Los 10.000 del Soplao. GC CF SLX 9.9 Team.

Tema en 'Canyon España' iniciado por isengarder, 1 Mar 2015.

  1. amachete.com

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    Esta es la foto justo antes de empezar la carrera con mi Grand Canyon...

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  2. oridasun

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    Chicos tened cuidado con el sillín sm30 de ergon que viene en algunas CANYON, a mi aparte de crujido, se me rompió la punta. Solución garantía y estoy pendiente de uno nuevo.
     
  3. isengarder

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    Je je, comparar las sensaciones bajando de la GC CF SLX respecto de la Lux es complicado. Como bien apuntas, la ventaja de esta última es mayor cuanto más rápido bajes; sobre todo cuando más roto está el terreno; pero ambas bicis tienen tal equilibrio y alcanzan tales prestaciones, que resulta complicado decidirse claramente por tener una u otra... lo ideal es tener las dos, al más puro estilo http://www.topeak-ergon-racing.com/de/en/home je je...

    Si acaso, como bici única en el garaje de casa, la Lux permite un rango de uso que puede alcanzar mayor polivalencia (hasta para un uso Trail si le montas una tija hidráulica), y la doble suspensión reduce el impacto físico sobre el cuerpo a largo plazo, sobre todo en articulaciones. A cambio, tienes una bici algo más pesada y no tan brutalmente reactiva en aceleraciones, aunque el bloqueo de las suspensiones RockShox (que para una utilización XC Maratón entiendo--actualmente--obligado en la Lux) permite una eficiencia en el aprovechamiento de la potencia generada realmente espectacular, a la vez que mantiene una buena sensibilidad inicial, si bien (en mi opinión) con una progresividad demasiado acusada en RockShox, mucho más mitigada en Fox... a cambio de pérdida de prestaciones en aceleración si nos decidimos por las suspensiones de esta última marca.

    ¿3:45 horas te parecen mucho sobre una bici? Je je je... yo empiezo a valorar una ruta como "larga" cuando sobrepasas las 5 horas, aunque es cierto que un sillín torturante saca a relucir sus carencias a partir, generalmente, de las 2 horas.

    Un tiempazo es el que has hecho en los 88 de Mammoth. Enhorabuena. A la altura de la bici que llevabas ;)
     
  4. isengarder

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    Estaré al tanto de incidencias. De momento, el que tengo montado en la Roadlite AL7.0 (https://www.canyon.com/es/roadbikes/bike.html?b=3625) no me está dando problemas de crujidos, y ya llevo más de 1000 km hechos con él... El de la GC CF SLX lo tengo en dique seco, porque me he cascado la rodilla derecha definitivamente. Este será el segundo finde sin MTB. La misma lesión que casi me impide acabar el Soplao (tengo pendiente concluir la crónica) Parece que se trata de una inflamación por sobrecarga en la fascia lata de la pierna derecha... demasiada tralla me he metido en mayo, con el colofón final del Soplao, claro.

    Estoy valorando hacerme un bike fit de esos, para corregir posibles malas posturas sobre la bici... y también hacerme con un rodillo para la próxima temporada. Tengo que hacer más entrenos de calidad y menos burradas, porque al final el cuerpo se resiente y, lo que es aún peor, esta puñetera lesión me obliga a no salir a hacer lo que más me gusta, que es montar... y para "mejorar" las cosas parece que, por circunstancias de trabajo, me voy a quedar sin vacaciones de verano, que es cuando más disfruto (¿disfrutaba?) de la bici :(

    Dentro de lo malo, al menos, tras una semana de reposo absoluto sin bici, puedo hacer mi pequeño trayecto urbano actual, que no llega ni a los 5 km, con lo que no supone una amenaza para la rodilla... a pesar de lo cual, no la fuerzo lo más mínimo (y mira que me cabrea que me pasen las bicis eléctricas del Ayuntamiento en las subidas...)
     
  5. isengarder

    isengarder Miembro Reconocido

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    Los 10.000 del Soplao (el final)

    Dejé el relato de mi experiencia en esta mi segunda incursión al Soplao en un punto crucial de la ruta, y es que al hacer cumbre en Ozcaba noté, al desencalar para comer algo y volver a ponerme la chaqueta para no enfriarme en la larga bajada de más de diez kilómetros que era el siguiente paso hasta la senda de Correpoco; un tramo que esperaba con más curiosidad que temor por ser el único punto en el que había que tirar de un poco de técnica en el Soplao, un agudo pinchazo en la rodilla derecha que casi hizo que se me saltaran las lágrimas por el dolor, primero, y por la angustia, justo después. No hombre, por Dios. ¡No podía ser que me hubiera lesionado! Y sin embargo, el agudo dolor indicaba que algo había saltado en la rodilla. Intenté caminar, pero el dolor no remitía. Me senté en el suelo, y cerré los puños con rabia. Con ese dolor no podía seguir pedaleando. No podía ni andar. Estiré la pierna, parecía que así remitía algo el dolor. Comencé a palpar la rodilla en busca de algún punto concreto de dolor, o de alguna inflamación, o de algo que me diera una pista de lo que estaba pasando… nada. Dolor, dolor, dolor.

