En el Tour 1926, el flamenco Lucien Buysse llevó a cabo un paso por los Pirineos que le supuso el triunfo en la carrera. La etapa que transcurria por el Aubisque, Tourmalet, Aspin y Peyresourde fue épica, infernal... desarrollada bajo una tempestad de agua, viento y frio. Buysse consiguió sobreponerse a los elementos y "volar" por encima de las grandes cumbres pirenaicas. Lucien Buysse en el Aubisque En la cima del Aubisque podemos encontrar un busto de este corredor que rememora, para siempre, su hazaña. Al día siguiente Buysse "remató" la faena en la segunda etapa pirenaica. Lucien Buysse en las Gargantas del Ariege Si queréis ver/leer más aquí.
Tour de Francia 1964. 14ª etapa, en el Col de Envalira, Jacques Anquetil comienza a perder terreno con sus rivales. Parece hundido y se ve imposible la 5ª victoria en la prueba. El mago Bellini, que publicaba sus predicciones en el diario France-Soir, acababa de escribir que Jacques sufriría una caída mortal en el transcurso de la 14ª etapa. Hacía falta ser un verdadero degenerado para escribir estas cosas en un periódico de gran audiencia. Hipersensible, Jacques recibió el artículo como un trallazo. La carrera da comienzo y las primeras etapas son un festival para los sprinters. En cuanto a Jacques, tenía dificultades para ponerse a su nivel. Le notaba irritable e inquieto. Dormía con dificultad y su compañero de habitación Stablinski se sentía afectado también. Yo intentaba filtrar el correo que nos enviaban, pero Jacques recibía cartas anónimas en las que le recordaban el artículo de Bellini y se adjuntaban comentarios poco agradables. Él no dejaba de pensar en esta caída mortal que le habían vaticinado: No quiero morir sobre la bicicleta, prefiero abandonar. Esto ocurría todas las noches, hasta el punto de que hice venir a su esposa Jeanine. Su presencia calmó a Jacques. En la durísima etapa Briançon-Monaco, resiste los furiosos ataques de Poulidor y le gana al sprint. Al día siguiente vence en la cronometrada entre Hyeres y Toulon. Todo parece volver a estar en orden, pero los anónimos continúan llegando y Jacques se iba poniendo más y más nervioso a medida que se acercaba la 14ª etapa. Julio Jiménez se apunta la 13ª en Andorra, donde los corredores tienen una jornada de descanso. Ese día Jacques rehúsa entrenarse como tenía por costumbre hacer. Prefiere quedarse enclaustrado en su habitación. Junto a Janine hacemos los que podemos para entretenerle y que olvide el día de mañana. En un determinado momento, decidimos salir a tomar el aire. Vamos en coche hasta el Col de Envalira, hasta las instalaciones de Radio Andorra donde el Tour organiza un festejo en su honor y que algunos toman como explicación del desfallecimiento del día siguiente. La realidad sería bien distinta. Nosotros estábamos allí para despejarnos, para intentar cambiarle las ideas y no por el festín. Por otro lado, Jacques no prueba el cordero más que para acercárselo a los labios complaciendo a los fotógrafos. ¡Y se habló de una comilona! ¡En un día normal, Jacques habría devorado un asno con sus cuatro patas! Dentro del equipo todos estábamos al corriente de su drama interior, pero al exterior nada se reflejaba. Estábamos deseando que comenzase la etapa hacia Toulouse. Al día siguiente, la 14ª etapa, los escaladores atacan desde el inicio. Y Jacques es descolgado por el pelotón Va a la deriva y el retraso aumenta. Le pido a Rostollan que se quede con él. ¡Es la debacle! El Tour parece perdido. En la cima de Envalira, la niebla cae sobre la montaña y se establece un pesado silencio. Todo es negro y me asaltan terribles dudas. En el alto Jacques pierde 540, ¡un desastre! Ya no puedo más y me acerco a su altura y le grito: ¡Jacques, si tienes que morir, te lo suplico: hazlo en cabeza, no delante del coche escoba!.Mis gritos le sacuden y sonríe. Tienes razón, ¡que pase lo que tenga que pasar!". Vuelto a la realidad y sobre todo a la carrera, arranca decidido, y nunca la expresión bajar a tumba abierta tuvo tanto significado como en este día. Desde el coche tengo grandes dificultades para seguirle entre la espesa niebla. Por delante de mí, sobre la solitaria carretera, Jacques rebasa a no sé cuantos corredores. La niebla desaparece, pero nadie de entre los sobrepasados es capaz de seguir su rueda. Totalmente desencadenado, continúa en la brecha y se bate como un león. Jacques, ante mis ojos, vuelve a ser Anquetil. Sigue y sigue la caza en la que se van acumulando hombres que pasan a la ayuda, hasta que por fin el grupo de Poulidor, Bahamontes, Junkerman, Kunde y Julio Jiménez es alcanzado. ¡Jacques acaba de anular 540"! Les années Anquetil. Chornique dune époque bafouée (Raphael Geminiani) Hasta luego.
