por en medio de la carretera mientras yo bajaba. A medida que descendía me iba enfriando más y más. Intenté no pensar en el frío y concentrarme en la carretera que tenía frente a mí. Ahora era asfalto, pero no estaba helado afortunadamente. Intentaba no frenar demasiado bruscamente. Cuando utilizaba los frenos, primero tenía que quitar el hielo de las llantas, y después intentar quitar el agua, antes de tener alguna potencia de frenada. Me habían hablado de la hipotermia y sobre lo frío que podría llegar a estar antes de que uno no pudiera pedalear más. Mis brazos estaban bloqueados desde el comienzo del descenso, y yo simplemente intentaba seguir pedaleando para mantener mis piernas en movimiento. En un momento dado, miré hacia abajo, hacia mis piernas y a través de una capa de hielo y de grasa (lanolina), pude ver que eran de color rojo brillante. Después de eso, no miré mis piernas de nuevo... A 6 km para el final, Breukink me cogió, pero yo estaba totalmente bloqueardo y no podía responder. Breukink no llevaba puesta ninguna chaqueta de lluvia, solo un jersey, así que él podría bajar más rápido en la larga recta que llegaba a Bormio. No había forma humana de quitarme la chaqueta. Después de que cruzara la línea de meta, me dirigí hacia nuestro masajista. Mike Neel vino y me metió en el coche del equipo, que estaba en marcha y con la calefacción a todo meter. Cuando comencé a calentarme el dolor empezó a remitir. Mike me dijo entonces que la Maglia Rosa era mía y el dolor y el euforia se mezclaron y comencé a gritar, a reír y a tiritar. En el plazo de 10 minutos del final, estaba arriba en el podium. La Maglia Rosa me sentaba bien. Me la puse y todas mis dudas se esfumaron. Las entrevistas de la TV comenzaron y recuerdo que decía "Hoy no era deporte, era algo más allá del deporte." Todos y cada uno de los que pasaron el Gavia ese día fueron vencedores. Incluso desde aquella jornada, hay una serie de corredores cuyo principal crédito es que subieron al Gavia ese día." PD: Por último transcribir las declaraciones de Pedro Delgado al respecto de esa etapa. "Estuve más de media hora (no exagero) bajo la ducha de agua caliente para quitarme un poco la tiritona que tenía. Ese día lo más duro no fue el ascenso, aunque la mitad del puerto estaba sin asfaltar y con desniveles del 12 al 14%, la lluvia y la nieve se formó un barrizal terrible, lo peor fue el descenso. Aterido de frío tenías unas tiriteras terribles que a veces te hacía difícil mantenerte sobre la bici. Algunos ciclistas se bajaron de la bicicleta y corrían carretera arriba, para entrar en calor, tu te cruzabas con ellos, como si se tratase de una pesadilla, sin saber que pensar, si era un sueño o una durísima realidad".
     
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