    Me dije a mí mismo que lo mejor era mantener esa misma posición y comer. Comer algo me sentaría bien, y si el dolor remitía, como parecía, aún podría emplear la bajada para seguir mejorando y recuperarme. Tenía que tratarse de un dolor pasajero. No podía ser una lesión grave. Ahora no. En este día no.

    Me comí media barrita y con extrema precaución, me puse de pie… la rodilla dolía, pero no tanto. Era un dolor extraño. Agudo, por el lateral externo de la rodilla, que irradiaba hacia el gemelo y por toda la rótula. ¿Menisco? ¿Condromalacia rotuliana? Sólo me asaltaban nombres que sonaban bastante opuestos a la posibilidad de finalizar con éxito. Rabia, rabia, rabia…

    Levanté la vista mientras cojeaba ostensiblemente empujando la bici. Había un coche médico allí aparcado, y por un momento pensé en la retirada. El dolor no me dejaba casi andar. Probé a montar en la bici, y el pinchazo en la rodilla al intentar ajustar la zapatilla sobre la cala casi me hizo caer al suelo. Solté un improperio en voz alta y dejé caer la bici al suelo. Así era imposible seguir.

    Volví a desplomarme sobre el suelo, soltando un torrente de insultos y dejándome llevar por los más negros pensamientos. Tenía que retirarme en el puñetero coche médico. No podía arriesgarme a agravar lo que fuera que tenía en la rodilla. Me puse de pie, y comencé a acercarme hacia él. Dentro del mismo, había una chica que al ver cómo me acercaba hizo ademán de salir para ayudarme; pero algo la detuvo. Supongo que mi cara de mala leche, y el hecho de desviar mi mirada de la suya. En ese momento, por el rabillo del ojo observé que estaban repartiendo Reflex a varios ciclistas más a mi alrededor. No era el único que llegaba tocado. ¡Qué carajo; no iba a rendirme ahora! No sin intentarlo todo, incluso a riesgo de cascarme definitivamente la rodilla. Si me retiraba, tendría que ser en camilla. Que fuera una retirada por hechos consumados, y no por simple temor a no agravar una posible lesión. Si podía andar, podría, al menos, hacer diez kilómetros de bajada; y si no pedaleaba hasta entonces, igual recuperaba la movilidad. La rabia se tornó obstinación. Iba a seguir, sí o sí. La asistente médica me miraba con curiosidad desde el coche, supongo que intuyendo mi diálogo interior. Me acerqué al coche médico, intentando disimular mi cojera. “Reflex”, farfullé. “¿Qué?” me dijo la asistente, algo desconcertada--supongo--por no recibir la confirmación de una retirada. “Reflex, o algo que me caliente la rodilla. ¿Tenéis?. “Sí claro. Espera”. Sacó un bote de una especie de nevera que tenía a sus pies y me lo ofreció. Traté de sonreír, pero me salió una mueca amargada. “Gracias”, le dije” “A ver si me arreglo la rodilla con esto”…

    Empecé a rociarme toda la superficie de la rodilla, pensando que iba a notar algo. Frío, calor, alivio, dolor, picor… algo. Pero era como si fuera agua. Dejé de apretar el botón y miré el bote, pensando que me habían dado otra cosa. Hacía muchos años que no usaba Reflex, pero de la última vez me sonaba que era algo que picaba y daba frío para pasar a mucho calor… pero la rodilla seguía insensible… de hecho, agradablemente insensible. Me di una nueva rociada abundante, alcanzado todas las zonas donde el dolor se irradiaba hacía unos minutos… Nada. Moví la rodilla. Sólo notaba una especie de sensación pringosa. Sudor mezclado con Reflex. Pero ninguna reacción milagrosa.

    Algo descorazonado devolví el bote. “¿Qué tal?” me preguntó la chica. “Pues no lo sé… Ya veremos”, contesté, casi hacia mis adentros. Me volví y traté de sonreír, agradecido. “Gracias”. “De nada, buena suerte”, me respondió, con una sonrisa… Suerte es lo que necesito ahora, pensé…

    Lo cierto es que el pinchazo agudo parecía haber casi desaparecido, y el dolor se había vuelto una especie de presencia difusa y global, pero seguía cojeando. “Hay que seguir” pensé “Paso a paso. Cada kilómetro que avances, es un kilómetro menos a meta. ¡Vamos, vamos, vamos!”.

    Pasé la pierna derecha por encima de la bici y me enganché al pedal con precaución. "Al carajo. A seguir”.