No conocía este post, me lo acabo de leer enterito, impresionante el post, muchas gracias :aplauso2:aplauso2:aplauso2:aplauso2:aplauso2:aplauso2:aplauso2:aplauso2
Win Van Est, del cielo al abismo. El 16 de julio de 1951 se disputa la 12ª etapa del Tour de Francia entre Agen y Dax. A los 20 km de etapa se forma una escapada con diez corredores. El pelotón no reacciona, deja hacer, y estos corredores alcanzan una diferencia de más de 18. En la meta se disputa un sprint que es ganado por el holandés Win Van Est. Aparte de la etapa, el corredor recibe el regalo de un reluciente maillot amarillo. Van Est, ganador en Dax Al día siguiente, en Dax, el corredor se mostraba inmensamente feliz. En la salida de Dax Van Est es el primer ciclista de los Países Bajos en vestir la túnica amarilla; es felicitado por todo el pelotón y por las grandes estrellas de la carrera, se cree el rey del mundo. Lejos está de saber que esta fama no será nada con la que le espera en uno de los innumerables virajes entre el Aubisque y el Soulor. Coppi y Van Est Estamos ante la primera jornada pirenaica, y el bueno de Van Est, debutante en el Tour, es un consumado rodador que nunca ha escalado un gran puerto, no por lo tanto ha hecho un descenso de uno de estos colosos. Va a tener que sufrir si quiere conservar su privilegiada posición en la tabla, sobre todo viendo la lista de rivales: Koblet, Coppi, Bartali, Geminiani, Ockers, Bauvin, Magni Pero Van Est mantiene cierto grado de optimismo, pues en esta 13ª etapa únicamente se escalará el Aubisque y piensa que tendrá tiempo de limitar las diferencias que pierda durante la subida al gigante pirenaico. El asunto se empieza a complicar cuando Gilbert Bauvin se escapa en la subida del Aubisque. Van Est pierde contacto con el resto de favoritos y se arrastra cuesta arriba como puede; no marcha nada bien y los nervios le atenazan, el francés se encuentra a poco más de 5 en la General y empieza a ver nubarrones sobre su jersey de líder. En la cima, y por las referencias que le dan, ve que el corredor francés es virtual líder. Esto no hace más que empeorar su situación ya que ve que su tiempo como maillot amarillo está a punto de terminar. El holandés no se conforma y se lanza a tumba abierta en el descenso, a pesar de su escasa técnica en esta especialidad. No ha hecho más que dos o tres curvas cuando Van Est cae al suelo. Se levanta rápidamente y continúa su lucha por salvar el liderato. La carretera le envía un segundo aviso y el holandés vuelve a probar el asfalto. Todo un síntoma, una señal, pero el corredor quiere dignificar la prenda que lleva y no cede en su empeño. Sigue bajando a gran velocidad hasta que se encuentra con un viraje inesperado en el que se da cuenta, tarde, que no va a poder tomarlo correctamente. Van Est se bloquea y va recto planeando sobre el abismo. Muy cerca de él circulaban los españoles Massip y Langarica que le ven salir recto hacia el precipicio. Langarica cuenta: fue visto y no visto, Llegó a la curva y siguió recto, pedaleando en el vacío. El abismo tenía más de 70 metros de altura, era una caída mortal de necesidad. Cae sobre una zona rocosa 15 metros más abajo y sólo se salva gracias a su inexperiencia en las bajadas. Los corredores experimentados tenían la costumbre de soltarse las correas de los calapies para ayudarse en las curvas soltando los pies de los pedales; Van Est no lo ha hecho por lo que bicicleta y corredor son uno en la caída. Esto le salva, porque va golpeando las rocas con los tubulares, pero no con su cuerpo. Tras este primer golpe, Van Est sigue cayendo, ahora rodando hasta parar 70 metros más abajo. Increíblemente no sufre más que unos rasguños y un tremendo susto. Pero arriba no lo saben. Sylvere Maes, director belga y ganador del Tour 1936 y 1939, baja a toda velocidad cuando casi atropella a Roger Decock, uno de sus corredores. El ciclista parecía enloquecido. En el barranco, Van Est ha desparecido