    Los primeros metros desde el avituallamiento se iniciaban con un pequeño “falso llano” en el que había que pedalear. Más adelante, se adivinaba un giro a derechas donde, supuse, comenzaría la bajada, y en ella, el inicio de lo que esperaba fuera mi recuperación… Pero mi primera pedalada me devolvió a la realidad. Pinchazo agudo. ******. Apreté fuerte con la pierna izquierda, para ganar inercia y no forzar la rodilla derecha, pero el simple giro de la rodilla derecha me hizo ver las estrellas. Obstinado, me obligué a hacer otro giro, y luego otro más. Apretaba los dientes como si con ello el dolor fuera a desaparecer, y pasé toda la potencia a la pierna izquierda. Cada giro del pedalier era una tortura. Frené y volví a desmontar, casi cayéndome al hacerlo porque siempre desmonto haciendo del derecho mi pie de apoyo… y no podía apoyarme sobre esa pierna.

    Solté la bici sobre el terreno, y me sentí tentado de darle una patada a una piedra. “Contente, idiota”, pensé al final. Lancé un puñetazo al aire, y volví a coger la bici, lleno de rabia. “Por mis narices que acabo, aunque sea andando”. En ese momento eché de menos llevar un reloj. No sabía qué hora era, ni cuántas horas de luz me quedaban… pero el espectro de la noche comenzaba a hacer presencia en mis temores.

    Me forcé a seguir caminando paso a paso, apoyándome sobre la bici para liberar en lo posible el peso sobre la pierna derecha. Cada paso iba acompañado de un rugido de rabia, al son que marcaba la intensidad del dolor… pero conforme andaba, parecía que el dolor se hacía menos intenso… o que me iba acostumbrando a él. Al carajo con el dolor. Hay que seguir. Volví a parar y me obligué a subir a la bici. Los bikers que me iban adelantando me miraban con curiosidad, conscientes de que algún dolor me impedía montar. Por algún extraño orgullo, me sentí molesto al pensar que, sin duda, pensarían que eran calambres por falta de preparación. Eso me enfadó todavía más, y me empujó definitivamente a volver a montar. Lo hice, acompañando cada ciclo del pedalier con un gemido de rabia y dolor a partes iguales. Parecía que iba haciendo metros… la bajada estaba allí mismo, pensé, mirando el perfil que había pegado sobre el cuadro. Un poco más abajo, estaba también sobre el cuadro la invocación a las hadas cántabras. “Hijas mías, si estáis ahí, echadme una mano. Empecé a leer una vez más la invocación: Anjana de la compasión, alíviame el corazón...

    Cada vez iba más rápido, y el dolor comenzaba a hacerse sorportable. Comenzaba la bajada… tal vez la rodilla podría recuperarse.

    Bajé acompañado de la misma rabia con la que había vuelto a montar, y empecé a ver carteles de “Precaución, bajada peligrosa”… ¿Peligrosa? ¿Por qué? Iba en tal estado de calentamiento que, sinceramente, no observaba motivo alguno para esos carteles… pero lo cierto es que sí que existía cierta inclinación puntual y, sobre todo, algunas piedras sueltas que convertían a la superficie tal vez en algo más deslizante de lo normal, pero estaba bajando con mucha confianza, y la GC CF SLX hacía el resto. Comencé a adelantar a unos cuantos ciclistas que me dieron todavía más alas y confianza en la bajada. Tocaba los frenos sólo lo imprescindible… hasta que casi conseguí salirme en una curva a derecha en las que me salí de la trazada buena y entré en una zona de piedras que no proporcionaban ningún agarre. Recto y susto. Uno que me iba siguiendo la rueda, me adelantó en ese punto… me cabreé aún más, y me propuse seguirle. No caí en la cuenta de que ya no me acordaba de la rodilla.

    Justo antes de llegar a Correpoco existía una zona donde había que volver a pedalear… y la rodilla me dio otro susto, con lo que tuve que aflojar el ritmo de pedalada. Inconscientemente pasé más potencia a la pierna izquierda. No pedaleaba nada redondo, pero pedaleaba. Correpoco me llegó de improviso. Pequeños escalones y pasos entre piedras volvían a poner la resistencia de mi rodilla a prueba. Justo lo que no necesitaba.

    Entré en la zona siguiendo a un grupo de tres ciclistas, cosa que me fastidió porque prefería llegar solo a esa zona (me habían dicho que, si alguien delante de ti ponía pie a tierra ahí, ya estabas frito), pero parecía que no eran de los que se asustaban por unas pocas piedras. Comencé a disfrutar. Íbamos al mismo ritmo… hasta que cogimos a otro grupo de cuatro ciclistas que no iban tan bien. El líder de nuestro grupo les pidió paso… pero no nos lo cedieron. Pie a tierra y a caminar sobre piedras con mis zapatillas de carbono nada flexibles… la rodilla comenzó a quejarse a cada apoyo torcido, a cada resbalón. El buen ánimo empezó a abandonarme de nuevo. Aquel pateo innecesario acabaría por volver a fastidiarme la rodilla. En un punto determinado, los cuatro ciclistas nos cedieron paso, y allá que fuimos de nuevo nosotros cuatro sobre los pedales. Yo ya no iba tan entero, y la rodilla comenzó a darme leves pinchazos de nuevo. No me atrevía a pegarle duro al pedal a la entrada de los escalones, y Correpoco comenzó a atragantárseme. Perdí contacto con los tres bikers, y escuché a otros que venían detrás, pidiendo paso. No iba fino, así que hice a un lado para no pararlos… y me metí en medio de un grupo pestoso que volvió a obligarme a echar pie a tierra otro buen rato más. La rodilla volvía a sufrir… pero Correpoco terminaba. Justo delante de mí pude ver cómo un helicóptero estaba en tierra, esperando a un ciclista accidentado… Mientras avanzaba, me pregunté dónde se habría dado semejante golpe como para salir en helicóptero de allí… lo cual significaba que volvía a pensar en otras cosas, y que la rodilla ya no me molestaba tanto.

    Eché un vistazo al perfil del Soplao. Estaba llegando al kilómetro 135 de la ruta… Estaba llegando al Negreo.

    Todo lo que me habían dicho del Negreo era negativo, y me estaba pesando. “Es mucho más duro de lo que te puedas imaginar”; “Cuando te crees que termina, no ha hecho más que empezar”; “Piensas que las primeras rampas son las peores, y entonces es cuando llegan de verdad las peores”; “Las primeras rampas hasta el avituallamiento te destruyen la moral, pero con toda esa gente animando, es imposible bajarse”… “Pues yo no pienso subir montado”, me venía diciendo a mí mismo desde hacía cierto tiempo. El Negreo puede terminar de destrozarme la rodilla, y no quiero quedarme a 30 kilómetros de meta… y efectivamente, todo lo que me habían dicho del Negreo era cierto.

    Llegué casi de improviso a las primeras rampas, atestadas de gente que, como si aquello fuera el Tour, chillaban y animaban de tal manera que me vi poniéndome de pie sobre la bici como un inconsciente, dándolo todo y adelantando a ciclistas incapaces de superar esas primeras rampas del veinte por ciento… pero la rodilla aguantaba, y los gritos de ánimo llenaban mis venas de adrenalina. Aún con todo, la vista del avituallamiento me llenó de alivio, porque aquello no parecía tener fin (je, y acaba de empezar) Paré a retomar fuerzas. Te ofrecían bocadillos de lomo, y sabe Dios cuántas cosas más. Te hacían sentir como si fueras un héroe clásico de la antigua Grecia… pero yo estaba medio sonado, abstraído en mí mismo, y más preocupado por lo que estaba por venir que por reponer fuerzas para afrontar un Negreo que la cabeza me repetía insistentemente que era imposible de subir con la rodilla en esas condiciones… pero qué carajo. Si ya casi no dolía, podía hacerlo.

    La consecuencia de aquel nuevo diálogo interior es que me cargué dos geles al bolsillo del maillot “para cuando los necesitase”… como si no fuera justo allí, el sitio, el momento y el lugar exacto donde los habría necesitado. Me limité a darle un mordisco a una barrita, algo asqueado ya de líquidos isotónicos, barritas y demás pringues. Sentí arcadas al intentar comer aquello. Estaba saturado de química. Me subí a la bici, animado por cómo había superado esas primeras rampas hasta el avituallamiento. A mi mente vino un recuerdo, no sé si exacto, que me decía: “Las rampas hasta el avituallamiento son las peores”… si las había superado con tanta solvencia, me dije a mí mismo, no pueden ser peores de lo que ya he subido. Vamos a por ello… Qué equivocado estaba.

    El Negreo me puso en mi sitio. Sus rampas son inmisericordes; largas y empinadas, concatenadas, unas tras otras, y cuanto más miras hacia arriba, más rampas y más puñetero Negreo ves. En una de ellas, asquerosamente larga y con un desnivel que alcanza el 30%, en el que ya no te queda punta del sillín para intentar que la bici no se levante, me quedé clavado; imposibilitado para mover el puñetero 26X36. Eché pie a tierra, y el mundo se vino sobre mi. “No puedes; ya no puedes con esto, Hazlo caminando, ni lo intentes, sigue a pie”.