por ese barranco grita Decock. Maes no le cree, pero ante la insistencia se asoma al precipicio y se queda helado cuando ve una mancha amarilla al fondo. Llegan más coches seguidores y se organiza el rescate. Primero baja una persona a ayudarle y cuando se cercioran de su estado se busca con qué sacarlo de ahí. No hay cuerdas, no hay escalas y se toma la decisión de romper varios tubulares, anudarlos e izar con ellos al holandés. Fue un rescate épico. El rescate Leamos a Van Est: No lo entiendo, me caí un par de veces en la bajada, sabía que tenía que ir con prudencia, pero pensaba que lo tenía controlado. Ansiaba mantener el maillot amarillo, pero de repente me vi volando. Por un momento vi la muerte después no recuerdo muy bien. Un gran ¡boum! en mi cabeza y después un tremendo silencio. La bici de Van Est Van Est fue trasladado al hospital de Tarbes donde estuvo un día en observación. Todo el mundo piensa que ha sido milagroso que no tenga más que unas ligeras heridas. Tras esto regresó a casa, donde nada iba a ser igual. Se había convertido en el Milagro del Aubisque, apodo que no le abandonó jamás. Placa recuerdo en el lugar de los hechos Pero la gloria que acompaña al Tour ya no le abandonaría jamás. Incluso supo sacar partido a su aventura. En un anuncio publicitario de la época Van Est nos decía: He caído a 70 metros de profundidad, mi corazón ha dejado de latir, pero mi reloj Pontiac ha funcionado siempre. Volvió a vestirse de amarillo en el Tour, incluso de rosa en el Giro; ganó etapas en las dos pruebas, clásicas de renombre y varios campeonatos en su país, pero no se pudo librar de su desafío a la muerte el día que iba a ser el más feliz de su vida deportiva. Hasta luego.
jejeje, casi un siglo despues hay algunos como yo que usamos ese mismo estilo para segun que puertos ))). Salu2
Me alegro que os gusten las historietas. Podría señalar muchs más, pero ando muy líado con http://www.foromtb.com/showthread.php/805317-TOUR-DE-FRANCIA-Repasando-la-historia-(Tour-1926-Buysse-¡por-fin!)
Estamos en el año 1924 y se acerca el Tour. El ganador de la edición anterior, Henri Pélissier tiene 35 años y ninguna gana de participar en una prueba que considera demasiado dura, demasiado ingrata... y sobre todo, no le apetece lo más mínimo pasar un mes junto a Henri Desgrange. Son legendarias las discusiones entre estos dos personajes. Finalmente y obligado por el patrón de su equipo, Automoto, Henri se ve obligado a estar en la línea de salida. La victoria del mayor de la saga Pélissier en la edición de 1923, fue un acontecimiento brutal en toda Francia. Aparte de acabar con una époco de dominio extranjero en la carrera, la fama que tenía como deportista iba más allá de las propias carreteras. La prueba se vivió con autentica locura; Henri y su hermano Francis eran los ídolos del pueblo francés. La llegada a Paris se vivió con verdadera locura y los corredores tuvieron problemas para circular y completar la etapa. Y ahora vayamos al incidente que desencadenó el abandono de los hermanos Pélissier en el Tour 1924 y el origen de una expresión oida mil y una veces. Leamos lo escrito por el periodista Albert Londres en su famoso libro "Los forzados de la ruta". Durante algún tiempo, Henri Pélissier tuvo la costumbre de llevar dos maillots para defenderse mejor del frío en las largas randonnées nocturnas y luego desprenderse de uno de ellos cuando llegaba el día. Podría decirse que no hay nada reprobable, que es normal; salvo que el Reglamento estipula que la carrera se ha de finalizar con el mismo material con el que se inicia, estando prohibido deshacerse de él. Y esto incluye la vestimenta. En la línea de salida de Cherbourg, un celoso comisario quiere verificar el número de prendas que lleva el último ganador de la prueba. Este gesto le parece demasiado a Pélissier, recordemos sus pocas ganas de participar en la prueba. Llama inmediatamente a Henri Desgrange, director de la