    Aún una vez superada esa rampa brutal, que muchos superaban montados, despacio, pero montados, no tuve ánimos para volver a subir. El suelo abandonó el hormigón rallado y se ofrecía en forma de pista rota con piedras que iban a castigarme la rodilla. Seguí andando. La cabeza me mortificaba: “Aquí no puedes pedalear con la rodilla así. No puedes pedalear redondo, y no puedes hacer apoyos fuertes. Camina, camina, no te queda otra…

    Y caminé, asqueado por mi propia debilidad, renegando del Negreo, y de la rodilla, y de la madre que trajo al mundo a quien decidió poner el Negreo como final de fiesta en el Soplao. Perdí toda capacidad de disfrute, y para agravar las cosas, la rodilla comenzó a dolerme de nuevo. No de manera intensa, pero sí de manera suficientemente dolorosa como para que mi cabeza me siguiera desaconsejando, triunfal, volver a subirme sobre la Canyon. Mi demonio interior estaba venciendo. En ese momento eché de menos llevar algún instrumento en la bici que me indicara el desnivel que estaba afrontando. Si hubiera visto un 10%, o un 12%, me habría vuelto a subir. Pero aquello, en mi infierno mental, me parecía superior a un 20%, cuando la manera de pedalear de quienes me seguían adelantando lo desdecía, pero la cabeza me decía que no podría mover el 26X36, y en un bucle mental infinito, cada ciclista que me adelantaba montado, me cabreaba aún más. Parecía el único idiota que tenía que ir andando allí, pero “la rodilla, la superficie, el desnivel”… El Negreo fue la excusa. La cabeza me estaba derrotando.

    No sabía cuánto tiempo llevaba subiendo esa infernal pared que parecía no tener final. El cielo estaba, además, algo cubierto, y no veía dónde se situaba el sol, pero me parecía que estaba peligrosamente invisible. El miedo a llegar de noche se hizo de nuevo presente en mí, y ese mismo miedo me dio nuevos ánimos para volver a montar. En cuanto apreté los pedales, me di cuenta de que no me costaba nada mantener la misma cadencia y ritmo de subida de los demás a mi alrededor. Nueva vista al perfil de la ruta. El Negreo era el último escollo, y me lo debía haber subido casi entero ya. Andando en su mayor parte, sí, pero ya estaba atrás (abajo, más bien) “Una vez que has hecho el Negreo, todo es bajar hasta Cabezón de la Sal”, me habían dicho… ****, pues tampoco.

    Es cierto que el Negreo es el último gran obstáculo a vencer, pero sigue haciendo falta pedalear hasta llegar a la zona en la que, efectivamente, se comienza a bajar. Hay algunas zonas de sube-bajas que, cuando uno llega con la rodilla tocada, se vuelven muy duras. Pero no iba a rendirme. La obstinación que me había hecho llegar hasta allí me impedía pensar en nada que no fuera avanzar, avanzar, avanzar… y así llegaron las verdaderas cercanías del final. El plato de 39 volvió a entrar en escena, increíblemente. Aunque por el dolor sordo que me acompañaba en la rodilla a cada pedalada no podía mantener el mismo ritmo de los grupos más rápidos que se iban formando en los kilómetros de asfalto finales camino a Cabezón de la Sal, ya me daba igual. Un sólo mensaje se repetía en mi cabeza. “Está hecho; está hecho; está hecho”. El sol se inclinaba sobre el valle con un agradable resplandor dorado. Era de día. Maldita sea, estaba hecho. A pesar de la rodilla había terminado el puñetero Soplao.

    Enfilar la última recta hasta el Soplao supuso un cúmulo de emociones. Dejé atrás el Hotel donde estábamos alojados, teniendo conciencia de que los primeros de nuestra expedición ya estarían incluso duchados a esas horas ¿cuánto tiempo había perdido en el Negreo? Aún me quedaba llegar pedaleando a meta… y luego volver hasta allí para descansar. La rodilla dolía cada vez más, y mi pedaleo era cada vez más inconsistente. Ya llevaba un 75% de la potencia a la izquierda, y sólo un 25% a la derecha… pero estaba llegando, y con luz. No sólo con luz. Con sol todavía brillando sobre el cielo; un sol al que aún le quedaban horas para desaparecer. Objetivo cumplido… el segundo era hacer el Soplao en menos de 12 horas, pero con mi Waterloo personal en el Negreo, eso estaba también en riesgo. Encaré las últimas curvas entrando en Cabezón de la Sal. Me sorprendí por el gentío. Traté de localizar la pancarta azul de bienvenida, pero no veía nada, sólo quería llegar a meta. Un giro más, y allí estaba el gran cartel de los 10.000 del Soplao. El tiempo, inferior a 12 horas. Por los pelos… pero allí estaba.