prueba, y le anuncia su intención de abandonar. Tras intercambiar algunas opiniones, La Ficelle decide continuar y toma la salida con los demás. Parece que el incidente está cerrado. Nada de eso. Henri, su hermano Francis y Maurice Ville (2º en las dos primeras etapas) se retiran en Coutances (km 76) donde el periodista del Petit Parisien, Albert Londres los reúne en el café de la Estación. Al día siguiente publica un rotundo artículo titulado Les Forçats de la Route. Pélissier se explica: No tienen idea de lo que es el Tour de Francia. Es un calvario. Sufrimos durante todo el camino, ¿quiere ver como vamos? Mire. De su bolsa saca un frasco, es cocaína para los ojos y esto es cloroformo para las encías ¿píldoras, quiere ver píldoras?. Sacan tres cajas cada uno. En resumen dice Francis- marchamos sobre dinamita. Henri continua: ¿Aún no nos ha visto en la ducha en la llegada? Dese el placer de asistir a esa sesión. Una vez que nos quitamos el barro, estamos blancos como sudarios. La diarrea nos deja vacíos. Nos desmayamos en el agua. Por la noche, en nuestra habitación, bailamos la jiga en lugar de dormir. Mire nuestros cordones, son de cuero; pues bien, no siempre resisten, se rompen y es cuero curtido. Piense en lo que se convierte nuestra piel. Cuando bajamos de la bicicleta, se puede pasar a través de nuestros calcetines, de nuestros coulottes, ya nada se ajusta al cuerpo Y todavía no han visto nada, esperen a los Pirineos. Es un trabajo duro, pero lo encajamos sin rechistar. El esfuerzo que no permitiríamos que hiciese una mula, lo hacemos nosotros. No somos unos gandules; pero, en nombre de Dios, que no nos molesten. Aceptamos el tormento, pero no queremos vejaciones. ¡Soy Pélissier y no Azor!. Henri Pélissier, Francis Pélissier y Maurice Ville en el café de la estación, junto al periodista Albert Londres. Hasta luego.
En su excelente libro “Una flor en el manillar”, André Leducq no olvida rendir un homenaje a los “tenebrosos”: “Cada tarde debían encontrar un lugar donde pasar la noche. Los he visto durmiendo en casetas de playa cuando hemos estado cerca del mar, en las salas de espera de estaciones o en los bancos de las plazas cuando el tiempo lo permitía. Los ‘touriste-routiers’, como se les llamaba, y de forma más elocuente ‘isolés’ tenían que limpiar ellos mismos la bicicleta y no podían llevar accesorios de recambio. Estaban siempre escasos de neumáticos. Algunos, para conseguir un poco de dinero, vendían tarjetas postales; Doloffre hacía acrobacias en la plaza pública y luego pasaba la gorra entre los espectadores. ¿Qué es lo qué les hacía correr entonces? En su mayor parte tenían un pequeño comercio de bicis o una pequeña taberna en su lugar de origen. En el Tour eran anónimos, pero al volver a casa eran recibidos como héroes y la insignia “En el Tour de Francia” les resultaba muy rentable. ¡Y que triunfo si un día tenían la oportunidad de atravesar su ciudad o pueblo en cabeza! Alberto Menta no tocó el manillar durante toda la travesía de Antibes: los brazos siempre en alto; Joseph Curtel tras pasar por Marsella se podría haber presentado a la alcaldía. Existía un punto en el que no eran pobres, al contrario, eran netamente favorecidos: el reglamento les permitía utilizar el cambio de marchas todavía prohibido para los corredores de los grandes equipos. Así que podían cambiar el desarrollo sin bajarse de la bici. ¡Nosotros no! Henri Desgrange no era amante de las complicaciones mecánicas… ni de los gastos. Era partidario de mantener la simplicidad en la bicicleta. El primer cambio de desarrollo fue usado por el ‘touriste-routier’ Joannès Panel en… 1911; Henri Desgrange no lo autorizó para todos en general hasta…¡1937!". Hasta luego.
Todos conocéis esta foto. Es Eddy Merckx doliéndose del golpe recibido durante la subida al Puy de Dôme en el Tour de Francia 1975. Algunos piensan que esto impidió que consiguiera su 6ª victoria en la carrera francesa. Hasta luego.