    Ese momento compensaba toda la frustración que arrastraba desde 2012. Al recorrer los últimos metros hacia la meta, solté del manillar mi puño derecho, llevándolo justo debajo de la mandíbula en un gesto de rabia; lo apreté con toda mi fuerza en un gesto de victoria. Mientras cruzaba la meta me deshice de tres años de rabia lanzando un puñetazo al aire mientras un grito se escapaba de entre mis dientes cerrados; un grito sordo y dedicado a mí mismo. Una sola palabra lanzada al cielo con furia; una exclamación de victoria dedicada al maldito dolor de la rodilla que casi me impide acabar; dedicada a condenar la falta de fuerza para mover el desarrollo en las rampas de casi el 30% del Negreo. Un grito con el que expiaba esos momentos en que no fui capaz de seguir montado y tuve que empujar la bici mientras otros aún pedaleaban el maldito e interminable Negreo. Más de una hora para recorrer 5 kilómetros.


    Pero cruzando la meta, fui consciente de que, por fin había vencido al Soplao; y todo se plasmó en una liberación de energía y adrenalina englobada en una palabra que no alcanzará ninguna gloria literaria, pero que salió por sí misma, de lo más profundo de mi alma:


    “¡ T O M A !”
     
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  6. isengarder

    isengarder Miembro Reconocido

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    Hace ya un mes y dos días que terminé el Soplao, y aún estoy pagando las consecuencias de los excesos y desórdenes de mi manera de prepararlo.

    Las molestias de la rodilla que me acompañaron en el último tramo del Soplao, que he descrito con todo lujo de detalles sólo al alcance de los más pacientes lectores, han ido derivando desde entonces en dolores que me han llegado a imposibilitar del todo el pedalear. Tras dos semanas (trece días) dedicadas a recuperarme de dichos dolores a base de descanso, probé a hacer una rutilla que no resultase demasiado castigadora, por probar qué tal iba estando la rodilla, así que me subí a la Roadlite Al 7.0 y me decidí por hacer el carril de Colmenar saliendo desde casa, llegando hasta Manzanares el Real para volver desde allí. En total, unos 130 km más o menos, sin desnivel de consideración. Por rodar, vamos... Pues bien: Tuve que llamar para que me recogieran en coche tras 96 km de pedaleo, 40 de los cuales los hice pedaleando agónicamente con una sola pierna y la derecha colgando sin poner en el pedal, con unos dolores insoportables que partían de la rodilla y se trasladaban al resto de la pierna. Pensé que me había cascado el menisco, o los ligamentos, o sabe Dios qué. No podía ni mover la pierna, ni apoyar peso.

    Aprovechando que dos de mis vecinos son médicos, y que uno de ellos fue quien se prestó a venir a recogerme, me hicieron un primer reconocimiento médico, descartando el menisco o, en general, alguna lesión mayor. Curiosamente, el dolor remitía con la parada, permitiéndome caminar sin dolores.

    Diagnóstico inicial algo genérico: Sobrecarga muscular, posible tendinits. El tratamiento recomendado fue de tratamiento con antiinflamatorios y para empezar, una semana sin bici; pero sin bici del todo, es decir, ni siquiera para desplazarme hasta mi actual lugar de trabajo, situado a escasos 5 kilómetros de casa. Fue una semana oscura y deprimente en la que, al menos, pude aprovechar el trayecto en autobús (notablemente más largo, lento, y aburrido que en bici) para dedicarme a la lectura en el viaje. De todo hay que sacar un lado positivo...

    Durante toda esa semana tiré de Dr. Google y de los colegas de rutas para intentar "adivinar" el origen de mi lesión impeditiva. Tras concienzudas deliberaciones grupales, llegamos a una conclusión bastante razonable: Inflamación de la fascia lata; una lesión de la rodilla típica de corredores, que achaqué en mi caso a un exceso de trabajo en absorción articular debido a que no estoy acostumbrado a bicis rígidas (llevo desde 2010 con dobles)

    El tratamiento para dicha lesión, una vez más... más reposo, antiinflamatorios (odio recurrir a medicamentos) y estiramientos específicos. Pues qué bien.

    Como tal solución no acababa de satisfacerme, me decidí por acudir a especialistas, y dejarme de recurrir a Google y pseudo-medicina especulativa, y busqué a un buen fisioterapeuta deportivo para que me reconociera la rodilla y me diagnosticara con algo más de precisión científica el origen (y solución) de mi lesión... Cuando empezó a reconocerme la zona afectada, alucinó. Nada de fascia lata. No recuerdo los términos exactos de lo que me fue indicando que tenía, pero creo recordar que tenía afectado el ligamento externo de la rodilla (inflamación y sobrecarga; aún sin valorar el alcance y posibles consecuencias de dicha inflamación); tendón femoral (sobrecarga y contractura brutal), isquiotibial (más de lo mismo) y el gemelo, con una contractura absolutamente bestial que me ha hecho ver las estrellas en muchos colores. Vamos, que tenía la pierna derecha hecha casi un muñón...

    El tratamiento (que se va a prolongar unas cuantas sesiones, me temo) viene resultando doloroso pero parece que efectivo aún a corto plazo (he recuperado cierta movilidad en la rodilla que no recordaba haber tenido desde hacía tiempo) y combina acupuntura. Confío en recuperarme rápido y, sobre todo, bien. Estoy en buenas manos (las suyas, claro), y obedeceré sus instrucciones. De momento no he preguntado cuándo podré volver a montar (en rutas largas, se entiende, que al trabajo voy montado, sin apretar) Paciencia y no apresurarse.

    De todo esto he sacado una conclusión muy importante, que me tiene ilusionado de cara al futuro. A partir septiembre-octubre (espero estar recuperado para entonces), me planteo una nueva versión de mí mismo. Se acabó la autogestión de entrenos a ojo de buen cubero. La próxima temporada quiero contar con un entrenador personal que me diseñe un plan de entreno adecuado. Pediré para mi cumpleaños un rodillo (Bkool), y trataré de seguir con visitas regulares al fisio, para evitar nuevas sobrecargas y lesiones. El Soplao 2016 me espera. Ya no se trata de acabarlo, sino de hacerlo en menos de 12 horas; y si todo se da bien, también me planteo hacer la Euskobike. La duda, y el reto de mejora es: ¿Cuánta mejora me proporcionará acudir a profesionales y técnicas adecuadas de entreno?

    "Isengarder 2.0" está en camino... ;)
     
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  7. Empujabike

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    Paciencia y que te mejores

    Saludos.
     
  8. seniormiquel

    seniormiquel Miembro

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    Animo y espero que pronto te recuperes al 100%. Me parecen muy acertadas tus conclusiones de cara a prepararte para la próxima temporada, hay retos a los que los profesionales nos tienen que ayudar a superar. De todas formas no acabo de entender como has preferido enfrentarte al Soplao con la GC y no con la Lux. Yo tengo una Lux 8.9, en parte gracias a tus comentarios sobre esta bici, y tras 8 meses de tenerla no me imagino enfrentarme a 12 horas de ruta con una rígida. Tu mismo, con tus problemas en la rodilla, sugieres que el pedalear tantán horas y en una prueba tan dura sobre una rígida tiene consecuencias negativas para los que ya estamos acostumbrados a las dobles. Una última sugerencia, invierte 70-80 € en un piñón de 42 dientes, es un as en la manga cuando las cosas se ponen feas. Esta es la única modificación que le he efectuado a mi Lux.

    Como decía al principio, animo, recuperate pronto y espero que algún día nos podamos saludar en las rampas del Negreo.


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  9. isengarder

    isengarder Miembro Reconocido

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    Gracias Empujabike ;)
     
  10. isengarder

    isengarder Miembro Reconocido

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    Gracias por los ánimos y los comentarios. :)

    Pues lo cierto es que este año me decidí por la GC CF SLX por una obsesión personal que me entró por el peso y también en parte porque tenía ganas de llevar una rígida, así que busqué llevar la bici más ligera y ultraefectiva al pedaleo que estuviera a mi alcance, para no perder ni un watio de potencia ni en peso de más, ni en pérdidas por flexión, por mínimas que pudieran ser. Quería ir al límite, fiando la comodidad en tiradas largas a la tija VCLS 2.0 y al carbono del cuadro, y lo cierto es que no he sufrido ningún tipo de molestia lumbar ni de espalda ni de posaderas (los sillines Ergon son increíbles) durante las muchas horas de rutas que me he echado con ella, con lo que no puedo decir que la GC CF SLX haya sido causa determinante para mis lesiones.

    No obstante, sí que es cierto que, con una rígida, las articulaciones sufren más, sobre todo para los que nos agarrotamos en zonas técnicas; no tanto en el Soplao, que no las hay, sino durante algunos tramos de las rutas del resto de la temporada y también, muy particularmente, en las bajadas de las zetas de la Pedriza, que he realizado una y otra vez como entreno y que, cuando las bajas a freno suelto, someten tu cuerpo a una paliza notable, ya que este año estaban bastante rotas en algunos tramos bastante largos.

    Siempre que me enfrento a zonas técnicas, particularmente zonas de mucho pedroleo suelto, tiendo a ponerme rígido, que es justo lo que no debe hacerse. El resultado de esto con una rígida es que de repente el mundo se vuelve invisible porque te has vuelto parte de la irregularidad del terreno. La mochila golpea el casco, las gafas amenazan con salir volando en cualquier momento, y el cerebro parece golpearte dentro del cráneo. La visión se vuelve borrosa y la sensación de descontrol se vuelve amenazante. La experiencia llega en tu auxilio y recuerdas volver a flexar los brazos y bascular el cuadro haciendo juego con las rodillas; reduces algo la velocidad, y vuelves a tomar el control y la flexión, pero el tute que le has metido al cuerpo va pasando factura a lo largo de las rutas y las palizas de kilómetros y kilómetros.

    Como digo, no creo que la culpa de mis múltiples lesiones sean debidas primordalmente a llevar una rígida. Posiblemente sí que ha influido en el desarrollo y agravamiento de ellas, pero no considero que fuera el factor desencadenante. Éste, más bien, debe encontrarse en otros factores, como el que nunca he estirado tras montar, y a que he llevado una bici (la urbana antes de cambiar a la Roadlite) con un sobrepeso brutal (cargada con alforjas debía rondar los 30 kg, y este año tenía cuarenta y tantos kilómetros diarios-ida y vuelta) y unas cotas claramente incompatibles con un pedaleo efectivo: entre otras cosas, tenía bielas de 170 mm, y cuantos más kilómetros hacía este año con ella, más incómodo me sentía. Por eso me hice con la Roadlite AL 7.0, pero la disponibilidad de la misma hizo que me llegara algo tarde, y ya con las rodillas cargadas (aunque en plazo según anunciaron cuando hice el pedido)... o bueno. Lo que yo creía que eran las rodillas, que resulta que eran los femorales, gemelos, isquiotibiales... porque la pierna izquierda no está tan tocada, pero también tiene su ligera sobrecarga en el ligamento externo, femoral y gemelo, aunque menos preocupante.

    Otro factor que, creo, me ha afectado, y posiblemente en mucha mayor medida que lo que pueda haberlo hecho el propio cuadro, es el desarrollo que lleva el grupo XX. Mira que dudé si no sería excesivo un 26 de plato pequeño en combinación con un 36 de máximo detrás... y al final lo ha sido para unos entrenos y una ruta como es el Soplao; o al menos como son las rutas que suelo hacer, en las que hay muchos kilómetros, pero poco (muy poco) llaneo, mientras que abundan las trepadas interminables. El XX es un grupo perfecto para circuitos de rally, donde necesitas aceleración brutal y puntas elevadas, pero (al menos a mí) se me ha hecho demasiado exigente para pasarse horas y horas con el 26x36 metido, y subiendo, y subiendo, y subiendo.

    Debería haber llevado un desarrollo más desahogado que me permitiera subir a cadencia para evitar precisamente, sobrecargas... o al menos así lo creo. Ese piñón de 42... ;)

    Ahora mismo no sé de qué material podré disponer para la próxima temporada, pero tengo claro que necesito tener que mover menos desarrollo. El resto... ya veremos. Ahora mismo sólo quiero centrarme en recuperarme.

    De momento, descanso y sesiones de fisioterapia de las que ya estoy viendo resultados. De tener lo que yo creía que era una rodilla bloqueada, he pasado a tener movilidad en la misma y tres puntos de dolor claramente definidos, y a recuperar: Lateral externo de la rodilla, femoral y gemelo... menudo destrozo; pero estoy con ánimos por lo que está por venir, y porque, a pesar de la lesión hay algo que nada ni nadie me puede quitar ya, que son los muchos y buenísimos momentos que he podido disfrutar con mis compañeros de rutas. Porque la oportunidad de compartir todos esos momentos con ellos (y en mi caso, también con vosotros), ese lado humano, es lo mejor que tiene este deporte. ;)

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    Edito: si irá bien la GC CF SLX en maratón, que es la reciente campeona del mundo, montada por Alban Lakata "Albanator". Claro que con esas piernacas que tiene el animalito...
     
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    Última edición: 27 Jun 2015
  11. isengarder

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    Ayer por fin disfruté de una ruta de montaña sin ningún tipo de dolor, disfrutando de subir y bajar con la GC CF SLX. ¡Lesión superada tras tres semanas de tratamiento intensivo con fisioterapeuta!
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    Este parón y, sobre todo, la manera tan estúpida de lesionarme, por sobrecarga, me ha hecho plantearme un nuevo reto: Construir una nueva base para 2016 haciendo, por primera vez, las cosas bien.

    
Veremos qué resultados se obtienen cuando se recurre a profesionales para planificar la temporada, incluyendo el uso de máquinas infernales como el rodillo, en vez de limitarte a acumular kilómetros y desnivel sin más criterio científico que el de “echarle huevos”.

    Llega el momento de construir una versión mejorada de mí mismo...

    Llega "isengarder 2.0"
     
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  12. seniormiquel

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    Felicidades por tu recuperación y por poder practicar de nuevo nuestra pasión. Ardo en deseos de conocer los planes de construcción del nuevo Isengarder 2.0. Por favor, manténnos informados.
     
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  13. specialized75

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  14. isengarder

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    Pues solo se me ocurre que sea un error en la traducción de la página, porque como bien apuntas, la diferencia de componentes implicaría diferencia de peso. También los sillines son distintos, y el SM30 Pro Carbon pesa menos que el Evo...

    Yo escribiría a spain@canyon.com para que te confirmen los pesos...
     
  15. specialized75

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    OK. Muchas gracias
     

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